Reunión familiar

Corro sin fijarme en lo que me rodea. Escucho gritos, veo personas corriendo y una luz que parpadea; es de color rojo. Debe haber un incendio en alguna parte, pues una alarma comienza a sonar, el ruido rebota en cada pared y se cuela en mis oídos, es un sonido irritante que me pone los vellos de la nuca de punta. Los rociadores se activan y cae agua del techo, aprovecho para deleitarme con las gotas frías.

Escucho un disparo y me agacho. La luz parpadeante no me permite ver bien, pero según yo, estaba sola. Busco el arma que debí traer conmigo, pero recuerdo que la aventé hacia la nada cuando entré en pánico y salí corriendo hacia donde mis piernas ciegamente me guiaron. "Disparaste, Dinaí. No dudaste ni un segundo. ¿Qué hiciste?" Hice lo que tenía que hacer, en esta vida recibes lo que mereces; es un hecho. Y si el karma no se encarga de hacer justicia, tomo la justicia en mano propia. Hice lo que debí hacer. Entré en pánico al ver la sangre salpicar y aventé el arma como un acto reflejo, debí conservar la calma y traerla conmigo porque si alguien me ve, estaré vulnerable.

Entrecierro los ojos para enfocar la vista, pero es la luz parpadeante lo que me molesta e impide que vea con eficacia. El disparo debió haber sido o producto de mi imaginación o fue lejano, pues estoy casi segura de que en este momento estoy sola. Continúo con mi recorrido; ahora que estoy más tranquila, caigo en la cuenta de que no tengo la más mínima idea de en donde estoy o por donde me debo salir.

Perfecto, hasta valer verga valgo verga. No hay letreros para guiarme, así que dejo que mi sentido común lo haga. Frente a mí hay unas escaleras; no sé a dónde llevan, pero es mejor averiguarlo a que quedarme aquí. Hace rato vi personas corriendo, tal vez debí seguirlos, estoy tan desesperada que no me importa si termino a mitad de la batalla. Subo de dos en dos los peldaños, llego al siguiente piso y sonrío. Cruzando el pasillo está una mujer con chaleco antibalas gritando a personas que salen de una puerta. Genial, ahora solo debo seguirlos sin que se den cuenta de que los voy siguiendo.

Me escondo detrás de una maceta gigante y espero a que la mujer deje de gritar. Un muchacho alto, de cabello cobrizo y nariz demasiado ancha aparece de la nada y llega hasta la mujer. El pobre se ve exhausto, tiene una herida en la mejilla y creo que estaba cojeando.

—Trébol está como loco, ¿qué le pasó a tu radio? —la mujer responde que el radio se ha jodido—. Ordenan la retirada, el detective y él están destruyendo documentos e información, pero han dicho que nos larguemos. Son demasiados y nos sorprendieron. Y bueno...los prisioneros escaparon. Creemos que tuvieron ayuda interna. Nadie los quiere con vida, si los ves, ya sabes que hacer.

El chico concluye su sermón con un gesto como si disparara y sale corriendo por donde llegó. Perfecto, ahora saben que escapamos. Si nos están buscando, salir de aquí será mucho más difícil de lo que creí. La mujer echa un vistazo hacia atrás y rezo por que no venga a revisar. Al parecer tiene prisa, pues sale corriendo en dirección contraria a la que me encuentro. Suelto un suspiro, la adrenalina de hace rato ha desaparecido, en este momento solo quiero cerrar los ojos y despertar en mi cama cuando tenía quince años.

Siento que he cometido un error, digo, he cometido infinidad de errores, uno tras otro desde que accedí a acostarme con Joel, pero siento que este ha sido el peor de todos. Pude haberme ido, pude haber tomado la mano de Mateo, perdonarlo y largarme de esta mierda de situación. Un nuevo comienzo es lo que siempre he querido, es lo que siempre he buscado, pero ahora que lo tuve tan cerca, que la oportunidad estaba fresca, me dejé llevar por la rabia, la ira y el deseo de venganza que no pensé con claridad.

