19. La vista favorita de Josef


—¿Sucede algo? —Extiende su mano para que me acerque a él porque me quedé quita en el último escalón del jet. Miro a mi al rededor, Scott no está por ningún lado.

—¿Dónde se fue Scott?

—¿Quién? —Josef arruga la frente.

—El chico que estaba en el vuelo con nosotros. —Me giro y lo veo en la puerta saludando. Tiene una mirada extraña y de pronto todo lo que iba a decir, se guarda en lo más profundo de mí. No puedo decir nada, me siento tan atada de manos que de repente me empieza a faltar el aire... como si estuviese encerrada en una pequeña caja. No puedo decir ni hacer nada, ¿qué vida es esta?

—¿Necesitas algo? ¿Lo llamo?

—No...pensé que no traía mi bolsa.

Josef se acerca y me envuelve con sus brazos. Huele jodidamente delicioso, me habla al oído:

—Te ves pálida. No te vas a desmayar, ¿cierto? Te tengo atrapada.

Sonrío con la cara escondida en su pecho. Scott sabe que tuvimos sexo arriba del Jet, que ahora vea esto no me importa.

—¿Señor Hart? —Un hombre llega corriendo con las manos envueltas en su pecho por el frío—. Señor Hart, bienvenido. El coche los está esperando. —Se acerca y toma mi maleta—. Señora Hart, bienvenida a Berlín, ¿cómo estuvo el vuelo?

—Todo bien, gracias —respondo escuetamente, no me voy a arriesgar con ninguna persona más. Me separo de Josef y camino un poco alejada de él.

—Perfecto. Mi nombre es Hans, seré su chofer durante su estadía. Ahora iremos directo al hotel. Señor Hart, la suite de la última planta se encontraba disponible, así que me tomé la libertad de reservarla.

—Muchas gracias, Hans. Te lo agradezco.

—¿Me podría dejar en el hospital? Debo ver a mis padres.

Hans busca en Josef una respuesta.

—Las visitas son dentro de cuatro horas —responde Josef, me rodea con su brazo caliente a pesar del frío que hace—. Mejor intenta descansar y luego iremos al hospital. Llamaré en el coche para saber si ha habido alguna novedad. Esperar allí solo te agotará.

Asiento con un nudo en la garganta. Se ha portado tan bien conmigo que tengo ganas de abrazarlo, besarlo y no soltarlo. Todo esto lo está haciendo por mí, ¿cómo no me di cuenta antes que él es todo lo que está bien en un hombre?

No quiero soltarlo más y aún así, debo hacerlo.

¿Cómo te vas a controlar, Vania?

Camino al hotel no quiero hablar nada y él tampoco insiste. Es el cambio más extraño de actitud que he tenido. Literalmente hace un rato, dejaba que me tocara y besara, y ahora lo ignoro. Sé que piensa que es porque estoy preocupada... que lo estoy, sin embargo, la razón es que mi cabeza es un torbellino de emociones que apenas puedo controlar.

Llegando al hotel, le contestan del hospital. El estómago se me revuelve placenteramente al escucharlo hablar en un alemán tosco, marcado y seductor. Trato de entender alguna palabra, pero es imposible y me rompo una uña de lo nerviosa que me encuentro. Josef corta y aguanto la respiración. Se gira para explicarme, sus labios siguen rojos después de todos los besos que nos dimos.

—Tu papá ingresará a operación en algunas horas debido a las múltiples fracturas. Tu madre ha resultado con la rodilla fracturada y varias costillas, también ingresará a quirófano, sin embargo, está consiente y a la hora de la visita podrás hablar con ella.

—Gracias —murmuro apenas y cojo su mano. La suelto tan rápido como la cogí, por miedo al conductor. Josef me mira confundido y luego me sonríe levemente con expresión tranquilizadora. Agradezco que no me haga hablar más.

