Nuestros enemigos
Dinaí
Nunca me ha gustado pensar que el destino es quien rige nuestras vidas; la predisposición es algo que existe, por supuesto (si no me creen, pregúntenle a la genética), pero siempre está el libre albedrío el cual nos permite tomar decisiones sin que alguna fuerza superior tenga cabida en ello. Por eso, si le doy un poco de razón al destino, el libre albedrío se desploma, pierde fuerza y al final te das cuenta que en realidad no eres dueño de tus decisiones, menos aún de tu vida.
¿Fue el destino quién me trajo aquí? ¿Ya estaba escrito este final? Es que me parece una broma pesada que el maldito mafioso que todos buscan, el capo más cotizado de este maldito país sea un pendejo que se hace llamar mi tío a quien no conozco de vista, solo por nombre y eso debido a unas cartas que encontré sin querer. Por dios, durante un tiempo yo misma medité la idea de unirme a la organización que tanto desea la caída de este monstruoso ser que siembra terror por doquier.
Excepto que no siembra terror, ¿cierto? La mafia de este imbécil no es ni la mitad de violenta ni agresiva como otras, más que nada porque es la única, después de que El Círculo tiró todas las demás redes criminales mientras la de mi tío se alzaba. Pero hay que darle el crédito a la organización a la que Mateo estuvo a punto de meterme; pues ellos lograron decrecer las cifras de muertes, secuestros, trata y demás. No es ningún secreto que la violencia en el país decreció considerablemente y nunca antes me lo pregunté, pero, ¿a qué costo?
Ahora me doy cuenta porque la afectada soy yo, mi padre y mi salud emocional. Pero cuando me aventuraba a los casinos, agujeros peligrosos y antros de gente poco deseable en compañía de Mateo, Flavio, Emma y demás "amigos", me parecía que el interrogar, privar de libertad y golpear a gente criminal o ligada al crimen era lo mejor. Pues el fin justifica los medios... o eso me decía en aquel entonces.
Claro que cuando uno es el perjudicado todo se ve de forma distinta. Ahora solo deseo que se vayan al carajo todos, sueño con tener un arma cargada y meterle un tiro en la cabeza al doctor, al detective y a Trébol. ¿Esto es lo que pensaba la gente que atrapamos durante mi estancia en Estrada? ¿Alguna vez desearon matar a todos los involucrados y hacerlos sentir el sufrimiento que ellos sentían? No lo sé y probablemente nunca lo sepa.
Al final, tal vez los caminos estaban predestinados. Tal vez la senda recorrida y cada decisión, por difícil que pareciera, ya estaba hecha. Probablemente todo empezó con mamá. Ahora estoy más que segura de que todo inició con mamá. Si mi tío es el mafioso, debió empezar desde antes; digo, no construyes un imperio de la noche a la mañana. Nunca me pregunté el por qué del no conocer a mis abuelos ni a mi tío; en realidad me valía pito. Viéndolo en retrospectiva, seguramente ellos ya tenían cierto pasado oscuro. Por eso mamá no quiso que estuviéramos cerca, para no meternos en cosas turbias.
Su único error fue engañar a mi padre. ¿Por qué habrá sido infiel? Si ya no lo amaba puedo entenderlo, pero de haber hablado, de haber conversado, tal vez todo habría terminado distinto. Ella no habría muerto, pudimos haber trabajado en mi autoestima, pude tener un soporte y un apoyo, papá seguiría siendo policía y no hombre de negocios; jamás habría conocido a Valentina, pudo haber conocido a una mujer de este pueblo de mierda. Tal vez jamás me habría ido a estudiar a Estrada, pude haber elegido otra ciudad o simplemente pude haberme quedado aquí. Mateo y El Círculo serían ajenos a mí, ese primer año de universidad que significó tanto para mí jamás habría existido.
Elisa y yo seguiríamos siendo las mejores amigas, ella nunca habría estado con Aiden y jamás se habría metido en las cosas turbias en las que él la metió. Seguramente estaríamos luchando por irnos de intercambio aunque fuera un año; ella a Europa; yo a Asia o incluso América Latina.
Tendría un novio ¿por qué no? En las universidades todo cambia, de ser el patito feo de la preparatoria, sería una chica normal universitaria con buenas calificaciones y destacada en algún deporte.
Sí, todo empezó con la infidelidad de mamá. Porque a partir de ahí se desató una serie de eventos que culminaron en el peor sufrimiento físico que jamás he sentido.
