26. Desorbitado
Es viernes, me levanto con dolor de cabeza, pero decido ir a trabajar porque no puedo seguir perdiendo tiempo. Me doy un baño y me visto, desayuno con Taís. Ella me pregunta cómo me siento y le digo que bien, no quiero preocuparla.
Cuando voy de camino decido que es justo tomarme unas vacaciones. Siento que mi cuerpo me está dando advertencias, el estrés está haciéndome su presa y eso no es bueno. Desde siempre el trabajo ha sido mi droga, ha sido lo que llena mi vida.
La verdad es que me doy cuenta de que llevo muchos años sin vivir la realidad, aferrado a un dolor a un recuerdo, a algo que ya no existe. Me he enfocado en el trabajo y en Taís y me he dejado de lado a mí mismo, y eso no está bien. Quiero ser feliz, quiero disfrutar de la vida. Conoceré a Lina y si las cosas se dieran con ella no temeré entregar mi corazón otra vez.
Eso es lo que me sucedió antes, con Rebecca o con Zaira... incluso con Mabel. Salí con ellas y cuando la cosa se puso seria me cerré, hui solo por miedo, por no querer sufrir de nuevo, por no querer entregar mi corazón otra vez. Pero eso no tiene sentido y solo me perjudico yo.
Cuando vuelvo de la oficina esa tarde y luego de bañarme, recibo un mensaje en el celular.
«Hola, Señor Cárdenas... ¿Cómo está? Quisiera saber si tendría un tiempo para que yo pasara a conversar un poco con usted ahora, es sobre la fiesta del sábado». —Es un mensaje de Nika.
«Si, estoy en casa... Si quiere, puede pasar». —Respondo enseguida.
«Estaré allí en dos horas. ¿Está bien? Creo que Taís saldrá con Rodrigo esta noche y entonces podremos conversar».
«No hay problema, Taís aún no ha llegado y no sé de sus planes, pero la espero».
«Perdón... ¿Me podría decir su nombre para poder hacer esto menos formal?».
«Rafael. Un gusto». —Respondo
—Papo, esta noche saldré con Rodri, iremos a su casa... ¿Podemos leer ahora? —dice Taís entrando despacio a mi habitación.
—No te sentí llegar. Sí, claro —sonrío y dejo elteléfono al lado. Le hago señas para que se siente en la cama y voy por elcuaderno.
Los días pasaron uno tras otro y a Carolina parecía haberle tragado la tierra. Mi cabeza era un laberinto de pensamientos inconexos que se mezclaban unos con otros sin sentido, algunos analizaban una y otra vez las situaciones, buscando una respuesta coherente que disminuyera el dolor que sentía, otros generaban culpa, algunos me gritaban que no fuera tan tonto y me diera cuenta de una vez que no había una explicación para esto y que era mejor aceptar la realidad de una maldita vez. Y la realidad era que ella había mentido, nunca había confiado en mí. Y la confianza es la base del amor, sin confianza, no hay amor de verdad.
Me estaba muriendo en mi dolor y en mi soledad, me estaba ahogando en mis pensamientos y no tenía a quién recurrir. JuanPi y yo nos habíamos apartado un poco desde que yo no tenía más tiempo que para Carolina. Me di cuenta con tristeza, que me había alejado de todo, de mis amigos, de mi vida, de mis actividades. La había puesto en el centro y giraba alrededor de ella, como si ella fuera mi sol, y yo no pudiera vivir sin ella.
Recordé un documental que había visto y que respondía justamente a esa pregunta. ¿Qué pasaría si el sol desapareciera? Y las investigaciones habían dado como resultado que tardaríamos unos ocho minutos en darnos cuenta de ello, quedaríamos a oscuras y empezaría a reinar el caos y el desorden. Pero eso no sería todo, en ese mismo tiempo, unos ocho minutos después de que el sol desapareciera, la Tierra quedaría fuera de órbita, saldría disparada en cualquier dirección.
Sin el sol, el frío abrazaría al planeta de una forma impensable. Además se acabaría el proceso de fotosíntesis, y con ello el aire se ensuciaría. Sin el sol la tierra se iría congelando paulatinamente, de forma letal. Una semana después de la desaparición del sol, la Tierra alcanzaría los cero grados centígrados, es decir, el punto de congelamiento. Y al final del primer año, la temperatura en la Tierra llegaría a algo así como sesenta grados bajo cero. Y así el caos continuaría reinando hasta que ya casi no pudiéramos respirar, pues el aire se iría volviendo líquido.