Y es que no dudé en dispara, no dudé en hacer daño y desquitarme por algo que siempre fue mi culpa. Mi nombre fue lo último que dijo, me pregunto si milésimas antes de recibir el disparo se habrá arrepentido de liberarme, de amarme, de conocerme. "Ya está hecho, deja de pensar en eso." Pero es que no puedo dejar de pensar en ello, ¿qué tal si mi tío no me reconoce? ¿Qué tal si ni siquiera le importo? Tal vez me abandone a mi suerte o me pide e favor que salga de su camino.

Aiden y Elisa tienen algo que ver con él, lo sospeché desde que volví a Sores y después de verlos luchar en la boda de mi padre, lo corroboré. No quiero tener nada que ver con esos dos, si son parte de la mafia y decido unirme a la mafia, tendré que convivir con ellos y no quiero ni verlos a la cara. Aparte, está el asunto de papá, tengo que saber qué ocurrió con él. Dudo mucho que mi tío acceda a buscar al padre de su sobrina, a su cuñado, pues.

Joder, joder. No sé ni qué hacer.

Pero aquí agachada, escondida detrás de la maceta no voy a arreglar nada. Primero lo primero y mi prioridad es salir viva de aquí. Me levanto, tomo una profunda bocanada de aire y corro hacia donde corrieron los otros. Por suerte, a mí no me quitaron toda la ropa como a Haziel, no sería muy cómodo ir corriendo desnuda.

Vale, quería encontrar gente, quería llegar a la salida o mínimo seguir a alguien para poderme largar de aquí. Lo que no quería era llegar a un vestíbulo en donde hay al menos quince personas con armas, chalecos y rostros asesinos. Para colmo, llego respirando como pug porque correr me ha cansado, así que es imposible no llamar la atención.

—Hola, ni se fijen en mí, yo nada más vengo de pasada.

Uh, oh. Mala idea, un imbécil me reconoce, grita que soy la mafiosa y me apunta con su arma. Alzo las manos en un acto reflejo, pero el hombre luce tan convencido que estoy segura me va a disparar. Sin embargo, como por arte de magia o más bien un milagro, la pared de la derecha explota y se lleva consigo al menos a tres de los agentes.

Un objeto sólido golpe mi muslo, suelto un jadeo de dolor y caigo para tratar de apaciguar y que bien porque un segundo después pasa volando un trozo de metal que me habría volado la cabeza. Un pitido extraño hace eco en mis oídos, espero no quedarme sorda, ya he sufrido demasiado y como dicen coloquialmente: "Dios no castiga dos veces." Y sea lo que sea que hice en mi vida pasada, ya pagué el precio en esta vida.

Hago un esfuerzo sobrehumano para levantarme, me cae escombro en los ojos y tengo que parpadear rápidamente para evitar el escozor. A un metro de mi, tirado en el suelo, una chica de tal vez dieciséis años mira sin ver el techo medio destruido, sangre escurre de su cabeza y su brazo izquierdo está doblado en un ángulo raro. Trago saliva, vaya, esto es una maldita guerra y sé que todos los que están aquí querían estarlo. No te unes a una organización nada más porque sí, debe haber una razón con argumentos bien sustentados, pero al ver a esta chica muerta, me pregunto qué tanto vale la pena luchar contra la mafia.

Toso un par de veces, estaba convencida de querer unirme a mi tío, pero comienzo a dudarlo, ese ambiente es pesado, es como vivir diariamente en una guerra. Sí, quiero que Trébol, el detective y el doctor paguen por todo lo que me hicieron pasar, pero no sé si quiero formar parte de una mafia que se rige por la violencia, digo, esto que estoy viendo es agresividad en su máxima expresión.