Trato de convencerme una y otra vez que cada decisión tomada fue mía, solo mía. Yo decidí enamorarme de Aiden y darme cuenta de ello demasiado tarde, yo decidí perder mi virginidad en Estrada con un chico llamado Joel a quién poco recuerdo (es como si fuera más que nada un vago sueño), yo decidí dejarme bullear por quien fue mi mejor amigo durante mucho tiempo, yo decidí alejarme de mi padre cuando él inició su vida de empresario, yo tomé la decisión de largarme de Sores y de irme específicamente a Estrada (hasta la fecha sigo sin saber por qué elegí esa ciudad y no la capital u otro país). Yo decidí que la relación de Aiden con Elisa me afectara, yo decidí meterme en ese bar de mala muerte donde probé el éxtasis la primera vez. Yo decidí confiar en Mateo, decidí meterme con Haziel al bar de trata de personas...decidí enamorarme de Mateo. Fue mi elección amar tanto a Mateo como para involucrarme con El Círculo, yo decidí querer ser parte de la justicia que este país merece y no tiene. Yo decidí dejarme llevar por el miedo y cortar con Mateo, decidí hacerle caso a papá y volver a Sores, decidí ir a El Arco el primer día de mi regreso, decidí subirme al coche de Germán, decidí salvar a unos idiotas de pagar su deuda, decidí correr contra Aiden...fui yo, ¿cierto? Pero es que es tanta coincidencia, el camino me llevó hasta ser prisionera de una organización con la que ni siquiera debí involucrarme.
Si tan solo hubiese elegido otra ciudad, si tan solo no me hubiese enamorado de Mateo, si tan solo hubiese sido lo suficientemente fuerte como para quedarme en Sores y aguantar cada golpe de la vida.
Fui yo. La causante de todo fui yo y me lo repetí mil veces desde que Mateo me disparó en la boda. Pero ahora que me informan que mi tío es el dichoso mafioso. ¡Tuvieron tan cerca a la sobrina del mafioso! Y nunca nadie supo, ni yo sabía. Por dios, qué gracioso. Si no me estuvieran viendo con cara de querer matarme me soltaría a reír. Siempre estuvo conectado todo, es como si al final aquí es donde tuviera que estar. Y una sola palabra ronda en mi mente: Destino.
Sí, fueron mis decisiones, pero es tanta coincidencia que llego a pensar que tal vez no tenía escapatoria. De una forma u otra esto iba a llegar.
—No es necesario que nos mienta, Dinaí Macías —el detective se sienta frente a mí, esto está de la mierda—. Buscamos el nombre en bases de datos...el hombre fue ingresado en un hospital psiquiátrico con el diagnóstico de esquizofrenia y no se sabe más. Pero es pura mierda, ahora sabemos que es hermano de tu difunta madre y que sus padres, tus abuelos, fueron parte de un negocio de drogas. Ambos murieron, asesinados por un bando contrincante, típico de los criminales.
El detective habla despectivamente, como si le diera asco pensar en crimen. Todo lo que me dice de mis abuelos es extraño, no fueron cercanos a mí, no los conocí. Vale, tengo familia criminal, pero no tienen nada que ver conmigo.
—Por más que investigamos a tu padre, está limpio —Trébol continúa, yo apenas puedo respirar—. Sus empresas y socios no tienen problema alguno. Pero tú...una chica aparentemente común, sin nada en qué destacar llega a Estrada, se mete en donde no le llaman, engaña a un excelente agente, le hace creer que lo ama y te infiltras en mi organización. ¿Cuál era tu objetivo? Sigo sin entenderlo. Y pensar que tanto Flavio como Mateo me rogaron que te aceptara.
Sí, lo entiendo. Puedo ver por qué desconfían. Yo misma me doy cuenta que parece un maldito plan, habría sido un muy buen plan...si fuera real. Pero todo lo que pasó, fue espontáneo.
—¿La razón por la que volviste fue porque Sandro los convocó a este pueblo? ¿Qué planean ahora?
Mi papá está limpio, eso es lo importante. Y yo estoy limpia porque no tenía idea de esto. Pero no veo la forma en que esta gente me crea, porque amigos, suenan coherentes todas las teorías.
—¿Qué le hicieron a mi padre?
Mi voz suena ahogada. Siento que en cualquier momento me voy a quebrar, siento las lágrimas escocer en los ojos, pero no les daré el gusto de que me vean llorar.
—¿Cuál es su plan? ¿En dónde se esconden?
—¿Dónde está mi padre?
