12- Reclamos y un enfermo

April aún se encontraba cruzando ese puente, maldecía el momento en el que se le ocurrió la idea de atravesarlo y Alexia por lo visto ya lo había completado.

«Por su culpa seguro que Juan Carlos me reta.» Pensó. «Qué estrés.»

—Que frío, ya casi no siento las piernas ni las manos, que terrible que es este clima no me explico cómo es que existen personas que les gusta esto —susurró frotando sus manos en busca de calor.

«Uff no, que cansada que estoy.» Pensó. «¿Por qué tuve que venir por acá?»

«¡Si! Cómo máximo 30 minutos más y culminó esto, ya me he retrasado demasiado.» Festejó. «Juan Carlos me va a regañar, ya he tardado 3 horas más de la que nos íbamos a ver.»

Luego de unos cuantos minutos más de camino, April por fin llegó a su destino y se acercó al timbre para poder anunciar su llegada. Se hallaba demasiado nerviosa. No sabía si la recibirían bien en esa casa.

«Juan Carlos estará bastante enojado.» Pensó. «Me he retrasado casi 4 horas. A parte que hace años que no vengo.»

La muchacha se quedó de pie frente a la puerta hasta que un hombre de cabello castaño la recibió.

—¿Cómo estás? Lamento haberte hecho esperar tanto. No era mi intención, es que.

—Para ver ¿Cuál es la excusa de la señorita esta vez? Porque sabes bien que odio a las personas impuntuales.

En ese momento la muchacha quedó en blanco, sabía a la perfección que nada de lo que dijera iba a ser válido.

—No era mi intención, tuve un pequeño percance al salir de casa a parte de que terminé agarrando el puente porque no recordaba —trató de explicar. Pero fue interrumpida de forma brusca.

—¿Tuviste un percance y luego te fuiste por el puente? Ay vamos April, invéntate otra cosa, yo esa ya no te la creo, ¿qué era más importante que venir a ver a tu sobrina? Yo de verdad que no entiendo cómo es que te recomiendan tanto en el área de pediatría —Apenas el hombre se apartó de la puerta April aprovechó para ingresar.

—Nada es más importante, la adoro, pero tenía que resolver aquello en casa —culminó mirando al suelo con vergüenza.

—¿Percance? ¿O es que acaso tuviste flojera de salir de la cama? No duermo hace tres días por estar pendiente de mi hija estoy preocupado por su bienestar, y quería que la revisaras, que me hicieras al menos ese favor. Acordé una hora contigo y mira cuando apareces —acusó con fastidio.

—De verdad, que no quería llegar tarde, agarré un camino más largo, es que no me acordaba de dónde vivías y aparte de que no es mi culpa lo de Coraline, no puedes venir todo campante y pagar el coraje conmigo —confesó April.

Ella sabía que ante los oídos de su hermano se estaba excusando. Pero no le diría: hey una hermosa joven me está acosando y me fuí por otro camino para no toparme con ella.

—Si, sé que no es tu culpa, pero todavía me estoy ofreciendo a pagarte por venir y parece que ni así vienes a verla luego de tanto tiempo. Bueno, la habitación de la niña está allá arriba —aceptó con una mirada relajada.

—¿No me vas a llevar? O sea, primero me regañas por la hora ¿Y eres así de descortés? —recalcó batiendo sus manos.

—¿Para qué quieres que te lleve? Si ya conoces la casa bastante bien, además tengo que llamar a la niñera de Coraline para que venga será mejor que te apures porque debo irme a trabajar. Aparte de impuntual, ¿tienes la osadía de venir a pedir que te escolte hasta la habitación de mi hija? Perdón, pero eso ya es pasarse de la mano .

El hombre con justa razón se encontraba enojado. April fue irresponsable y se merecía el reclamo.

«Todo por ese maldito puente.» Pensó. «¡Y Alexia la entretuvo demasiado!»

—No es que yo sea atrevida, hace tiempo que no nos vemos, desde que tuviste una hija, y una familia te distanciaste.

—¿Yo? Te recuerdo que esa fuiste tú, mis padres te dieron la mejor educación posible y bueno, veo que sirvió poco —dijo con un nudo en la garganta —ellos te llamaban siempre. ¿Y la niña que hacía? ¡Les desviaba la llamada!

—Está bien, estuvo mal que ni siquiera te avisara que me iba a atrasar, pero no puedes pagar el coraje conmigo. Y les desviaba la llamada porque me llamaban cuando estaba ocupada.

—¿Ocupada en que? ¿Coger con Ethan? Porque estoy seguro de que eso es lo único que hacías —dijo con cinismo arrepintiéndose al segundo de lo dicho.

