25. Tratos son Tratos
Vania
¿Qué está pasando?
Mathis me sostiene y aprieta levemente mi brazo para que reaccione. Cualquier persona que vea mi expresión en este instante, pensaría que me está dando un ataque o corto circuito en mi cerebro. Se acerca a mi oído.
—¿No es ese Josef Hart? ¿tu ex esposo?
Me aclaro la garganta.
—Sí, es. —Josef con Dana se acercan a saludarnos.
—Christopher Anderson. —Estira su mano para saludarme, mientras siento que mis piernas se deshacen y me hundo en el piso... o en la estupidez. No entiendo nada. Cojo su mano y él me sonríe normalmente, como si fuera cualquier persona y no... yo.
—Vania.
—Francesca. —Dana se acerca y me abraza. Se ve distinta, no hay rastro de esa aura malvada y perversa que tiene. Más bien, se ve como alguien agradable y no como el demonio que realmente sé que es.
Marie nos guía hacia el comedor. Mathis me sigue cogiendo por el brazo y se lo agradezco. Camino más lento para quedarme levemente atrás.
—¿Sabes qué sucede? —pregunté, entre dientes.
—Absolutamente no. Lo averiguaré. ¿Podrás hacer esto? Lo necesito.
—Ya averigüé lo que necesitabas.
—Te besaría si me lo permitieras.
—Olvídalo.
—¿Sabes que me gustas más cuando me lo niegas? —Sus dedos se deslizan por mi brazo desnudo y lo empujo levemente.
Para mi mala suerte, el asiento que es para mi, está junto frente a Josef. Lo miro para tratar de preguntarle si esto es alguna especie de plan o si es real. Él me quita la mirada y con eso casi todas las esperanzas que tengo de que esto resulte bien.
Hago todo mi esfuerzo para conversar, sonreír y comer; aunque no tenga ganas de hacer ninguna de las tres. De reojo veo que Dana le toca la cara a Josef más veces de las que puedo soportar sin vomitar.
Me pongo de pie de golpe y todos se quedan en silencio. Sonrío, porque si soy sincera, no tomé la decisión de ponerme de pie, simplemente sucedió. Es mi cuerpo obligándome a huir.
—Perdón, necesito ir al baño.
—Oh, si claro corazón, Mike te llevara. —Marie le hace señas al mayordomo, quien indica que lo siga. En el baño dejo escapar una pura lágrima de rabia y dejo que continúe su camino arrastrándose y quemando mi cara. Respiro lento y pausado.
—Todo va a estar bien —murmuro para mí misma, y decido volver a esa cena tortuosa, un poco más compuesta.
—¿Cómo es que ustedes se conocen? —pregunta Mathis a Josef y a Roberto, justo cuando llego.
—Llevamos años haciendo negocios —responde Roberto con el pecho inflado—. Son mis Australianos favoritos. Aunque solo había tenido el placer de conocer a Francesca.
—Ella es la que lleva todo fuera de Australia —replica Josef—. Confío en ella al 100%
—Y por lo que entiendo, lo ha hecho estupendo —Marie sonríe con tanta felicidad que me desespera—. A mi igual me gustaría que mi esposo confiara así en mí.
Roberto resopla.
—Cariño, tú tienes que preocuparte de comprarte lo que desees. Ese es todo tu trabajo, confío en que gastarás en lo que desees.
Marie me mira y se encoge de hombros.
—Ustedes llevan muy poco tiempo juntos, ¿Mathis dejarás que ella también sea parte del negocio?
Mathis me mira sonriendo.
—Por lo que a mí respecta, ella puede hacer lo que quiera conmigo y con lo que es mío.
—Ay dios, eso es lo que necesito —gruñe Rose.
El resto de la cena transcurre casi de forma normal. El tema principal es traslado de mercancías, nuevos horizontes de venta y compras, un viaje a Australia, etc. Yo trato de aparentar que estoy ahí, cuando realmente estoy hecha un ovillo dentro de mi cama en USA.
Trato más veces de lo que debería en encontrar la mirada de Josef, pero se me hace imposible y necesito saber —al menos— si lo que dijeron de Alan es verdad, ¿quién más que él, me podría dar información certera? Aunque al menos, verlo relajado, me hace pensar que no es como me lo contaron.
