Epilogo

—¿Mili? —Me llamaron.

Yo, recostada en el asiento, me removí, buscando comodidad y vi de reojo a Mayriol, quien solicitaba mi atención en el asiento de al lado.

—Dime —murmuré en un bostezo.

—¿Estás bien?

—Mejor que nunca, ¿razón?

—Pareces distraída —Me encogí de hombros y volví a cerrar los ojos—.¿Qué te pasa? ¿Qué tanto piensas?

—Nada...

—¿Soñando despierta de nuevo? —Asentí, bien que me conocía—. ¿Qué es esta vez?

—Es viejo —Entreabrí los ojos y miré a un punto inexistente en el asiento de adelante al mío—, recordaba la vez de mi accidente y el sueño que tuve antes de despertar de la coma.

—¡Aah! —Negó con una sonrisa—. Ay Mili, ¿de nuevo?

—Es que fue... —Solté un suspiro—. Taaan real...

—Fue un sueño, Mili. Solo un sueño —Me recordó e hice una mueca, sabiendo que tenía razón, pero no tanta.

—Pero era real —determiné con firmeza—, porque era mi sueño y la ficción viene de la realidad porque nosotros somos reales, ¿entiendes?

—No, la verdad, pero te dejaré tranquila —dijo cerrando el tema y regresó su atención a la revista en sus manos.

Rodé los ojos. May no cambiaba. Después de que despertara del accidente, me tomó por loca cuando le conté que había vivido en un sueño, que fuimos a Venezuela para buscar a un desconocido que era lo único que recordaba y al final resultó ser un chico amante de las estrellas. Una pérdida de memoria, un viaje, una gran aventura y al terminar desperté y estaba en un hospital de nuevo.

—Solo te digo, fue real —repetí, negándome a dejarme vencer tan fácil. May rió.

—Sí, sí —Me miró, con esa sonrisa que solo ponía cuando quería complacerme para que olvidara el tema—. Oye, soñadora —Señaló detrás de mí, muy contenta—, ya llegamos.

—¿Qué? —articulé en voz baja, volteándome.

Miré por la ventanilla circular, descubriendo el amplio paisaje entre las nubes que se atravesaban al lado del avión, a millas de distancia del suelo. Una sonrisa surcó mis labios; si, efectivamente habíamos vuelto.

—Por favor señores pasajeros, colocarse los cinturones de seguridad y prepararse para aterrizar a nuestro destino: Aeropuerto Santiago Mariño, Isla de margarita.

—¡Hemos vuelto! ¡Hola mundo! —May gritó a todo pulmón delante de mí, poniendo el primer pie en la sala de equipaje para recibir nuestras maletas.

—Dios, May —Sostuve mi frente, perturbado por el atrevimiento que se osó a hacer en público, todo el mundo la miraba como si estuviese loca, eso incluía a los cuerpos de seguridad—. Estás llamando la atención, nos van a regañar.

—Aguafiestas —Pellizcó mi nariz y la soltó, riéndose de mí—. Vamos por nuestras maletas.

—Vale... —Froté mi nariz y me dispuse a caminar.

—Espera... —Me detuve, mi hermana revisaba su teléfono del que desprendía una alarma, la estaban llamando—. Ve por las maletas, voy a contestar.

—Ay, que fresca, tú —Entreabrí la boca, sorprendida de lo que me pedía.

—Anda —No esperó más quejas y contestó.

Negué con la cabeza y resignada a su actitud me encaminé por el equipaje con ella detrás, hablando a quien le llamaba, quien parecía ser alguien importante viendo en como May reaccionaba a lo que decía:

—¿Sí? ¡¿Están aquí...?! —Abrió la boca, emocionada—. Si, si, okey ya me ubico... Espera... —Volteó hacia mí—. ¡Mili, apúrate!

—¡Ya voy! —Divisé las maletas y antes de recibir otro grito, las tomé y fui con mi hermana, alzando con dificultad el equipaje—. ¿Puedes ayudarme?

