13. Háblame.

Odiaba esos viajes relámpagos que me surgían de repente. Cuando Taís era más pequeña solía dejarla con mi madre esos días, pero ahora, se quedaba sola en casa. Esta mañana me llamó Pedro, uno de los abogados que trabajaban conmigo, y me pidió que viajara a una ciudad cercana para cerrar un tema importante.

—¡Papo! —saluda Taís que llega de su ensayo—. ¡Estoy muerta hoy! Y además, ¡muero de hambre!

—Hoy no tenía ganas de cocinar así que compré pizzas —añado señalando la caja—. Te estaba esperando

—¡Mi favorita! —dice al abrir la caja y encontrar la de pepperoni que tanto le gusta. Nos sentamos a comer y entonces ella me cuenta de su ensayo y de lo intenso que se estaba poniendo todo aquello.

—Me escribió tu profesora —sonrío—. Estuvimos conversando, quedamos en salir el fin de semana, pero al final no podrá ser, tendré que cancelarle, pues mañana debo viajar.

—¿Qué? ¿A dónde? ¿Por qué? —pregunta enarcando las cejas curiosa— ¿Ya iban a salir? ¿Tan pronto?

—Sí, algo del trabajo. Una semana, ¿estarás bien? ¿Quieres quedarte con Paty? Y sí, íbamos a salir, ¿no era eso lo que querías? —respondo a todas sus preguntas.

—No, me quedaré aquí, no te preocupes. ¡Qué mal que justo cuando iban a salir te surja esto! —Se queja.

—Bueno, será a mi regreso. Tengo que admitir que parece una persona divertida. —Taís sonríe y asiente llevándose un pedazo de pizza a la boca. Luego de un rato vamos a mi estudio para continuar con el capítulo del día.

—¿Por qué no vienes a la universidad? —preguntó en la mañana Carolina en una llamada.

—Voy a ir, pero surgió algo en casa y debo llevar a mi sobrinita a la guardería. La estoy preparando, pero cuando la deje allí, iré. Llegaré para después del primer receso dije mientras peleaba con Taís para que se pusiera la ropa que había elegido para ella.

—¿Estás cuidando a tu sobrina? —preguntó aparentemente confundida.

—Sí, te explico cuando llegue contesté.

Luego de vestir a Taís y de intentar recoger sus cabellos en una coleta que quedó inclinada y desprolija, la llevé hasta la guardería donde quedaría hasta la tarde. Entonces, manejé hasta la universidad lo más rápido que pude.

Llegué justo cuando salían al receso así que busqué a Carolina con la vista. Estaba desesperado, agotado y preocupado y necesitaba de mi chica para desahogarme en sus brazos.

—¿Qué pasó? —Ella fue quien salió a mi encuentro acercándose para darme un beso en los labios. La abracé y enrollé mis brazos por su cintura. Ella se quedó allí, pegada a mí por un buen rato. Probablemente tuviéramos encima algunas miradas curiosas enfocadas en nuestra actitud, pero a mí no me importaba y a ella, aparentemente tampoco.

—¿Podemos ir a hablar a algún sitio más tranquilo? pedí y ella asintió confundida.

—Sí... ¿Vamos a faltar a clases de nuevo? —preguntó con cierto recelo. Ella tenía razón, era nuestro segundo día como novios y ya le estaba pidiendo que falte a clases. Negué con la cabeza.

—No, mejor no. Solo... ¿podemos almorzar juntos? Necesito hablar con alguien...

—Sí, claro —asintió ella dándome un beso en la mejilla—. ¿Estás bien? Me asustas...

—Estoy bien... solo... preocupado.

No hablamos mucho más, nos quedamos en silencio y abrazados por lo que duró el receso. Y luego cada quien fue a su clase. Al medio día salimos en busca de un sitio para almorzar, la llevé un restaurante de comida rápida y luego de hacer nuestros pedidos nos sentamos allí.

