23. Fingiendo ser novia de un secuestrador

Alan

Semanas antes del secuestro de Vania.

—Cuando hablamos de que vendría Vania, entiendo que habíamos quedado en que aprovecharíamos para deshacernos de Josef, que ojalá se enamorara y se fuera con ella. —Thomas resopla y se rasca la barbilla. Se detiene repentinamente y me clava la mirada—, ¿Me dices en qué mierda de todo esto, implicaba meterla al puto salón 16?

Trago saliva, no debía enterarse de esto. Pedí que esa información se mantuviese en secreto.

—Padre, yo...

—¿Y qué mierda sucederá si alguien se entera de esto? ¿Sabes todo lo que está metido en ese matrimonio? Christofer me habló esta mañana.

—¿Tu hermano? ¿qué quiere?

—Meter las manos en lo que me pertenece. —Se pone de pie con algo de dificultad y se va hacia la ventana—. Si pierdo un dólar por la estupidez que hiciste, lo vas a pagar. ¿Entiendes?

—Sí, entiendo —replico apenas. He hecho una estupidez y eso me puede costar caro. Pensé en que podía confiar en Dana y que nadie se enteraría de Vania en el salón 16.

—No me has respondido, ¿qué esperabas involucrándote con Vania?

—Papá, fue algo que... se dio. A Vania ya la conocía y desde el instituto me parecía atractiva. No pensé que sucedería algo, pero...

—La viste y tu pene te dominó como un animal básico —murmura inexpresivo. Te deberías haber casado tú con ella.

Suelto una risa, casi imperceptible para él. No me atrevo a confesarle que quería que Josef se enamorara de ella, y que ella le rompiera el corazón, dejándolo por mí. No voy a decirle que para mí era más importante dañarlo, que su salida de los negocios; aunque eso inevitablemente era parte del plan: que Josef abandonara los negocios Hart y que no metiera más las narices en lo que es correcto y no.

—Bueno, pero tampoco dándole un hotel, ayuda a que se vaya. —No puedo evitar decir lo que llevo guardando.

Papá se rasca la barbilla mientras me observa detenidamente. Por un momento, pienso que si yo fuese otra persona, esta conversación no habría durado tanto ni tampoco sé si seguiría respirando.

—Te recuerdo que no te tengo que dar explicaciones de lo que hago. Y espero que no hagas ningún berrinche de niño de 5 años cuando le entregue un complejo hotelero en alguna zona Asia.

Cierro los ojos por un instante. ¿Lo quiere sacar de los negocios o quiere hacerlo más parte que antes?

—¿Le darás...? —Las palabras no me salen.

—Sí, tú desaprovechaste la oportunidad de que se hiciese como lo habíamos planeado, así que asumirás las consecuencias, y él se llevará un premio por tu ineficiencia.

—He estado contigo en las sombras, siendo parte de tus planes. Él se ha dedicado a arruinar cada negocio extra que hemos querido armar.

Thomas suelta una carcajada y menea la cabeza lentamente.

—Mark se sentiría orgulloso de Josef. Nunca permitió que nada ilícito manchara sus negocios o el apellido Hart. Pero... por eso no logró más —añade con la voz amarga—. Mi padre no tuvo los cojones de hacer algo que no correspondiera, sabiendo que con todo el poder que tenía, nada le sucedería.

—Respetaba mucho a mi abuelo, eso lo sabes. Pero no era tan visionario como tú. ¿Crees que Josef se irá a este complejo hotelero?

—Quiero que convierta una isla en un lugar turístico, tendrá mucho trabajo que hacer. No es que eso me importe, pero quiero mancharme las manos sin que nadie le cuente a Sara. Lo quiero lejos, ¿y qué mejor que lejos haciéndome más rico?

Trago saliva, nervioso. El propósito de venir a hablar con él, es para advertirle.

—Dana está celosa de Vania —suelto de una vez. Me envío un mensaje esta misma mañana sobre la extraña cercanía que presentía entre Josef y Vania—. Sabes de sus arrebatos...

Aprieta los dedos al rededor de su vaso de whisky.

—Si dice algo de Vania y el salón 16, eso pone en peligro el apellido. Christopher se daría un festín sobre una noticia así. No tendría ni que reclamar su lugar en los negocios Hart, tendría que pasárselo en bandeja —dice bruscamente, con la voz marcada y cargada de enojo—. Tú la llevaste allí, te harás cargo de cualquier problema que esto traiga, Alan. Te enviaré al puto rincón más escondido del mundo. Vete.

