11- Duda, amistad y sorpresas.

Durante toda la tarde Alexia no pudo parar de pensar en los carnosos y apetecibles labios de April. Y el deseo por probarlos aumentó aún más cuando por la tarde se encontraron en el puente y ambas cayeron. Le resultaba complicado borrar esa imagen de su activo cerebro. Sobre todo, porque cuando deseas algo con todo tu ser, por una pizca de esperanza que aparezca se convierte en el todo por el cual combatir.

Y a pesar de que este día no había resultado como ella lo esperaba en primera instancia; se hallaba feliz, porque después de todo sintió que comenzaba a avanzar en el gran tablero. Conversar con April era su mayor objetivo, con un poco de esfuerzo lo consiguió. Y claro que aún no obtendría del todo su perdón, comprendía que para eso debía esperar más, tener paciencia y confiar en sí misma, de todos modos, se conocía lo suficiente como para estar segura de que aún no se iba a rendir.

Tenía mucho de sí para brindarle.

«Es tan preciosa, que, aunque se de primera mano de que no hay personas perfectas, April era lo más cercano a aquel concepto. pero ¿cómo debo actuar o que puedo hacer que me permita acercarme a ella y permanecer a su lado?» Pensó y se cuestionó a sí misma. «Sin embargo, ¿Será familiar de Juan Carlos?»

Alexia se mantuvo y entretuvo divagando sin cesar, permanecía estática mientras soñaba despierta con la chica cuya característica de cabello rizado le encantaba. Alexia desconocía por completo si April se sentía como ella, pero de algo si estaba segura, y es que tenían una conexión que, aunque un poco extraña, era única. Los sentimientos eran tan fuertes que la pelinegra sentía que no cabría en su cuerpo y que en cualquier momento inesperado este estallaría por completo.

Aquella noche en el departamento de April, la reunión que organizó Justin no condujo a nada bueno, las copas habían excedido su límite y los juegos influenciaron más de la cuenta. Lo que culminó en qué le fuera casi imposible sacarla de sus pensamientos.

Se había convertido en un dolor de cabeza punzante, pero placentero.

-Pero ¿Qué era lo que hacías en aquel puente? ¿Qué buscabas allí? -se auto interrogó de una forma casi inaudible, la cual solo ella pudo escuchar.

Luego de unos minutos en los que pudo llegar a su casa, lo primero que hizo fue caminar despacio al baño y al entrar a este, de inmediato se dirigió a la tina en dónde abrió la llave para que el agua se fuera calentando. Mientras se deshacía de su ropa con gran ímpetu y rapidez.

Había ido a la casa de Juan Carlos, quien anteriormente le había informado que en las mañanas a partir de las ocho iría a cuidar de su hija hasta que fuesen las dos de la tarde, el cuál es el horario que este maneja de entrada y salida en su trabajo.

Al salir de la zona de combate en la que se había convertido su mente, Alexia terminó de bañarse y salió rápido, no tenía ningún tipo de compromiso importante o especial, pero se estaba aproximando la hora de la merienda y quería alcanzar a comprar el arroz con leche que tanto la animaba y abrazaba internamente.

Al pasar varios minutos, la joven ya se había vestido y se encontraba más que preparada, así que se apresuró y salió a toda marcha de su hogar.

De repente, escuchó aquella voz tan familiar a sus oídos, lo que la hizo girarse de inmediato, sin evitar el gran espanto causado.

-¡Hola, Lexy! -exclamó, al tiempo en que su corazón saltó repetidamente dentro de su pecho.

-¡Maldición!, ¡Eres un maldito idiota!, ¡¿Cómo mierda se te ocurre asustarme así?! ¡Sabes que no me gusta! -le grita a todo pulmón, a la par de que lo regaña, sin reparar un minuto en las personas que desde lejos observaban la escena de manera divertida.