Luego de la cena, decidieron ir a una de las terrazas de la mansión y cuando Josef se acerca al bar a pedir bebida, me acerco tan rápido como puedo.
—Quiero un Negroni —por favor—. ¿Qué haces aquí? —hablo apenas. Echo un vistazo al rededor. Dana nos mira con los ojos llenos de rabia y comienza a acercarse. Al ver a Dana, Josef recoge tu vaso y se va hacia ella.
Sin decirme ninguna palabra.
Ok, si él no intenta hablarme, tampoco lo haré yo. Me mantengo conversando con Marie el resto de la noche, hablando sobre los hijos que ninguna tiene, pero que supuestamente tendremos algún día. Mathis se la pasa la mayor parte del tiempo con Josef y Roberto. Dana y Rose están bebiendo martinis sin parar. Necesito que termine la noche para ver si Mathis ha podido averiguar algo que me interese, esperanzada de que me vaya a contar.
—Cariño, ¿nos vamos? —Mathis toca mi hombro. Ese gesto hace que a Marie le brillen los ojos y creo que si él quisiese averiguar más cosas... no le costaría tanto. Sus dedos se entierran levemente en mi piel, esperando mi respuesta.
—Sí, vamos. —Me pongo de pie y Marie nos detiene un instante.
—Son la pareja más sexy que he conocido, y créanme que he conocido muchas. —Se acerca a mi oído—. Los Anderson tienen un club secreto donde se pueden cumplir... deseos. Si quisieran.
Sonrío y abro los ojos, como si estuviese realmente emocionada.
—¿Cómo se llama? —susurro la pregunta.
—Salón 16.
—Tenía entendido que lo habían cerrado.
—Oh, claro que no. Una maravilla como esa nunca desaparecería. ¡Nos vemos pronto! —Se despide al ver que Dana y Josef se despiden de Rose.
Mathis me lleva de la mano al coche y me niego a mirar atrás. Una vez dentro, las lágrimas son imposibles de contener. Me saca una y luego me extiende un pañuelo.
—¿Dónde irán de vacaciones? —inquiere.
—Camboya.
—Mierda —gruñe—. Así que esa lacra se meterá en el negocio de tráfico de órganos. Mis manos se quedan quieta y lo miro.
—¿Qué dices?
Se encoge de hombros.
—Marie se hace pasar por la multimillonaria en apuros que no puede abrir ni un bote de mayonesa. Pero quien la ayuda, luego desaparece.
—¿Cómo sabes tanto? —pregunto y luego meneo la cabeza—. ¿Qué estaban haciendo Josef con Dana?
—Porque le cuenta todo a los tipos con los que se acuesta. Y resulta que conozco a algunos. Los Anderson son Dana y Alan —replica Mathis—. Ahora que Alan está muerto, Josef tiene que ocupar su lugar frente a este tipo de personas.
La garganta se me cierra.
—¿Es verdad lo de Alan? —pregunto, apenas. Ahora sí que las lágrimas bajan sin parar por mis mejillas.
—Creo que es verdad, lo lamento. Y también es horrible que Dana y Josef se hayan tenido que mostrar juntos.
Lo miro con la vista nublada.
—¿Qué importa eso?
—Mmm... hay bastante material de Roberto para que incluso Marie lo deje, y que además lo reconozcan en tantas partes como sea posible. Roberto solo se muestra a ciertas personas... y ser presentado a "Mr. Anderson", pone a Josef inmediatamente en riesgo. Su cara no se le va a olvidar.
—Por eso Dana lo llevó.
—Sí, lo presentó directamente a uno de los hombres más perturbados de Europa. Pero... podremos sacar algo bueno de esto.
—¿Qué cosa? Ahora Roberto también me conoce.
Suelta una risita.
—No te preocupes, Roberto es machista, si toma más de tres vasos de whisky, es capaz de decir que las mujeres no deberían tener derecho a votar o trabajar. Así que tú no importas.
Resoplo, hundiéndome en el asiento.
—Tuvieron que meter a Josef a la mafia para que se alejara completamente de mí. —Suspiro ampliamente, exhausta de este día y noche de mierda—. Quiero volver a casa.
—¿Dónde es eso?
—Los Ángeles.
—Cuando lo hagas, te deberías cambiar el nombre.
—Y cerrar mis cafeterías —murmuro. Mathis me da un golpecito en la pierna—. Empiezas de nuevo. No es tan terrible.
