1- La bienvenida.

Un invierno gélido envolvía la ciudad en un manto blanco, pero para April, el frío era lo de menos. El largo viaje en autobús, una tortura de ruido y hacinamiento, la había dejado exhausta. Al llegar, la nostalgia de reencontrarse con su mejor amigo, Justin, se mezclaba con la emoción de empezar una nueva etapa.

Su departamento, se situaba a unas pocas cuadras, así que no vio necesario agarrar un medio de transporte.

«De seguro, Justin ya está por toda la casa en calzones.» Pensó mientras dejaba escapar una carcajada. «Es un muchacho atrevido.»

Caminó unas cuantas horas más y por fin, se hallaba abriendo la puerta, qué le permitiría llegar a su morada. Aunque primero debía tomar el ascensor. Vivía en el piso 16, pero por suerte en esa tarde el elevador funcionaba un poco rápido. Y al abrir las puertas fue recibida por unos brazos grandes y fuertes.

—¡Ardillita te extrañé!

Cuando llegó a su destino se acercó a la puerta de dónde vivía y un chico la recibió dándole un gran abrazo. En el que casi caían al suelo.

«¡Qué bien se siente escuchar su voz de nuevo!» Meditó feliz.

—Muscules. Suéltame que me estás aplastando —habló con dificultad.

—Ly’ jefigor April, qué vergüenza —rio con nerviosismo— perdón me dominó la emoción.

—¿De aquí a cuando aprendiste Yiuckano? Si nunca te ha gustado por lo que sé —dijo con una sonrisa.

Ly’ jefigor, (lo siento o lo lamento). April durante toda su adolescencia había recibido varias clases sobre el idioma. Federica Pellegrini y Eugenio Maldufes. No querían que ella “perdiera el tiempo” así que la anotaban en cuanto curso pudieran.

Ellos fueron las personas que hace años la adoptaron, (tal vez las únicas que tuvieron el valor. Porque de seguro las monjas de los distintos orfanatos en los que estuvo, les advertían de cómo era ella). Así que nunca le alcanzaría esta ni mil vidas para agradecerles por haberla sacado de ese lugar. Ni siquiera se podría molestar con ellos por “robarle" su infancia.

Siempre la mantenían estudiando y casi no jugaba como debía hacer una niña de esa edad.

Pero que su amigo hubiera aprendido eso le sorprendió, a él jamás le llamó la atención, al menos eso decía siempre.

—Ya tengo pareja, me enseñó a hablarlo. Que te digo, el amor te hace cosas.
A April le brillaron los ojos al oír esas palabras, pero recordó algo, Su amigo era lo que podrían definir como: especial, no tenía buenos gustos cuando se trataba de elegir a las chicas con las que salía, así que April no le ponía tantas esperanzas. Recordando lo que tuvo que hacer con sus últimas novias porque habían resultado unas completas locas.

—Se llama Damon. Es un amor de persona, te lo juro, lo vas a adorar cuando lo conozcas de eso estoy seguro —dijo de forma alegre.

Ante la información recibida April asintió aún anonadada, no esperaba esa confesión de su amigo. Ella jamás imaginó que de tantas personas en el planeta, alguien de su entorno estaría en esa situación.

—¿Desde cuándo eres gay? —preguntó intentando ser objetiva.

Justin soltó un suspiro, había olvidado que a ella jamás le dijo lo de su orientación. Así que tomando aire comenzó a relatar lo necesario. Le contó cómo transcurrieron los años desde que dejó el orfanato. Y que descubrir ese nuevo mundo le ayudó mucho a la hora de describir su orientación sexual seguía siendo vívido. Había sido un viaje introspectivo que lo llevó a comprenderse a sí mismo de una manera más profunda.

A pesar de los desafíos y las dudas iniciales, había logrado construir una vida plena y auténtica. Sin embargo, a veces, la soledad la inundaba. Anhelaba encontrar un espacio donde pudiera compartir su verdadera identidad sin miedo al juicio. La búsqueda de una comunidad en la que se sintiera aceptada continuaba siendo un anhelo en su corazón.

—Me alegra que lo digas, la verdad se te nota más feliz.

En la tranquilidad del momento los interrumpió un sonido sordo, pero se relajaron al oír las risas de uno de sus vecinos. Justin sonrió, aunque en sus ojos se reflejaba una cierta tristeza.

—Se siente bien decirlo —asintió él sintiendo como se le formaba un nudo en la garganta.

—Supongo, aunque no creo que pase por esa situación.

Justin se encogió de hombros, su mirada se volvió distante, algo que le resultó raro a April, y lo observó con duda haciendo que la viera unos segundos.

—Si tan solo te dieras cuenta de tu orientación, pero es difícil, se entiende —susurró entrando a la cocina.

—¿Qué fue lo que dijiste?

—No, nada importante ardillita ¿A dónde vas?

—Ah, voy a comprar alcohol, debemos celebrar mi llegada, ¿no?