Una punzada nace en mi cabeza, espero que no me haya golpeado duro, capaz que tengo hemorragia interna y yo ni en cuenta. En cuánto doy un paso para salir por la abertura que se ha hecho, un cabrón entra dando una extraña pirueta y dispara de lleno en el pecho de un tipo que estuvo a punto de dispararle a él. En la madre, haber si no me matan por accidente, si mi tío no me conoce, menos aún me conocerán sus achichincles. "No es momento de arrepentirse. Ya no hay quien te ayude, acabaste con la persona que te iba a sacar de aquí, ya no puedes volver el tiempo, así que o sales de aquí y te vas lo más lejos que puedas para idear un plan o mueres sin saber qué pasó con tu padre."

Tomo una roca de buen tamaño para defenderme y me voy contra el tipo que disparó. Lo tomo por sorpresa (suerte para mí), golpeo primero el rostro y después la cabeza. No soy lo suficientemente fuerte pues solo lo distraigo un poco, pero es más que suficiente para entrar por la abertura. No soy lo suficientemente rápida, pues me pone el pie y tropiezo. Alcanzo a agarrarme de un cable suelto, pero apenas me estoy reponiendo cuando recibo un golpe en el abdomen.

Siento el aire escapar de mi garganta. El dolor sube por mi estómago y tengo que sobarme para evitar que las lágrimas salgan de mis ojos. Recibo otro golpe, esta vez en el costado. Su puta madre, debí correr más rápido. Debí golpear en la cabeza con más fuerza y matar a ese cabrón. Ya vi que siendo una buena persona lo único que gano es ser lastimada más fuerte. Escupo sangre y espero el siguiente golpe, extrañamente, tengo un descanso.

Me volteo y veo al pendejo caer. En la cabeza tenía una herida de bala. Ay wey, no escuché que dispararan. Justo detrás de él, como un maldito ángel de la muerte, Elisa se alza con una pistola en mano.

Me quedo viendo como idiota. Casi como si eso fuera un sueño y no pudiera creerme que está parada frente a mí. ¿Será que me torturaron tanto que estoy delirando por el dolor? Me pellizco, no pasa nada, me pellizco esta vez mucho más fuerte y me doy cuenta que efectivamente, no estoy soñando, menos aún delirando.

—Este idiota casi te mata —Elisa se acerca a mí con actitud maternal, me alejo un paso—. Di, tranquila, estoy de tu lado. Vinimos a sacarte. ¿Puedes caminar?

Si estoy de pie, seguro que puedo caminar, estúpida. Y no, no creo que estés de mi lado, nunca lo has estado y nunca permitiré que lo estés. Estoy hablando con la persona que engañó a unas chicas y las metió en trata de personas, jamás podría estar de mi lado. Aparte, me hizo creer que éramos amigas, que de verdad me quería y al final terminó siendo la maldita novia del hombre que me lastimó física y emocionalmente. No, ni ella ni Aiden son de confianza y si mi tío está con ellos, no pienso tener que ver con él.

Suelto un grito de guerra y me lanzo contra la que fue mi mejor amiga. Miren que es buena, le propino un golpe en el cuello (no muy fuerte), pero después de eso, esquiva cada golpe repleto de rabia que lanzo. Es tan desesperante querer lastimar a alguien y no poder darle ni un solo maldito golpe que le cause dolor.

—Di, tranquila —dice Elisa con su voz chillona tan irritante—. No te haré daño, estarás bien. Solo vámonos de aquí y...

—¡Cállate! Cierra la boca, maldita traidora —grito sin poder contenerme, hasta me duele la garganta al gritar—. Si ya me has hecho daño antes, podrás hacerlo después. ¡Te voy a matar, maldita, a ver si tu novio Aiden viene, se venga y también lo mato.

Pero alguien me sostiene por los brazos, me abraza con fuerza e impide que siga luchando. Grito ofensas, amenazas y me remuevo para escapar, pero quien me agarra es muy fuerte, demasiado. Casi no puedo respirar. Y entonces me ponen una bolsa de tela en la cabeza y ya no puedo ver ni moverme. Genial, solo a mí me pasan estas cosas. Por más que grito, no me sueltan.

