1. Boda o muerte

Vania

—Hemos perdido todo —dice, con una voz sombría y estremecedora apenas entro a su despacho. Trago saliva.

Esto no puede estar sucediendo.

—¿Todo? —pregunto, sin creerlo. Meneo la cabeza. Espero que se largue a reír en cualquier momento, aunque sé que es serio desde que oí su voz alterada por teléfono.

—Todo, Vania —replica mamá.

—¿Qué ha pasado?

—Perdimos todo —repite, como si eso explicase la situación.

Retrocedo unos pasos hasta que siento el borde del sofá chocar con la parte trasera de mis piernas y me dejo caer. Sacudo la cabeza, me está costando trabajo ordenar mis pensamientos. Tengo el impulso de ponerme de pie, salir de la casa, subirme a mi coche e ir a mi apartamento sin oír nada más, sin embargo, la expresión de mi madre, me retiene en mi lugar.

—¿Qué... qué dice papá? —pregunto, sin mirarla. Tengo la vista pegada en la alfombrilla bajo mis pies. ¿La podrán vender? Mis padres la deben haber traído de algún viaje por Turquía o los países nórdicos. Mi madre carraspea y levanto la cabeza. Lleva una mueca de horror que me pone los pelos de punta.

—Tu papá... tu papá ha encontrado una solución —dice, y al mismo tiempo comienza a caminar de un lado para otro.

—¿Vender todo?

—Vania, mira a tu al rededor —espeta, con voz temblorosa. Entrecierro los ojos—. ¿No entiendes que nada es nuestro? Todo lo que está en esta casa y los bienes que están a nombre de tu padre o... mío, los perdimos. Quedamos en la calle y más que eso —dice, mirándome de una forma extraña.

—¿Cómo lo perdieron todo? Explícame. ¿Un mal negocio?

—Nos engañaron. —Avanza a paso rápido hasta el escritorio de mármol que se encuentra junto a mí, y comienza a servirse whisky. Da un trago y señala hacia la ventana, temblorosa—. Carlos, Clara, y Rubén fueron parte de esto. —La voz se le quiebra más aún.

Eso es imposible.

—¿Por qué dices eso? —Recuerdos aleatorios de los amigos de mis padres que han sido también mi familia, vienen a mi mente: vacaciones, eventos familiares, navidades, cumpleaños, etc. Hasta estuvieron en mi graduación—. ¿Estás... estás segura? No puede s...

Deja el vaso de golpe sobre la mesa, y unas gotas le llegan a la blusa. Camina hacia mí, con los dientes tan apretados que la mandíbula se le marca. Se sienta en el piso frente a mí y me abraza las piernas. No sé qué hacer. Mi mamá nunca ha sido cariñosa, jamás la he visto flaquear, temblorosa, asustada. Es la mujer más fuerte que conozco y lleva la empresa millonaria de la familia, como si fuese igual de fácil que llevar un brazalete más. En mis veintitrés años, no había visto a mi mamá... dejándose caer. Trato de abrazarla, pero ni siquiera sé cómo.

—Era un negocio impecable, como los muchos que hemos realizado. No tenía fallas —explica, con la voz apenas. Siento mis piernas húmedas. Está llorando. Aprieto los labios, al mismo tiempo que mi corazón hace lo mismo. ¿Qué harán ahora? Una vida llena de lujos... reducida a ...nada—. Cómo ellos...tus padrinos... estaban en otros negocios también, no tenían toda la liquidez necesaria. Así que tu padre... tu padre firmó todo. Todo, Vania. —Alza la vista. Las lágrimas le salen sin parar y nunca había visto a mi madre tan... adulta. El maquillaje y su vestimenta han sido siempre impecables—. Y era mentira. Una estafa —sigue.

—¿Necesitaban dinero? —pregunto, incrédula. Cada uno de mis padrinos, o como así yo los llamo, tienen tanto dinero como mi familia. Y estoy hablando de lo suficiente para levantarte un sábado por la mañana con ganas de comprarte un yate de lujo, y poder ir a comprarlo sin problemas. Además los tres están casados con personas que también considero mi familia, sin embargo, ninguno tiene hijos. Yo soy la única persona joven entre ellos.

—No —responde, seria. Está tan anonadada que las palabras apenas le salen.

—¿Habían discutido con papá o contigo? —Quise saber, como si eso fuese alguna excusa para lo que hicieron. Sacude la cabeza.

