8

¿Sabes lo que es tener una preocupación? Cuando sientes que el mundo se te viene abajo y no tiene solución. Así me sentía yo al recordar que no tenía Biblia para buscar respuestas. Mentiría si les dijera que he leído la Biblia completamente. Ciertamente la parte del Apocalipsis siempre se me ha hecho una de las más oscuras de ella, y yo siempre pasó de cualquier cosa que me diera miedo. Por otro lado, yo ya no tenía la Biblia conmigo, se la había regalado a mi vecino y conseguir una era más difícil que encontrar la aguja en un pajar.

—¿Por qué estás tan pensativa? —preguntó Betty mientras caminábamos por las calles escurridas en agua de la ciudad.

—Estoy pensando en todo lo que vimos hoy.

—Ha sido un poco de todo lo que realmente abarca el Apocalipsis —exclamó con seguridad.

—¿Cómo lo sabes? ¿Lo has leído?

—Es de mis partes favoritas, me gusta ver las profecías que se han cumplido a pesar de ser predichas desde tiempos antiguos. Después de todo también soy de familia de Biblia, y aunque me ves vestida y actuando así, creo en ella.

—Entiendo, creer va más allá de unos muros o unas bancas, más allá de la ropa también, supongo —exclamé.

—Servir, orar, aclamar y sacrificar, todo eso depende de uno mismo.

Alejandro permaneció callado siguiéndonos desde atrás, él seguía leyendo su libro y ponía poca atención a sus pasos y a nuestras palabras. Creo que cada uno se refugia en lo que cree hasta perderse. El cielo seguía crujiendo, pero en la tierra no caía nada. Sólo parecía que un dragón eléctrico se acariciaba por las nubes provocando en este, ruidos de truenos.

—Me he quedado sin Biblia, —comenté viendo hacia el cielo con una mirada triste un sollozo intentando salir de mi pecho— se la he regalado a quien la necesitaba más que yo...

—Eso no suena como una decisión muy inteligente, —refutó Beatriz— es muy difícil encontrar Biblias hoy en día, ni siquiera en sitios de internet. Todo lo que tiene que ver con religiones y creencias están penadas por "no permitir libertad de expresión" —comentó con sarcasmo.

—Lo sé, pero no me gustaría pedírsela de vuelta —contesté.

—No me atrevería a prestarte la mía —refutó Beatriz.

—Yo tengo, —dije pensativo— pero está en español —finalmente dijo Alejandro.

—No importa, la que era de mi familia también estaba en español, no le habría dado una francesa a el vecino, De hecho, esa es la razón por la cual yo tuve que aprender español desde niña.

—¿Y por qué estaba en español? —preguntó Alejandro.

—Seguramente mis ancestros hablaban ese idioma, y por alguna extraña razón los hispanos hablantes son más creyentes que los europeos, así que fue pasando de generación en generación, y tuve que aprender español desde temprana edad para entenderla.

—Entonces buscaré en mi casa... —dijo hundiendo su mirada en su libro como si fuera el mismo mar.

—Bien esperare entonces... —concluí.

Seguimos caminando de vuelta a casa y dejamos a Beatriz en el mismo parque donde la encontramos. Nos despedimos de ella y por supuesto, ella caminaba hacia adelante sin mirar atrás. Alejandro caminó de nuevo viendo el piso y su alrededor. Sonreía y unos pequeños orificios se le formaban en las mejillas. Sus pestañas grandes lo hacían parecer dormido si caminaba mirando al cielo. Su cabello estaba alborotado por tanta lluvia y viento, le sentaba bien.

Cuando llegamos a los edificios, nos despedimos, y fue una escena fría, y tras esa escena no hubo más que oscuridad nuevamente. Cada vez oscurecía más temprano y nadie tenía una razón hasta ese momento del por qué. No sabíamos que se ocultaba en esa oscuridad y nubes negras del cielo. Aquel día por fin era víspera de Año Nuevo, más por la neblina toda celebración pública hacia sido cancela, no se sabía si volvería ni tampoco que significaba, así que por precaución no hubo celebración alguna.

Caminando por la oscuridad, que sólo las farolas alumbraban, dentro las sombras del pasillo, salió Ying. Me volteaba a ver de nuevo, sin precaución alguna, ni sumisión. Me quedé petrificada a medio camino con una sensación extraña sobre mis piernas, como si una telaraña las envolviera haciéndoles cosquillas, sonreí.

—Hola... —dije incrédula al encontrarlo.

—Hola, el otro día saliste corriendo de mi departamento —el alzaba su barbilla mientras hablaba conmigo, y su mirada petulante no paraba de verme.

—Es que, tenía mucho frío.