—Sí, sí, sí, ¡Vamos!

Desprevenidamente tomó mis manos y empezó a jalarme de entre la gente con ambas maletas y mi cartera colgando de mis manos, mientras yo pedía disculpas a las personas con quien tropezábamos o, mejor dicho, atropellábamos.

—¡May, más lento!

—¿Dónde estás? No te veo —Me ignoró, continuando con su llamada más emocionada que otra cosa—. ¿Qué? —Se inclinó y vio sobre mi cabeza—. ¡Ya te vi! —Volvió a jalarme, soltándome a medio camino.

Mientras que yo me quedaba en mi lugar, recuperando el aliento, empezó a correr en dirección a un chico moreno y algo barbudo, saltando a sus brazos para abrazarlo y gritarle de la emoción de verlo. Quedé boquiabierta al reconocer a nuestro viejo amigo Ricardo, no sabía que planeaba recibirnos.

—¡Diooos, que gusto verte! —Siguió gritando mi hermana, estaba feliz.

Sonreí, me encantaba verla así después de tantos años de emigración. Ambos siguieron con su encuentro por largos minutos hasta que se recordaron de mí y me gritaron para que me acercara. Hice una seña de que esperaran y acomodé la cartera sobre mi hombro. Acerqué una mano a una de las maletas, deteniéndome al interceptar una segunda mano que no era mía. Alcé la vista, un chico un poco más alto que yo sacaba el manubrio de la maleta.

—Eeeh... —Divisó que lo observaba y volteó a verme igual.

—Tranquila Mili, es mi primo —dijo Riki aun abrazando a mi hermana.

—¿Tu... primo? —Asintieron.

—Puede que no lo recuerdes, era un antisocial... Bueno, aún lo es —El primo de Ricardo, escuchando eso, lo miró asesinamente y luego negó cabizbaja—. ¡No digas que no, que es cierto!

Este chico sonrió algo apenado y bajó sus bonitos ojos al suelo avergonzado, dándole la razón a su pariente. Este gesto se me hizo familiar, de inmediato se me vino a la cabeza mi último año en el bachiller, cuando May ya iba a la universidad y me tocaba irme con Riki, al ser que el hombre había repetido un año. Recordé a un chico de castaños cabellos y piel blanca y rosácea, que siempre asomaba la cabeza por sobre el asiento, se escondía, no hablaba y se despedía en silencio después de dejarme en mi casa. ¿Serían la misma persona? ¿Cómo se llamaba?

—Creo que... —Notó mi desconcierto—. Perdóname... Nunca llegué a presentarme bien... —Sus labios curvaron una mini sonrisa y su mano se extendió hasta la mía—. Soy Asim, pero... Riki me llama As... Mucho gusto, Mili.

Podría jurarlo, ¿podría ser? Si, no podría creerlo, era el de mis sueños, era el chico sin nombre, era Asim.

—Un placer igual, Asim —Estreché su mano, disimulando mi sorpresa con una sonrisa, el me la devolvió.

—¿Ya terminaron? —preguntó Asim, viendo hacia mi hermana, por fin le dio un respiro al pobre de Ricardo.

—Sí —dijo ella aun con la emoción en sus ojos.

—¿Vamos por algo de comer? —sugirió Riki.

—Por mí, bien —Asentí.

—Por mí, igual —Me siguió mi hermana.

—Por Tam... —Iba a decir Asim, pero se detuvo—. ¡No puede ser! —Lo miramos, que con una radiante sonrisa contemplaba la pantalla de su teléfono emocionado.

—¿Qué? —dijimos los tres, impactado de la reciente reacción de Asim.

—Reik, es esta noche —respondió él hacia su primo.

—¿Qué es esta noche?

—Lo olvidaste, no puedo creerlo —Chasqueó la lengua, decepcionado. Ricardo le preguntó de nuevo con la mirada—. Joder, marico, ¡el cometa!

—¡Aah, ya! La lluvia de estrellas... —Abrió los ojos—. Espera, ¡¿hoy?! —Asintió.