Cuando llegamos a nuestra habitación del hotel, nuestras maletas ya se encuentran allí. No sé qué hora es, pero estoy agotada. Entro al baño sin decir palabra y me doy una ducha caliente, al borde de quemarme. Mientras mis manos recorren mi cuerpo, es inevitable no pensar en él. Me tiene tan caliente que estoy perdiendo la sensatez. Estoy aquí para ver a mis padres... no para follar a lo loco.

Mis párpados pesan y al salir, Josef está sentado a la orilla de la cama, quitándose los zapatos.

—¿Estás bien? —Se pone de pie y se acerca a mí, doy un paso atrás porque su presencia me quema más que el agua que recién corrió por mi cuerpo. Estar tan lejos de él, teniéndolo junto a mí, me mata—. Vania, ¿qué sucede?

Que quiero que seas mío sin que nadie quiera matarme.

—Estoy cansada.

—Dime la verdad —pide, en un tono serio. Intento rodearlo, pero me coge del brazo suavemente—. ¿Es por lo del avión?

—Sí —miento.

—Te arrepientes. —Su mirada se oscurece. Aprieta la mandíbula mientas escudriña cada centímetro de mi expresión.

—Estoy confundida —susurro.

—¿Es esto por Alan? —La frialdad con que realiza la pregunta me da escalofríos.

—No todo tiene que ver con Alan, ¿puedes dejarlo? Necesito descansar.

—Tú has sacado a Alan entre nosotros una y otra vez. Literalmente estás metida en un problema que te tiene con el agua hasta la nariz y no te has dado cuenta, no me culpes ahora si pienso que es por Alan que te arrepientes de estar conmigo.

—¿Tú no te arrepientes? ¿qué pasó con toda tu idea de estar con Dana?

—¿Qué tiene que ver Dana en todo esto?

—¿Qué ha cambiado que ya no la quieres más a ella? ¿O todo eso lo dijiste para acostarte conmigo?

—¿Crees que necesito mentir para follarme a alguien? —Suelta una risa áspera y menea la cabeza—. ¿Acaso fue eso lo que te convenció de lo que sucedió en el avión?

Intenso zafarme de su brazo, pero no me deja ir y mi corazón va a estallar. Las lágrimas salen tan intensas que Josef se me nubla de un instante a otro. La hermosura de su cara desaparece en una nube cristalina.

—Quiero descansar.

—Dime qué sucede —pide. No puedo ignorarlo, hacer eso sería un pecado. Así que tomo aire y hablo:

—Dana me ha tenido amenazada todo este tiempo para no acercarme a ti —digo, soltando un peso enorme de mi alma. El agarre de mi brazo se suelta y me enjuago los ojos. Josef tiene el ceño fruncido.

—¿Tienes pruebas?

Una daga directa al corazón.

—Lo que le sucedió a mis padres fue culpa de ella. Ella hizo todo porque me vio más cerca de ti... lo de las fotos...

—¿Dana te obligó a entrar al salón 16? —pregunta, llevándose los dedos al puente de la nariz.

—No —susurro.

—¿No te puso un arma en tu cabeza y te dijo que tenías que acostarte con Alan mientras otros observan?

Trago saliva. Sus palabras me hieren profundamente.

—No. Sabía que no me creerías, por eso no sabía cómo decírtelo. ¡Y todo esto es porque de alguna u otra forma no puedo dejar de acercarme a ti! ¡Estás ciego!

Sus ojos se vuelven cristalinos.

—No te puedo creer ciegamente si ella es la que ha estado para mí, siempre. Lo único que te puedo ofrecer ahora es... la duda. Pero Vania, tienes que entender—. Si entiendo, hablar me cuesta horrible y camino sin energía hasta la cama—.Tú... —dice Josef a mis espaldas—. Me preguntaste qué cambió.

Me doy vuelta, sin entender.

—¿Con Dana?

Asiente.