Iniciamos un duelo de miradas, sé que las tengo de perder, pero hagan lo que hagan, no tengo las respuestas que buscan. Estoy a punto de gritar de pura frustración cuando una chica de cabello corto y una perforación en la nariz irrumpe con poca gracia.
—El prisionero de la mafia se mató —dice con el rostro enrojecido—. Se abrió el cráneo con las rejas.
Trébol suelta un suspiro.
—Esa gente está loca —ajá...todos están locos aquí, mafia y círculo—. Dinaí, quise tratarla como una huésped, pero se me acaba la paciencia. ¿Doctor?
El rarito con bata blanca escribe notas en una libreta y me revisa exhaustivamente, me siento como un insecto. Presiona el lugar donde debiera estar mi herida varias veces; a pesar de que siento dolor, es muy leve. Posteriormente me descubre (maldito cabrón, enfrente de estos hombres) y veo la herida. Ya no está abierta, de hecho se ve bastante bien, sin signos de infección, está cicatrizando bien.
—La herida es lo que preocupaba —dice mientras acomoda sus lentes—. Está cicatrizando perfectamente, lo bueno es que no se hirió ningún órgano, al menos no de gravedad. En un par de semanas, estará como si nada. En este momento tiene buen estado de hidratación, no hay problemas. Puede soportar a Brenda.
No sé quién o qué vergas es Brenda, pero no suena como algo favorable. Al ver los rostros de los hombres presentes me doy cuenta de que no me espera nada bueno.
—Esperen —digo presa del pánico—. Al inicio me dijeron que el ADN de mi mamá no coincidía con el del mafioso, entonces, ¿cómo saben que es mi tío? Pudo haber sido una equivocación.
—Esperaba que con ayuda de Brenda, tú, Dinaí, respondieras eso.
—Pero no lo sé, de verdad no tengo idea —digo en un susurro—. Escuchen, mi mamá fue asesinada por el padre de Aiden Laredo, tenía pruebas de ello. No sé por qué la asesinaron, pero seguro tiene que ver con eso de la mafia. Pueden buscarlo a él, les juro que yo no sé un carajo.
—Ambos están desaparecidos junto con Elisa García —el detective sonríe maliciosamente—. Deja de fingir, Dinaí, las respuestas te las sacaremos.
Entran dos personajes con el rostro cubierto por un pasamontañas y me desamarran de la cama, con muy poca delicadeza me sacan de la camilla y me arrastran con ellas. No emito sonido alguno, no quiero hacer una escena frente a gente desconocida, pero el miedo me carcome por dentro. Trato de caminar para conservar tantita dignidad, pero van tan rápido, que es imposible seguirles el paso.
Trato de buscar en mis recuerdos alguna señal, alguna pista que me diga qué mierda pasa, pero todo fue tan normal, no entiendo por qué todo está de la mierda. Y entonces saco fuerzas de quien sabe dónde y logro soltarme de uno. Aprovecho para pelear con las fuerzas escasas que tengo, pero lo único que logro es caerme y darme un putazo en el hombro. Ahora sí grito cuando me agarran de nuevo, esta vez sí opongo resistencia, si me van a hacer daño, quiero hacer daño también.
Entre jalones y ajetreo, gritos e insultos, una voz hace que me detenga en seco.
—¡No! —grita Mateo—. Suéltenla, Trébol, por favor, en ese estado no aguantará estar con Brenda.
Algo dentro de mí recobra fuerza y me incita a seguir luchando.
—Mateo Payró —Trébol lo toma de la camisa, puedo verlo desde aquí—. Quedas relevado de tu cargo. Flavio y tú parten mañana mismo de vuelta a Estrada. Hijo, no te metas en esto, ella no es inocente.
Vale, maté a alguien tiempo atrás, mis manos tienen sangre, pero es lo único de lo que soy culpable. A mí nadie me levanta falsos. El brazo de alguien está peligrosamente cerca de mi rostro por lo que aprovecho y suelto una mordida. Escucho un gemido de dolor y posteriormente un escozor invade mi mejilla. Pruebo el sabor de la sangre, de mí sangre. Caigo de nuevo al piso y esta vez no me levanto; me han abofeteado, joder, voy a matarlos a todos. Lo juro.
—¡No! ¡Dinaí! —apenas escucho la voz de Mateo, me sumerjo en un mar de ira que se acumula en mi interior—. No le hagan daño, idiota, la tocas y te juro que te mato.
