7
De nuevo era de día; el canto de las aves estaba sonando afuera de la ventana. También se escuchó el canto de un cuervo pasar por el cielo. Fue una terrible sensación el escucharlo, incluso interrumpió mis sueños. A veces se escuchaban los pericos volando también, su canto tampoco era bonito, pero no provocaba miedo, sólo me hacían despertar con cierto espanto. El aire, aun así, inspiraba a una nueva aventura.
A pesar de haber dejado ir mi Biblia para siempre, me sentía bien aquella mañana. Tenía un buen presentimiento sobre mi futura reunión con la congregación C.A.C. Aquel día salí de mi cuarto y para mi sorpresa mi madre no estaba. Tomé una rebanada de queso y la devoré con rebanas de pan y café. Fue uno de los desayunos más deliciosos que tuve. Recordé a mi antigua Francia mientras veía su respectiva bandera colgando en la sala. Parte de mí, siempre seguiría siendo parte de Francia aunque ya no vivía en ella.
Sonreí, recordando el apodo que Alejandro me había puesto. De cierta manera me gustaba ser un Croissant, y estaba agradecida de haber conocido a un Cuernito.
Tomé mi sombrilla tras ver el terrible clima. Para ser vísperas de Año Nuevo, el clima era bastante cambiable, pero no era increíble. Después de tanta contaminación del humano contra el medio ambiente, todo era creíble en aquel entonces. Por fin encontré a Alejandro a la salida de los departamentos, estaba leyendo un libro mientras tenía unos audífonos enormes y rojos puestos. Estaba usando una playera blanca, unos pantalones amplios de mezclilla y una bufanda roja y larga, un poco desgarrada y vieja.
—Por fin vienes preparada para los cambios extremos de clima —exclamó al verme acercándome.
Yo estaba usando unos jeans entubados, una blusa de manga larga, y mi sombrilla tenía forma de catarina roja que, al abrirse, combinaba con mis botas.
—¿Qué lees? —pregunté al estar cerca.
—No creo que lo conozcas, no es para croissants —me enseño rápidamente la portada— así como las Biblias son herencia, estos libros son mi herencia familiar. Aunque ya sabes, yo leo y tengo de todo un poco. Estos libros pasan entre las manos de mago en mago, generación tras generación.
—Nunca lo he leído... —exclamé viéndolo de reojo— adivino, esto tiene que ver con el Universo —deduje al ver el título.
Si, claro. No por nada el título, pero antes se tenían unas teorías, y ahora tenemos otras. Antes se creía que todos tenían Universos, y ahora se sabe que los Universos son exclusivos de los magos.
—"Lo que calla el Universo" de Makayla Dorvillers... —comente leyendo el título finalmente— ¿Y qué es lo que supuestamente calla el Universo?
—Para entenderlo tendrías que leerlo... aunque algo me dice que su final apenas está por venir.
Comenzaron a caer unas gotas, y abrí mi paraguas cubriendo a Alejandro con él, al principio él se negaba, pero conforme avanzamos hacia el parque el aceptó ser refugiado bajo el paraguas. En el parque ya hacia Beatriz con un enorme paraguas de apariencia de encaje, más hecho de plástico. Era gótico, color negro y elegante, incluso podría decirse que algo coqueto, como de muñequita. Llevaba unas botas negras, medias de red y un vestido color vino.
—¿No vas a ir así a la congregación o sí? —pregunté sin pensar.
—Claro que si, después de todo, se supone que Dios nos acepta como somos.
—Pero no deberías faltarle al respeto —intente comentar también sin ser irrespetuosa.
—Pero ¿Por qué le faltaría al respeto por usar cierto tipo de ropa? Después de todo, él nos trajo desnudos al mundo.
Vaya, lo pensé un par de veces, y su opinión me parecía irrefutable. Me sentía contenta de haberlos conocido, de poder comprender la palabra de Dios, no sólo desde mi perspectiva. Caminamos bajo la lluvia que, por suerte, era ligera.
Pequeños charcos se formaban entre las piedras del pavimento; la lluvia los alimentaba. Gentilmente, la brisa acariciaba nuestras caras repentinamente, generando un pequeño cosquilleo.
—Mientras nos sea posible ver, llegaremos —exclamó Alejandro.
Pasamos por una estatua de gárgola ubicada en medio del camino, en una glorieta que rodeamos caminando. Tenía la forma de un dragón abriendo la boca. Me daba la se sensación de que me seguía con la mirada, pero después de asistir a sesiones psiquiatras, aprendes a no seguir tus instintos y a preguntarte si lo que ves o piensas es cierto.
—Debes de tener cuidado con esa gente... —soltó Beatriz de la nada.
—¡Betty! —bramó Alejandro tras sus palabras.
—Sólo digo que... son personas poco tolerantes. No aceptan ideas que difieran de su versión de la verdad y suelen atacar y burlarse de las mismas, aunque claro, no todos son así.