—Comó ¿Cómo sabes de él?

—Mi ex esposa me dejó por ese tipo, que es un desquiciado, después supe que lo metieron a cárcel, pero lo ví en una foto contigo y ¿qué hacías con él?

La tensión de ambos se podía sentir en el aire aparte que el frío no ayudaba a aminorarla.

—Me dijo que me amaba, que era su conejita, pero no fue verdad al menos no de una forma linda —respondió con lágrimas.

—Eh.

—Sufrí maltratos por parte de él ¿Creés que lo pasé bien? No Juan Carlos, viví un infierno a su lado. ¿Sabes dónde lo ví la última vez? En una puta cárcel. Me secuestró durante años y nadie se dio cuenta —relató con notoria frustración.

A April le dolía contar esa parte de su vida, no estaba orgullosa. Claro que no, pero ya los actos habían dejado consecuencias.

—Yo.

—¿Tú qué? No sabes nada de mi vida, pero claro si el niño solo andaba pendiente de tener celos de una niña a la que sus padres adoptaron —le desagrada que la vieran llorar, pero la situación la rebasaba.

—Ya no quiero.

—¿No quieres que Juan? ¿Escuchar la verdad? Pues ly’ jefigor de todo corazón, pero me tienes harta —hace años que se tenía esas palabras guardadas y se sentía liberada al poder soltarlas.

—Lo siento, ¿si? Solo es estrés. Ve a ver a la niña, por favor.

Lo comprendía. Claro que sí, pero era demasiado injusto lo que estaba haciendo. Sonaba casi cómo si él le estuviera haciendo un favor a ella. Y no, no era así.

—Solo lo hago porque la quiero, pero esto es algo como para irme y no volver —el hombre sin mirarla asintió.

April subió las escaleras con un poco de prisa, tenía un mal presentimiento. Y casi se le sale el corazón cuando ve a su sobrina.

«Madre mía.» Pensó. «¿Qué le pasó?»

—¡Tía viniste! ¡Ay! Me duelen —habló la niña con una sonrisa forzada.

Coraline tenía mejillas y cuello inflamados, trataba de comer una sopa pero se notaba lo mucho que le costaba. Intentó levantarse para saludar a April, pero al hacerlo sus pequeños pies dolieron

—¡Hola mi niña! Vine a revisarte, estás como una ardilla, creo que tienes paperas o puede ser una reacción alérgica —April la observó conservando distancia, tal vez era algo contagiable y no quería tomar el riesgo.

—Paperas. ¿Qué es eso tía? —preguntó con curiosidad mientras observaba a la muchacha.

Le causaba ternura cada vez que la niña realizaba preguntas. Parecía que en ese momento la curiosidad de un gato dominaba su cuerpo.

«Tiene 6 años.» Recordó. «Es obvio que no sabe que son.»

—Son como unas bolsitas llenas de saliva, estas sirven para crear toda la saliva que tenemos en la boca. A veces, cuando olemos o vemos alguna comida o golosina que nos gusta o se nos antoja mucho, estas bolsitas sueltan toda la saliva que tienen guardada para poder saborear aquello que tenemos enfrente —le explicó lo más simple posible. Con temor de que no la entendiera.

La niña tal vez no la fuera a entender así que April era lo más concisa en el tema y señalaba cada parte de la que hablaba.

—Oh, ¿y que las causa?

—A veces, los adultos se contagian de un virus, sin que se den cuenta.
Entonces cuando el adulto estornuda cerca de un niño, la saliva que sale está contaminada por ese virus y como ya fue expulsado, comienza a buscar otro lugar donde pueda vivir y que tenga saliva —mencionó April mientras le daba un vistazo al rostro de la infante.

April se detuvo un momento para agarrar aire y siguió explicando.

—Por eso es importante pedirle a un adulto cada vez que estornude que se cubra la cara con la parte interna del codo para evitar que el virus se propague.

Trataba de dar la información de una manera que fuera fácil para la nena entender, pero a April le costaba encontrar palabras que fueran comprensibles para Coraline, no era maestra, pero no le gustaba dejar con dudas a sus pacientes.

—Pero también pasa cuando probamos algún alimento con una cuchara o cubierto que ya fue utilizado por alguien con el virus en su cuerpo, pues podría tener el virus y cuando tú usas ese cubierto, te contagias solita.

Cuando April se puso una mascarilla seguido de guantes se aproximó a la niña. No quería que lo que tuviera fuera a empeorar o a pasarse a ella y luego contagiar a alguien más. De pequeña nunca le dio así que la posibilidad de que le diera ahora era alta.

—¿Qué fue lo que comiste? —preguntó con notable preocupación y obvio no recibió respuesta. Más que un simple encogimiento de hombros.