—Desde el primer día que te vi, pensé que quería que fueras mía. Me gusta tener a la chica que deseo y tú te convertirte en objeto de mis deseos de inmediato. Pero no alcancé a hacer nada porque ya estabas con Alan. —Se acercó unos pasos a mí. No me creía sus palabras—. Comencé a ver más a Dana... no porque quisiera estar con ella, sino que verte y no poder tocarte, se volvió una tortura. —Suspiró ampliamente y desvió su mirada ala ventana—. Con Alan tenemos muchos problemas, pero quitarle a la chica no iba a ser uno. Hasta que comencé a pensar que lo que ustedes tenían no era más que sexo. Alan no ha cambiado y nunca va a cambiar...

—¿Y que cambió entre nosotros ahora?

Sonríe y se muerde el labio inferior.

—Que simplemente no me aguanté más. Lo tenía que intentar... lo hice.

Trago saliva.

—¿No cambió nada al ver esas fotos?

—¿Que hiervo de celos como nunca antes? Sí. Pero a la vez me cautivaste más, no creí que fueras tan... abierta a otras experiencias. Es solo que... quiero que las vivas todas conmigo.

Suelto el aire, tratando de controlar mi respiración. Este hombre me tiene loca.

—Ahora... Dana ha estado conmigo por años. Ha sido mi mejor amiga e incluso única amiga gran parte de mi vida. Me duele que digas algo así de ella. Siento que debería decirte que algo así de ella no puede ser, pero... no puedo ignorte. —Exhala, y murmura las siguientes palabras más como una carga que una confesión de amor—: me vuelves loco.

—¿Investigarás si lo que digo es verdad?

—Por supuesto. Mientras, hablaré con ella lo suficiente para que no sospeche lo que estoy haciendo.

—Eso es suficiente, gracias.

—¿Tú me creerías a ciegas si te digo que Alan sabía perfectamente lo que implicaba meterte en el salón nº 16? ¿Si te digo que él ha sido falso todo este tiempo?

Trago saliva. A Alan no lo conozco taaaanto, pero me es difícil no creerle luego de lo que hemos pasado, lo que hemos conversado...

—Me cuesta.

—Voy a llegar hasta el fondo de lo sucedido. —Alza la mano y toca mi mejilla dulcemente. Se humedece los labios y murmura—: te libraré de todo.

Asiento.

Esto es suficiente para mí, entiendo que ella ha estado para él cuando nadie más lo ha hecho. Vuelve a ponerse los zapatos.

—Volveré cuando sea momento de ir al hospital, tengo que ir a hacer algunas cosas. Si necesitas algo llámame. Por favor, no salgas. Es peligroso.

Se va y me meto a la cama con el celular. Tengo llamadas perdidas de Alan, pero no me da la energía para contestarle y enfrentarme a la verdad de si me hizo entrar en ese maldito salón, sabiendo lo que significaba. No lo quiero creer, ¿por qué me haría algo así? ¿Con qué objetivo?... ¿cómo podría traicionarme él?

Me quedo dormida entre sollozos por la mala suerte que tengo, despierto y me impresiona darme cuenta de que Josef estaba aquí y que incluso se bañó y no oí nada. Se ve increíble con un abrigo gris largo. Está con una camisa azul, jeans oscuros y bototos. La habitación por completo huele a su perfume. Se ve jodidamente delicioso lo que es un suplicio para mi existencia. Recuerdo la sensación de tenerlo dentro mío y un hormigueo amenazante me recorre las piernas y el vientre.

—Puedes seguir durmiendo una media hora. —Sus ojos se deslizan por mi cara y mi cuello desnudo—. ¿Has estado llorando?

Sonrío avergonzada.

—¿Me veo muy terrible? —Me encojo de hombros—. Creo que es normal sentirse un poco abrumada, no lo puedo evitar. Soy llorona la verdad—. Sonríe y me mira con cierta ternura—. ¿Qué?