—Lo dices como si fuese tan fácil. No soy millonaria.
—Te daré $20.000 USD.
—¿Por qué? —inquiero, sin fuerzas ni ganas de hablar.
—Para que inicies de cero.
—No necesito tu dinero ni lástima.
—No, pero quizás un poco de retribución por esta vida de mierda de la que terminé siendo parte. Digamos que es un pago que te daré por fingir ser mi novia. Un trabajo.
Ladeo la cabeza para mirarlo directamente a los ojos.
—Acepto. Al menos después podré llorar con dinero y no hundida en la miseria.
Suelta una carcajada que hace que le salten lágrimas de los ojos. Yo no tengo ganas de reír... ni de existir. Pero de todas formas me saca una sonrisa cansada.
—Y no le digas a nadie que hayas conocido en esta vida, lejos de tu casa, el nuevo nombre que te pondrás. —Me advierte con la mirada—. Ni yo lo quiero saber.
Ruedo los ojos.
—Eres un idiota.
—Y eso que aún no te he dicho lo mejor de esta noche.
—¿Qué cosa?
Abren la puerta de Mathis, una mano lo coge del hombro y lo lanza coche abajo. Me asusto, pensando en que veré la cara de Dana, pero es Josef. Quién se sube y de inmediato el carro comienza a avanzar.
Estoy mirando a Josef fijamente con la boca semiabierta, antes de decir cualquier palabra, me besa. Un beso corto y ansioso, cuando se separa de mí, veo sus ojos llorosos.
—Alan —susurro. Tengo mil preguntas, sin embargo, nada importa más en este instante.
—Está estable en un hospital, apenas esté un poco mejor, lo llevarán a un lugar mejor. Por el momento está... Mañana temprano recibo un nuevo status de él. Meneo la cabeza sin entender—. ¿Qué sucede?
—Dijeron que Alan había fallecido, esta tarde.
—No, no... hablé con el doctor por la mañana... el doctor me dijo grave, sin... —La voz se le corta—, sin riesgo vital.
—Eso fue lo que oí —susurro y luego cojo su mano—. Son solo rumores, ¿por qué ellos sabrían más que tú? —Me abraza y por su respiración, sé que está llorando. Sentirlo tan vulnerable me rompe el corazón, y el llanto sale de mí, con tanta fuerza que siento que me rompe y libera a la vez. He estado aguantando tanto que las lágrimas salen y me cuesta respirar.
El chofer maneja a gran velocidad y no tengo idea de donde nos lleva. Josef coge mi cara con su cara húmeda y los ojos rojos.
—Tienes que seguir manteniéndote firme, Vania. Esto aún no ha terminado y tenemos que aguantar hasta que esto termine.
Cojo mi cabeza.
—Necesito que llames al doctor y le preguntes por Alan.
—No puedo ahora, nos van a rastr...
—Que llames al puto doctor, Josef. —La voz me tiembla y me cuesta respirar. Me llevo la mano al pecho—. ¿Y qué hacías ahí con Dana? ¿Por qué...?
—No, imposible. —El conductor se gira, sin detenerse—. Coges un teléfono, freno y los dejo aquí... donde sea que estemos. ¿Entiendes?
Siento que me hago pequeñísima en el asiento. Josef me extiende una pastilla.
—¿Qué es esto?
—Un calmante. Sara los toma, cuando se siente... desbordada. Estás apenas respirando.
Por un instante, un microsegundo, quiero tirárselo en la cara y preguntarle por qué está dándome esto, pero lo cojo como si fuera una gota de agua y estuviésemos en el desierto. En diez minutos estoy acurrucada en los brazos de Josef. Las lágrimas han dejado de salir y lo único que pienso es en Alan.
Apenas se detiene el coche, levanto la cabeza. Estoy aterrada de bajarme y que Dana me esté esperando, es como una pesadilla viviente de la que no logro salir. Sin embargo, apenas la puerta se abre, me atoro con mi propia saliva. Es la misma casa de la que salí unas horas atrás. La casa de Mathis Gaia.
Miro a Josef, que ya ha dado la vuelta por el coche y me tiene una mano tendida para que salga.
—No entiendo, ¿qué hacemos aquí?
—Te lo explicaré todo —responde calmado y seguro.