Y entonces escucho un golpe y un alarido de dolor. Perfecto, han golpeado a Mateo, a ver si se calla porque solo va a lograr que lo maten o algo peor.
Me arrastran al calabozo, me encierran en una celda y mientras me río como histérica por la maldita perra suerte que me cargo, escucho como abren la reja y unos pasos se acercan lentamente, tan lento que es desesperante. Alzo la cabeza para encarar a quien sea que llega, pero mis ojos se detienen en una figura acostada en la celda contigua. El rostro de Haziel está casi irreconocible, la pobre está desnuda y su cabello cubre parte de su pecho. ¿Qué hace aquí?
No logro vislumbrar más, pues frente a mí se alza una chica imponente. Su piel es tan pálida como la nieve, sus ojos parecen muertos y está sonriendo como una loca. Tardo en reconocerla, pero lo hago: Es la chica a la que salvé en el estacionamiento hace tanto tiempo, es la chica a la que se querían llevar. ¿Qué mierda? Cuando la conocí no se veía así de loca.
—Hola, Dinaí, tal vez no me recuerdas —dice con voz aterradora—. Soy Brenda, accediste a correr con tal de que no me llevaran hace mucho tiempo. Quién diría que eras una más de ellos. Prepárate para cantar.
************************ ************************************** **************
Mateo
El terror más puro que he sentido fue cuando mi madre no volvió de hacer "su entrega" y un día después tuve que reconocer su cuerpo. El instante antes de que levanten la sábana para descubrir el rostro del cadáver es terrible porque aún se alberga la esperanza de no reconocer a la persona en la plancha. Conviven el miedo a que sea un familiar, pero la esperanza de que no lo sea. Jamás volví a sentir algo parecido.
No hasta que vi Dinaí iba a correr y si perdía se la llevarían. Pero lo que siento ahora es mil veces peor, porque sé de lo que Brenda es capaz y no creo que Dinaí lo pueda tolerar. Y menos en el estado en el que está, por dios, han pasado menos de dos semanas, no se puede recuperar de una herida de bala tan pronto.
Después de recibir órdenes de volver a Estrada mañana y luego de que me metieron dos golpes en el abdomen, corro hacia la sala de mantenimiento del edificio. Uno de los ingenieros es mi amigo, buen amigo, verdadero amigo y sé que es de confianza. Él me proporcionó las herramientas para abrir las celdas y así lograr que Flavio pudiera reunirse con Haziel después de que Brenda se negó a darle acceso. Entrenamos juntos, aunque él ya estaba en la universidad mientras yo era un crío.
—Carlos, necesito ayuda urgente —mi amigo deja un libro de acertijos de lado y me mira—. ¿Recuerdas lo que hablamos? Lo que te dije sobre la energía eléctrica y...
—Lo recuerdo —dice sonriente—. Encontré los planos de la planta eléctrica —saca unos planos de un cajón—. Sigo sin entender para qué los necesitas, pero no es ilegal así que te los doy. Dile a Flavio por favor que si lo encuentran visitando a su novia, no mencione mi nombre.
—¿Con la llave que hiciste se pueden abrir todas las celdas? —pregunto sin sonar muy desesperado—. ¿O solo la de Haziel?
—¡Qué va! —hace un gesto despectivo con la mano—. Mi herramienta abre cualquier celda, todas son iguales, te lo digo como ingeniero, no hay gran truco. Esto se construyó en menos de dos meses, no es muy elaborado que digamos.
Mi amigo me mira desconcertado, si no lo conociera diría que incluso parece aburrido, pero sé que internamente se está debatiendo entre desconfiar de mis preguntas o hacer de la vista gorda. Cuando no eres agente, no existe tal peligro de cometer traición, pues el trabajo de los ingenieros, doctores, etc. , es parecido al que harían en un hospital o empresa. Aparte, ellos no manejan tanta información importante como para verlos como peligrosos. Carlos en cualquier momento puede renunciar, siempre y cuando firme su contrato de confidencialidad, y olvidarse de la organización.
Yo no. Si yo me largo, me buscarán hasta dar conmigo para asesinarme. Es un riesgo que Flavio y yo estamos dispuestos a correr, es eso o permitir que Haziel y Dinaí mueran aquí.
— Gracias, Carlos, te debo una.
—En realidad, me debes dos —dice mientras vuelve su atención al libro de acertijos—. Pero no pasa nada, luego te las cobraré. Sé que todo esto es plan de Flavio y su novia corrupta. Eres buen amigo, Mateo, pero si Flavio se va por mal camino, no te recomiendo que lo sigas.
