28. El final


—Este es el final de este libro, sería como el epílogo —digo y ella sonríe. Asiente y me anima a que lo lea.

—Lo que espero es que sea el final definitivo de esta historia de sufrimiento, papo. Una persona que ama como tú, no merece sufrir así.

—Quizás es por eso mismo que sufro —digo y ella sonríe.

Supongo que hay gente que deja huellas muy grandes en nuestras vidas. Quizá si nuestra historia hubiera terminado diferente, un poco como cualquier otra. Por una desilusión, por un engaño, p porque ambos nos cansáramos de estar juntos, porque cambiamos, porque ya no nos amábamos, hubiera dolido menos, hubiera sido más fácil aceptarlo.

Pero duele más cuando algo que parecía perfecto simplemente deja de serlo, de un día para el otro. Esto fue como la muerte, llegó sin aviso. Como alguien que hoy está y mañana ya no... y no te acostumbras a resignarte a una vida sin ese alguien, y lo recuerdas en cada cosa, en cada momento, en cada lugar. Y te preguntas, sin respuestas...

Sé que el problema no era de ella, sino mío, por no poder soltar aquel dolor... Ella estaría haciendo su vida, quien sabe dónde, quien sabe con quién. Quizá se convirtió en una bella y hermosa mujer, madre de uno o dos niños que tienen el color de su cabello o de sus ojos. Quizás está casada... y enamorada de su esposo, quizá le encanta despertarse cada mañana en sus brazos y dormir abrazada a su cuerpo.

Y está bien, porque pese a todo yo siempre quise que ella fuera feliz, y espero que todo en su vida haya ido bien y que no haya tenido que sufrir lo que yo sufrí.

Recuperarme de aquello fue doloroso y lento. Me costó levantarme, me costó creer en mí después de que la persona que más amaba no lo hizo. Me costó superarla, y creo que nunca lo terminé de hacer, por eso estoy hoy aquí, escribiendo esta historia y tratando de soltarla, tratando de soltar su recuerdo para poder continuar, para poder volver a sonreír.

La vida después de su abandono me resultó complicada, llena de preguntas sin respuestas, llena de incertidumbre e impotencia. No supe como encaminar de nuevo mi vida, mi tierra desorbitada después de la desaparición de mi sol. Me enfoqué en lo único real que tenía, los estudios.

Leía y estudiaba día y noche, cualquier cosa para acallar mis pensamientos. Un tiempo intenté salir, buscar chicas que me distrajeran, pero todas tenían algo de ella, todas me recordaban a ella, así que lo dejé... y volví a los libros de derecho, las leyes y los contratos.

Ella nunca volvió a la universidad y no supe qué fue de su vida hasta que me encontré por casualidad con Alelí en una tienda del centro. Yo había tratado de evitar todo contacto con cualquier cosa que me recordara a ella, pero aquella vez fue inevitable.

—Hola... —saludó ella y se mordió el labio inferior, supongo que le generaba alguna especie de lástima, como a todos los que sabían o asumían que yo había sido una víctima más del Huracán Carolina, que según Laura destruía todo a su paso.

—Hola... ¿Cómo estás? —sonreí tratando de parecer entero, intentando que no viera el dolor que aún me causaba la ausencia de su prima.

—Bien... ¿tú? —preguntó ella sonriendo con ternura. Era bonita y muy parecida a Carolina.

—Bien... un gusto verte. —Iba a despedirme, pero entonces sin poder controlarme le pregunté—. Ella... ¿está bien? —Alelí se encogió de hombros y se volvió a morder el labio, bajó la vista al suelo y miró la punta de sus zapatos.

—Supongo... No lo sé, ella vive lejos ahora. —Y esbozó una sonrisa triste. No quise preguntar más, no quise saber más. Solo asentí y luego me volteé para marcharme, entonces ella me llamó.

—¡Rafa! —Me giré a mirarla.

—Ella... te amó... mucho —dijo su prima y yo no supe qué decir. Me volteé para seguir mi camino e intentar contener las lágrimas que aquellas cuatro palabras significaron para mí.

Esa siempre había sido mi duda, esa fue la daga que atravesó mi corazón y se quedó allí. ¿Acaso ella me quiso alguna vez?

Cuando uno se da cuenta que la persona que amaba ha mentido en tantas cosas importantes, cuando esa persona te despide de su vida como si fueras nada. ¿Qué se hace con todo ese amor que aun se tiene para dar? ¿Qué se hace con todos los recuerdos? ¿Dónde se guardan tantas preguntas sin respuestas? Y entonces todo te lleva a esa, a la pregunta principal que se repite en tu mente una y otra vez: ¿Acaso ella nunca me amó? ¿Eso también fue mentira?