-Ya, ya, calma mi tigresa, estas dando un show de a gratis, ¿acaso te levantaste del lado izquierdo de la cama? Pensé que ya habías solucionado ese pequeño problemita mi querida. -le cuestiona mientras ríe ante su agresiva reacción, mientras saluda alegremente con su mano a todos a su alrededor.

-¿Y tú? Aparte de bromista, imbécil. Me parece que te has saltado la clase de modales y discreción, si no te conociera te demandaría de inmediato, por tu culpa mi ansiedad está a mil. -le respondió a su vez la muchacha con un limpio sarcástico encanto.

Ambos amigos, tras salir del breve personaje que los arropa ríen sin parar cómo hace años no lo hacían, Ángelo disfrutaba de hacer enojar a Alexia y esta lo sabía.

Se abrazan, y el chico aprovecha para levantar a la joven del suelo, mientras la sostiene de la cintura y la eleva dándole vueltas. Alexia ríe, sin poder evitar el mareo que le ha causado.

-¡Bájame, idiota! -le grita, a lo que este tras hacerlo una vez más, obedece.

-¿Al mismo lado de siempre? -le preguntó, sin perder la sonrisa de sus labios-. Te encanta el arroz con leche de la señora Lewis sin duda alguna y eso que estamos en la temporada de más frío.

-Si, por supuesto, es que se me hace delicioso, ¿no te parece? -interrogó con una sonrisa mientras se acomodaba su Jersey.

-Aun no entiendo por qué te fascina, apuesto a que no debe tener nada distinto a otros. Son los mismos ingredientes aquí, allá y donde sea. Arroz es arroz. -agregó Ángelo con una sonrisa, mientras pensaba en sus palabras.

-Es que no sé, la señora Lewis tiene una forma tan especial para hacerlo. Sus manos son una maravilla. No lo entenderías ni, aunque quisieras.

A Ángelo le causaba tanta gracia que mientras Alexia daba saltitos y aplausos como si fuera una niña pequeña a la que le daban su juguete soñado, se le notaba la alegría al explicar el por qué amaba tanto el arroz con leche de la señora Lewis (era tanta la fascinación por él que atravesaba todo un pueblo con tal de adquirirlo).

A la pelinegra le encantaba lo suavecito del arroz, y aunque no sabía todos los ingredientes. Le encantaba que la señora Lewis sabía con exactitud cuánta azúcar echar para que el postre no quedará melado ni insípido. Le encantaba qué le aplicara la canela. Y el espesor del postre quizá era por la leche. Pero bueno, eso también lo amaba.

- Y es por eso que amo su arroz con leche. -culminó de explicarle.

-Me parece que solo la estás poniendo en un pedestal. Es cosa tuya, no del arroz. -confesó el chico.

«¡Se lo merece!» Pensó Alexia sonriendo, mientras decidía que lo mejor era cambiar de tema.

Ambos tuvieron que atravesar varios senderos para llegar a su destino, iban jugando guerras de nieve. La distracción era máxima. como para notar ese detalle. Al observar el local, el cual aún no habían cerrado, la joven empezó a correr.

-¡Casi llegamos! ¡Anda apúrate Ángelo! ¡Que, si no, no vamos a alcanzar para comprar y solo será culpa tuya! -exclamó con una sonrisa mientras corría a la entrada de dulcería y arrastraba a su amigo por la manga de su camiseta.

No obstante, su camino se vio interrumpido por una presencia que nunca creyeron que volverían a ver desde la última vez, la cual fue cuando Alexia y Ángelo tenían quince años.

-¡Alexia! ¡Que lindo verte por acá cariño!

-Hola Aileen -saludó sin ganas, no le hacía tanta ilusión tenerla al frente ya que esa mujer no tenía buena fama entre los transeúntes del pueblo. Quería salir lo más rápido posible de ahí, pero su camino fue obstaculizado cuando intentó caminar.

-Sabes, ayer te vi hablando con mi hija, por lo que me gustaría que ambas aprovecharan el tiempo estaría magnífico si tú le enseñas modales, los cuales le hacen mucha falta. -exclamó la señora de algunos cincuenta y cinco años.