No pude evitar pensar en que ese era mi destino. Sin Carolina, a quien yo había puesto en el centro de mi vida como el mismísimo sol, yo quedaba a la deriva. Sin saber a dónde ir o qué hacer. Sin ella, el frío iría tomando todo mi cuerpo lentamente, hasta que un día se congelaría mi corazón y ya no podría volver a amar jamás. Lo supe siempre, sin ella yo no podía respirar.
Esa tarde decidí salir a caminar, a buscar una respuesta en algún lugar. Y como si el destino se burlara de mi suerte, me encontré con Laura saliendo de la panadería justo cuando yo pasaba en frente.
—¡Dios Rafa! ¿Qué te pasó? —Supongo que mis ojeras alcanzaban el suelo y mi rostro cansado de tanto pensar y no dormir, reflejaba mi estado.
—Hola, Lau. —La saludé desanimado.
—Yo te lo advertí, ella es devastación —dijo luego de mirarme a los ojos y ver a través de ellos.
Sí, Laura. Tú me lo advertiste, todos lo hicieron, ella misma lo hizo. ¿Pero cómo se le explica al corazón que se ha enamorado de alguien que lo hará sufrir? ¡El corazón no entiende de razones!
—Aja... lo sé —susurré sin ganas de discutir. ¿Acaso la gente no es consciente de lo horrible que le hace sentir a uno cuando está destruido el famoso «yo te lo dije»? Siempre me pregunté: ¿qué gana uno con eso? ¿Hacerle sentir peor a la persona? ¿Aumentar el propio ego autoregalándose la razón?
—¿Quieres que hablemos? Estoy libre ahora, te invito un café —dijo y una sonrisa tenue y compasiva se tiñó en su rostro. Ella era tan bonita y tan agradable. ¿Por qué simplemente no pude enamorarme de ella? Asentí sin pensarlo mucho, estaba en modo robot y haría lo que ella me dijera en ese momento. No quería ni podía seguir pensando y analizando cosas por mí cuenta, quizá compartir con alguien que me ayudara a observar la situación desde afuera y me haría sentir mejor.
Caminamos en silencio hasta un Starbucks cercano y pedimos algo. No puedo recordar qué, supongo que alguna clase de café. Nos sentamos en una esquina algo alejada y entonces ella me miró con tristeza, tomó mi mano en las suyas y susurró.
—¿Qué sucedió?
Era una pregunta demasiado difícil porque en realidad yo no sabía la respuesta. Hacía un par de semanas éramos inseparables e invencibles y nos amábamos más que todas las parejas de este mundo. ¿Y ahora? ¿Qué éramos? ¿Un par de desconocidos que ni siquiera se dijeron adiós?
Tardé lo que me pareció una eternidad para responderle pero lo hice, intenté hacerle un resumen de nuestra relación y le conté lo sucedido al final de la misma. Le dije que no sabía nada de ella desde el día que su padre la sacó de mi lado. Laura pareció meditar por horas mis palabras y luego terció.
—Deberías ir a buscarla, encararla de una vez para que te diga por qué te mintió.
—¿Lo crees? —pregunté mirándola a los ojos y luego dejé caer la mirada a mis manos, mientras jugaba con una servilleta y suspiré—. A decir verdad, me da miedo. El hecho de no ir por ella me tiene en una especie de realidad alternativa, una de negación, donde no acepto lo que sucedió y pienso que ella podría llegar en cualquier momento como si nada y todo seguiría igual...
—¿Te das cuenta lo que estás diciendo? —preguntó ella observándome con compasión, yo suspiré y hundí mi rostro entre mis manos.
—¿Por qué crees que no me ha buscado? —inquirí mirándola con ojos desesperados, como esperando que me diera una respuesta que me haría feliz. Respuesta que sabía que no existía.
—Porque... o no sabe cómo aclarar todo ya que es consciente de la mentira y se avergüenza de ello... o porque no le importa aclarar nada y está mejor así. —Hasta a ella sufrió con la segunda alternativa, su rostro se contrajo en una mueca de mucho dolor.