—Me parece algo... tierno —responde—. La mayor parte del tiempo das miedo, ¿lo sabías? —Ruedo los ojos—. ¿Estás bien ahora?

—Mejor —trago saliva e inevitablemente miro mis manos. Hay temas que aún no hemos conversado—. ¿De verdad me están buscando? —Quiero creer que todo lo que ha dicho ha sido una exageración.

Josef me observa algo contrariado. Se saca el abrigo y camina hasta sentarse frente a mí en la cama. Inspira lentamente y coge mi mano antes de hablar:

—No te voy a adornar con palabras bonitas lo que sucede: te están buscando las personas más peligrosas relacionadas a la trata de personas de Europa. Se levantó la alerta de búsqueda porque están ofreciendo mucho dinero por ti.

Me quedo sin aire.

Esto es terrible.

—¿Por qué tanto? —No es que en las fotos salgo haciendo algo muy extravagante... ni siquiera se me ve la cara.

—Tómalo como un juego de poder. Quien logre encontrarte y obtenerte, es el más poderoso. ¿Lo entiendes? Por eso están dispuestos a pagar una cantidad absurda de dinero a las bandas organizadas más peligrosas que hay para averiguar quién está detrás de la persona tras las fotos. Ahora te puse una red de guardias que te seguirán para todas partes, no andarás sola y... —Aprieta los labios antes de seguir hablando—: no te podrás ir a Estados Unidos. No por ahora.

Dejo de respirar un segundo, esa idea no se me había pasado por la mente.

—Josef...

—Lo entiendo. —Me interrumpe—, pero esto va más allá de cualquier cosa que tengas que hacer.

—¿Y cuándo terminará todo esto? ¿Cuándo alguien me capture y me venda? No puedo estar escondida toda la vida. —La idea me revuelve el estómago, si ya siento que mi vida es un remolino... si le agrego que además debo estar oculta, no puedo. Lo abrazo angustiada.

Menea la cabeza.

—Voy a desarmar el salón nº16. —Pasa su mano por mi cabello y luego exhala lentamente—. Hace tiempo que quiero hacerlo. No eres la primera chica que conozco que ha estado metida en esto, Vania. Confía en mí. Yo también tengo mucho poder, arderán todos antes de que alguien te toque.

Me alejo para mirarlo a los ojos.

—Lo que quiero lo defiendo con todo. Si tengo que destruir gente en el camino, lo haré sin remordimientos —agrega con seguridad—. ¿Esto te asusta?

Meneo la cabeza.

—Para nada. ¿Qué... qué le sucedió a la otra chica?

Josef se acomoda en la cama.

—Chloe alcanzó a ser mi secretaria 3 meses antes de que Alan la convenciera de unirse al Salón nº 16, se demoraron cuatro días en encontrarla una vez que se dio la orden de búsqueda. La información de su paradero la compró un empresario poderoso de corea, Seung. Él llegó personalmente a mi oficina. —Alza las cejas y traga saliva—. Chloe aterrada, se fue a esconder a su departamento. Esa misma noche fui a decirle que le pondría guardias. Ya se la habían llevado y su departamento estaba destruido.

Tengo la mano en la boca, impactada de la brutalidad con la que actúan.

—¿Y qué pasó con ella? ¿Simplemente desapareció?

—Bueno... su historia es un poco distinta... a los días ella me llamó para informarme de su renuncia y que se quedaría en Corea. No le creí que lo decía en serio, sin embargo, Chloe y Seung se casaron un mes más tarde.

—¿Se enamoraron?  —Arrugo la frente.

—Perdidamente.

Resoplo, tengo cero expectativas de enamorarme de un secuestrador. Apoyo mi cabeza en el respaldo.

—Te cuento esto, no solo para que sepas que lo del secuestro va en serio, sino que... no he perdido el contacto con Chloe... creo que me podría ayudar para averiguar quién está detrás del salón 16. Quizás pueda sacarle esa información a su esposo.