Josef me coge de la mano y nos apoyamos para avanzar. Tengo la sospecha de que sola no lo lograría. Me siento tranquila, sin sueño, y como si el terror de lo sucedido... fuese demasiado lejano como para preocuparme ahora.
Carla aparece por el marco de la puerta y entra corriendo sin detenerse en decir algo. Cuando pisamos el salón, ya ha dejado bandejas de comida y bebidas. Lucia está allí y corre a abrazarme, apenas me ve.
—¿Qué... qué ha sucedido?
Miro a Josef.
—Vania, sé que te debo algunas explicaciones, pero debo hacer algo primero. —Se acerca a un librero y busca detenidamente, pasando los dedos por cada libro y murmurando cada nombre a gran velocidad. Hasta que encuentra el que necesitaba. Lo coge, y desde dentro saca una llave. Lucia me pregunta con la mirada qué rayos está sucediendo, y le respondo de la misma forma, diciéndole que no entiendo nada.
Josef abre un cajón con la llave y saca una computadora. Se sienta con ella al frente y mientras se enciende, desvía la mirada hacia mí.
—Eres la mujer más hermosa que he visto en la vida. Por ti, cruzo países, pero esto aún no termina, y... —Su mirada se va hacia Lucía—, ¿Quién es ella?
—Soy Lucia, amiga de Vania.
La computadora hace un sonido de inicio y Josef comienza a teclear. Le cuento a Lucia todo lo que sucedió en la cena y luego de veinte minutos, tenemos la misma interrogante: ¿dónde rayos está Mathis?
No tenemos que esperar mucho por una respuesta, porque él entra al salón, abriendo las puertas de par en par, como si estuviese culminando su gran acto de magia.
Le quiero tirar un zapato, porque me podría haber advertido algo mientras estábamos allá y yo luchaba por mantener las piezas de mi ser, juntas.
—¿Por qué tardaste tanto? —gruñe Josef. Mathis le da una palmadita en la espalda y se apoya en la mesa para mirar la pantalla más de cerca—. Eso está bien, buena idea. Ah, porque el demonio de tu ex novia, me intentó —Agita una mano—. No sé, hacer alguna locura. Se me agarró de un pie como si me fuese a ir volando. Logré zafarme. Me retiré indignado porque mi cita me abandonó. —Alza las cejas y me observa con desprecio.
—Te odio —gruño.
—¿No... sospecharán que estamos todos aquí? —pregunta Lucia con la voz cargada de miedo.
—Nadie sabe donde vivo.
—¿Nadie nos siguió?
—No, y no me preguntes cómo ni por qué... o me explotará la cabeza. —Se lleva las manos a la frente, respira profundamente y comienza a hablar—: mañana a las 5:00 am, sale el avión que se las llevará a ustedes de vuelta a USA. —Nos mira a mí y a Lucia—. Veinte minutos más tarde, sale nuestro avión, Josef.
—¿Hacia dónde? —inquiero. Mathis y Josef comparten una mirada fugaz.
—Es mejor que no sepas.
—Camboya —murmuro. Mathis vuelve a aclararse la garganta y decide ignorarme, y sospecho que eso mismo lo delata. Se irán a interrumpir los negocios de Roberto en Camboya—. ¿Por qué? No es tu... no es tu trabajo —Le digo a Josef—. Esto es demasiado peligroso.
Mathis se aclara la garganta.
—No es casualidad que hayas terminado en mi casa, preciosa.
No lo miro, porque sigo pegada en Josef, quien asiente con la cabeza, lentamente.
—¿Mathis te ayudo para que luego tú lo ayudaras?
—Sí. Gracias a Mathis estás a salvo.
—¿Pero a cambio de que te pongas tú en peligro?
—No, a cambio de que hagamos este mundo un poco mejor —me responde Mathis. Pero no entiendo, cómo después de todo lo que nos ha costado estar juntos, cuando por fin veo un leve rayo de luz en esta maldita cueva, él se va—. Tratos son tratos.
—¿Cuánto tiempo?
—Pretendemos hacerlo en un año.
Me llevo las manos al puente de la nariz.
—¿Un año? ¿Me están jodiendo?