—Personas poco tolerantes hay en todos lados...
—Si, pero ahí hay más —interrumpió— en la búsqueda de la perfección, por los caminos de la verdad, varios se han perdido.
—Creo que es normal, —añadí— lees tantas cosas buscando la verdad, que al final es difícil comprenderlo todo. Pero la Biblia dice que al final del día no debemos poner el pie para que otro tropiece, ni criticar al que no profesa, somos nosotros los que daremos cuentas cuando llegue el juicio final sobre nosotros mismos, así que los asuntos de otros no son los nuestros, y muchos menos si es para agredir a otros.
—Lo sabía, —exclamó Beatriz, con cierto aire de paz— sabía que no todos podían ser así.
El silencio llegó a hacernos compañía por un par de minutos más, en lo que llegábamos a nuestro destino. La lluvia paraba a ratos, y la brisa cada vez era más ligera. Llegamos a un pasillo entre muchos edificios que alrededor, estaba cubierto con plantas enredadera y alguno que otro arbusto con frutos rojos. La pared era de ladrillo color mostaza y cemento, eran construcciones viejas y abandonadas.
Pasó corriendo un gato asustado entre los pasillos de aquellos edificios, erizándonos la piel, pudo haber sido aquel gato gris, pero no lo sé con certeza. No nos detuvimos, y menos Beatriz, que era quien parecía estar más al día sobre esas reuniones. A diferencia de la reunión de las personas que se creen... ni siquiera sé cómo explicarlo, "Creyentes del Universo", las reuniones de los C.A.C. son mucho más ocultas de la sociedad.
Caminamos hasta el fondo donde de nuevo había un círculo de personas frente a una casa vieja hecha con rocas. Nadie volteaba a vernos, y tampoco se volteaban a ver entre ellos. Había divisiones claras dentro de la misma congregación. Las miradas eran opacas, y el camino de sus almas no se veía con algún destino.
—Me alegra ver que volviste Beatriz —exclamó el pastor.
Pastor es un término general que hoy en día usamos para referirnos a todos aquellos seres que intentan guiarnos al camino de la verdad, la vara del padre celestial.
—Traje una amiga —exclamó mostrándome como si fuera una adquisición.
El pastor se quedó viéndome petrificado, él fue el único que se atrevió a verme aquel día tan húmedo y triste. Me sentí intimidada, aun conociendo más personas que se sintieran cómodos creyendo lo mismo que yo.
—Te pareces a los ángeles de las ilustraciones, —exclamó extrañado— aunque sé que eso no es del todo posible.
—Es porque ella es extranjera, seguro es eso —dijo Alejandro.
Las gotas de lluvia habían invadido todo y aunque ya había parado de llover, había humedad y olor a tierra mojada. Las flores parecían estar empapadas en rocío y el brillo de las hojas de aquellos arbustos tan verde que parecían ser de otro mundo.
—Tengo una idea, —dijo con el rostro iluminado— vamos a hablar de una lectura que me parece muy interesante.
Todos tomamos de un lugar, sintiéndonos un poco extraños tras diferentes miradas que recibimos de la gente que ya estaba previamente congregada.
—¿Tienes una Biblia? —preguntó una señora de alrededor de 65 años.
—N-no —conteste apenada.
—Es que yo me pregunto ¿Si no tienes Biblia que hacer aquí? No sé si lo sepas, pero nosotros seguimos las enseñanzas de Cristo.
—No se preocupe, yo les presto la mía... —dijo Betty tomando su gran Biblia color café. Era tan grande y pesada que no podía creer que todo ese tiempo la llevaba cargando dentro de su bolso— te dije, y personas cómo está señora siempre hay en estas reuniones —murmuraba entre dientes.
La señora nos miraba con desdén, y tras algunos segundos se cambió de lugar alejándose de nosotros. No culpo a la gente por caer en esta tentación, yo sé que dentro de esa actitud hay algo más oculto. Intentar entender a nuestro hermano, así sea la persona más difícil de todas las que puedas conocer, siempre debe ser nuestra prioridad.
—El día de hoy vamos a leer el Apocalipsis, del 1 al 3.
Todos tomaron sus Biblias y leían cada versículo puesto en la Biblia, algunos estaban incómodos y otros leían, sólo leían, no había sentimiento alguno sobre lo leído. En cuanto a mí, seguía la lectura con Beatriz y Alejandro leía mentalmente, o tal vez solo seguía con la mirada lo que iba señalando Beatriz.
—¿Porque estamos leyendo esto? —preguntó una persona a media lectura.
—Porque todo lo que hay en la Biblia era importante. Erróneamente aún hoy en día, hay gente que piensa que leer el Apocalipsis trae mala suerte, y no se dan cuenta que estas revelaciones nos hacen entender la historia del pasado y del futuro, no se diga del presente. Hay cosas en Apocalipsis que ya se han revelado en nuestra vida tal como lo es el Apocalipsis 12. Todas las profecías se han ido cumpliendo poco a poco, no es como que esto fuera redactado para pasar un mismo día.