—Es mi hermana mayor... ¿Recuerdas lo que te había dicho de las drogas y esas cosas el otro día? —pregunté y ella avergonzada bajó la vista asintiendo—. Mi hermana es drogadicta. Consumió drogas durante mucho tiempo, mis padres hicieron de todo para sacarla de ese mundo, pero no fue suficiente. Luego conoció a un chico de quien se enamoró. Él lo llevó por buen camino, la sacó de aquello y se casaron. Tienen una hija de cuatro años. Mi hermana llevaba cuatro años «limpia», desde que nació su hija... Pero al parecer las cosas en el matrimonio no iban bien y ayer... pues, recayó. Está internada y no tiene buen pronóstico dije con tristeza.

—Oh... —murmuró ella con el rostro afligido—. Lo siento, Rafa...

—Mi familia ha sido destruida por las drogas añadí. Mi hermana destruyó el matrimonio de mis padres... Yo... odio las drogas, Caro y tu... —No quería recriminarle aquello que había sucedido la otra noche, solo quería que tomara consciencia que eso era un peligro—. Es un momento de éxtasis o como le quieras llamar, que terminará por arruinar tu vida. Sé que me dirás que fue solo una vez y todas esas cosas, pero así empezó Alejandra, y ya nunca lo soltó.

—Lo siento, Rafa. Me dejé llevar por el ambiente, por Gael y Alelí que me dijeron que no me haría nada. Me dejé llevar por la rabia que me dio verte con Laura. Yo quería... estar contigo y... Lo siento. Te prometo que no volverá a pasar dice tomándome de la mano.

—Yo no quiero que hagas las cosas por mí. Quiero que las hagas por ti. Fíjate en Ale, ella no dejó las drogas por ella, la dejó por Lorenzo... y ahora que las cosas no están bien con él, ha recaído. Tienes que hacer las cosas por ti. Yo... te quiero, pero tú debes hacerlo por ti. Fue horrible verte así aquella noche.

—Ahora lo entiendo, no pensé que... no lo volveré a hacer —contestó con seguridad y luego me observó regalándome su sonrisa dulce, mi favorita—. ¿Haremos algo hoy o tienes que cuidar de tu sobrina?

—Debo buscarla de la guardería a las seis de la tarde, podemos hacer lo que quieras antes. Necesito distraerme.

—Le dije a papá que iba a estudiar en lo de Leila. Podemos hacer lo que tú quieras —sonrió llevándose un mechón de su pelo rubio tras la oreja. Sus ojos brillaban ahora con entusiasmo y alegría. Me gustaba verla así, fuerte, firme... sana.

Esa tarde salimos a caminar por la costanera, alquilamos un par de bicicletas por media hora y anduvimos por allí tomando aire y divirtiéndonos. Cuando terminó el tiempo las devolvimos y fuimos a sentarnos a un sitio donde había muchas rocas, algunas más puntiagudas que otras. Era difícil subir allí, difícil y peligroso. Pero era un sitio solitario y podríamos hablar tranquilamente. La tarde estaba cálida y había mucha gente en la playa y alrededores.

Cuando llegamos a una piedra grande y bastante firme, nos sentamos en ella. Las olas rompían por ellas pero estábamos bien arriba y el agua no nos salpicaba. Me senté primero y la dejé sentarse entre mis piernas, recostó su espalda por mi pecho. No hablamos, con mi mano izquierda la abracé por el abdomen y con la derecha corrí sus cabellos de oro hacia un lado de su hombro despejando el otro lado. Sin decir palabra empecé a plantar pequeños besos en su cuello y sentí su piel estremecerse a mi paso.

—Me gustas... me gustas mucho. —Confesé y ella rio nerviosa. Su mano izquierda se entrelazó con la mía que estaba en su abdomen y luego volteó el rostro para mirarme. Yo me moví un poco para que pudiéramos vernos mejor.

—Tú también me gustas, y... nunca me sentí así, tan libre... tan yo —dijo y luego suspiró—. No sabes lo difícil que es ser yo, Rafa.

—No hables así de ti, bonita. A nadie le resulta fácil lidiar con sus propios demonios, no eres la única susurré.

—Háblame de tu familia —pidió recostando su espalda por mi pecho y su cabeza en mi hombro, mirando al cielo.