«¿Modales?» Se cuestionó. «¿De qué está hablando? ¿Cómo qué su hija? ¿Se referirá a April? Pero, Aileen, ¿cuándo tuvo una hija si la conozco desde que nací y nunca la vi ni me enteré de ello?»

Esto era una cuestión que la bajaba un momento de la cálida y cómoda nube que solía frecuentar. La situación hacía que su cortisol fuera en aumento, jamás le agradó tener a Aileen tan cerca.

Solo faltaba eso. No era la favorita del universo por lo visto.

-Hola, Aileen, ¿cómo está? ¿Que la trae por acá? -respondió y cuestionó con alegría fingida-. ¿De casualidad viene a comprar algún postre? Yo creía que a usted casi no le gustaba el sabor del dulce.

Le pregunto, tratando de mejorar el ambiente, mientras que Ángelo solo observaba, manteniéndose al margen.

-En efecto, no soy casi de dulce, pero Jacinta me pidió que le diera un poco de vainilla y bueno, aquí me ves. -contestó.

A Alexia le resultaba raro que la mujer le dirigiera la palabra, puesto que a ella nunca se le veía conversando con ninguna persona. Y pues tampoco es que se llevase bien con la gente del pueblo.

«El único al que le hablo es a Ángelo.» Pensó. «¿Qué querrá decir con "enséñale modales"? ¿Y quién es su hija?»

La mujer seguía hablando, pero Alexia se decidió por no darle más atención, porque si no se retrasaría, a los pocos minutos los ojos de la pelinegra brillaron al ver a lo lejos una pequeña casona de color blanco que soltaba humo de una pequeña chimenea.

Cuando estuvieron en la entrada, Ángelo ayudó a Alexia con los pequeños escalones e ingresaron por una pequeña puerta de madera que al abrir hizo que una pequeña campanilla sobre sus cabezas.

El lugar por dentro tenía mesas redondas de cristal, con sillas de madera con un cojín en forma de flor. Sobre sus paredes de un color rosa palo y del techo colgaban varías enredaderas con distintas flores.

-Angi ¿Puedes ir eligiendo una mesa? Yo iré a hacer los pedidos. -pidió, a lo que su amigo asintió sin pensárselo dos veces.

-Claro.

Luego de que el chico desapareció de la vista de ella. Decidió que se acercaría a una de las chicas que se encargaba de tomar los pedidos. La sobrina de Lewis.

«Le pediré algo a Ángelo.» Pensó. «¿Qué le gustará?»

-Buenas tardes Alex, ¿lo mismo de siempre? -le pregunto, y la muchacha asintió.

-Si, por favor, y de casualidad ¿Qué más venden? Es que vine con un amigo y le quería pedir algo.

Anastasia. La chica que se hallaba ahí frente a ella sonrió. Por fin Alexia la topaba, claro que solo quería que le cumpliera una orden. Después de seguro olvidaba que existía. Pero eso no le importaba a la pequeña rubia, de unos 20 años. Para ella, ya era un acercamiento fenomenal.

-Ana, ¿está todo bien? Te quedaste inmóvil. -pronunció, algo preocupada.

-Si, de maravilla, no te preocupes.

Al notar la sonrisa de Alexia sus nervios la dominaron y el sonrojo se hizo ver, a todos los presentes les pareció raro y no entendían por qué su reacción. ¿Acaso Alexia era invisible? ¿O para ellos no existía un motivo válido para parecer un tómate?

«Definitivamente estaban mal de la cabeza. ¿No ven el monumento que tengo delante?» Pensó.

¿Cómo se supone que viviría ahora? Alexia alteraba sus sentidos y solo tenía que estar cerca, pero escucharla la ponía peor. Desde hace unos años que su familia se mudó a Bluesnow su corazón quedó flechado por la belleza ajena, pero sabía que ella estaba flechada sola y que jamás recibiría lo que quería.

