17. El escándalo del salón nº 16
Hart hijo
Meses antes...
—Voy a sacar a tu hermano de los negocios —dice de forma determinante. Me giro sorprendido.
—¿Bajo qué excusa? Lo tienes a tus pies, pídele lo que quieras y lo hará.
Mi padre suelta una risa áspera.
—No es así. Si a ti te pido lo que quiera, lo harás.
Asiento, tiene razón. Creería que mi hermano haría lo mismo, está desesperado por cumplir órdenes de papá.
—¿Y se lo pedirás o...cómo lo harás? —El segundo que se toma para responder me quita la respiración. No somos hermanos que se quieren, pero Thomas es capaz de hacer cualquier cosa para lograr lo que se propone. Apostaría a que la única intocable es mamá.
—Haremos... haremos que quiera irse. Quiero que sea una decisión propia. Enemigos tengo demasiados como para añadir a mi propio hijo a la lista. —Sonríe y se pasa la lengua por el labio superior, mientras sé que algo maquina.
Me sorprenden sus palabras.
—Lo he escuchado más de alguna vez decir que no quiere ser parte de los negocios.
—Y, sin embargo, aquí sigue. —Papá se encoge de hombros y se reclina en su sofá—. ¿Trajiste lo que te pedí?
—Sí. —Le entrego la carpeta. La abre en seguida y asiente a medida que va leyendo en silencio. Me atrevo a hacer una pregunta que he querido hacerle desde hace algunas semanas—. ¿Por qué la familia Nicolás?
—Sabes que su padre maneja la mayor parte de los negocios de tabaco en Estados Unidos, ¿por qué no? —Me observa, esperando una respuesta.
—Pero, ¿involucrar a su hija?
—¿A la hija que algún día se quedará con todo? Sí, ¿te preocupa?
—Es solo curiosidad.
—Te da lástima que ella sufra, ¿es la misma razón de por qué no me conseguiste información sobre ella cuando te lo pedí, años atrás?
—No me da lástima, y tú sabes que ella andaba con guardaespaldas siempre.
El desdén en sus ojos es un balde de hielo.
—¿Cómo conseguirás que su familia la traicione? Es su familia... ¿Y quieres lograr que Vania venga?
—Y que se case con uno de ustedes —agrega como si nada. Me quedo esperando que diga que es mentira, sin embargo, eso nunca llega. Quiere casar a uno de nosotros con Vania sin siquiera haberlo discutido previamente. No sé qué decir porque aunque no quisiéramos, sé que no tenemos opción de oponernos. Nota la duda en mis ojos. Thomas Hart es experto en leer a la gente. Enciende un puro y entre el humo de la primera exhalación, comenta—: En este mundo, todos son codiciosos, Hijo. Todos tienen un precio. Solo tenemos que saber el precio que ellos tienen para entregarla, y tú me ayudarás con eso.
Asiento.
—¿Por qué quieres casarla con uno de nosotros? —pregunto, sin intentar parece horrorizado de su posible respuesta.
—Sus padres no lo verán como un castigo, es lo que desean, aunque aún no lo sabes. —Sonríe orgulloso y seguro de sí mismo—. Les voy a ofrecer un trato que nos favorecerá a todos, y eso incluye casarla con uno de ustedes. ¿Tú crees que su familia no la entregará como un dulce? Los Nicolás son unas bestias, por eso me agradan y por eso solamente ellos están dentro del círculo medianamente respetable de Alemania. Así que les ofreceré algo mío.
Algo mío.
—¿Y cómo harás que Vania acepte? —Mantengo las preguntas sobre —creo— asuntos menos profundos.
—Fácil. Porque entonces sus padres perderán la cabeza.
—Lo terminará haciendo obligada.
—No lo digas como si la estuviésemos castigando, mis dos hijos son lo más preciado para mí. No se los entregaría a cualquier persona. Por eso...—Alza la carpeta y me sonríe—, averiguaré quién es Vania Nicolás... y con cuál de mis hijos se casará.
No con él.
Me adelanto un paso.
—Yo podría hacerlo. Supongo que no tiene por qué ser un matrimonio duradero.
—Claro que no, hasta que su padre haga los negocios que necesito en Europa. Solo unos meses.
—¿Y luego?