«Hay qué llevarla al hospital.» Pensó con temor. «Le diré a Juan Carlos.»

—Hey mi amor, quédate aquí sentada, voy a buscar a tu padre —la niña asintió con una sonrisa y dejó que April se pusiera de pie.

Podía ser peligroso si un especialista no veía de ella. Bueno de eso ya se había encargado April pero debía realizar pruebas.

—Toc toc —dijo April queriendo hacer el chiste de la puerta, aunque poseía duda en su voz.

April sabía que el hombre se hallaba de mal humor así que se acercó temerosa cuando lo divisó en la sala estando tan serio.

—¿Ya la viste? ¿cómo está? ¿Es algo grave? —se apresuró a preguntar.

—Tengo sospechas de lo que puede tener, pero hay que llevarla a un hospital para hacerle exámenes —murmuró.

—No tengo tiempo, la niñera ya viene y yo me tengo que ir a trabajar.

«¿La niñera será Alexia?» Pensó. «No, debe ser coincidencia cuando la vi.»

—Yo la puedo llevar, si me das permiso claro —aclaró apenas él la miró mal.

—Confiaré en tí, aquí están las llaves de la casa, le diré a la niñera que no venga entonces porque de aquí a que vuelvas seguro ya estoy en casa.

Apenas Juan Carlos cruzó la salida April subió corriendo.

—Mi niña, alístate que vas a salir con la tía —pronunció con una sonrisa asomando su cabeza por una esquina de la entrada.

—Yeii, ¡Me voy con la tía! —exclamó con alegría.

Después de eso, April tomó el abrigo de su sobrina y se dirigió a la salida de la casa, la llevaría al hospital del pueblo, ahí habían buenos doctores.

—Bueno, vamos rápido porque tú no puedes recibir tanto frío —culminó con seriedad.

April tomó a su sobrina en brazos apenas vio que ella no caminaría por su cuenta, está vez tomó el camino corto. La muchacha trató de ser rápida está vez, hacía demasiado frío.

—Tía, ¿te vas a quedar aquí en el pueblo? Es que no quiero tener niñera y tu me cuidas muy bien.

—Oh pequeña, no puedo porque tengo que trabajar. Pero de seguro esa chica te cuida muy bien.

—¿No la quisieras conocer?

«Santo kiwi. Si le digo que no, es probable que se ponga triste, y si le confieso que ya la conozco me mirara raro.» Pensó. «El destino no me quiere.»

—Eh bueno, sí seguro que es una amiga, solo que como paso trabajando casi no nos vemos.

—Podrías venir a la casa cuando ella me cuide y así ustedes puedan conversar un rato.

«Si pudiera explicarte que no la quiero ver porque me pone de nervios su presencia.» Se cuestionó. «Tu padre me mataría si lo hago.»

—Si, tal vez solo que tu padre no me quiere aquí

—Él te quiere mucho, siempre lo dice, solo que los abuelos no le enseñaron a demostrar sus sentimientos eso siempre le dice a su mejor amigo.

—Puede ser.

—Tia, ¿le puedo hacer otra pregunta?

—A ver mi niña, ¿De qué puedo servirte?

«Otra pregunta.» Se repitió April. «Qué miedo.»

—Mi amor, es tardísimo, mejor vamos al doctor y en el camino hablamos.

—¿Me van a inyectar? —preguntó con una clara expresión de miedo.

—Quizá sea necesario. Pero tranquila estaré contigo.

—Bueno, pero tía aún no respondes.

—¿Qué quieres saber? —preguntó April con temor.

—¿Porque nunca has dicho la verdad?

—¿Sobre qué? —April estaba asustada, sus manos sudaban y no podía hacer nada.

—Te gusta una chica y creo que esa es mi niñera.

—No, ¿qué dices? A mí me gustan los chicos como a tí, cómo a la abuela le gustaba el abuelo.

—No es cierto —reiteró con picardía—si fuera cierto no hubieras tragado grueso cuando te hablé de ella.

—Ya Coraline, ya te dije la verdad si tú quieres créer que no, adelante allá tú —aseveró.

—Está bien, lo lamento —murmuró haciendo un puchero.

—Solo no lo vayas a repetir frente a tu padre, sabe cómo es con el tema.

—¿Te metería en problemas?

—Si, y es lo último que quiero.

«Ufff casi que no me la quito de encima, ojalá no vuelva al tema.» Pensó. «¿Por qué diría eso?»

Las chicas se fueron caminando, se notaba  la tensión, pero Coraline no quería hablar y menos April. Así que en silencio fueron al hospital, no quedaba tan lejos así que en menos de una hora llegaron y yendo al área de emergencias April explicó la situación, les pidieron  que esperaran. Pasó un máximo de 2 horas y cada vez el área de emergencias se llenaba más.