Decido hacer como que no escuché eso último. Solo me despido y salgo casi corriendo camino a buscar a Flavio. Los explosivos los tenemos, el imán lo tenemos, solo falta adelantar los planes. Pronostiqué cuatro días, ahora tendré que hacerlo hoy mismo.
Pienso en mi madre, aquella mujer que por darme un vida mejor se metió en negocios equivocados. El día de su muerte juré acabar con el crimen, con las mafias, con la violencia. Durante mucho tiempo fui fiel y leal a mi causa, pero ha pasado tanto tiempo, en el camino sufrimos bajas y altas y ahora todo es distinto. Detuve a muchos criminales, liberé a muchas personas privadas de su libertad, pero creo que ha sido suficiente.
Me enamoré, cometí mil errores y todo nos llevó hasta aquí. Si Dinaí tiene nexos con el mafioso, habré quedado como un imbécil, pero ella lo negó, me miró a los ojos y le creí. Es momento de empezar de nuevo. Es hora de irnos lo más lejos posible. Flavio, Haziel, Dinaí y yo la cagamos una y otra vez, siguen sin esclarecerse algunos asuntos, pero primero escapamos, luego hablamos.
Y que Emma me perdone, pero ella seguirá leal a la causa por siempre y la admiro por eso. Es mi amiga, la quiero, pero en las amistades siempre hay un punto de no regreso. Es hora de tomar caminos distintos; que tengan éxito y logren acabar con lo que yo no pude.
*************************************** *************************** *******
Aiden
El jodido conductor maneja como si transportara ganado en lugar de personas. Ya van tres veces que me doy golpes en la cabeza al pasar un tope. Trato de no gruñir con enojo, pues a mi alrededor hay cerca de veinte personas que no se quejan ni un poco.
Según el GPS estamos a cinco minutos del destino. "Los sacrificios son el pan de cada día, valen por el bien mayor." ¿Y cuál es el bien mayor? Claro, rescatar a Di.
Cuando Sandro convocó a todos los subyugados (que diga, sus agentes), se aventó un discurso sobre la libertad, sobre los grandes imperios y sobre lo mucho que ha decrecido la violencia desde que su gran imperio vio la luz. Miren que ese cabrón tiene labia, pues cada día que paso cerca de él, más me convenzo de que tiene razón, sigo con mis dudas, pero estoy tan manchado que no me haría mal unirme permanentemente a sus filas. Tendría dinero, podría darle una vida buena a mi padre y estaría haciendo un bien...o algo así.
Cuando pasó el discurso y Sandro pidió un voluntario al que se le implantaría un localizador intracorpóreo para que fuera atrapado por la organización y de esa forma diéramos con la ubicación, varios se ofrecieron a pesar de que definitivamente serían torturados. El plan original era que una vez el voluntario estuviera dentro de las instalaciones, se tomara una pastilla y pusiera fin a su vida, eso para ahorrarle el dolor que seguramente le inflingirían. Sin embargo, hasta la media tarde, aún tenía signos vitales.
Sandro obviamente entró en pánico porque si lo estaban torturando, podría soltar información. Mucha o poca, cualquier dato sería relevante. Así que, preso de su desesperación, ideó un plan de ataque. El estratega no demoró mucho, pues es bueno y aparte, siendo sincero, el plan no fue muy elaborado. Vamos a la guerra, los tomaremos por sorpresa, pero no sabemos qué encontraremos ni a qué nos enfrentaremos. Lo primordial es dar con Di, una vez que esté en el camión, se ordenará la retirada y volveremos al refugio. Unos cuántos morirán para evitar que los miembros de la organización den con el refugio, pero es un sacrificio que Sandro está dispuesto a tomar.
—Tu hija, mi sobrina —le dijo a la versión rara de Rosanna—. Hoy en la noche estará de vuelta. Seremos una familia de nuevo.
No quise comentar nada al respecto, pero nadie sabe cómo se tomará Di el asunto, bien pudiera estar en contra de todo esto; tal vez ya es gran amiga de los miembros de la organización, tal vez ahora que Germán está muerto ella y Mateo retoman su relación o lo que sea. No soy idiota, el día que jugamos se sintió la tensión entre ellos dos; fueron algo, lo sé. Y de no haber visto que el idiota le disparó por salvar a la pelirroja, seguiría pensando que Di y él trabajan juntos.