La gente comenzó a mostrarse molesta así que Anastasia, sacudió con ímpetu su cabeza y forzando una sonrisa tomó aire y atendió a Alexia. Para que la cola que se formó disminuyera poco a poco.

-Oh, tenemos arroz con leche, también napoleón, tiramisú y marquesas; churros, turrón, algunas malteadas; galleta de vainilla, chocolate, tarta, chocolate caliente con malvaviscos, viene bien para este clima, profiteroles, galletas de chocolate o vainilla, bañadas en chocolate; pan relleno de chocolate; tenemos pudín. ¿Qué desea mi niña?

«¿Cómo me dijo? ¿Por qué me dijo así? Se supone que yo soy mayor que ella.» se preguntó.

Alexia se quedó un rato ahí de pie analizando, había muchas opciones así que no sabía bien cuál podría elegir.

-Bueno, quisiera un chocolate caliente con malvaviscos y galletas de vainilla, por favor.

-Muy bien, linda, elige una mesa y dentro de un momento te llamaran para que vengas a obtener tu pedido.

Tras asentir, Alexia se dio la vuelta y al ubicar a Ángelo se acercó a la mesa en la que este se encontraba más que acompañado. Una chica muy preciosa

-Hey, ya hice el pedido, te ordené un chocolate caliente con malvaviscos y galletas de vainilla -dijo mirando a su amigo detenidamente.

Alexia le dio una palmada en el hombro luego de sentarse a su lado esbozando una sonrisa.

-Muchas gracias Alex -comentó abrazándola. No creyó que su amiga tendría ese gesto con él.

-Oh, y cuéntame ¿Por qué no estás trabajando? -mencionó Alexia mirando al muchacho.

-Me despidieron y sin motivo pero estoy bien, de todos modos, iba a renunciar igual.

Por un momento, Alexia soltó un largo y pesado suspiro que logró activar las alertas de Ángelo.

-Por otro lado, a ti no te va tan bien que digamos, ¿cierto? -Alexia le lanzó una mirada, sorprendida de que lo notara tan deprisa-. ¿Qué ocurre? -inquirió.

-Nada malo en realidad, o eso espero -respondió luego de una pausa-, solo pensaba en la amiga de Justin.

Apenas unos segundos habían pasado cuando llamaron a Alexia para que recogiera lo que había pedido y se acercó al recibidor junto a su amigo y se devolvieron a la mesa no sin antes pagar.

«Mejor hacerlo antes.» Pensó. «Luego lo olvido, vamos a la mesa.»

-¡Alexia! -gritó Ángelo tomándola de los hombros haciéndola reaccionar.

-¿Qué es lo que quieres? ¿Qué te ocurre? -Alexia se había enojado, su amigo a la hora de llamar la atención nunca lo hacía con delicadeza. Parece que había nacido entre cavernícolas

-Eso te pregunto yo, Llevas rato mirando el arroz y no lo has probado, vas a hacer que la señora Lewis se sienta mal. Creerá que no te gustó o algo por el estilo.

«Eso es cierto.» Se reprendió. «No quiero que se sienta mal.»

-Tranquilo, ya voy a comer.

Alexia se hallaba intranquila, sentía que nada tenía sentido y eso ocasionó que dejara de comer, no se aguantó y le contó todo a Ángelo, al menos en parte de todo lo que había sucedido con April. Ángelo escuchaba con atención, no podía creer que esa chica se había enredado con su mejor amiga.

«Ninguna se hallaba en sus cinco sentidos.» Pensó Ángelo. «Es entendible.»

-Pero aun no entiendo. ¿Qué es lo que te importa tanto que te tiene tan pensativa?

-Es la chica con la que he soñado durante años. Ella también lo ha hecho conmigo, ¿o crees que no? Y esa vez me trató tan feo.

-No sé qué decirte amiga, tal vez se asustó por cómo amanecieron; es que dos chicas, desnudas, en una cama no hay mucho que pensar, solo en que tuvieron algo.