—No, Vania —replica, con una voz desgarradora y una expresión que me sobresalta.

—¿Qué es mamá?

—Tú —dice, clavándome la mirada.

—¿Yo? —Me quedó esperando a que continúe, pero nada sale de su boca. Más que sollozos descontrolados, parece que está a punto de descompensarse y me preocupa. ¿Qué tengo yo que ver en todo esto?—. Yo tengo trabajo, y tanto mi coche como mi departamento, están a mi nombre. Ustedes... pueden ir a vivir conmigo. No tendremos nada de lujos, aunque podremos arreglárnosla hasta que...

Mi mamá exhala fuerte y cierro la boca de golpe.

—No me estás entendiendo —gruñe enfadada.

—Entonces creo que no estás siendo clara.

—Tus padrinos... esos imbéciles han hecho esto porque...—Se pone de pie y comienza a caminar hasta el vaso que había dejado abandonado—, hace unos meses hicieron un negocio con Thomas Hart. Tú... tú a él no lo conoces —dice, meneando la mano, aún de espaldas. Coge su vaso y se lo lleva a la boca con desesperación. No me suena el nombre Thomas, sin embargo, el apellido no se me hace desconocido. ¿Quién más se apellida Hart?— Tu padre se opuso, porque ese hombre es peligro, todos los saben. Si haces negocios con él, nunca más puedes deshacerte de su existencia. —Cierra la boca y lleva su mirada hacia la ventana. Horrores vienen a mi mente.

—¿Qué tiene que ver esto conmigo? —La voz me sale más nerviosa y aterrada porque ya entendí que detrás de esto no solo están mis padrinos, sino un hombre peligroso. Y de repente la respiración se me corta.

Hart

Hart

Hart

¿Alan Hart?

Oh, rayos.

—Todo ha sido para que...

—¿Para que...?

—Te cases con su hijo —suelta mi mamá, resolviendo por fin ser clara después de mucho rato. Aunque lo que salió de su boca es tan ridículo que suelto una risa que se oye como un alarido histérico.

—¿Hart? —pregunto, sin parar de reir.

Así que todo esto es una pesadilla. Ya, es momento de despertar Vania.

Despierta.

—¿Conoces a su hijo?

Alan Hart.

Sí, mamá. Me di un revolcón brutal y bastante alocado... con él a los dieciocho en una fiesta... Los dos ebrios hasta las uñas. Me costó meses olvidar a ese chico. Pasamos una noche completa juntos, y luego nunca más supe de su existencia.

Hasta ahora.

—Dime que todo esto es una broma, por favor —suplico, con el llanto atorado en la garganta.

—Lo siento, pero no lo es.

—No me pueden hacer esto, ¿desperté en el 1800? ¿Que me case con alguien? ¿y por qué yo? ¿Y por qué con él? ¿y qué le digo a Daniel? Sí, cariño... terminamos nuestro noviazgo de cinco años porque me voy a casar con un completo desconocido. ¡Adiós!

—No lo estás haciendo más fácil —gruñe mi madre. Si fuese posible lanzar fuego desde mis ojos, en este preciso instante estarían saliendo como lanzallamas.

—¿Qué no lo...? ¿Qué no lo estoy haciendo...? —Ni siquiera logro terminar la frase.

—Tu padre maneja el negocio de los cigarrillos en Estados unidos...

—Sé lo que hace papá.

—Thomas Hart maneja muchas cosas, pero no... los cigarrillos. Tus padrinos hicieron negocios con él, y perdieron todo, sin embargo, también era una trampa para ellos. Tú, como única hija, heredarás el negocio de tu papá.

¿Qué más fácil que casar a su hijo conmigo? Todo quedaría en familia...

Sacudo la cabeza y me refriego la cara.

—Pensé que ya les había quitado todo —murmuro. Tengo la mano en la boca, no puedo creer que esto esté realmente sucediendo.

—Hay algo que tú no sabes. La empresa está a tu nombre —dice, y la oigo como si fuese una sentencia de muerte. Mi muerte. Nunca habría estado de acuerdo con eso. Para mí, el negocio del cigarrillo me parece despreciable. Es por eso que me independicé a los dieciocho años. Aunque sí, admito que mi padre me regaló el dinero para abrir una cafetería. Dinero que le devolví apenas me lo pude permitir.