Algo me dice que en realidad ella está en peligro. Y por eso vamos camino a la guerra, solo por una chica. Vaya, lo que hacemos por una persona.
Antes de salir, fui a visitar al señor Macías, no sé por qué, pero me siento con la necesidad de contarle todo lo que puedo al papá de Di. Desde que lo saqué del infierno de la boda, él se ha mostrado respetuoso conmigo, claro porque no sabe que le hice bullying a su hija y la traté peor que la mierda. Creo que deberíamos omitir esa parte, claro.
—Señor Macías —lo saludé al entrar a la habitación—. Ya le informaron, pero quise decirle yo mismo...vamos por Di. Hoy la traeremos de regreso.
El señor ya puede sentarse, puede moverse, no está tan mal. No como antes. Aún se nota pálido, pero tiene buen porte, digno de un hombre de negocios de su calibre. Ahora que está aquí, me pregunto qué pasará con sus empresas, con sus socios.
—Sandro y Rosanna me dijeron por la mañana —suspiró—. No quiero ser parte de esto. Nunca presioné a Rosanna con su familia, nunca le exigí que conocieran a Dinaí. Supuse que tenía una buena razón para no quererlos cerca. Y ahora me doy cuenta que la tenía. Aun así, aquí terminamos, aquí estamos.
Se quedó un momento en silencio mientras miraba el suelo, luego volvió su atención a mí.
—Gracias por todo, Aiden. Tú también cometiste mil errores, pero sé que te preocupas por mi hija. No me importa cómo terminaste aquí o lo que hiciste, me salvaste y salvarás a mi hija, con eso tienes mi respeto. Pero una vez que Di vuelva y esté segura, nos largaremos de aquí. No queremos tener que ver con esta gente. Rosanna no es mi exesposa, a pesar de que sabe todo y me da detalles, siento que no es ella; Dinaí no puede sufrir más.
Vale, es muy respetable, pero no sabemos cómo reaccionará Di. Tal vez esté de acuerdo con su padre, tal vez no, tal vez quiera formar parte de este nuevo imperio. Y estaríamos los dos, su tío me aprueba, su madre también, su padre acaba de decir que me respeta...a la mierda, ni siquiera sé si me va a perdonar. Pero nunca hay que perder la esperanza.
Estamos a un minuto y los nervios me carcomen. No es la primera vez que participo en un enfrentamiento, pero sí la primera vez que mi prioridad es sacar a Di sana y salva. Por el audífono que tengo en el oído izquierdo escucho las instrucciones de la persona al mando en esta misión. Nos recuerda que en caso de ser atrapado, hay que tomarse la pastilla. La maldita pastilla que tengo en el bolsillo del pantalón. Reitera que lo principal es atacar, distraer y matar mientras yo, Elisa y otros dos chicos vamos por Dinaí.
—Di nos odia, pero la vamos a salvar —comenta Elisa—. Eso hará que nos odie menos, ¿cierto?
Bien, llegamos en diez segundos. Respiro profundo. Ha llegado el momento de enmendar mis errores.
**************************** ******************************************* *
Dinaí
Salvé a Brenda hace tiempo, no sabía que se llamaba así, tampoco sabía que era una perra. De haber sabido que me iba a causar dolor como nunca antes sentí, habría dejado que se la llevaran. Pero esa fue otra decisión que tomé y ahora sufro las consecuencias.
Gracias al cielo la idiota se ha ido, gracias al cielo no me dejó inconsciente ni con dolor insoportable. Sufrí mucho durante su interrogatorio, sí, pero sé que no usó todo su potencial, porque de haberlo hecho, estará igual o peor que Haziel. Me acerco a los barrotes y trato de llamar su atención. No ha cambiado de posición desde que entré a las celdas, de hecho hasta tengo miedo de que esté muerta y nadie se haya dado cuenta.
Toco con el puño el vidrio que nos separa, pero no responde. Vaya, sé que está viva porque diviso su respiración lenta. No sé por qué, pero verla así me hace sentir culpable, ¿es que acaso también es mi culpa que esté encerrada aquí? Espero que no, porque después de todo lo queha ocurrido, Haziel es la única persona que me gustaría conservar como amiga.
Me recargo en la pared y respiro profundo muchas veces, necesito recuperar el aliento y descansar. Sé que Brenda volverá en cualquier momento para "hacerme cantar", mientras más descanse, más podré soportar. Necesito salir de aquí porque aún no sé nada de mi padre y esa es la única razón por la que me decido seguir viviendo. Debo encontrarlo, saber qué ocurrió con él y si le pasó algo, quiero saberlo para culparme una vez más antes de morir.