—No me interesa. En el instante que consiga lo que quiero, no me interesa lo que suceda con ella. Mis palabras no son un juego y cuando ellos se involucren en mis negocios, y la codicia los lleve a hacer lo que quiero que hagan, si no cumplen... o si la chica no cumple su parte...—Dejó la frase sin terminar, pero se me ocurren muchas palabras que podrían completarla, cada una siniestra y retorcida. El hombre que tengo frente a mí no me da nada de miedo, sé que para él, el imperio Hart es casi lo más importante. Casi, porque por un pelo gana mi madre... y por esa única razón nos salvamos nosotros... hasta ahora—. ¿Y si la casamos con tu hermano y luego... los envío lejos. A vivir a Maldivas o a Chile? —Suelta una carcajada—. Lejos a cualquier parte y que sean felices, así Sara será feliz.
Suelto una risa, para parecer que le sigo la corriente.
—¿Esperas que él se enamore?
—¿Eso es imposible? —Vuelve la vista a la carpeta, ahora abierta de par en par—. Es guapa. Tiene una cafetería, alejada de los negocios de su padre, por lo tanto, inteligente. —Sonríe orgulloso—. Es distinta, quizás es lo que tu hermano necesita.
—¿Y por qué lo quieres fuera de los negocios? —Para mí, la respuesta era obvia, sin embargo, necesito escucharla de su boca.
—Con él rondando... el camino se hace más difícil.
—Dejémoslo pensar que el perjudicado soy yo. —Si implica alejarlo, entonces estoy dentro... y no tengo intención de dañar a Vania, ella no tiene nada que ver.
—¿Te quieres hacer cargo de Vania Nicolás?
—Sí.
Mi padre me queda mirando largos segundos, eternos a mi parecer. Podría estar tomando la decisión en este instante de cuál será el futuro de una persona que él no conoce. Cada una de sus acciones es destinada a los negocios, y es capaz de arrastrar a personas inocentes por el barro, para él pasar sobre ellos y llegar primero.
Le toca a la familia Nicolás.
En especial a su hija, Vania.
Y nadie tiene absolutamente nada que hacer contra eso.
Me ofrezco para ser parte del plan, convencido también de que puedo ser mejor para acompañar a Vania. Le puedo asegurar que conmigo va a estar bien y que... todo puede acabar rápidamente cuando pasen algunos meses.
—Lo voy a pensar. —No conozco sus reglas por completo, así que no tengo idea de la decisión que él tomará—. Esperaré la opinión de Sara.
***
Vania
Nunca había sentido celos, o a menos no de esos que tenía ganas de coger la almohada y morderla de estrés. Me siento muy capaz de salir por la puerta, ir hacia Dana y decirle que se vaya de la casa, que no es bienvenida.
El problema es que es bienvenida... extremadamente bienvenida por Josef.
Mientras yo no puedo seguir con mi vida semi normal porque Josef no sale de mi mente, él... duerme con otra a metros de mí.
Pero, ¿qué voy a hacer? Me niego a dejarme en evidencia diciéndole que prefiero que ella no viniera. Sería muy obvio, casi que gritarle en la cara que me tiene desbordada de sensaciones.
Nada. No tengo ninguna opción, así que decido que me voy a mantener lo más alejada de él hasta que el fuego que amenaza con expandirse por mi cuerpo y quemarme por dentro, desaparezca. Estoy segura de que ese día llegará pronto porque lo de Josef es nada más que un capricho... aunque a pesar de todo lo sucedido, creo que el lo único real que hay en mi vida en estos momentos.
Si sigo sufriendo por amor, entonces voy a arrancarme el corazón y venderlo a quién quiera. Tengo ganas de renunciar al amor, no sentirlo más. No tener la amenaza constante de que puedo sufrir otra vez. Ser inmune a los otros.
Luego de media hora, tocan mi puerta.
No quiero responder.
Tocan de nuevo.
Y sigo sin responder. Sé que es él.
—Vania, te traje tu bolsa que se te quedó en la entrada. —La voz apurada de Josef, como si alguien lo estuviese espiando. No respondo—. ¿Puedo pasar?
Me acerco a la puerta y antes de abrir relajo mi expresión. Josef sostiene una bolsita sobre su dedo índice. Esa bolsa es de Lidia.