Y ahí estaba Alelí, la única que quizá la había conocido más o menos bien, dentro de lo que ella se dejaba conocer, diciéndome que su prima me había amado mucho. Y eso me llevaba a plantearme todo aquello de nuevo. Si me amó mucho, ¿por qué hizo lo que hizo? En mi mundo el amor y la mentira no se llevaban bien, no eran compatibles, no tenían relación. Si ella me amó, por qué me echó así de su vida, ¿qué fue lo que hice mal?

Por mucho tiempo no dormí en las noches intentando responder preguntas. Por mucho tiempo la culpé de todos mis fracasos y por mucho tiempo me culpé yo mismo. Pero no tenía sentido, la vida seguía y a pesar de haber perdido mi sol, de que se me había congelado el corazón con su ausencia, a pesar de todo, seguía en órbita; quizá girando perdido por la galaxia, quizá con la temperatura bajo cero... pero seguía allí. Y debía salir adelante por mí... para mí.

Las cosas se complicaron en mi entorno y tuve que salir de mi yo para preocuparme por los demás. La relación de mi hermana mayor y su marido empezó a complicarse, y ella sin poder superarlo, regresó a las drogas. Aquello trajo infelicidad a toda la familia y mi padre se ausentó aún más. Mamá se encargó de Taís como pudo y Ximena, decidió perderse en su burbuja de adolescente. Yo tuve que ayudar a mamá y me dediqué a cuidar de mi pequeña sobrina mientras mi madre intentaba rescatar a mi hermana. Pero entonces, una noche, Alejandra y su marido se mataron en un accidente, habían salido a una fiesta y ella manejaba de regreso. Él no se percató de que ella había consumido drogas en aquella velada.

Mamá entró en depresión y papá se ausentó aún más. Taís quedó a la deriva con solo siete años y yo, solo tenía veintitrés. Entonces me dediqué a cuidarlas a ambas, a mamá y a Taís, a intentar que la vida de esta última fuera lo más normal posible. Por mi cabeza pasaban las horribles cosas que habían sucedido en la vida de Carolina, solo porque su madre se había suicidado y la había dejado sola. No quería que mi sobrina terminara igual, no quería que un día fuera como ella.

Y entonces, ella se apegó a mí, yo volvía a ser el ángel guardián de alguien y solo me enfoqué en ella. Y cuando tenía diez años, quiso venir a vivir conmigo. Mamá estuvo de acuerdo, ella estaba cansada y peleaba con la depresión en la que la había sumido la muerte de mi hermana y lo que ella consideraba su fracaso como madre.

Entonces llegamos a casa, Taís con sus dos colitas y su maleta morada ingresó a mi departamento y la acompañé a su habitación. Era la de huéspedes, pero ella solía usarla cuando se quedaba a dormir conmigo. Yo tenía solo veintiséis años, pero la vida me había hecho madurar a la fuerza, llevaba dos años trabajando con papá, así que era capaz de mantenerme a mí y a Taís. La sacaría adelante... Ella era mi fuerza y yo sería la de ella.

—Saldremos adelante, pequeña... Lo sabes, ¿no? —pregunté dejando sus maletas en la cama y sentándome en el colchón—. Decoraremos esta habitación con bailarinas, si quieres. —Ella bailaba desde los tres años y era lo único que no había cambiado en su vida.

—Gracias por traerme aquí, tú eres como un ángel guardián para mí —sonreí, de nuevo alguien que me decía aquello. Pero esta vez era alguien que valía la pena, que no me abandonaría. Era mi familia, era todo lo que yo tenía y yo era todo para ella.

—Tú sabes que te amo, nunca te faltará nada a mi lado.

—Quisiera decirte papá, porque eres como uno para mí, pero me da miedo que mi papi se enoje o sienta que lo traiciono... —dijo frunciendo el labio y encogiéndose de hombros.

—No hace falta, no necesitas hacerlo...

—¿Puedo llamarte papo? Es parecido... tú eres mucho más que un tío para mí...

—Claro que puedes, Taís... tú también eres mucho más que una sobrina. Si hubiera tenido una hija, me hubiera encantado que fuera como tú —dije abrazándola y ella sonrió.

—Puedes tener hijos más adelante, eres joven, pero no me cambies nunca... por favor —pidió abrazándome con mucha fuerza.

—Seremos siempre solo tú y yo. —Prometí, porque era cierto. No quería volver a amar, no quería volver a sufrir. Saldría adelante con y por Taís, y eso era suficiente para mí.