—¿De qué servirá que encuentren al hombre que está detrás del salón?

—Tiene que dar la orden de cancelar la búsqueda —dice con obviedad.

—¿Y eso sería suficiente?

—Esta persona tiene los nombres de todo aquel que ha entrado a ese lugar. Que sea una mierda de lugar, no significa que no tenga reglas.

—Difundirían los nombres —murmuro.

—Correcto. Lo resolveré, Vania.

Los ojos se me llenan de lágrimas.

—¿Por qué me ayudas tanto? He hecho todo mal. —La voz apenas me sale. Me da vergüenza que después de todo lo que he hecho, Josef me esté ayudando.

—Tú no sabías qué era este salón. Solo querías divertirte, eso lo entiendo.

—Pero...

—Yo también estuve dentro alguna vez. —Me quedo sin palabras. Al notar que me quedé muda, sigue—: fui una vez. Luego de ir, me llegó el link de subasta de chicas. Por eso no te juzgo el querer ir, a mí me gustó. Me gusta follar, Vania. Y me gusta hacerlo en todas las formas: suave, duro, con una o varias personas. —Sus ojos no se quitan de los míos, que me diga que le gustó la aventura del salón me prende a niveles impensados y que me hable de sexo me nubla la mente, todo lo que quiero es sentirlo a él dentro de mí.

Su mirada viaja por mis labios, cuello y pecho. Mi pijama consiste en una blusa de seda con los primeros dos botones desabotonados. Su mano toca la mía y atrapo sus dedos entre los míos.

Extiende su otro brazo y toca el borde de mi pijama, pasando los dedos suavemente por mis pechos. Es un toque delicado que apenas siento en algunos momentos. Mi respiración es digna de una maratonista, siento la humedad en mi entrepierna aclamando por él y su miembro.

Si tan solo un año atrás alguien me hubiese dicho que me tiraría a dos hermanos, la habría tratado de loca. Algo impensado, turbio y descabellado.

Pero aquí estoy, abriéndome de piernas para el hermano mayor de los Hart. Deseándolo a niveles incontrolables.

Deja de tocarme y se pone de pie, cogiendo mi mano y obligándome a hacerlo también. Toma mi cara y me besa fuerte, intenso, lleno de fuego. Su lengua entra con llamas, quemando lo que me queda de cordura. Debería estar preocupada de mi vida... de lo que pueda suceder.

Con sus manos grandes aprieta mis nalgas y en un instante estoy sobre el escritorio, quita mis pantalones de pijama con prisa y se instala entre mis piernas. Su respiración acelerada, en conjunto con sus besos ansiosos, me tienen desarmada.

Entierro mis dedos en su cabello y luego rompo su camisa para admirar y tocar su cuerpo perfectamente esculpido. Sus pecho duro y suave, perlado por el sudor.

Me apoyo con los codos en el escritorio mientras él viaja con sus besos por mi abdomen hasta el borde de mis bragas. Dejo salir el aire de mi cuerpo a la vez que sus besos húmedos me invaden. Chupa y lame como si yo fuese un helado de chocolate.

—¿Lo decías en serio? —pregunta de repente, observándome desde mi entre pierna. No para de tocarme los muslos, su mirada me quema.

—¿Qué cosa? —Agitada, la voz sale entre cortada.

—Que quieres que te toque todos los días. —Se pone de pie y avanza hasta poner su cara frente a la mía—. Porque quiero hacerlo desde hace tiempo. He pensado tanto en follarte que me podría haber vuelto loco.

Sus palabras me llenan, pero quiero que él lo haga.

—¿Desde cuándo? —pregunto curiosa. Toco el bulto sobre su pantalón, que estira la tela sin ningún cuidado. Muerdo mis labios.

—Desde que nos metimos en la misma cama el primer día que te conocí... y también cuando me insinuaste que te gustaba mi hermano.