—En la madrugada, ¿vamos?

—¿Una lluvia de estrellas? —preguntamos ambas, evidentemente asombrada.

Yo, sobre todo, ¿esto de verdad estaba pasando?

—A las tres/cinco de la mañana —informó Ricardo, contagiado de la sonrisa de Asim mientras leía algo en su teléfono—. ¿Vienen?

—¡Yo voy! —aceptó de una mi hermana—. ¿Te unes, Mili?

El círculo quedó en silencio un segundo, yo miraba a Asim, sin disimulo, importándome que estuviera fuera de lugar, tenía que asegurarme:

—¿Te... gustan las estrellas? —pregunté a Asim, este se quedó congelado en su sitio, no sabiendo cómo reaccionar.

—Si... —Dejó de lado su teléfono y nervioso me miró—. ¿Y a ti?

—Son interesantes... No sé, me llevan a... Otro mundo.

Abrió los ojos cayendo en mis palabras y su sonrisa no pudo brillar más que el sol de ese día mientras sacaba de su billetera una fotografía y me la enseñaba; efectivamente era la misma que nos tomamos hace años y la misma que me devolvió soñando.

Sonreí, no podía creerlo, se dio cuenta también de que nuestros caminos se habían cruzado otra vez después de esa noche fugaz, ese cielo estrellado, esa taza de café, esa simple flor, ese beso, ese recuerdo; si era real, siempre lo fue.

Mis ojos pesaron, mi cuerpo quedó suspendido, las voces se escucharon distantes, la luz se volvió neutra y luego intensa, degradando sus colores hasta convertirse en una completamente negra; pestañeé varias veces hasta acostumbrarme a las tonalidades de colores y descubrir el cielo nocturno cubriéndome, lleno y chispeante de ciento de estrellas.

Desorientada, me acomodé sobre la superficie, haciendo que sin querer algo cayera de mi regazo y sonara impactado contra el piso. Recuperando el sentido fui y lo recogí, entonces caí en donde estaba y que estaba haciendo. Mis ojos deambularon por aquella foto con la felicidad a flor de piel, mis dedos toquetearon el marco, grabándose su textura, pasando sus dedos sobre las dos caras que aparecían, recordando todo lo que la luz dejó para resolver y lo complicado que fue hacerlo.

Busqué con la mirada a mi derecha a una de las personas que me habían acompañado en el proceso, el protagonista que había aparecido en mi reciente sueño; Asim, vivito y coleando, arropado con una manta, dormía tiernamente en una silla a mi lado como yo lo había hecho hasta hace un minuto.

Conmovida por su dulce carita tapada por la sabana, me incliné y deposité un beso en su cabeza, quedándome a observarlo por un rato, hasta que, sin querer, lo moví demás y sus ojos ubicaron los míos, despertando.

—¿Nos quedamos dormido? —Asentí, divertida por cómo salía de entre las sabanas y bostezaba—. Diablos, ¿no los perdimos? ¿Qué hora es?

—No lo sé, mi teléfono murió hace horas.

—No pareces muy afectada por eso —Observó, notando que no había dejado de sonreír—. ¿Soñaste algo bonito?

—¿Cómo sabes que estaba soñando?

—Por favor... —Se estiró—. ¿En serio lo preguntas?

—Me ofendes —bromeé y él sabiéndolo rió.

—¿Entonces? —Volvió a preguntar, tomando de mis manos el marco con nuestra fotografía.

—Solo era otro sueño de como pudimos habernos reencontrado.

—Te gusta pensar demasiado, definitivamente —Reí, dándole la razón—. Que bueno que sucedió como sucedió, no me lo imagino de otra forma.

—Ni yo, aunque fue realmente cruel de tú parte solo darme la foto cuando me iba de nuevo para que la viera cuando ya estuviera lejos en el ferry.

—¡Ya lo discutimos! —Se acomodó de nuevo, dejando la foto sobre su bolso mientras se acomodaba a mi lado y nos cubría de nuevo con las sabanas del frío—. Era un cobarde y no estaba preparado aun para escuchar tu respuesta.