«Qué frustración, haber April respira y mantente tranquila. A Coraline le está subiendo de nuevo la fiebre.» Pensó cuando tocó la frente de la niña. «Hubiéramos  ido al hospital de Froeglosa.»

Por suerte en su cartera reposaba un pañuelo así que pidió un envase con agua y lo humedece poniéndolo en la frente de la niña. Repitió el proceso varias veces hasta que no hubo rastro de calentura.

Y luego de una larga espera los enfermeros se llevaron a Coraline para hacerle algunas pruebas. Tendrían que esperar un poco más para saber los resultados pero ya casi lograban el objetivo.

—Señorita, ya le hemos hecho pruebas a la niña, confirmamos el diagnóstico. Tiene paperas.

—Muchas gracias, ¿ya me la puedo llevar? —los enfermeros no dijeron nada más y dejaron que April buscará a su sobrina.

—Antes que se vayan pasen a ver al médico, para que le recete una medicinas.

—Soy doctora, pero bueno nunca cae mal la opinión y el criterio de alguien más.

April se dirigió al consultorio que le indicaron e ingresó con su sobrina en brazos. Que se hacía la dormida. Fue  una conversación un tanto larga, pero lo importante es que su sobrina iba a estar en buen estado pronto aunque ese recetario le iba a doler en el bolsillo a su hermano.

El doctor explicó que aparte de la papera encontraron más complicaciones en los estudios de Coraline.

Lo preocupante ya había pasado y tía y sobrina regresaron alegres, cantando cualquier cosa que les viniera a la mente.

—April, ya las iba a buscar.

—¡Papi!

—Lo siento Juan, el hospital estaba a punto del colapso —se disculpó April poniendo a su sobrina en brazos de su padre.

—Coraline necesita estar en cama, comer bien, pero nada agrio, tomar mucha agua; de medicamentos antiinflamatorio no esteroideo y analgésico y estricto reposo, aparte de eso —informó.

—Entiendo muchas gracias. Esa pausa, ¿pasa algo?

—Le consiguieron problemas estomacales y le mandaron estos medicamentos —mencionó April en un susurro.

El hombre agradeció que le ayudará un poco con la niña y que la llevara a un hospital.

—Bueno, ya debo irme sí, nos vemos la próxima, estaré llamando para preguntar por tí Coraline.  —La pequeña asintió y abrazó a April agradeciéndole por todo hoy.

Salió de esa casa un poco asustada, su mente había estado ocupada con lo de su sobrina, pero los pensamientos intrusivos aprovecharon cuando salió de la casa de Juan.

«¿Que vino a hacer Alexia por acá?» «¿La niñera que mencionó Coraline será ella?» «¿Cómo es que mi sobrina sabe estás cosas de la comunidad LGBT?», muchas dudas abarcaron su mente, y lo peor es que ninguna tenía la respuesta que necesitaba.

April, cerró el paso de todo lo que fuera intrusivo y se dispuso a centrarse en el camino.

«¿Cuándo vas a aceptar que te encanta esa pelinegra?» Habló su subconsciente. «No me gusta, cállate.» aseveró.

«Como tu digas.» Susurró. «Ash, para ser una voz en mi cabeza eres bastante irritante.» Confesó April volteando los ojos.

Después de que dio vueltas sin sentido durante unos minutos logró llegar al centro del pueblo y empezó de nuevo su caminata hasta el terminal del pueblo y cuando estuvo ahí se acercó a paso lento a taquilla para comprar su pasaje.

—Buenas noches, bienvenida a la terminal de Bluesnow ¿Cuál va a ser su destino?

—Un boleto para Froeglosa por favor, ¿Hay algún bus que tenga calefacción.

El chico que la atendía dejó de mirarla y se puso a teclear en su computadora.

—Bien, tenemos uno con: asiento reclinable, baño y calefacción. Le sale en un aproximado de 180 nowmonis. ¿Le doy ticket para ese?

—Si por favor.

April recibió su ticket de viaje y se fue a buscar un asiento dónde pudiera esperar el bus que la llevaría a la ciudad.

Sería un largo viaje, y llegaría cansada. Seguro que para la mañana siguiente no se despertaría.

—¡Pasajeros de Froeglosa ¡Hagan el favor de subir al bus! ¡Repito para los que recién se acercan! ¡Todo aquel que se dirija a la ciudad haga el favor de subir!

April subió y se sentó con rapidez antes de que el bus llegara al tope. Este si era espacioso, así que de seguro no tendría ningún inconveniente en su travesía.

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