—Gracias —murmuro, cogiéndola.
—¿Puedo pasar? —vuelve a preguntar.
—No, Dan...
—Acaba de tomar sus cosas e irse.
—¿Por qué?
—Humm algo de no quiero que otra chica viva contigo.
—Ella sabe que no tienes opción.
—Ella sabe muchas cosas que después ignora, y hay otra de las que no tiene idea.
Le abro la puerta en una clara invitación a que entre al único lugar en el que puedo esconderme de él y mantenerlo completamente lejos.
Se queda de espaldas a mí, admirando los pequeños cuadros de fotos de mi cafetería que puse días atrás, es un intento lamentable de sentirme cerca de mi lugar favorito.
—Tienes buen gusto, te quedó maravillosa tu cafetería. No me habías mostrado fotos.
—Gracias. —Carraspeo y me atrevo a hablar de una de las cosas que me tiene estresada—. Así que con Dana están acelerando todo para que yo me vaya... antes.
Se gira y me queda mirando algo contrariado. No le gustó que oyera eso.
—¿No te quieres ir? —Abro la boca para decirle que obvio que quiero, y él se adelanta—: porque si te quieres quedar, yo no te lo voy a impedir. —Su mirada fija en mí, su pecho subiendo y bajando a un paso controlado. Suelta esas palabras como si no fuesen nada, pero para alguien que tiene la vida dentro de un remolino, es un abrazo de amor.
Trago saliva.
En algún universo paralelo, ¿podría ser este mi lugar?
—¿Qué piensas?
—En que no pertenezco aquí. Es una hermosa ciudad y me gusta —extrañamente— el trabajo en el hotel... mmm no pertenezco. Me siento en una vida prestada.Quiero volver a mi pequeño departamento y a mis cafeterías.
Y alejarme de todo el drama de la familia Hart.
Josef siente.
—Pero si quisieras quedarte aquí, yo no te detendría.
Suelto inevitablemente una risita. Me está coqueteando y me molesta lo débil que me siento, y en ese instante, en que estoy mirando fijamente a este ser tan increíblemente sexy e inteligente, me doy cuenta de que es el hombre más interesante que he conocido en mi vida. A pesar de que siento que oculta cosas, Josef me produce admiración. Creo que nadie me había provocado esto antes.
—¿Y tú quieres que Dana me lance por una ventana? —replico.
—Ella no haría eso —ríe y rueda los ojos—. ¿O quizás sí?
—A Dana no le gusta que exista... por supuesto que no va a querer que me quede.
—¿Por qué dices eso? —pregunta confundido. Se me olvida que Dana es una perra cuando él no está escuchando.
—Porque es obvio, tú eres su novio... ¿y te vas a casar con ella?
Menea la cabeza lentamente y no logra ocultarme la cara de risa.
—Te mentí —confiesa—. No haría tal cosa con Dana. —No me deja responder, y continúa—: y te irías en dos meses. Los negocios que están haciendo tus padres en Europa han resultado mejor de lo esperado y... hay algo que quiero hablar contigo. —Se sienta en la cama y busca las palabras un momento—. Encontré el testamento de mi abuelo, donde están las indicaciones respecto al matrimonio. Dice que debemos estar casados por tres años. —Al ver que de la impresión no digo nada, sigue—: pero no dice que debemos vivir juntos... o estar en el mismo país.
—¿Qué pasaría si mañana nos separamos?
—Dos cosas: la primera, las empresas Hart pasan al hermano menor de mi padre. Que es un sádico de mierda; y la segunda, no sé qué sucedería contigo o tu familia.
Trago saliva.
—Ahora, en estos dos meses, tenemos que hacerlo lo más creíble posible. Iremos a todos los eventos sociales y saldremos cada vez que podamos.
—Josef —murmuro con la voz un poco cortada—. Tus hermanos son bastante grandes y ellos pueden tomar sus propias decisiones. ¿Por qué no te alejas de este mundo horroroso?
Josef se pone de pie y pone su mano caliente en mi hombro.