—¿Por qué está a mi nombre? —La voz me sale apenas.

Se encoge de hombros y chasquea la lengua.

—Supongo que tu padre sospechaba que algo así podía suceder. No le contó a nadie, excepto a Carlos. Yo no sabía. Tus padrinos, sabiendo que tú nunca te casarías por elección propia, sobre todo porque no quieres ser parte de los negocios... se aprovecharon de esta información. —Mi mamá lanzó una sonrisa irónica y alzó las cejas—. Así de fácil lo hicieron. Saben que no te negarías.

¿No me negaría? ¿Mi mamá cree que me casaré con alguien más para devolverle la empresa a papá?

Meneo la cabeza.

—Y así de fácil me ofreces de carnada. No me voy a casar con nadie —respondo con firmeza. Sé que mi madre es fría, pero nunca hasta este punto—. Si la empresa está a mi nombre, se la devuelvo a papá. En un par de años recuperará todo. Yo no la quiero.

Mi mamá palidece antes de abrir la boca nuevamente.

—Hay una deuda de millones de dólares —musita, tan bajito que no sé si oí correctamente.

—¿Qué?

—Es una deuda tan grande, que nunca podríamos pagarla. Nos... no matarán por esto. —Se acerca a mí a paso rápido y coge mis manos entre las suyas. Ya no solloza, ahora lo que sale de su boca se parece más a una súplica—. Nos matarán, Vania. Thomas se hará cargo de la deuda de tu padre, si tú aceptas casarse con su hijo. Y hará de tu padre su socio. Y si él te hace su socio, nunca nadie más se atrevería a tocarnos, ni el propio Thomas. Esa es su regla de oro. Una vez socio, hagas lo que le hagas, siempre serás su protegido.

Me pongo de pie repentinamente y mi madre se sobresalta. Sus manos se quedan suspendidas en el aire.

—¡Fácil entonces! Me caso con ese tipo, y todos ustedes son felices viviendo la vida de ricos de siempre. —No puedo creer lo que está sucediendo—. ¿Y si le entregamos la empresa y ya?

No entiendo por qué mi madre está pensando algo así. Entiendo que no quieran perder la riqueza y la vida que llevan, pero para mí no hay otra opción y me duele que piense que... casarme sea algo viable.

Sacude la cabeza con desesperación.

—La mayor empresa de los Hart está a nombre de su hijo hasta los 31 años, a menos que se case antes. Así lo dejó estipulado el padre de Thomas, que ya está muerto. ¿Entiendes esta locura, Vania? —Las lágrimas nuevamente avanzan por su cara. Me alejo más de ella—. Mark Hart, el padre de Thomas. No era estúpido, no quería que su empresa muriese, ni que la tomara cualquier persona. La esposa debe estar en una posición no solo acaudalada, sino que los negocios de su familia se consideren un aporte. Nadie ha sido del agrado del hijo de Thomas, aunque ya a una semana de su... cumpleaños, es algo que debe hacerse ahora.

El mundo parece detenerse a mi al rededor.

—¿Una semana?

Mi mamá corre a abrazarme.

—No te voy a obligar, por supuesto. Aunque nuestras vidas no dependieran de eso, no te lo pediría, Vania. Con tu padre podríamos escapar, pero no tenemos ni un dólar en nuestros bolsillos en estos momentos, y a ti te podrían hacer algo... Thomas ya fijo la vista en ti, y con el cumpleaños tan cerca... no sé... Nos dieron cuatro días para que llegues allá—. Su voz se apaga poco a poco, y ya no estoy tan segura si es porque le preocupa perder su posición social o perderme a mí.

Y estos pensamientos en los que mi mente insiste, impacta en el centro de mi pecho como si fuese una estaca.

Que sola estoy.

Y ya el mundo no parece que se haya detenido, si no derechamente se está cayendo frente a mí. Siento que en un mismo día perdí a mis padrinos que amo, y a mis padres que han estado de acuerdo en entregarme sin rodeos. Está claro que puedo negarme, sin embargo, no podría vivir si les pasa algo.

Me despego de ella con un nudo en la garganta, y no me había dado cuenta de que las lágrimas avanzaban por mi cara hasta que llegaron a mi cuello. Cojo mi cartera y avanzo hacia la puerta. Allí me detengo y miro a mamá.

—¿Dónde están ellos?