—Sí, sí que lo eras —bromeé de nuevo y negó con la cabeza, pasando un brazo por mis hombros para abrazarme.

Observé nuestro alrededor en silencio, estábamos en Mérida, a las afueras de la antigua casa de los bisabuelos de Asim, posicionados al frente del telescopio completo que le regaló su abuelo, a saber que horas de las mañana, esperando que apareciera la lluvia de estrellas de noviembre.

Si, Astroboy lo había hecho de nuevo, nos había arrastrado a mí y a los otros dos, Ricardo y May, que estaban roncando atrás, hasta la cima de una montaña, a quedarnos por unos días en una casa ajena completamente hecha de madera, parecida a los de los leñadores del bosque, solo para ver en HD ese espectáculo de luces fugaces en el cielo.

Me acomodé yo también y me recosté de él, hacía frío, estábamos muy abrigados y aun así hacía un frío de muerte, no podía creer que había aceptado venir sabiendo a mucha honra aquello; digo, venía de una isla fuera del continente principal donde las temperaturas generales eran de no menos de 20°Cen la mayoría de sus días, es decir, sol parejo durante casi todo el año.

Incluso así, no me arrepentía de venir, solo por ese amante de las estrellas que respiraba profundamente aire caliente sobre mi cabello y me acobijaba del frío mientras admirábamos el firmamento, ese aquel que llegué a conocer de un sueño y luego al despertar no quise dejarlo ir.

—¿Es bonita la vista? —dije, notando de reojo que me miraba desde hace ya un rato. Algo que no reparó en ocultar y acercó su rostro al mío.

—Solo me aseguraba que esta vez no era yo quien estaba soñando —susurró, haciendo que volteara hacia él—. De lo cobarde que era aún no creo que estemos aquí... —confesó, volcando todo en mi interior.

—Pero ya no lo eres... por eso estamos aquí... ya no estamos en un sueño, es real...

"Siempre fue real, siempre puede ser real".

Sumergidos en la noche, los ojos de mi novio brillaron como las estrellas sobre nosotros, cerrándolos mediante se acercaba a besarme y yo lo recibía gustosa, pero entonces divisé a su costado una ráfaga de luz tras otra y nos separé, parándome de golpe diciendo:

—¡Ya empezó!

—¡No nos los perdimos!

Asim se levantó también de su silla, casi tropezando con las mantas en el piso, corriendo a ponerse al lado de su tesoro y aliado telescopio para ver con mejor definición el comienzo de la lluvia de estrellas, mientras que yo fui a gritarles en la pata del oído al par de dormilones de atrás para despertarlos y que no se perdieran de la función.

—¡May, Ricardo! ¡Arriba, que ya comenzó! —grité de nuevo, quitándoles las sabanas de encima, haciéndolos temblar de frío en segundos.

—¡Mili! —Se enfadaron.

Gruñeron, se molestaron, pero cuando divisaron el espectáculo, levantaron sus culos de las sillas y se juntaron al lado de Asim a observar con entusiasmo, era de verdad un evento increíble. Luego me serviría de inspiración para un pintura seguro.

Hablando de eso...

—¡May, la cámara! —recordé, casi olvidándolo, y mi hermana fue rápido a prender la cámara que ya estaba posicionada y lista para tomar las fotos.

—¡Listo! —avisó, regresando a nuestro lado, quienes sonreímos, esperando el flas—. ¡Digan: "por Astroboy"!

—¡Por Astroboy! —dijimos Ricardo, May y yo.

—¡Oigan! —protesto Asim, pero ya era muy tarde.

La fotografía se había tomado entre risas y estrellas, con nosotros tres sonriendo, divertidos por la cara del chico que había salido de un sueño y había convertido mi realidad en la más real y hermosa de todas, todo desde la ficción, contando estrellas.

Nosotros somos reales, los sueños también lo son, porque nosotros los hacemos salir de la ficción.

F I N

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