—Una vez dijiste que ella no tenía corazón y no lo entendí —suspiré. Ahora creía entenderlo.
—Mira, Rafa. Sé que dije cosas, pero la verdad no sé mucho de ella. Solo lo que se dice o se comenta. En la escuela estaba con un chico, Víctor. Era bueno y la quería bien, llevaba enamorado de ella toda su vida. Un día nadie sabe cómo ni por qué empezaron a salir. El chico no era demasiado lindo, pero tampoco era feo... era normal. El caso es que ellos parecían ser felices, y todos estaban felices porque al fin se le había dado a Víctor. Iba a haber una fiesta, era un baile... no recuerdo ni por qué, pero ella estuvo con él y bailaron toda la noche. Hasta que llegó Gael con un amigo suyo. Y no sabemos por qué ella terminó besándose con ese amigo al final de la noche y en el medio de la pista de baile, a la vista de todo el colegio y por supuesto, de Víctor, quien había ido a buscar una bebida para ambos.
»Cuando él llegó, los encaró. Y ella no hizo nada, no se defendió. Se fue con ellos, con Gael y su amigo. Y dejó allí a Víctor, humillado frente a toda la escuela. Para la siguiente semana ella ya estaba de novia con ese chico, el amigo de Gael. Y nadie supo qué pasó en realidad.
—¿Por eso dijiste que era malvada? —pregunté recordando aquello y ella se encogió de hombros.
—Ahora me parece una tontería de quinceañeros, ni siquiera sé cuál fue la motivación o qué es lo que en realidad habrá sucedido. Pero era raro, todo con ella lo era. Su relación con Gael... siempre dependiendo, dejándole acercarse de formas... extrañas para quienes son primos... —Se encogió de hombros—. Supongo que tú la conoces mejor, has estado un año de novio con ella. Quizás esté equivocada, quizás haya más cosas en el fondo. Nadie es como es solo porque sí, hay un por qué para todo. Habría que saber cuál es el de ella antes de juzgarla.
—Pero hizo lo mismo conmigo... jugó...
—Enfréntale, pregúntale... Si no lo haces te quedarás con esa duda y no podrás avanzar. Mírala a los ojos y busca tus respuestas en ellos. Quizá sí te ama, quizá solo tiene algún problema muy profundo. Caras vemos, corazones no sabemos. —Agregó sonriendo condescendiente.
—Ojalá hubiera podido elegir y enamorarme de ti —hablé con sinceridad.
—En el corazón no se manda... hubiera sido lindo de todas formas —murmuró con algo parecido a la pena o a la impotencia, bajó la vista nerviosa y jugueteó con su vaso. ¿Acaso a ella yo le había importado más de lo que alguna vez lo aceptó?—. Sabes que puedes contar conmigo, si estás triste me avisas y vemos como distraerte —sonrió.
—Gracias por estar —dije tomándola de la mano. Me sentía un poco menos solo y perdido ahora que había sacado todo lo que traía dentro.
Esa noche y luego de acompañarla a su casa caminé sin rumbo. Mis pensamientos recordaban sus palabras e imaginaban esa escena: las palabras de Caro cuando me habló de Víctor, su primer novio y Leo, el amigo de Gael que fue su primera vez y con el que supuestamente su primo la había alentado a estar. Las palabras de Gael que daban a entender que ellos habían tenido algo más. ¿Dónde estaba la verdad?
—Papo, hoy quisiera dos capítulos también, pero se me hace tarde para prepararme. Cenaremos en casa de Rodri, ¿está bien?
—Claro... Y mañana es tu cumpleaños, pequeña. No puedo creer que ya cumplas dieciocho —añado con emoción.
—¡Soy mayor de edad! —sonríe entusiasmada—. Las chicas quieren merendar conmigo. Tú y yo podríamos almorzar.
—¡Claro! Te llevaré a donde quieras —asiento.
—¿Cuántos capítulos faltan, papo?
—Dos más...
—¡Genial! El mejor regalo de cumpleaños será que los leas mañana y luego cierres de una vez esa historia para buscar tu felicidad. Me lo habías prometido.
—Tienes razón...
Sonrío al verla incorporarse y caminar con sus muletas hasta su habitación. Me imagino su cara de felicidad cuando vea la sorpresa que le tienen preparada. Recuerdo entonces que antes de que llegara estaba mensajeando con Nika, así que reviso y tengo dos mensajes de ella.