Ambos amigos estuvieron mientras comían a gusto, se pusieron a conversar, ya que, gracias a los trabajos de cada uno, casi nunca tenían tiempo para charlar. Las únicas veces que se veían era en las mañanas. Puesto que, Ángelo tenía que pasar si o si por casa de Alexia para llegar a su sitio de trabajo. La muchacha no tomaba sus días libres como era y trabajaba unas dos horas los fines de semana. Siempre decía que necesitaba el dinero, pero si el chico se ofrecía a ayudarla ella se negaba. Mientras Ángelo si los aprovechaba para dormir. De broma no se olvidaban el uno del otro.

-Oh, buenas tardes chicos, quería saber si les está gustando lo que pidieron.

-Sí señora Lewis están deliciosos -dijeron al unísono.

-¿De casualidad me puede dar la receta del arroz con leche? -preguntó la muchacha.

-Un buen cocinero jamás revela sus secretos. -Alexia asintió sin insistir. Cada vez que iba a comprar lo hacía, y siempre obtenía la misma respuesta. Ya era hora de dejarlo y solo venir y disfrutar mientras pudiera.

Terminaron de comer y se fueron. Ya Alexia había pagado y aunque Ángelo intentó darle un poco de efectivo ella no lo recibió. Le dijo que ella le brindaría que no se preocupara.

-Oye Alexia, hace cuánto tiempo que no hablas con tu ex.

-¿Fátima? ¿O con cuál de todas?

-La loca.

Al oír esas palabras Alexia rió, sabía que a Ángelo nunca le agradó ella.

-La arrolló un camión, ¿no te enteraste? Sucedió si no me equivoco hace unos nueve meses.

-Oh que mal, pero bueno no me extraña, siempre estaba pegada a su celular. De broma y hablaba contigo, no entiendo cómo es que duraron tanto.

Él tenía mucha razón, fue impresionante lo mucho que duraron y tal vez algo influía: Alexia estaba falta de cariño y eso hacía que se conformara con lo mínimo.

Caminaron durante un tiempo desviándose del camino que te llevaba directo a casa de la pelinegra, pero sin quejarse como el caballero que era Ángelo acompañó a su amiga hasta la entrada de su casa. No tenía nada que hacer luego de eso así que solo se dirigió a su hogar. Ya mañana buscaría algún empleo.

-Buenas tardes, Ángelo.

Esa voz, la que en sus noches de pesadillas la calmaron. Estaba ahí frente a ella le costaba creerlo, tanto que decidió darse un pellizco para asegurarse de que no estuviera soñando. Y cuando se percató de que estaba bien despierta con emoción (o más bien como si fuera una niña de cinco años) saltó a los brazos de su familiar. Quien por pura suerte no cayó al suelo.

-Mhm, buenas tardes, Manolo. -saludó Ángelo cómo si nada, lo que hizo que Alexia se volteara con emoción.

-¡Primo! ¿Qué haces acá en el pueblo? -preguntó Alexia con entusiasmo.

-A parte de venir a visitar a mi prima favorita, también debo arreglar otros asuntos.

En su voz se podía apreciar lo casado, tal vez por el viaje y a pesar de eso aún seguía despierto tratando de familiarizarse quizá.

-¡Soy tu única prima tonto! Te extrañé mucho. -exclamó en los brazos del chico.

-Yo también, me hiciste falta estos años, que fueron como unos cinco creo no sé ya perdí la cuenta -Alexia lo miró a los ojos y asintió.

-Bueno, yo me despido. Quiero aprovechar de descansar -susurró Ángelo.

-Gracias por acompañarme hasta mi casa.

-De nada, nos vemos luego.

Alexia esperó hasta que la silueta de su amigo desapareciera. Siempre que estaba con él lo pasaba de maravilla. Le hacía olvidar todos los problemas.

Durante lo que quedaba de tarde se dispuso a conversar con Manolo. Debían ponerse al día. Pero la pelinegra se desvío a la cocina, iba a preparar unos bocadillos para su primo y ella acompañados por alguna bebida.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top