—Papá...

—Desaparece ahora de mi vista.

2 días antes del secuestro de Vania

—Tu error, Thomas... fue que no me dijiste que la llegada de esa puta, la aprovecharías para deshacerte de Josef.

—¿Y desde cuándo te tengo que dar explicaciones? —pregunta papá, sin inmutarse por las palabras de Dana. Enciende un cigarrillo, como si no estuviese preocupado.

—Desde que te tengo agarrado por los huevos. ¿Crees que me quedaré callada?

—Creo que sabes lo que te conviene —replica calmadamente.

Dana sonríe y se inclina sobre la mesa que nos separa.

—Me pasa algo y tus videos le llegarán a cada puto celular del mundo —dice, haciendo énfasis en cada palabra. Dana no tiene nada de miedo y admiro un poco eso de ella, porque no había conocido a alguien que le hablara así a Thomas. Se acerca a él, sin temor—. A cada celular del mundo. Sara será la primera. —Suelta una risita—. Mi madre hace años te dijo que lo peor que podías hacer era encontrar una buena mujer, porque nunca serías suficiente y sabrías que la vida sin ella sería vacía. Si Sara se va de tu vida, ni todas las putas del mundo podrán repararte, porque nadie te quiere.

—Si ella se va y no me queda nadie, entonces te llevo conmigo hasta el más profundo de los infiernos —sentencia Thomas. Sus palabras hicieron a Dana retroceder un paso

—Aléjala de la vida de Josef —exige, antes de darse la vuelta y salir tan veloz del despacho de Thomas que ninguno de los dos alcanzó a decir algo más. Nos quedamos sumergidos en un silencio aterrador. Hasta que Thomas decidió romperlo.

—Ve a buscar a Vania, prométele un avión directo a su casa... lejos. Has lo que tengas que hacer para que tome el puto avión que partirá de Berlín en dos días. Si no lo logras, no vuelvas o te cortaré las manos.

El corazón se me detiene por un segundo y me pongo de pie con el aire faltándome. Salgo del despacho sin decir nada más, y lo primero que hago es ir a ver a mamá. Si ella descubre de lo que he sido parte, nunca más me mirará a los ojos... y ella es uno de los corazones más puros en este mundo tramposo y cruel. Voy para abrazarla y decirle que la amo, porque tengo el presentimiento de que alguien va a salir perdiendo de todo esto, y me temo que seré yo.

Vania

—Vania, Lucia. —Se acerca una de las mujeres que trabaja con Mathis, a diferencia de lo que esperaba, esta mujer se ve común y corriente... Debe tener unos cincuenta años, y su cabello está peinado con una trenza que recoge todo su cabello negro—. El desayuno será en media hora, el armario está lleno de prendas que pueden escoger. Les aconsejo que...

—No iré —replico, meneando la cabeza. Estar en la casa de este hombre es una cosa y la otra es hacer lo que él diga. La mujer se gira hacia mí, aún señalando el armario, y luego mira hacia el otro extremo de la habitación.

—¿Lucia? ¿Tampoco quieres ir?

—No, no me interesa.

La mujer asiente.

—En media hora el desayuno será servido en el comedor. No son prisioneras en esta habitación, así que si lo desean, pueden bajar. Pero yo no les subiré comida.

—¿Y compartir mesa con ese monstruo? —pregunto secamente.

—¿Te refieres a Mathis?

—Por supuesto que me refiero al hombre que me compró como si fuese un objeto.

—¿Preferirías quedarte con Dana? —inquiere, con voz calmada y dulce.

—Preferiría quedarme en mi casa, no es que tenga que escoger entre un secuestrador u otro.

Tocan la puerta en ese instante de forma insistente.

—Adelante. —La mujer camina hacia la puerta a medida que esta se abre. Me siento un poco sorprendida, no sé por qué, de que sea Mathis el que entre. Su look es bastante más relajado que con el que lo conocí, de hecho va vestido con un conjunto deportivo, cuello y brazos perlados por el sudor, la cara levemente enrojecida y tiene una botella de agua en la mano.