El único limpio resultó ser papá y fue el que más sufrió. Dos esposas muertas, una de ellas lo trató de matar en su propia boda. Y ahora quién sabe qué ha sido de él.
Me debato entre el sueño y la vigilia, el sabor de la sangre aún perdura en mi boca y el olor a fracaso no se aleja de mí. Tengo miedo de dormir y no despertar, tengo miedo de dormir y al abrir los ojos encontrarme a Brenda vigilando. Pero tengo miedo de estar despierta porque mis pensamientos solo viajan a mi tío misterioso. ¿Sabrá de mi existencia? Por sus cartas, sé que sí. Pero papá dijo que estaba en un psiquiátrico, ¿cómo es que es mafioso si está enfermo de la cabeza? Todo fue mentira, seguramente.
¿Me estará buscando? ¿Le importaré aunque sea un poco? Todo lo ocurrido en la boda, todo lo que pasó con Valentina, todo lo que está mal en esta momento tiene un poco de culpa de mi tío. Necesito respuestas, necesito saber cuál es el fondo de todo esto.
Las luces comienzan a parpadear, qué suerte, pues la blanca y reluciente luz es desesperante. Parpadean cada vez más rápido hasta que terminamos en una oscuridad completa, la recibo con los brazos abiertos. Creo que ahora sí podré dormir. Cierro los ojos y dos segundos después, el sonido de una explosión me hace pegar un brinco. Santa mierda, casi me cago del susto.
Escucho desmadre, hay gritos, detonaciones y disparos, ¿qué está pasando? Se escucha lejano, como si ni siquiera fuera aquí...y entonces se abre de un portazo una puerta y escucho que alguien grita el nombre de Haziel. Puedo descansar, al menos vienen a rescatar a Haz, ya no sufrirá más. Me siento feliz por ella. No veo nada porque todo está jodidamente oscuro, pero una luz de linterna a lo lejos crece y se que alguien se acerca. Llega hasta la celda de Haziel y creo que comienza a abrirla. La linterna es depositada en el piso por lo que alcanzo a ver el rostro de Flavio.
Un atisbo de agradecimiento nace en mí, se ve que la quiere. Quien me quería a mí ya está muerto.
Y entonces, como un maldito ángel que ha bajado del cielo, Mateo pronuncia mi nombre y lo veo al otro lado de la reja. Por un instante no logro sentir nada, es como si mi interior estuviese muerto, pero entonces siento una pizca de sorpresa, una minúscula cucharada de felicidad y luego todo es inundado por una rabia descontrolada.
—¿Ya es hora de que me maten?
—No, Dinaí —vuelve de improviso la luz y veo que sus ojos son sinceros—. Es hora de empezar de nuevo. Nos vamos de aquí. A la mierda la organización, a la mierda el mafioso. Vayamos a vivir una vida normal con gente normal.
Eso es lo que quería, eso fue lo que le pedí tiempo atrás, el día en que nos separamos. Oh, lo que tanto anhelé ahora me lo quiere dar, ahora que es demasiado tarde. Pero me va a sacar de aquí, no puedo desaprovechar eso. La ira ha quedado rezagada, la rabia adormeció, ahora no sé qué sentir, pero acepto esta tregua.
Flavio entra corriendo a la celda de Haziel y levanta a mi amiga en vilo. Ella se remueve, creo que dice algo, pero no escucho nada. Mateo, por su lado, abre la puerta de mi celda y espera a que salga. Por un momento nos quedamos uno frente al otro, viéndonos, hablando en silencio. No tengo nada que decir, no ahora y no sé si algún día.
—Dinaí, fue por mi culpa que Mateo te disparó —dice Flavio quien se para detrás de Mateo—. Yo lo moví, no quería que Catarina fuera herida...no fue su culpa.
Sea cierto o no, en este momento no puedo meditar en sus palabras, es demasiado pronto para pensar, para razonar. Lo principal es salir de aquí. Mateo está por decir algo, pero una explosión que suena más cerca, nos hace reaccionar a todos. Flavio corre hacia la salida con Haziel en brazos, Mateo toma mi mano y aunque al inicio me rehúso, después aprieto su mano y me dejo llevar. No conozco este lugar.
—Nos atacan, es bueno, pues sirve como distracción.
Sí, sí, lo que sea. Solo salgamos de este infierno.