—Se puso como loca —dice Elisa, maldita rubia tonta, ¿esperaba que nos hiciéramos amigas de nuevo?—. Me quería golpear, ¿le habrán hecho daño y quedó trastornada?

O sea sí me hicieron daño y mucho, pero no por eso intenté golpearla. Lo hice porque necesito desahogar toda esta rabia y furia que tengo. Porque al ver aquella foto de ella y Aiden juntos, se rompió algo en mi interior que jamás podrá ser reparado. ¿Y quedé trastornada por el sufrimiento? No pienso dejar que Trébol y el detective se vayan sin pagar, me presionaron tanto y me quebré, no fui fuerte y no pienso simplemente superarlo. Inicié con Mateo, después de eso, puedo hacer cualquier cosa.

—Déjenme ir —digo con un tono de voz más tranquilo—. Si me sueltan, prometo no ponerlos en mi lista de venganza.

Vamos, ese es un buen trueque. Un ofertón como esos no se desprecia.

—Oye, que está intensa esta chica —dice una voz desconocida—. ¿Nos habremos equivocado?

Alguien le responde, pero como vuelvo a vociferar de cosas, no escucho bien. Más bien no escucho nada.

En un momento dado, el caos se va perdiendo en el viento, ya no se escuchan gritos ni personas corriendo, solo las respiraciones agitadas de las personas que están cerca de mí. La persona que me lleva cargando parece cansada, estoy meditando seriamente el comenzar a luchar de nuevo a ver si logro escapar. De acuerdo, puedo dar una patada en la entrepierna y así lograr que afloje su agarre, de esa forma puedo liberar mis brazos y golpear a mi captor, de esa forma me quito la cosa esta que tengo en la cabeza y corro. Esta vez correré rápido.

Pero como nunca tengo suerte, mis planes se van por la borda cuando me suben a un coche. No sé porqué presiento que se trata de una camioneta.

Me he dado por vencida. No lograré escapar. Elisa se ha salido de nuevo con la suya y soy una presa fácil. Debí haber muerto en la boda. Me habría ahorrado mucho sufrimiento, me habría ido sin tener tanta sangre en las manos y estaría con Germán...excepto que la muerte no es así, ¿cierto? Cuando un organismo vivo cesa sus funciones, simplemente desaparece, deja de funcionar, muere. Y no hay algo que demuestre que hay algo después de la muerte, no se tiene la certeza de encontrar de nuevo a tus seres queridos. Mamá, Germán y todos los muertos simplemente ya no están. Lo único que queda es la esperanza del reencuentro, pero yo esa esperanza no la tengo.

El mundo y la vida son crueles, ¿por qué la muerte no habría de serlo?

Siento las lágrimas escocer mis ojos, puedo darme el lujo de llorar ahora que tengo esta bolsa en la cabeza, nadie me verá. Nadie me juzgará, pero si derramo una sola lágrima, no podré contenerme y dejaré salir todo el dolor que tengo dentro; el dolor que me causaron y que yo me causé. No puedo hacerlo, no aquí, no con esta gente.

Viajamos en silencio, apenas se escuchan nuestras respiraciones. No estoy segura de cuántas personas estamos en el interior, pero después de escuchar con atención, creo que somos cuatro y el conductor. Nadie está lo suficientemente cerca de mí como para atacar, lo bueno es que la voluntad se evaporó desde hace rato.

Durante casi media hora (es lo que calculo, pero no confiaría en mi sentido del tiempo), pienso en lo mucho que necesito beber agua. Tengo la boca seca, aún tengo un regusto a sangre y necesito refrescar la garganta.

El coche se detiene, da un enfrenón que de no ser por un brazo que me detiene, habría salido disparada.

