♡. prologue
❝ nuevo juego ❞
Colores pasteles esparcidos por la pequeña mesa ratona y el piso de madera, en el centro de ésta, se encontraba el pequeño Jimin dibujando con esmero un lindo gatito. O eso se suponía que era.
Con desespero rayó todo el dibujo, enfadado del resultado negativo, otra vez. No era muy buen dibujante, y eso lo ponía triste. Quería dibujarle algo bonito a su Jungkookie, porque él le hacía sentir bonito.
Como si de un rescate se tratara, la puerta de entrada sonó al cerrarse, casi al instante escuchando la tierna voz de Jungkook llamándolo.
—¡Minnie! —corrió hacia él, con papeles y lápices de colores en su mano.
—¡Kookie! —lo abrazó con entusiasmo, sus grandecitos cachetitos asemejándose a los de un tierno hámster al momento de recargar su barbilla en el hombro de Jungkook.
—Ten, hice esto para tí —le mostró la hoja que tenía en mano, eran ellos dos y a su alrededor varios corazones que, en lugar de ser de un monótono carmín, eran púrpuras.
Sí, últimamente Jungkook siempre le traía dibujitos a Jimin, por eso Jimin quería igualmente hacer un dibujo para él.
Cuidadosamente observó el dibujo, apreciando que Jungkook había dibujado su sonrisita que tanto decía que le gustaba. Sus ojitos se hicieron acuosos, él no tenía nada que darle.
—¿Seguimos jugando a hacer dibujitos? —se puso al lado del castañito, comenzando a trazar líneas con el color azul.
Pero su compañero estaba muy silencioso.
—¿Jimin...? —vió el prominente puchero que siempre hacia antes de llorar, por lo que con rapidez lo abrazó—. ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? —empezó a sobar su espalda, para dar consuelo.
—Es que siempre me das dibujos bonitos... —escondió su carita sonrojada en el pecho de Jungkook—,y yo n-no puedo hacer dibujos bonitos como los tuyos, para también darte unos.
—Minnie... —tomó entre sus manitas los cachetitos del castañito.
—No quiero jugar a hacer dibujitos, no me salen —se quejó, su boquita adorablemente de piquito por sus mejillas que eran aplastadas. Jungkook sólo asintió, juntando su frente con la de su menor.
—Está bien, hagamos otra cosa —respondió con calma, soltando los cachetitos de Jimin. Sentía que debía hacer bien su papel de hyung, al ser casi un año mayor. Aunque en su mentecita ser hyung significaba mimar a Jimin en todo lo que quisiera.
—¿Qué podemos jugar? —preguntó con más entusiasmo. Ya habían jugado desde saltar la cuerda hasta las traes, no se le ocurría algo más.
El pelinegro pareció pensar por largos segundos, hasta que una gran sonrisa surgió con entusiasmo.
—Juguemos a lo que hacen mamá y papá.
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