—Los magos... —comentó Alejandro poniendo una cara de espanto tras el comentario que haría y que él consideraba absurdo— los magos —decía viendo a su al rededor— practican meditaciones en las cuales a veces ven cosas que, al buscar en la Biblia, tienen sentido.
—¿Por ejemplo? —preguntó el pastor.
—Una vez, me contaron —dijo intentando evitar reírse— un amigo... me contó que un hombre se comunicó con él durante su meditación, él era su familiar y había fallecido y le dijo, que lo que más extrañaba de estar vivo era sentir la luz del sol, y la sombra de los árboles.
—Si, —respondió el pastor— la Biblia dice que una vez que muramos no volveremos a sentir el sol, pero en realidad no volveremos a sentir nada, ni cansancio, ni dolor físico. Pero, bueno, para ser sinceros, no creo que lo que su amigo haga sea bueno.
—¿Y si él no lo provoca? ¿Y si él nació así?
—Pero y si sólo lo están tentando... —insistió el pastor.
Alejandro cayó respetuosamente, agachando la mirada con algo de tristeza.
—Pienso que en realidad no hay una verdad absoluta, —dije sin creer lo que decía, metafóricamente hablando, pues literalmente si lo creía— es decir, hay algunas personas en los psiquiátricos qué tal vez no deberían estar ahí, y otras qué tal vez si. Pero en realidad nunca lo sabremos.
—¿Duda de la ciencia? ¿De todos los exámenes que se les realizan a esas personas?
—¿No es la ciencia la que le pertenece a Dios y no al hombre? Cuantos milagros médicos no ocurren día tras día frente a nuestras narices. Eso es porque nada es porque el único que posee la verdad absoluta es Dios.
—Me lo imaginaba... —exclamó pensativo— usted es una persona muy especial Margoth. Por favor quédese los tres después de que terminemos nuestra lectura. Por favor, los demás, sigan leyendo.
La gente me volteó a ver con muy malos ojos y tras algunos suspiros de cansancio se voltearon a seguir leyendo la Biblia. Beatriz estaba intentando no reír, mientras los demás no podrían evitar ver su claro esfuerzo por conseguirlo. Alejandro incluso la empujo con el codo en señal de silencio mientras sonreía. Tras unas horas estudiando el Apocalipsis, el maestro los había dejado ir a casa, excepto a nosotros tres que esperamos hasta que todos se hubieran ido. No mentiré, algunas personas nos veían con mejores ojos, incluso sonreían, pero aun así había un ambiente que lamentablemente lejos de atraerte, te alejaba de todo.
—Ven, pasa —exclamó el pastor, aunque en realidad todo estaba afuera, en el pasillo, lo había usado como expresión para que me acercase.
—Está imagen es muy vieja pero, siempre se creyó que él era San Miguel arcángel.
En este siglo, las imágenes religiosas, dejaron de existir por completo. Ciertamente la Biblia dice que no debemos de tener imágenes y mucho menos estatuas o monumentos, además de que los santos, santos son; más Dios sólo hay uno, por encima de todos ellos. Me sorprendió ver que el pastor tuviera una imagen por lo anterior, más era normal querer recolectar un poco de historia. Me acerqué a ver la imagen que el amablemente me mostraba.
Se trataba de un ángel, en este caso un arcángel, con armadura. Vestía de color rojo y azul. Su cara me parecía familiar por alguna razón. Sostenía una espada y a sus pies se encontraba un demonio.
—Tú te pareces a él... —exclamó el pastor.
—Je —dije intentando reír, pero al mismo tiempo intentando no hacerlo.
—Te lo digo enserio. Yo sé qué tal vez muchas cosas no tengan sentido para ti ahora, pero como dije hoy, entre unos hechos del Apocalipsis y otros, hay partes pérdidas que no fueron abordadas. A mí me queda claro, estamos cerca del fin de los tiempos, pero no sabría decirte en que parte estamos pues el Apocalipsis aparenta tener un orden, pero no es del todo cierto. Te diré una cosa, estoy seguro de que eres un ángel, porque eres igual a los de las pinturas. Y te digo esto pensando no solo en tu físico, pero de cierta forma si con toda tu persona.
Me quede viendo la imagen del arcángel, y es que había en el algo que me parecía sumamente similar a una persona, pero por lo borroso de esta, era casi imposible saber a quién.
—¿Has leído el Apocalipsis completo? Tal vez eso te ayudaría a saber la misión que vienes a cumplir aquí.
—¿Por qué cree que soy un ángel?
—Porque tú misma lo has dicho, no hay una verdad absoluta y para Dios nada es imposible, sólo para el hombre. Así que ve a casa y lee todo lo que puedas. La solución siempre estará ahí, sé que eso viniste a buscar aquí
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