«Rafael es un hermoso nombre. Significa algo así como la medicina de Dios. Hay un arcángel con ese nombre y se dice que es el patrono de los enfermos y de los novios. Yo creo que las personas con ese nombre son especiales. Si hubiera tenido un hijo, lo hubiera llamado así».
«Rafael, disculpa... me ha surgido un problema, una cliente muy importante necesita venir porque tiene un evento de último momento. ¿Te parece si te escribo más tarde?».
Sonrío ante toda la explicación de mi nombre.
«No sabía todo aquello de mi nombre, gracias por la información. Escríbeme cuando desees».
Cuando Taís se marcha me preparo algo para cenar y me dispongo a ver televisión. No hay nada... hago zapping y cuando estoy a punto de apagar el aparato e irme a dormir, lo dejo en un canal de películas donde están pasando aquella vieja película: «Ciudad de ángeles».
Cierro los ojos y me imagino a Carolina recostada en mi pecho viéndola conmigo. ¿Dónde estarás ahora? ¿Con quién? ¿Serás feliz? ¿Me habrás olvidado?
Las lágrimas fluyen y las dejo en libertad. Lloro mientras recuerdo todas esas escenas que había escrito en el cuaderno y muchas otras menos importantes que no escribí pero que fueron parte de ese año que pasé a su lado. Puedo sentir la textura de sus labios en los míos, o el calor de su cuerpo en mis brazos, puedo ver su sonrisa fresca, la intensidad de su mirada verde, incluso las veces que discutimos, nuestra relación era tan químicamente perfecta y explosiva, que cuando discutíamos también lo hacíamos con todo, pero luego nos reconciliábamos con fuerza y ganas.
Cualquier recuerdo de ella me lleva a la misma pregunta: ¿Por qué? Cualquier recuerdo de ella termina en: ¿Eso también fue mentira?
Es fácil cerrar ciertas historias cuando el final es evidente. Pero esto para mi fue como la muerte espontánea de un ser querido, no estaba listo para el final, no estaba listo para dejarla ir porque no entendía el porqué pasó todo. Lo peor es tener que cerrar una historia sin que la persona te haya al menos explicado por qué ya no te ama, o si todo fue mentira.
Pero ya está. Demasiados años para seguir llorando, demasiado tiempo para enterrar mi vida. No quiero ser más esa sombra de quien alguna vez fui. Quiero ser el Rafael fuerte, aquel que era arriesgado, el que adoraba coquetear. Quiero encontrarme a mí mismo, encontrar el rumbo de mi interior desorbitado y volver a encausarlo, volver a ponerlo en orbita.
No necesito un sol, yo debo ser mi propio sol. Yo debo cerrar esto y levantarme, debo hacerlo por mí, por Taís que me lo está pidiendo. Debo guardar esto en lo que fue, el pasado.
Me seco las lágrimas y abro los ojos. Creo que no he llorado así en muchísimo tiempo, me siento libre, con un peso menos. Mi celular suena, un nuevo mensaje.
«¿Estás?».
«Hola, Nika... Estoy. ¿Te desocupaste ya?».
«Sí, era la esposa de un político, no le podía decir que no. Ya sabes, la gente de mucho dinero siempre pensando que es dueña del mundo y de los demás».
«Muy cierto... ¿En qué puedo ayudarte?».
«En realidad, era una tontería, quería regalarle algo bonito a Taís y quería hablar contigo para que me dieras ideas. Y además, tenía mucha curiosidad por conocerte. Taís habla maravillas de ti... Y bueno, contarte como está todo para mañana».
«No sé qué dirá Taís, yo no tengo nada de especial. Sobre el regalo, creo que a ella le gustará cualquier cosa... Tú eres alguien muy especial, eres como su ángel de la guarda o un hada madrina. Supongo que lo que le des estará bien».
«Bueno... pensaré en algo especial, aunque con eso ya me has dado una idea. Me interesa que ella mañana se sienta bien, se sienta feliz».
«Gracias por todo... Nos vemos mañana, ¿sí?».
«Lo espero ansiosa. Que descanses».
Estamos llegando al final, subiré un calendario de fechas y capítulos y la fecha del estreno del segundo libro.
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