Corremos a ciegas y a veces no tan a ciegas, veo a gente cubriéndose, peleando y otros gritando órdenes. La mayoría son presas del pánico, pues los agentes seguramente están luchando por contener al atacante. ¿El atacante será el mafioso? ¿Será prudente que vaya a conocerlo? "Hey, soy tu sobrina, Dinaí, ¿qué tal?" Tal vez no sea tan buena idea.
En un momento, el techo cae frente a nosotros y nos separa de Flavio y Haziel. Entre toses y gritos, nos damos cuenta de que Flavio está bien, pero nos quedamos varados, pues los escombros tapan nuestro camino.
—Nos vemos en donde quedamos, hermano —dice Mateo—. Tendremos que llegar por otro lado.
En silencio, deseo que Haziel llegue bien a donde sea que esté segura. Ella, más que nadie, merece comenzar de nuevo.
Mateo me lleva por lugares que no reconozco, atravesamos pasillos, fingimos que no tenemos prisa y corremos por otros lugares. Hemos dado tantas vueltas que comienzo a marearme, he llegado incluso a pensar que tal vez solo me está haciendo perder el tiempo. Estoy por confrontarlo cuando llegamos a una bodega, al otro lado hay una puerta que dice: Salida de emergencia. Bueno, creo que hemos llegado. Doy un paso al frente y siento que me golpean de lleno en la cara. Suelto un alarido de dolor mientras caigo al piso (mi nuevo mejor amigo), sobo mi nariz mientras maldigo a quien me golpeó.
—Sabía que no podrías superarla nunca —dice una voz familiar—. Mateo, quise ser suficiente para ti, pero siempre estuvo ella en medio.
Alzo la cabeza y veo a Catarina, la perra, con un palo de metal. Antes no me mató con esa cosa. Mateo le responde, escucho su voz, pero estoy tan centrada buscando algo con que golpear a esa perra, que no presto atención a lo que dice. Me arrastro un metro y llego a una caja entreabierta. En el interior hay armas, me pregunto si estarán cargadas.
Echo un vistazo atrás y veo que siguen sumidos en una charla. Mateo tiene los brazos alzado, como si se rindiera, la otra chica solo tiembla no sé si de frío, miedo o furia. Discretamente, meto lo mano y saco un arma, quito el seguro y me preparo. Por favor, que esté cargada, si no, voy a valer madre. Respiro tres veces y me volteo.
Apuntar no fue difícil, lo difícil fue atinarle a la pierna. En contra de todo pronóstico, el arma estaba cargada y la bala dio en la pierna. Catarina grita, pierde el equilibrio y cae, me levanto triunfante y me acerco a la hermosa pelirroja.
—Germán era buena persona —digo en un siseo—. No merecía morir.
—Lo planearon juntos, se conocían de antes, lo sé, le eran leales al mafioso —Catarina me mira con odio—. Vinieron por ti, ¿no? Habrán ganado esta, pero no la guerra. Van a caer por lo que hicieron, lo que nos hicieron. Nuestro sufrimiento será vengado.
No entiendo por qué insisten en que Germán y yo nos conocimos antes, o sea no, no lo recuerdo. Pero ya estoy harta de esta mierda y no quiero ver más la cara de esta pendeja.
—Dinaí, no hagas esto, no eres así.
Respiro y disparo tres veces. Ver el cuerpo de la pelirroja tirado en el suelo con dos balas en la cabeza y una en el pecho me da tanta satisfacción que me comienzo a emocionar. Al ver la sangre, roja carmesí, no puedo evitar sonreír.
Y entonces, siento la rabia despertar, mi ira aflora, pero ahora hay emoción dentro de mí. Me siento invencible, invulnerable, siento que un peso enorme desaparece de mi pecho y río. El mafioso está aquí, mi tío está aquí. Por un minúsculo instante consideré la idea de Mateo de empezar de nuevo, borrón y cuenta nueva. Pero no va a ser posible, no hoy, no ahora, no después de todo lo que pasé.
Juré que iban a pagar, juré que el detective y Trébol sufrirían tanto como yo. Y si me voy con Mateo, no cumpliré esa promesa. Y necesito hacerlo, necesito verlos sufrir, necesito que vean que soy yo la dueña de su dolor y quiero verlos a los ojos cuando decida que es hora de su muerte.
—Dinaí...
—No me iré contigo —digo sin ver a Mateo a los ojos—. Gracias por tu oferta, pero tengo cosas que hacer.
Y antes de que pueda decir algo, acercarse o moverse. Disparo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top