—¡Os anjos estão caindo do céu! Señoritas —dice, mirándonos a las tres—. Bueno, tú no, Carla... —bromea, poniendo cara de sorpresa. ¿No se ha dado cuenta de lo que ha hecho, que está allí como si nada? Tengo ganas de lanzarle una lámpara que tengo... bastante cerca.

—Déjanos ir —murmuro, acercándome rápidamente a él—. No diremos nada... no... —Me detengo cuando veo tres hombres enormes moverse tras él. ¿No me puedo acercar? ¿qué le podría hacer yo?

—No puedo, te acabo de rescatar. —Mathis mira su celular que se acaba de encender en su mano y con Lucia nos damos una mirada confundida. ¿Rescatar? —. Mierda —gruñe y luego alza la vista—, viene mi madre, te necesito como novia hoy. Carla, búscale algo bonito. Catrina llegará en 30 min.

Arrugo el entrecejo.

—No lo haré.

Alza las cejas, algo sorprendido de mi respuesta.

—Pensé que querías salir de aquí.

—¿Si me hago pasar por tu novia para tu madre, me dejarás ir? —pregunto con tono de broma.

—En un mes podrás irte si así quieres hacerlo, no pretendo tener personas que no quieran estar en mi casa. Y si lo haces, tu vida aquí será bastante... libre.

—Solo que no podré salir.

—Si quieres que Dana te atrape en la esquina, entonces hazlo. Porque sé que está esperando que pongas un pie afuera para deshacerse de ti para siempre. Así que te aconsejo que hagas lo que te digo.

—¿No lo habría hecho cuando pudo?

—¿No sabes todo lo que pagué por ti, bonita? Dana no se habría perdido todo ese dinero, es inteligente cuando se trata de dinero.

—No te ayudaré.

Mathis traga grueso, sin dejar de observarme. Se pasa la mano por la frente.

—Está bien. Carla, que Lucia no reciba comida por 24 horas.

¡Maldito imbécil!

—¿Por qué la castigas a ella? Déj... —Se gira, y pretende irse, sin dejarme discutir. Si me fuese a dejar a mí sin comida, estaría quizás un poco más dispuesta a seguir con mi postura, pero no voy a arrastrar a Lucia a que lo pase peor por mi culpa—. Te voy a ayudar.

—No, por favor. —La súplica de Lucia me estremece. Agito la mano en su dirección para que no diga nada más. Ella siempre ha sido la que tiene más personalidad y es la más rebelde de las dos, pero el último tiempo a mí me ha hecho más valiente. Sé que yo podría soportarlo, pero ella no. Ella se derrumbaría, al igual que la vez en que la atraparon copiando en clases... o cuando su madre encontró mensajes comprometedores con el novio que tenía en el colegio. Lucia se deprimía... y ya la había pasado bastante mal tratando de ayudarme—. No irás, Vania.

—Sì, iré. No te preocupes.

—Carla, retiro lo dicho y ayúdala a prepararse. En 30 minutos la llevas a mi habitación —ordena Mathis, y luego se dirige a nosotras—. Las estoy dejando juntas en una misma habitación para que se acompañen, pero tengo varias más al otro lado de la mansión —advierte, antes de retirarse.

Miro asustada a Carla y me revuelve el estómago pensar en tener que ir a su habitación. Si quiere que vaya a su habitación para lo que sospecho que podría ser, simplemente preferiría morir.

La puerta la cierra uno de los hombres que lo acompañaban y nos quedamos inmersas en un silencio que rompe Lucia.

—No...no tendrías que haber hecho eso —dice apenas. Las lágrimas se le escapan de los ojos sin parar. Corro a abrazarla y ella me aprieta—. Yo si podría dejar de comer un día... dos, los que sean necesarios. No lo hagas.

—Haré lo que sea necesario para que salgamos de aquí.

—¿Confías en que en un mes saldremos?

Carla se aclara la garganta.

—Solo les voy a decir una cosa: si Mathis dice que en un mes, si lo desean podrán irse, entonces es verdad.

—Yo no le creo —gruñe Lucia—, ¿entonces por qué nos trajo? ¿por qué pagó tanto dinero por nosotras?

—¿Tienes una mejor opción? Si quieres te quedas llorando todos los días por tu mala fortuna y odiar a Mathis, o... ser más inteligente. —Saca un vestido corto y holgado color salmón, con un broche dorado en la cintura—. Esta gama de colores es la favorita de Catrina.