Elisa da una serie de indicaciones a quién sabe quien cuando la puerta se abre. Así que ella es de alta jerarquía. Quién diría que mi mejor amiga es la princesa de la mafia. Ya me la imagino seduciendo a hombres para después matarlos de una forma terrible. ¿Tendrá sobre nombre? La viuda violinista le quedaría bien. Jaja, mal chiste, pero estoy por reírme.

La misma persona que me cargó, ahora me conduce delicadamente por el nuevo lugar. Sé que es la misma persona porque su mano se siente igual, me hago una nota mental para buscarlo cuando me libere y poder golpearlo. Se escucha raro, como si hubiese demasiada gente, pero estuvieran en silencio, incluso escucho susurros. ¿Hablan de la presa? Sí, soy yo, digan lo que quieran, ya no me importa.

Nos detenemos y el ambiente cambia de inmediato, si de por sí era tenso, ahora el aire es tan denso que casi lo podría tocar. Trago saliva, o al menos hago el intento, pues tengo la boca tan seca que solo trago aire. Una mano reposa sobre mi espalda, ¿qué mierda? Este pendejo se está pasando, así que lanzo un golpe hacia su persona. No tengo idea de en qué parte le doy, pero sonrío cuando lo escucho jadear de dolor, se lo buscó.

—¿Qué hace mi querida sobrina con una bolsa en la cabeza?

Su puta madre. Nunca en mi vida he escuchado esa voz grave y enigmática, así que escuchar que se refiere a mí como su sobrina detona en mí una sensación muy extraña. Comienzo a temblar sin saber por qué, de repente siento mucho frío, es cómo si la temperatura bajara diez grados en un par de segundos.

—Estos idiotas lo hicieron —digo y mi voz suena ronca—. Golpeé a la rubia, ¿qué esperaba? Me cae mal, no la iba a abrazar.

Escucho una risa, sé que proviene del mismo hombre. No sé porqué, pero me entran unas ganas incontrolables de ver su rostro. ¿Se parecerá a mamá?

—Quítenle eso de la cabeza, y tú, Aiden, aléjate o te tocará golpiza también.

A la mierda. Casi me ahogo. ¿Aiden es quien me capturó y me trajo hasta acá? Claro, si no habló no me daría cuenta. Bueno, al menos lo golpeé y al parecer le dolió. Sonrío de nuevo.

El mismo pendejo (Aiden) me quita la bolsa de la cabeza y lo primero que veo son sus ojos grises. No son duros y rebozantes de odio como antaño, su mirada es curiosa, pero más que nada entreveo un atisbo de ¿alivio? Parpadeo y aparto la vista en lo que me acostumbro a la luz de este nuevo lugar. Es un vestíbulo elegante, de luz brillante y repleto de gente. A ojo de buen cubero diría que hay al menos treinta personas. Las que alcanzo a distinguir son desconocidas.

Obviamente, mi mirada se centra en el hombre que se alza imponente a un par de metros por delante de mí. Adopta actitud despreocupada, tiene las manos en los bolsillo de su pantalón y sonríe. Entonces yo dejo de sonreír. El cabello blanco y la piel bronceada lo dicen todo...es el amante de mamá. Dejo de respirar. ¿Mamá se acostó con su propio hermanos? Oh, joder, esto es enfermizo. El hombre es muy apuesto, si no lo conociera de nada y me propusiera acostarme con él, seguro aceptaría, pero su mirada es pesada. Algo me dice que cuando quiere, puede ser despiadado.

—Eres...eres —no sé qué decir, la lengua se me traba—. Eres el de las fotos, el detective privado de mi papá...

—Ah, eso, ya me hablaron del incidente —dice tranquilo—. No es lo que parece, ya hablaremos de eso.

Al lado de mi tío, se llama Sandro, Dinaí, acuérdate. Al lado de Sandro, hay una señora bonita, chaparrita de rostro agradable. Veo como se toman de la mano y deduzco que es su esposa, pareja o algo así.