—Vania, escucha. —Josef se pone de pie y Mathis rápidamente lo reemplaza en la computadora. Lo que agradezco porque si me responde algo más le voy a tirar un zapato en la cabeza. Josef le hace una seña a Lucia para que se acerque—: se irán en la mañana directo a Estados Unidos. Deben cambiarse de nombre, al menos tú, Vania. Si quieren seguir en contacto... entonces Lucia, debes hacerlo también.
Lucia asiente sin pensarlo.
Tomo aire profundamente.
—¿Y después?
—Después iré a dónde estés tú, y me quedaré contigo.
—¿Y todo lo que has logrado? ¿lo vas a dejar?
Josef sonríe levemente.
—Solo para construir algo mejor. Mi vida no termina abandonando los negocios de mi familia. No tengo miedo a empezar de nuevo.
Mathis resopla y rueda los ojos.
—Esto está muy bonito y hasta me podrían hacer llorar, pero no tenemos tiempo.
Josef me besa la punta de la nariz y con la mano temblorosa coge su celular.
—Llamaré al hospital.
Dejo que vaya solo hacia la ventana mientras marca el número del doctor. Lo quedo mirando a la distancia. Mathis teclea en la tablet y Lucia entrelaza sus dedos con los míos.
—Nunca te había visto mirar a alguien así.
—¿Así cómo?
—Así como si estuvieses dispuesta a todo por estar con él. Me hubiese gustado estar cerca cuando sucedió esto... estar en el proceso de la primera vez que te enamoraste —murmura con la voz temblorosa. La miro y está llorando. Se encoge de hombros—. Me lo perdí.
Me acerco a su oído.
—No te has perdido mucho. La mayor parte me la pasé follando con el hermano —bromeo, para relajar el ambiente y aislarme de lo que sucede por un momento. Se ríe, pero no deja de llorar.
—Eres una idiota.
Idiota... es nuestra palabra favorita.
Josef levanta las manos en señal de felicidad y guarda su teléfono en el bolsillo.
—Está fuera de peligro. Va a estar bien. —Nos fundimos en un abrazo que solo es interrumpido por la voz de Mathis.
—Ya hay que prepararse. Nos juntamos aquí en unas horas. Carla, lleva a Josef y a Vania a la habitación que les preparaste.
Camino a la habitación, pensando en que no lo podré ver en un año, así que esta noche o estas horas que nos quedan, debemos aprovecharlas. No quiero hablar de lo que ha sucedido, no quiero contarle lo que han pasado estos días, solo quiero estar con él.
Carla nos abre la puerta de la habitación, previamente cerrada con llave y se va apenas entramos. La habitación es cálida, decorada con muebles antiguos, una cama con dosel y pesadas cortinas burdeo amarradas en sus costados, una alfombra enorme y esponjosa en el centro, rodeada de dos sofás. Las puertas del baño están abiertas y necesito darme una ducha caliente. Josef me lee la mente.
—¿Te acompaño?
—Por favor —susurro, como si no estuviésemos solos realmente. Me desabrocha el vestido lentamente, y a medida que desplaza el cierre, besa mi cuello y sus dedos tocan mi piel suavemente. El roce me estremece y me llena el cuerpo de una energía que creí que no podría recuperar en días.
Sigue besándome la espalda, bajando por la columna vertebral; y mantengo los ojos cerrados, tratando de capturar las sensaciones lo más que puedo. Se arrodilla a mis espaldas y sus labios tocan mi trasero, y estos se vuelven cada vez más ansiosos y húmedos. Sus manos tocan mi abdomen, piernas y luego cogen el borde de mis bragas y las deslizan hasta el suelo. Sus besos no se detienen y cada vez se me hace más difícil respirar.
—Voy a besar cada parte de ti, para que todo el tiempo que estemos separados, acordarme de esto y tú, recuerdes como se sienten mis labios...—besa la parte baja de uno de mis cachetes—. Mi lengua. —Lame la entrada de mi sexo. Me da un escalofrío maravilloso—. Mis dedos —susurra, haciendo presión en el mismo lugar que su lengua estaba recién, y la presión se hace cada vez más placentera a medida que mi cuerpo hace espacio para él.
Dejo escapar un gemido y si él no me tuviese sujeta de la cadera con la otra mano, podría haber perdido el equilibrio.
Me lleva hasta el borde de la cama y sube mis piernas a sus hombros, para seguir besando ese lugar que me tiene al borde de la desesperación. Su lengua se desliza con demasiada facilidad y también con su boca chupa ejerciendo cierta presión que hace que mis gemidos aumenten.