—No, no va a ser necesario, es que ya he dejado la bebida, pero si quieres podemos pedir un refresco o algo parecido por delivery, seguro que hay alguno —confesó Justin con una sonrisa.

La morena asintió casi en automático, el silencio tenso se apoderó de sus cuerdas vocales. Las palabras no salían. La nieve comenzó a caer con ferocidad contra el vidrio, acentuando la intensidad del momento. Aunque él creyera que lo dicho no pudo ser apreciado, si lo fue. Y April sintió una punzada en el corazón. ¿Qué quería decir Justin con eso? ¿Acaso estaba insinuando algo más? Sin darle más importancia, April se dirigió a la salida de la casa, pero fue detenida por su mejor amigo. Ella observó con atención y luego sonrió dando una vuelta sobre sus talones.

—Siéntate, me tienes que contar muchas cosas.

—¿Cómo qué? Porque no sabría por dónde empezar.

—¿Qué pasó en los 7 años que no estuvimos juntos? Y no me mientas, al menos tuviste que salir con alguien —indagó con entusiasmo.

—Sabes que solo vivo para trabajar, conocí a un chico, se llamaba Ethan.

La suave luz del atardecer se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor. April se acomodó en el sofá, una taza de té humeante entre las manos. Su mirada se perdió en las llamas danzantes recordando tiempos más simples. Antes de todo ese desastre.

El nombre de su ex resonó en su mente, evocando una mezcla de nostalgia y dolor. Se estremeció, apartando la taza de té. Ahí en la sala de estar, con la luz tenue de una lámpara. April nerviosa, se sienta en el sofá. Justin, su amigo, se sienta a su lado, observándola con preocupación

—Al principio, nada ni nadie podía perturbar esa perfección. Era el príncipe azul de ensueño. Me hacía sentir especial, deseada. Pero de a poco, esa fachada se fue desmoronando.

Sus ojos se nublan de lágrimas. Volver a nombrarlo le revolvía el estómago y jamás creyó que todos sus recuerdos le llegarían a doler tanto.

—Las primeras veces, la confusión era implacable. No sabía cómo reaccionar. Me decía que era mi culpa, que lo provocaba. Me hacía sentir. Tan pequeña e insignificante —pausó su voz un instante, tratando de recomponerse.

Justin tomó la mano ajena, acariciándola con suavidad como si tuviera temor de que se fuera a desmoronar con solo tocar.

—Y luego, se convirtió en una rutina. El miedo, la humillación, la soledad. Me aislé de mis amigos, de mi familia. Tenía pánico de que alguien descubriera lo que estaba pasando.

—April, sé que es probable que en este instante mis palabras no tengan validez —mencionó en un susurro—pero quiero que sepas que no tienes la culpa de nada. Ninguna persona merece ser tratada de esa manera. Ethan es un manipulador.

Con la voz entrecortada entrelazó sus manos y las movió simulando sonidos que a su parecer se oían obscenos, pero le causaban gracia.

—Sé que lo que él me hizo estuvo mal, a pesar de eso a veces… siento que lo extraño. Sé que suena horrible, y aún hay una parte de mí que todavía lo ama.

Justin la mira con comprensión, él más que nadie entendía el sentimiento, aunque no lo admitiera nunca. Le tocó pasar por eso en varias ocasiones.

—April, es normal sentir confusión después de un trauma. El cerebro humano es capaz de aferrarse a cualquier cosa que le brinde un poco de familiaridad, incluso si es dolorosa.

April asiente con calma viendo a sus piernas, las odiaba, tenían muchas estrías y por más que cuando sometía su cuerpo a dietas no desaparecían del todo.

—Y los sueños… son lo peor. Me persiguen. Veo su rostro y escucho su voz. Me siento atrapada, sin poder escapar.

—Bueno, eso es una reacción del cerebro que podríamos decir. Es una forma de que tu mente procese lo que has vivido. Con el tiempo, se irán volviendo menos intensos.

Y como si fuera una sanguijuela, April se aferró a Justin, buscando un mínimo consuelo. El nudo en su estómago y garganta, asfixiantes. Tanto que daban pánico. Pero se obligó a respirar y pudo sonreír.

Justin le sonríe con ternura. Ocasionando que sus ojos se cerrarán, buscó en su bolsillo una pequeña bolsa llena de los dulces que a su amiga le gustaban, intentó rechazarlos, Ethan le había hecho repudiarlos, pero verlos de nuevo y sabiendo que ya no habría nada que le impidiera comerlos los recibió gustosa.

—Siempre estaré aquí para ti, April. Juntos, podemos superar esto —respondió Justin.

La morena le agradeció por todo, por su amistad tan sincera y se quedaron ahí en silencio. De manera inconsciente ella sobaba el brazo derecho de Justin mientras rodeaba su cintura.

—Sé que esto debe ser difícil. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, no importa el lugar ni hora, ni circunstancias.

Sus pulmones dolieron por tratar de respirar una gran bocanada de aire y sus ojos picaron dando a entender que las lágrimas saldrían en cualquier momento.