—¿Por qué quiere que lo ayude con su madre? ¿No es un hombre bastante grande como para andar mintiéndole a su mamá?

—Catrina es una aliada en los negocios. Tiene una amistad muy fuerte con... varias personas —dice, bajando la voz en lo último—. Mathis prefiere mantener contenta a su madre, antes de que ella comience a hacer presión de otras formas. Será solo una comida...—Saca unas sandalias color caramelo y una toalla—. Mi consejo es que no le lleves la contra, pero muéstrate con personalidad. Si lo haces bien, yo...podría ayudarte y enviar un mensaje a quién quieras.

Siento mis ojos iluminarse. Necesito hablar con Josef. Asiento resignada, cojo la toalla y me voy al baño.

Sigo a Carla por los pasillos de la mansión de Mathis. Es un lugar increíblemente acogedor con decoración campestre, me recuerda a algunas vacaciones con mis padres y padrinos cuando era pequeña y nos íbamos a unas cabañas dentro de un bosque y cercanas a un lago. Esta mansión tiene inmensos ventanales que solo me muestran verde, escapar de aquí no es una opción a menos que quiera perderme en el bosque.

Carla toca la puerta y la abre lentamente. Mathis está dentro con pantalones color caqui y sin camiseta. Su espalda ancha está decorada por un dragón en toda su extensión. Está de espaldas, escribiendo en su teléfono. Nos mira de reojo y luego deja el celular a un lado para posar sus ojos descaradamente sobre mí. Va en búsqueda de su camisa que está colgada en un perchero y comienza a ponérsela sin dejar de observarme. Su abdomen está tan marcado como es posible y su pectoral es digno de un dios.

No puedo negar que el contraste de su piel morena con los enormes ojos color miel, le dan un aire seductor difícil de eludir. Además, sus pestañas son negras y más grandes que las mías. Él sabe lo que es.

Carla sale de la habitación.

—¿Te gusta lo que ves? —pregunta, aún sin ponerse la camisa.

—Quizás me gustaría si no fueses un secuestrador... y si estuviese soltera.

Suelta una risa.

—¿Sigues con eso? Sigo pensando que la historia es un poco distinta a como la pintas. Te ves muy guapa por cierto.

—Gracias.

Me balanceo levemente sobre mis pies, ¿se va a vestir o pretende quedarse así sin camiseta?

—¿Me seguirás la corriente?

—¿Es un mes podré irme?

—Sí, antes no porque tengo que disuadir a Dana.

—¿Por qué lo haces?

—¿Me seguirás la corriente?

—Sí, yo... —Las puertas se abren de par en par, y una mujer de unos cincuenta años entra con un vestido tan apretado que me temo que si estornuda, va a salir volando en pedazos. Su cabellera larga y platinada le llega a la cintura y se acerca corriendo a abrazar a Mathis.

—¡Hijo!

—¿Cuántas veces te he dicho que no puedes entrar así a mi habitación?

—Perdón, perdón. —Su mirada se detiene en mí. De pies a cabeza me analiza y me siento un poco... bastante intimidada—. ¿Tú eres?

—Vania. —Me acerco y le extiendo la mano. La recibe un poco reticente, mientras espera que sea su hijo quién le responda quién soy.

—Mi novia.

Sus ojos se ensanchan.

—Maravilloso, los espero abajo. Hay mucho que quiero saber.

Cuando sale, Mathis termina de ponerse su camisa.

—Es intensa, pero solo tengo que soportar estos almuerzos para que deje de ser un grano en el culo por varios meses. —Se escoge de hombros—. Mi madre me dio la vida, la respeto... aunque a veces quiera lanzarla por la ventana más alta —murmura por lo bajo. Eso me hace reír.

Paso número uno de un secuestro: nunca fraternizar con los amigos y eso incluye no reírse de sus bromas.

Bajamos la escalera y unos peldaños antes de llegar al final, me coge la mano. Así llegamos al comedor para comer. Los ojos de su mamá nos comen las manos entrelazadas. Me aparta la silla para que me siente y él mismo me sirve el té desde una tetera pequeña.

—¿Vania me dijiste que te llamabas?

—Sí, Vania Nicolás.

Arruga el entrecejo

—Tu nombre se me hace conocido.