—Josef. —Quiero decirle que lo quiero a él dentro de mí, pero las palabras no me salen, porque su nombre, saliendo de mi boca, hace que aumente la velocidad de su lengua y de su dedo tocando algún punto en mi interior que me hace sentir... completamente desbordada de la excitación.
—Tus gemidos también los voy a guardar en mi mente.
Los músculos de la parte baja de mi cuerpo se contraen rítmicamente, y mis gemidos se hacen cada vez más continuos. Arqueo la espalda, como si eso hiciese que la sensación fuese más profunda, y de hecho así la siento.
Mi placer alcanza su límite y él reconoce que eso ha sucedido, porque se pone de pie y se quita los pantalones. Su miembro está duro y listo para entrar en mí. Quiero que arrase con mi cuerpo y que me tome fuerte. Se saca toda la ropa y admiro por completo la belleza de ese cuerpo y esos enormes hombros. Sus facciones son perfectas y no aguanto para que se lance sobre mí.
Y eso es exactamente lo que hace. Me penetra con fuerza y con ganas acumuladas. Estoy tan húmeda que se desliza a toda profundidad y siento un pequeño ardor de placer. Me siento sobre él y se acomoda en el borde de la cama con los pies en el piso. Quiero mirarlo fijamente a la cara mientras me embiste y me coge.
Este hombre es sexy, ardiente y observarlo me prende mucho más.
Con una mano, guía mis movimientos sobre él y con la otra envuelve la parte posterior de mi cuello.
Gime y gruñe a centímetros de mis labios.
Mi lengua roza la de él
Y no nos dejamos de observar fijamente a los ojos, hasta que me gira y se pone entre mis piernas. Su velocidad aumenta y saber que él está terminando, me lleva a mí por segunda vez a gemir de placer hasta llegar al clímax.
Siento el líquido entrar y su cuerpo grande, cae sobre mí.
Nos besamos, y nos besamos por largo rato. Él entre mis piernas y yo acariciando con mis manos, su espalda grande y su trasero duro.
—Te amo —susurra, entre besos—. Te lo juro que volveré por ti.
—Más te vale, o te iré a buscar a Katmandú o donde sea que estés si es necesario.
Se larga a reír.
Me voy a la ducha, algo adolorida, pero cuando él entra conmigo y me abraza por la espalda, soy más feliz.
Creo que dormimos una hora abrazados, antes de levantarnos para irnos. Me pongo un conjunto deportivo cómodo que Carla dejó en mi habitación, exclusivo para el viaje largo que tendré. Nos damos un beso cada vez que nos cruzamos en la habitación y eso me tiene con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Estás lista? —me pregunta luego de un rato en el que me visto y vuelvo del baño.
—Sí. Todo listo. Carla dejó una maleta con cosas para el viaje.
—Ok, bajemos a reunirnos con el resto.
Justo su celular comienza a sonar, y decido revisar bien la maleta porque Mathis no es mi amigo y no sé si intentará meterme drogas. Eso es lo que te provocan un par de malas experiencias: la desconfianza con el mundo entero.
Apenas meto las manos al fuego por mí.
Levanto la cabeza para preguntarle a Josef qué sucede, sin embargo, me quedo muda cuando él, con la espalda pegada a la pared, se desliza por ella, hasta quedar sentado en el piso. Derrotado.
Devastado.
Lleva una mano a su frente y cierra los ojos, mientras sigue escuchando el celular.
Necesito que me mire.
Mírame.
Mírame.
No soy capaz de ir a preguntarle.
Y de la nada, levanta la cabeza y leo sus labios, cuando dice:
—Falleció.
Alan murió.
____
Ay la conchadelalora mis lectoras y lectores favoritos de la vida. Me demoré pero porque un torbellino pasó por mi vida, pero aquí estoy!!!!!
Lo siento por la demora, pero ufff... espero que les haya gustado este capítulo.
¿Les gustó?
¿Qué creen que sucederá ahora?
¿Nos estaremos acercando al final?
¿Qué les gustaría que sucediera en el próximo capítulo?
Solo diré... que el próximo, no comienza con la narración de Vania.
Si quieren que les dedique el próximo capítulo, escogeré a alguien que comente en este <3
Les amooooo y besitosssss.
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