De eso hace ya siete años. Ella se ha convertido en una bella jovencita y hemos salido adelante juntos. Nos hemos escuchado, nos hemos contado nuestras cosas, hemos hablado de todo y nos hemos apoyado mutuamente. La vida nos ha sacado muchas cosas, pero nos ha puesto el uno al lado del otro, para darnos fuerzas y ayudarnos a caminar.

Aun así sigo sintiendo el peso en mi alma, el dolor de lo que pudo ser y no fue. La carga de las preguntas sin respuesta y la tristeza de que mi amor no valió para nada. Me siento, en cierta forma, solo y roto, pero no quiero que siga siendo así. Quiero superar esto de una buena vez. Por eso estoy aquí, escribiendo el final de este libro en el cual solo quise plasmar un poco de mi historia para ver si al traspasarla, el dolor salía por la tinta y se alojaba en el papel, dejándome un poco más libre.

Y hoy necesito terminar aquí, necesito soltar a Carolina, dejarla ir... perdonarla. Necesito olvidar todo el dolor y guardar solo los recuerdos buenos en mi corazón. No puedo amar si no puedo soltar el pasado, no puedo amar si no puedo superar el dolor. Y no es que quiera amar a alguien en especial. Necesito amarme a mí mismo y para ello, quiero liberar mi alma. Terminar esta tortura que ha durado demasiado.

Asíque hoy cierro esta historia... termino este libro y aquí se queda todo mi dolor,mi pasado, mis recuerdos y también mi amor.

Taís no dice nada, solo me abraza y nos quedamos allí un buen rato. Algunas de mis lágrimas se vuelven a escapar de mis ojos y ella se aleja para mirarme con dulzura. Seca mis lágrimas con sus dedos y me sonríe.

—Nunca te vi llorar, papo. —Me vuelve a abrazar—. Ella no se merece que sigas sufriendo. Estoy orgullosa de ti por haber podido hacer esto, por cerrar esta historia. Sé que estarás bien, mereces ser feliz.

—Quiero darte algo —digo y voy en busca del libro aquel que le había regalado a Carolina por nuestro aniversario. Cuando vuelvo se lo paso—. Este es el libro que le regalé la última vez que estuvimos juntos. No sé ni de qué se trata, no sé si es bueno o no, pero está lleno de ella, de sus garabatos. Y es todo lo tangible que me queda de nuestra relación. Quiero dártelo, quizá tú lo leas... o no... pero es un gesto simbólico, quiero deshacerme de él.

—Bien, papo. Eso está bien. Gracias por dejarme ser parte de esto, por permitirme ser testigo silencioso de tu historia. Ahora seré testigo de cómo vuelves a brillar.

Cuando Taís termina de desayunar, llevo la bandeja a la cocina y le digo que me iría a bañar. Se supone que iremos a almorzar juntos y luego yo la dejaré en la casa de Rodrigo, desde donde irá con él junto a las chicas, para su fiesta, aunque ella piensa que va para merendar. También ya me ha pedido permiso para quedarse a dormir en lo de Nika esta noche.

Yo necesito estar un rato solo. Me meto a la ducha y dejo que el agua caiga sobre mí. Y pienso una vez más, que ahora sí todo ha acabado.

El haber hecho este camino me ha ayudado a entender muchas cosas. No debí juzgarla como lo hice a causa del dolor que superaba todo el entendimiento. Éramos dos niños, dos jóvenes jugando al amor, quién sabe qué verdades la obligaban a crear ese mundo de mentiras en el cual vivía.

Observo el agua escurrirse en la rendija y deseo que todo el dolor de mi alma se vaya por allí. Todos los malos recuerdos, todo el rencor. Y pienso en voz alta, como si la tuviera en frente, me despido de ella por primera vez y la suelto:

«Ya está, mi hermosa Carolina, debo dejarte ir, debo soltar nuestra historia porque ya no estás aquí... No puedo decir que nadie te amará como yo, porque espero de corazón que alguien lo haga, que seas amada y valorada. Que alguien haya encontrado la forma de llegar a ti. Pero sí puedo decir que no amaré a nadie como te amé a ti.

Y hoy decido terminar esto, olvidar el odio, el rencor, olvidar lo malo y guardar dentro de mí solo lo bueno. Las sonrisas que me regalaste, tus caricias, tus besos, tus palabras para mí...

Lo guardaré en un rincón de mi corazón donde siempre estará tu nombre, donde siempre estarás tú... y donde el recuerdo de lo que fuimos será por siempre todo lo que me queda de ti».

Ohhh este es un hermoso capítulo... Lo he sufrido escribiendo y lo he sufrido volviéndolo a leer... Díganme qué les ha parecido... Ahora sí Rafa tiene que seguir adelante, ¿no? Aún falta la fiesta de Taís... ¿qué sucederá allí?

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