—Es la ex esposa de Josef Hart, quizás por eso —añade Mathis, como si nada. Me extiende una sonrisa cálida—. Ahora será la mía, ¿cierto, amor? —El maldito idiota se inclina hacia mi con sus labios gruesos, esperando que lo bese. Trago saliva antes de darle uno pequeño de boca cerrada y él aprovecha para coger mi cara de los lados y alargar el beso por unos segundos. Me obliga a respirar mientras nuestros labios están unidos y el aroma de este maldito infeliz es increíblemente varonil.

—Te tengo un regalo —murmura, cerca de mi boca. Saca de su bolsillo una caja cuadrada del porte de mi palma. La abro, fingiendo felicidad. Me atoro con mi propia saliva al ver una "V" brillante en un collar—. Platino con cristales incrustados, pensé que te gustaría.

—Me encanta —confieso, aunque no me la quedaré ni loca—. Es preciosa, gracias.

—¿No me gané otro besito? —pregunta, con su cara llena de risa. Se está burlando de mí. Le doy otro beso, lo más rápido que puede ser sin que sea sospechoso. Me hago un poco la tímida.

Luego de que su madre se pasa la siguiente hora hablando de su quinto matrimonio en Italia, decide irse. No sin antes, cogerme de las manos.

—Le harás bien a mi hijo. Cuídalo.

Cuando nos quedamos solos con Mathis, dejo el collar sobre la mesa.

—¿Me lo devuelves? ¿A quién más le daré una V?

—No sé y no me interesa.

—Te voy a decir algo.

—Preferiría que no, pero me temo que lo dirás igual.

—Tus labios son dulces y suaves. Deliciosos, te comería la boca y tu cuerpo. ¿No te gustaría? ¿Que te abra las piernas en esta misma mesa y te coma como mereces?

Trago saliva.

—No —respondo con un hilo de voz. Ayudaría bastante que no fuese hermoso.

Suelta una risita y se encoge de hombros.

—Está bien. Te llevo a tu habitación.

—¿Por qué quieres engañar a tu mamá diciéndole que estás de novio? No creo que te cueste trabajo conseguir chicas.

—No me cuesta trabajo, el problema es que no me gustan las chicas que he conocido... de familias de mafiosos o de empresarios poderosos. Y verás que Tinder no es una opción... así que prefiero coger sin tener ninguna relación.

—¿Y por qué debo creerte en que me dejarás ir?

—Para mí es difícil conocer mujeres fuera de este mundo. No vi tus videos, solo un amigo me comentó sobre ti y la historia de tus padres que te llevó a Australia. Así que te traje, pero si luego quieres irte no soy nadie para obligarte a quedarte. Y sí... dije que buscaba una puta, porque también tengo una imagen que mantener. —Suelta una risita, confío en que esto no se lo dirás a nadie—. Te pido un mes, a cambio de haberte salvado del demonio.

Alzo la ceja.

—Quiero hablar con Josef y que sepa que estoy aquí.

Se apoya en el marco de la puerta, antes de abrirla. Su cabello ondulado revolotea sobre su frente y sigo insistiendo que es difícil no quedarse pegada en sus ojos miel.

—Veré como lo hacemos... y por si acaso la oferta sigue en pie.

—¿Cuál?

—Ven a mi habitación —pide, en voz bajita—. Ven a mi habitación y te lo haré como tú quieras. Puedo ser una puta bestia o hacerte el amor lento.

Respondo bajito.

—Mi respuesta sigue siendo no.

Arruga la nariz.

—Lo seguiré intentando. —Se acerca a mi oído—. Que tengas buena tarde. Con Lucia pueden hacer lo que quieran en la mansión, yo no estaré.

Abre la puerta y me extiende un brazo para que pase a la habitación.

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Holaaaa mis lectoras preciosas <3 en especial a la bby RebecaBeln <3 

Ahhhhh Josef dónde estás?

Y Mathis qué pretendes hacer? ¿Por qué te portas bien?

¿Creen que Mathis sea bueno o está tramando algo?

¿Dónde estará Alan? :(

¿Creen que se podrán ir en un mes?

¿Les gustó el capítulo? Si quieres que les dedique el siguiente con mucho amorcito, solo tienen que comentarme.

Las amoooo bbys y recuerden seguirme en mi ig: valesminombre 

Besos besoooos

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