Sonríe.

—¿Te pusiste celoso? —Bajo la cremallera de su pantalón y mis manos exploran bajo su ropa interior. Está duro y caliente.

Deja escapar el aire.

—Me puse muy celoso. —Muerde mi labio y se acerca entre mis piernas hasta que su miembro toca mi sexo—. Me tienes duro desde ese mismo día. —Aprieto los labios, sorprendida de sus palabras, de lo caliente que es—. Si pensabas que el sexo conmigo eran florecitas sobre el parque, te equivocaste. Si quieres que deje de ansiar estar dentro tuyo... no sé cómo lo vamos a hacer.

—No dejes de ansiar nada —susurro. Libero su miembro. Observo su tamaño, lo duro que está, las venas marcadas por su extensión. Quiero todo eso para mí. Josef se toca su pene de arriba a abajo, mostrándome lo que tiene. Creo que frente a mis ojos, tengo la perdición.

Con razón Dana, perdió la cabeza por él: es bueno, inteligente, hermoso, sexy... y caliente.

—Eres preciosa. —Introduce un dedo en mí y emite un gruñido sexy al notar lo mojada que estoy por él. Me entrego a sus caricias, al mete y saca de sus dedos, al masaje delicado que hace en mi clítoris, difícilmente puedo contenerme. Explora mi sexo, expandiendo mi humedad—. Esta es mi vista favorita —gruñe.

Sonrío y hecho la cabeza hacia atrás.

—Ah, ¿sí? ¿Cuál es esa? —pregunto jadeando.

—Tú, sobre un escritorio, abierta de piernas para mí. Jadeando por como te toco. Apenas respirando. —Sus dedos me abandonan e inclino la cabeza para saber qué hará ahora—, y por cómo te lo meto —agrega con una sonrisa excitante, bajándose el pantalón por completo y entrando en mí. Me podría dar un infarto aquí mismo.

Entra lentamente y una vez que me llena, vuelve a salir, embistiéndome con fuerza.  Se apoya con las manos en el escritorio, y me penetra a la vez que me come el cuello y la boca. El placer se extiende por mi ser y los gemidos no los puedo frenar. Esto me encanta demasiado... él me encanta demasiado.

Me coge por las caderas y me lleva apretada a él, invadida en besos, hasta la cama. Ahora yo me subo sobre él, toco su abdomen y pecho perfecto y me siento lentamente sobre su miembro. Me guía con sus manos en la cintura... Siento que estoy tirando con un dios.

—No puedo más —jadeo.

—Córrete, preciosa —gime.

Y lo hago y al mismo tiempo siento su líquido expandirse en mi interior. Nuestros ojos abiertos se encuentran de inmediato, al parecer ninguno de los dos pensó en protección.

Se escucha murmullo acercándose a la puerta y ya cuando tocan con fuerza, se oye claramente:

—¡Señor! No tiene permitido entrar aquí.

—¡Voy a entrar igual! —grita una voz conocida.

No sé por qué... pero por instinto cojo el celular de la mesita.

La puerta se abre de un golpe.

Cuatro personas nos observan impactados.

Y creo que hay un problema que no tenía previsto... aunque era bastante obvio.

El celular vibra en mi mano.

De: Freddy manager cafetería.

Para: Vania.

Querida, han atacado ambas cafeterías, están hechas cenizas. Lo siento mucho, no lo puedo creer.

Nueva notificación de noticias: La mentira del matrimonio entre el empresario multimillonario Josef Hart y la hija de un conocido empresario Estadounidense, Vania Nicolás.

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Ahhhh conchalalora. Dime si te gustó el capítulo! <3

Me encanta Josef!!

y también me encanta Alan jajaja

¿Quién creen que entró a la habitación?

Dana ya se descontroló, no va a permitir que Josef se le escape.

¿Les gustaría que narrara otra persona? ¿Quién?

Cariños!!

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