Estoy por preguntar qué es lo que viene a continuación, cuando por el rabillo del ojo veo que alguien se acerca por la derecha. Como un acto reflejo volteo y para mi sorpresa, reconozco a Bernardo Laredo, el padre de Aiden. Como si hubiesen presionado un botón dentro de mí, la rabia y furia despiertan. Cobran fuerza, se alzan como llamas en un incendio y dejo que de mí se apoderen. Mi respiración y pulso se aceleran, siento el color subir a mi rostro y tiemblo de cólera. Voy a matar a ese cabrón.

No pienso olvidar que fue él quien mató a mi mamá, ¿por qué razón? Ya después investigaré, por lo mientras he de cobrar mi venganza.

Elisa está cerca de mí, distraída, viendo a Sandro, tiene la mirada perdida. Si aún fuéramos amigas, más tarde me diría que el hombre a pesar de ser mayor es caliente y será su nuevo amor platónico. Pero no somos amigas y nunca lo seremos. Aprovecho su distracción y le arrebato el arma que tiene en la mano derecha. En pocos segundos, hemos cambiado de posición, ahora yo tengo el control y si me apeteciera matarla, jalo el gatillo y se despide de este mundo.

Pero no, mi furia está puesta en el hombre que crió a Aiden.

Apunto directo a su pecho y saboreo esta sensación de control. El hombre se detiene y alza las manos, luce asustado, seguramente así se veía mi madre cuando el coche se encontró con el ciervo a mitad de la carretera. Escucho a la gente susurrar, veo como Elisa se queda estática y los ojos abiertos de par en par. "Solo dispara, Dinaí, ya lo has hecho antes." Pero la voz de una persona me detiene.

—Di, ¿qué haces? —Aiden habla asustado—. Tranquila.

Ah, verdad, imbécil. Ahora soy yo quien te puede hacer sufrir.

—Mató a mi madre —siseo con odio—. Es hora de vengarla.

Doy un paso al frente y todo mundo entra en pánico. Escucho muchas voces que hablan a la vez, Aiden se adelanta, pero no llega a mí. Solo habla, pero lo ignoro, estoy concentrada en lo que debo hacer, si la justicia no llega, la tomo por mano propia.

—¡Fui yo! —grita en desesperación—. ¡Yo lo hice! Usé la cuenta de mi padre, pero yo puse el ciervo.

Gracias a dios, ahora ya tengo una razón para deshacerme de este imbécil. Me doy media vuelta rápidamente, apunto y jalo el gatillo.

La bala no sale, aprieto una y otra vez y nada ocurre. Veo la cámara y me doy cuenta de que no tiene balas. ¿En serio? ¿Cuál es el puto problema de mi suerte? Suelto un gruñido de frustración y aviento el arma hacia Aiden, le da de lleno en el pecho, pero no le hace daño. Siento tanta impotencia que me volteo hacia mi tío y como niña caprichosa, hago un berrinche.

—¡Mató a mamá! —digo casi llorando—. Me hizo la vida un infierno y sufrí mucho por él. Solo quiero justicia.

—Ay, querida —dice mi tío después de besar la mano de su pareja—. Hay tanto de qué hablar, pero primero...

Se abre una puerta detrás de Sandro y se acerca corriendo una mujer de tez muy pálida (me recuerda a Valentina) y ojos llorosos.

—Gracias —dice y toma del hombro a mi tío—. Hija, te extrañé tanto. Tenemos mucho de qué hablar.

¿Hija? No, ¿qué está pasando? Esa señora no es mi mamá. Se ve de la edad que mi mamá tendría ahora, pero mamá está muerta, vi las fotos de su cuerpo, la vi en la plancha de la morgue. Ella no es mi madre. Doy un paso atrás, luego otro y entonces me dan ganas de vomitar.

—¿Mamá?

Digo con voz ahogada, entonces mi visión se vuelveborrosa, me voy de lado (unos brazos cálidos me sostienen) y todo se vuelvenegro. 

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