—Te podrías ir a casa, aunque seguiríamos casados hasta cumplir los tres años, ¿estás dispuesta a hacer eso? —En su voz noto cansancio y a la vez veo el hombre hermoso, imponente, seguro y exitoso. Si esta vida es la que él desea a toda costa, no soy nadie para interrumpir su camino—. Cuando llegue el momento, ya le habrás contado al resto que pronto debes volver, pero que será temporal... para asegurarte que todo va bien con tus cafeterías.
—Me imagino que de todas formas tendría que venir a Melbourne.
—Claro, aunque eso no sería más que una visita a un viejo amigo. —Su mirada se desliza por mi cara. Me estremezco, su mirada me produce más de lo que quiero—. ¿Qué sucedió con tu cita?
Arrugo la nariz.
—Nada entretenido.
—¿No te gustó?
—No.
—¿Por qué no? ¿era aburrido? ¿un idiota?
—Le gustaba llevarme la contraria —replico sin pensar.
Esboza una sonrisa preciosa.
—¿Cómo se atreve? Solo un imbécil lo haría
—¿Cierto? Opino lo mismo que tú
—Aunque con alguien tan testaruda como tú...
—Fuera —ordeno, tratando de reprimir la risa.
—Ok, ok —alza las manos y mira su reloj—. ¿Sabías que es el cumpleaños de Alan el sábado?
Trago saliva. Las imágenes de lo que sucedió hace unas horas me dan escalofrío.
—No tenía idea, no me lo contó. ¿Tampoco le gustan los cumpleaños?
—Al contrario, iremos todos a la casa del lago. Queda a unas horas de aquí. Es algo que construyó mamá para papá. La idea era que papá se desconectara, hay bloqueadores de señal instalados.
—No resultó obviamente.
—Obviamente. Thomas contesta llamadas y correos, aunque sean a las 4 de la madrugada. Se volvió loco la primera noche allí.
—¿Sara creyó que él aguantaría? —pregunto escéptica. Ese monstruo no se podría mantener desconectado de su vida.
—Pensó que la amaba demasiado como para dejarla sola. Alan hace su cumpleaños allá para enojar a papá. —Josef suelta una risita y se encoge de hombros—. Es para que...sepas.
—¿Irá Dana?
—No. Iremos nosotros como pareja.
No sé qué expresión pongo. Josef resopla.
—¿Qué sucedió con Alan? ¿Ya no salen más?
—Ya no más. Prefiero que seamos amigos —confieso. Me siento un poco mal de habérselo dicho antes a Josef que a Alan.
—Me alegro de que te hayas dado cuenta de que él no era para ti. —Va hacia la puerta y se vuelve antes de cerrarla tras él—. Buenas noches, Vania.
Me cuesta quedarme dormida con la enorme cantidad de pensamientos que me invade cada vez que cierro los ojos, sin embargo, cuando por fin lo logro, sonidos extraños me despiertan: un quejido que al principio se hace parte de mi propio sueño y luego abro los ojos y sigo oyéndolo.
—¡No! —grita Josef. Mi corazón se detiene por un segundo y a la vez me quedo inmóvil sin saber qué hacer. Si alguien ha entrado a la casa, corro y cojo el gas pimienta que Alan me dio unos días atrás y abro la puerta lentamente. Todo es oscuridad y no me siento tan valiente de ir a ver qué sucede. Oigo a Josef de nuevo y me acerco a su puerta cerrada y pego mi cabeza en la madera fría para oír mejor. Por el espacio que queda entre el piso y la puerta, sé que la luz está apagada y eso me parece extraño.
Giro la manilla lentamente, distingo la cama de Josef y a él sentado con la cara entre las manos. Se refriega los ojos y luego vuelve la vista hacia mí con una lentitud aterradora.
Estoy a punto de salir corriendo como si me hubiese encontrado a la chica del exorcista en la cama.
—¿Vania? —pregunta, con la voz adormecida. Su voz me saca del terror.
—Sí, escuché... ¿estás bien?
Doy unos pasos al frente y prendo la luz cálida de las lámparas del techo que nos envuelve de inmediato. Josef se acaricia la frente.
—¿Qué haces aquí? —Mira hacia los lados, notablemente desorientado.
—Humm... creo que tuviste una pesadilla. —Me acerco a la cama y me siento cerca. La frente le brilla por el sudor. Está sin camiseta y la habitación está demasiado fría para dormir así—. Te traeré algo para que te abrigues. —Abro la puerta del enorme armario y rápido encuentro varias sudaderas colgadas. Cojo una de ellas y se la llevo.