—Claro... —sonaba incrédulo al hablar, y sonreía mientras se aproximaba a mí— ¿Recuerdas el Ying y el Yang?

—Si, si lo recuerdo —dije sonriendo y viéndolo tiernamente mientras se aproximaba.

El buscaba en sus bolsos tiernamente, como si hubiera olvidado donde había puesto algo, y al final, dentro de su chaqueta a la altura del pecho, sacó una caja pequeña acompañada de una sonrisa. Abrió la caja, y saco un collar de oro con un dije, el dije del Ying y el Yang.

—Sé que somos muy diferentes, pero lo diferentes es bueno —comentaba caminando hacia mi espalda.

Él tomó fuertemente de mi cabello jalándolo levemente hacia atrás. Respiro por mi nuca hasta mi cabello, y colocó el collar sobre mi cuello. Nunca me había sentido tan nerviosa y mucho menos excitada. Por su puesto, parte de mí, repelía ese sentimiento extraño, por muy bien que se sintiera.

—No sabes lo deseable que eres... —comentó abrazándome.

Sus manos largas me quemaban la espalda nuevamente, y había un extraño brillo en sus ojos que no me daba buena espina. Lo aparte discretamente intentando fingir sólo timidez. Algo pasaba en mí cada vez que él estaba cerca, y no tenía explicación.

—No seas tímida, seguro que tienes interés en conocer más allá de lo que piensas que tienes —relamió su boca.

Él tomo del botón de mi pantalón, y lo jaló hacia su cuerpo. Sonreía y sus brillantes ojos comenzaban a ser hipnotizantes.

Lo alejé empujándolo, molesta e indignada. Y le dije fuerte y claro: "Esto no funciona así, adiós".

Escuché su risa, discreta y extraña, al voltearme para caminar. Mi sorpresa fue encontrarme a Godofredo, viéndonos desde el descanso de las escaleras de mi edificio. Godofredo tenía su mirada clavada en Ying, así que volteé a verlo y él sólo alzo los brazos a los lados con las palmas hacia el cielo, sonreía retándolo a bajar a enfrentarlo. Godofredo empuñó sus brazos. Subí las escaleras, y aunque nunca tuve mucha confianza con él, lo tomé del brazo haciéndolo subir poco a poco. Después de subir dos pisos él me detuvo, jalando un poco de mis brazos que en realidad querían hacerlo subir.

—Gracias —musitó.

—¿Eh? —respondí tras escuchar su voz grave pero gentil.

—Me ayudó mucho. Leí todas las frases que subrayaste en amarillo ¿A eso te referías?

—¡Si! —respondí contenta— las frases que subrayo con amarillo, siempre son las más brillantes y positivas, las que nos mueven a ser mejores, creer, confiar...

—Sentí que realmente tenía compañía, dejé de sentirme solo, —comentó y comenzó a subir sin que yo le jalara— en mi familia no tenemos Biblia, no hubo herencia de ese tipo en nuestra casa. No tenía idea de lo que se encontraba ahí, siempre escuché malos comentarios sobre lo que podía encontrar.

—Pero quedarte sólo con lo que te digan jamás te dará una idea de lo qué hay más allá, y te quedarás sólo con la versión de la gente. No hay como probar las cosas por ti mismo.

—Yo creía y sé sobre otras cosas... —respondió— y creí que estaba bien así, la gente que dice creer en lo que tú dices creer, siempre me ha decepcionado.

—Pero ellos son gente común, como tú, como yo. Dios no es representado por ellos, Dios se representa sólo, por eso mandó a su hijo, porque nadie podría ser como él, sólo él mismo. Creer que un hombre puede representar a Dios, siempre será decepcionante, más puede haber quién predique su palabra, y nuevamente, lo sabrías si leyeras la Biblia.

—Trata temas muy difíciles —dijo algo lloroso.

—Lo que pasa es que Jehová no teme a hablar con la verdad, pero al mismo tiempo nos habla con metáforas para que podamos entender muchas verdades con una sola palabra. Aunque también es porque, sabe que somos necios y cuando nos hablan directamente hacemos oídos sordos.

—Te lo agradezco —dijo sacando mi Biblia intacta de su mochila— no puedo sacarle copias, porque es ilegal tener una, pero creo llevare estos aprendizajes en mi corazón y mente.

Sonreí y el recibí de vuelta en mis manos.

—¿Y si ya pequé, me voy a ir al infierno? —preguntó con temor en su voz y sin poder sostenerme la mirada.

—¿Leíste Apocalipsis? ¿Por qué lo hiciste? —pregunté riéndome un poco.

—No sé, me gusto el título, creo. Y bueno, ahora tengo miedo, porque creo que es claro que he pecado...