—Recuerdo un día en el parque central de Freliz, desde ahí todo cambió. Un chico me pidió la hora, y Ethan se transformó en alguien que no reconocía.

April se lleva las manos a la cara, tratando de contener las lágrimas. Juró que jamás recordaría eso, pero en ese momento ahí con su mejor amigo se sintió seguro

—Ardillita, sé que fue horrible. Y lamento mucho no haber estado contigo, pero saldrás adelante de eso estoy seguro.

Aunque sabía a la perfección que eso sería difícil de superar, sonrió y asintió. Debía mantener la positividad.

—La forma en que sus ojos se oscurecieron, como si una sombra lo hubiera consumido por completo. Y la manera en que me perseguía.

Un escalofrío recorre la espalda de April en el instante en que las pesadillas volvieron a su mente en imágenes casi lúcidas. Como si estuviera en ese parque y todo se repitiera, y sin previo aviso su cuerpo empezó a temblar, su corazón iba rápido y sin frenos. Su amigo la rodeó con sus brazos susurrando en su oído todo lo bonito que había vivido con ella y lo maravilloso que se sentía tenerla en la vida.

—Entiendo. Lo que sientes a mí también me pasó en algún momento, estar alerta a cualquier movimiento. Y el peligro constante que crea tu mente.

—Exacto. Ya sea ruido, sombra, activa todas las alarmas en mí. Evito salir sola, cambio de ruta cuando voy al trabajo… Es como si viviera dentro de un juego de esos que les gusta hoy en día a los adolescentes.

Justin la abrazó con fuerza. April se aferra a él, buscando consuelo. El agarre fuerte llegaba a sofocar, pero no le importaba, la sensación en ese momento se sentía relajante.

—April, no tienes por qué pasar por esto sola. ¿Has pensado en buscar ayuda? Un terapeuta podría ayudarte a procesar lo que has vivido y a recuperar la tranquilidad.

Las dudas desbordaban en el cerebro de April claro que quería buscar ayuda, pero a la vez lo veía innecesario. Y por un rato miró a Justin, inspeccionando su rostro a ver si encontraba una respuesta en sus ojos. Sin más opción el chico asintió con lentitud.

—Sí quiero, aunque siento miedo y a la vez no sé qué es…

—April, superar esto. No es algo que debas hacer sola. Todos necesitamos ayuda a veces. Y yo estaré aquí para apoyarte en cualquier momento.

April y Justin decidieron que lo mejor sería relajarse en el balcón, disfrutando de la vista de la luna amarilla y se encontraba rodeada de estrellas. Pero April tenía algo en la mente, sentía que iba a explotar si no lo confesaba.

—Justin, necesito hablar contigo sobre él… —dijo April, su voz tenía un ligero temblor por el frío.

El chico, con una notoria expresión de preocupación la miró y con miedo la acercó a su cuerpo, y no fue hasta ese momento que la morena se dio cuenta de que estaba temblando.

—Claro, Ardillita. Estoy aquí para escucharte —murmuró Justin.

April tomó una respiración profunda, sus ojos se llenaron de tristeza por lo que estaba a punto de confesar.

—Durante mi relación con Ethan, pasé por momentos difíciles. Hubo situaciones en las que fui forzada a hacer cosas en contra de mi voluntad. Fue doloroso y aterrador.

Justin al darse cuenta de lo que quiso decir su amiga un nudo se formó en su garganta acercó más sus cuerpos para tener el calor corporal que de seguro le faltaba a ella y como plus ofreció su mano en un gesto de apoyo.

—Lo siento mucho, April. No puedo imaginar lo que has tenido que pasar.

—Gracias, Justin. Solo quería que lo supieras, porque necesitaba sacarlo. Pero también quiero que sepas que estoy trabajando en sanar y en ser más fuerte cada día.

Ambos fueron al interior del departamento y ella preparó una comida especial, habían pedido delivery para unas sodas, puesto que el chico le prohibió salir. April terminó contando que su ex fue a la cárcel y que en lo posible, si el pueblo cumplía las leyes del país, ahí se quedaría hasta que muriera por desnutrición o lo podrían sentar en la silla eléctrica.

—Espero que se pudra dónde esté, te juro que si lo veo le partiré la cara. Me da coraje solo pensar lo que sufriste y yo no estuve ahí —dijo el chico con la voz rota.

—Ya eso pasó tranquilo, mejor vamos a celebrar que tienes pareja y mi llegada.

—Tengo ganas de ver una película —dijo Justin levantándose del sofá y acercándose al DVD —¿Cuál quieres ver ardillita?

—La qué sea, sabes que no hay problema por eso. Me gusta lo que sea.

—Y por eso es que te adoro.

Ambos amigos esa noche se recuperaron del tiempo lejos, a April no le simpatizaban mucho las películas de terror, pero sí tenía la compañía de Justin, ella veía lo que fuera.

Comenzaba a hacerse tarde, así que los amigos decidieron apagar el televisor y se fueron a sus dormitorios.

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