—Gracias —murmura. Se pone la sudadera ante mi atenta mirada. Los músculos de su cuerpo se marcan cuando se la pasa por sobre la cabeza. Retiro la mirada como si estuviese cometiendo un pecado.
Que sucia Vania, no se mira así a las personas.
—¿Te traigo agua?
—No, así está bien. Perdona por asustarte. Es que... tuve una pesadilla horrible. Hace años que no me sucedía. —Vuelve a pasarse una mano por la frente.
—¿Quieres contármela?
Todavía tiene la mirada algo perdida. Nunca había visto a Josef con aspecto tan vulnerable. Menea la cabeza.
—No he podido dormir bien en días. —Bosteza y se gira para poner los pies en el suelo—. Iré a trabajar.
—Son las 4 de la madrugada.
—Es que... no podré dormir de nuevo.
—¿Por la pesadilla?
Se muerde el labio inferior mientras me mira.
—La idea de tenerla de nuevo y no despertar... te oí abriendo la puerta ahora, por eso desperté, gracias.
—Si quieres me puedo quedar.
Creo que Josef ha dejado de respirar. Me mira desconcertado.
—¿Harías eso?
—Si mantienes tus manos quieras obvio que sí —bromeo—. Tu cama es enorme, ni aunque me ponga a dar vueltas llegaría a tu lado —digo para tranquilizarlo, aunque la verdad es que la idea de dormir acompañada, también me hace sentir tranquila.
Josef vuelve a meter los pies bajo las sábanas.
—Tendré las manos quietas, pero si tienes frío te puedes acercar.—susurra. Efectivamente, las sábanas están tan frías como el corazón de Thomas. Me concentro en la respiración de quién tengo al lado. Josef golpea dos veces al aire y la luz se apaga, dejándonos en una oscuridad profunda—. ¿Vania?
—Dime —susurro.
Siento que se mueve y queda más cerca de mí. Apoya su antebrazo en la cama y sé que sus ojos me miran directamente.
Oímos las puertas del ascensor que se abren y Josef salta de la cama. Yo hago lo mismo, pensando que puede ser algún ladrón. Apenas distingo la figura acercándose por el pasillo a toda velocidad, y de repente las luces se van encendiendo a su paso, entonces preferiría que hubiese sido un ladrón porque estamos los dos en la puerta de Josef, mientras Dana avanza enfurecida y tira una carpeta a nuestros pies.
Las fotos mías y de Alan, de alto contenido sexual, tomadas desde algún punto en el salón 16, se esparcen de forma que no hay que mirar mucho para distinguir lo que hay allí.
—Josef, ella es miembro del salón 16 —murmura Dana con cara de espanto y horror, como si estuviese diciendo que maté a alguien sin piedad. Dana hace como que ignora el hecho de que esté en la habitación de Josef, y se concentra en sus malditas fotos, pero yo sé que esto me costará caro. Más de lo que está pasando ahora.
Josef se gira hacia mí.
—¿Esto es verdad? —La decepción y asco en sus palabras...
Trago saliva. La vergüenza me tiene con la cara hirviendo.
—Es... verdad.
—¿Sabes lo que hiciste? —inquiere con voz amarga.
Que me juzgue por culpa de ella me colapsa.
—Sí, lo sé.
—No lo creo Vania, así que te explico, en este tiempo le han estado poniendo precio a tu captura. Ese lugar es para gente demente que le gusta jugar. ¿Sabes cuál es el juego?
Me quedo en silencio porque creo que lo que pienso que es... no es tan así.
—Cuánto apuestan por ti y cuánto pagan para adivinar quién eres. Quien adivina quién eres le paga a quién captura lo suficiente como para salir del mapa. ¿Alan te metió en esto?
Mi mirada se desliza a Dana que se debe estar revolcando de felicidad bajo esa expresión de miedo.
——
Hola bbys!!!! <3
Espero que estén de maravilla y que este capítulo les haya gustado
Vania está en problemas... ¿creen que Josef la ayudará?
¿Alan la metió en eso?
¿Con qué hijo está hablando Thomas Hart?
Ayyyy muchas dudas.
¿Les gustó?
Besosss
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