—Primero que nada, —interrumpí— no soy un mesías, y no tienes por qué comentarme tus pecados. Esto es algo que sólo tú tienes que pensar y analizar y confesar a Dios. Dios no está en una piedra, no necesitas ver nada ni a nadie para estar con él. Él siempre está disponible para ti. Así que, piensa que quieres mejorar y platícalo con él. No dejes que nadie te haga sentir mal por lo que has hecho, ni tú mismo.

—Eres una buena persona, aunque tal vez hablas un poco de más. Te debo una. Por cierto ¿Pasa algo entre tú y Ying?

—No sé, —respondí dudosa— ¿Por?

—Es sólo que después de leer, me quede pensando en un par de cosas. Aunque seguramente no es nada nuevo para ti.

—¿De qué hablas exactamente? —pregunté pensativa, cruzándome de brazos.

—Olvídalo, —dijo aliviado— tal como dices tú, cada quien debe hacerse responsable de sus propias acciones y yo no soy quién para juzgarlo.

El avanzó hacia su departamento, se metió en él, pensativo, pero me regalo una sonrisa fingida al notar que aún lo observaba. Cerró despacio su puerta y procedí a meter mi llave en mi departamento. Al abrir la puerta del mismo, me encontré a mi madre pensativa, viendo sus manos las cuales chocaba una con la otra simultáneamente mostrándose nerviosa. Ella me volteó a ver.

—¿Estás bien mama?

—Tengo ansiedad —respondió.

—Tal vez deberías salir más...

—No es eso, hay algo aquí que no me gusta nada —comentó nerviosa—, en la tarde mientras me bañaba, me sentía observada y no es la primera vez. Al principio creí que era la adaptación, pero... al salir del baño, alguien o algo aventó un plato hacia dónde yo estaba. Se quebró totalmente, pero este tipo de cosas, jamás nos habían pasado. No sé si hay un fantasma aquí, o que es, pero está matándome de angustia —comentaba, mientras tiraba de su pelo hacia atrás con algo de desesperación.

—Podemos mudarnos, es decir, de departamento o de edificio.

—Hija... hay algo que quiero decirt...

Mi madre había tomado de mi mano para poder decir esas palabras, pero el timbre repentinamente sonó. Mi madre estaba nerviosa y al ver mis intenciones de atender la puerta me apretó fuertemente la mano. Su mirada tenía gran angustia.

—¿No quieres ver quién es?

—Adelante... —dijo parpadeando, regresando en sí.

Caminé y abrí la puerta, era Alejandro de nuevo con su sonrisa y una enorme Biblia en la mano.

—Aquí tienes —dijo entregándomela.

—Lo dices tan como si nada... —dije sonriendo incrédula y viendo su hermosa Biblia color marfil.

—Es que los magos no tenemos apegos, así como te la doy, estoy segura que la volveré a tener. Por cierto, hola señora —exclamó levantando la mano hacia mi madre, ella solo le sonrío confundida.

—Es hermosa, —dije al ver su biblia entre mis manos— pero ya no es necesario —dije devolviéndola—, me han regresado la mía.

—¡Qué bueno! Me alegra saber que la recuperaste. Igual si un día lo necesitas cuenta con ella...

—¿Por qué no la lees tú?

—¿Quién dice que no lo he hecho ya? Te mencione que he estudiado de todo, incluyéndola a ella —refutó.

—Para ser un cuernito, siempre logras sorprender a este croissant.

—Lo sé, los cuernitos también tenemos lo nuestro. En fin, te dejo con tu madre, estoy seguro que querrás contarle muchas cosas.

—¿Por qué no mejor te quedas a cenar? —dijo mi madre levantándose del sofá.

—¿En verdad? Muchas gracias —dijo pasando hacia el departamento. Dejando su biblia sobre el sofá.

—Prepararé algo de comer, espero que te guste la comida común porque no soy chef ni mucho menos —bromeaba mi madre.

—Descuide, tampoco lo soy. Solo estaré un momento, aunque no hemos preparado nada tampoco, quiero pasar año nuevo con mi madre.

Cuando cerré la puerta una carta resbaló por encima de la puerta, como si hubiera estado ahí esperando todo ese tiempo y simplemente resbalara. No tenía destinatario ni remitente, la abrí por curiosidad, aunque, tenía una idea de quien podría ser.

"Ven a mi casa mañana a las 6 de la tarde, dame la oportunidad de mostrarte mi mundo" Ying.

Ignoré el mensaje, e incluso hice la carta añicos con mis manos. Mi madre volteó a verme algo extrañada, Alejandro había leído mis pensamientos para entonces. Así que simplemente cerré mi puerta y me senté junto a Alejandro a esperar la cena.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top