—Melbourne, Australia.

—Me iré mañana a primera hora —murmuro, con una frialdad que hasta a mí me impresiona. No tengo intenciones de casarme con él, no puedo dejar mi vida atrás. Quiero convencerlo de hacer otra cosa.

—Si vas, no te dejarán volver. ¿Lo tienes claro?

Trago saliva.

No, mamá. No lo tengo claro.

Odio que mi madre parece ni siquiera haber pensado en otras posibilidades. La idea de perder todo su dinero la tiene aterrada, y prefiere entregarme a las manos de una familia conocida por su maldad. Me sorprende y me duele el corazón lo sucedido con el dinero, porque sé lo importante que es para mis padres; pero más me duele... que mis padres piensen que esta locura es una opción.

¿Realmente sus vidas corren peligro?

¿Y qué me queda hacer a mí?

¿Acaso podría dejar morir a mis padres?

Nunca, no podría vivir con eso.

—Mañana viajaré a Melbourne, no le digas a nadie. ¿Puedes hacer eso por mí? —No tengo claro si lo haré o no, pero algo debo hacer.

—¿Y qué harás? ¿Tratarás de reunirte con Josef?

—¿Con quién?

¿Quién es Josef?

Mi madre arruga la frente.

—Josef Hart.

¿Josef Hart? Madre mía...

—Josef Hart —murmuro entre dientes. Y al decir su nombre en voz alta, me congelo en el acto. Un escalofrío me invade—. Es Alan Hart.

—No, se llama Josef Hart. —Me mira confundida, tanto que hasta a mí me hace dudar. Sin embargo, no... no olvidaría nunca esa noche y la aventura con Alan Hart. Aquí es donde admito que con mis amigas stalkeamos a Alan durante meses, aunque nunca me atreví a hacer algún movimiento más que agregarlo a Instagram. Y mi historia de amor llegó hasta allí porque no me acepto ni tampoco me siguió de vuelta.

Un golpe a mi ego, aunque ese no es el punto aquí.

—Alan es el hijo menor, Vania.

Ay dios, ¿esto podía ser peor?

Claro, el chico con el que estuve en esa fiesta no era mucho mayor que yo... tendría mi misma edad o quizás un poco más, no 31.

—¿Estás segura? —pregunto, con un hilo de voz.

—Completamente segura. Son dos hijos: Alan y Josef.

—¡Maldita sea! —gruño, saliendo del despacho de mamá. Ella no hace el intento de seguirme. Me apoyo en la puerta ya cerrada. Apenas puedo controlar la respiración.

Alan Hart ha sido el chico con el que he pasado la mejor noche de mi vida. No es que esté enamorada de él, tampoco estoy loca porque no me relaciono con él y desde hace cinco años que no hablamos. Sin embargo, si por casualidad aparece en alguna foto en Instagram, el estómago se me revuelve y la parte baja de mi vientre recibe una descarga eléctrica cuando pienso en esa noche. Y es que no solo es perfecto físicamente, sino que sus besos, sus caricias, y la forma en que me hizo sentir... ni se ha asomado a lo que he sentido después con otros chicos. Y créanme que lo he intentado.

Ha sido mi amor platónico e inalcanzable, aunque su existencia no es algo que recuerde cada día, para nada. Solo cuando me aparece alguna foto hermosa de él.

La vida ahora da un giro inesperado, debo decidir si casarme o no con su hermano mayor Josef. Probablemente Alan ni se acuerde de mí, ¿pero me será tan indiferente él a mí si lo veo nuevamente?

¿Cómo salgo de esto?

Piensa, Vania.

Comienzo a caminar con las piernas temblorosas hacia la escalera, y el sonido de llamada de mi celular me saca de mi estupefacción. Un número desconocido aparece en la pantalla.

—¿Hola?

—¿Vania Nicolás?—Una voz masculina me saluda—. Soy.. soy Josef Hart. Necesito hablar contigo.

___

Uffff, ¿y esta sorpresa? 

¿Cómo están mis lectores preferidos?

Cuéntenme qué les pareció este primer capítulo jiji

¿Y qué creen que sucederá con nuestra querida protagonista? ¿Dónde se irá a meter?

¿Qué quieren que suceda en el siguiente?

jiji Estoy emocionada <3

Besoooos. (Recuerden agregarme a Instagram si no me tienen: valesminombre)



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