—Mi papá y mi mamá están juntos, pero separados. No sé por qué lo hacen en realidad, nosotros ya somos grandes, no tiene sentido. Mi padre es un hombre ausente, está físicamente, pero es como si no estuviera, sale con mujeres y mi madre lo sabe... y se calla. Mi hermana mayor, pues ya lo sabes, y mi hermana menor vive su vida y no se preocupa por nada ni nadie, es su forma de evadirse de todo. Mi madre es de esas mujeres abnegadas que viven sufriendo. No es un hogar muy feliz, así que hace un año me mudé a vivir solo en un pequeño espacio que me alquila mi padre —me encogí de hombros—. Yo siempre fui el responsable de todo, en el colegio me encargaba de mi hermanita, soy el que se preocupa por mamá...

—El ángel guardián de todos —afirmó ella suspirando—. También eres el mío —agregó.

—No me considero el ángel de nadie, pero si eso dices, no lo discutiré —bromeé besándola en la mejilla.

—Me has salvado... Tú has visto que me estaba hundiendo y en vez de correr te quedaste conmigo, me pasaste la mano y me rescataste. Pero yo no puedo prometerte que siempre estaremos bien... soy una chica complicada, Rafa insiste.

—Todos lo somos, solo déjame ir conociéndote y estar allí para ti. Solo quiero eso.

—Mi familia es un caos. Mi padre, como te conté, solo exige y no está nunca. Mi tío es igual y mi tía, ella solo quiere tomarse sus pastillas antidepresivas y dormir. No es mala, pero no está con todos sus pies puestos en la vida. Alelí es como mi mejor amiga y Gael... él... —No continuó así que me animé a preguntarle.

—Gael... ¿Sabes que me dijeron que ustedes tenían una relación rara? —pregunté con tono incrédulo e incluso bromista, solo quería medir su reacción.

—Lo sé, a todos les gusta imaginar cosas torcidas. Y no es que no me gusten las cosas torcidas... es solo que Gael es como mi hermano mayor, me ha cuidado desde siempre y sí... puede ser un poco posesivo, eso puede parecer extraño desde afuera.

—¿Te gustan las cosas torcidas? —pregunté porque no entendí ese punto.

—Sí —afirmó—. Me gusta probar los límites, las cosas prohibidas... digamos que... soy arriesgada... o un poco loca.

—No sé si asustarme o alegrarme con tu respuesta —admití con sinceridad y ella solo sonrió. Unos minutos después las palabras sobraron entre nosotros y los besos volvieron a envolvernos con intensidad. Ella se volteó para quedar frente a mí y prácticamente subió a mis piernas, yo la abracé y la acerqué lo más que pude. Envolvió sus brazos en mi cuello y nos seguimos besando.

Nuestros cuerpos parecían tener una química extrema, una muy explosiva. Se buscaban, se necesitaban y parecían reconocerse de toda la vida. Era algo tan intenso y voraz que quemaba y nos engullía de forma tormentosa. Pero eso, era exquisito.

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—Una relación explosiva —dice Taís sonriendo con picardía.

—Sí —admito y cierro los ojos—. ¡Me volvía loco! —exclamo y ella ríe.

—¿Era muy linda, papo? —pregunta con ojitos curiosos y soñadores.

—Era preciosa, parecía un ángel. Tenía una luz propia, iluminaba todo a su paso —respondo con su imagen vívida en mis recuerdos.

—¿Nunca más la viste? —Quiere saber colocando sus codos sobre el escritorio y su cara entre sus palmas.

—No... —suspiro—. Nunca...

—Qué pena... —responde y entonces observa su celular—. Estoy cansada, papo. Además quiero hablar un poco con Rodri antes de dormir, ¿puedo ir a acostarme?

—Claro, pequeña. Yo salgo temprano en la madrugada, te dejaré dinero en el sitio donde siempre y el desayuno listo —digo sonriéndole.

—Puedo preparármelo yo, no te preocupes. Solo cuídate, ¿sí?

Asiento y entonces, luego de un abrazo y un beso, la observo salir de allí para ir a dormir. Vuelvo a cerrar los ojos y a rememorar el rostro de mi ángel, quisiera soñarla esta noche.

Gracias por sus votitos y comentarios :)

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