Mar y tierra

Tres meses después

El ascensor está tardando demasiado; entiendo que bajar hasta el décimo piso no es tan rápido, pero acabo de descubrir información de suma importancia y no puedo darme el lujo de tomarlo con calma. Traigo la información impresa, esto le servirá de mucho a Sandro, pero me servirá mucho más a mí si es que Sandro acepta mi propuesta.

Las cosas en la costa este no son tan complicadas como lo creí en un inicio, Sandro es persona de interés ahora, al igual que yo y al igual que muchos otros agentes que pertenecen a la empresa. Es por ello que las encargadas de dar la cara por los negocios no turbios, son Alenna y mi madre. Alenna es una mujer inteligente, alegre y comprensiva, es la mejor para sostener los medios y la comunicación. Mi madre, al operarse y fingir su muerte (porque para todo el mundo ella está muerta) adoptó nuevo nombre y nueva "vida", tiene doctorado en no sé qué de Economía y además tiene conocimientos en Contaduría porque de hecho es contadora..

Para cualquier persona en el mundo, incluido el detective Serrano y cualquier miembro del Círculo, la empresa es liderada por dos mujeres sin historial criminal, con cuentas transparentes que manejan diversas fábricas de papel, lavanderías y un lujoso hotel. Desde un año atrás tienen una coartada perfecta, tienen documentos que demuestran legalidad y todo está bajo control.

Esa es la fachada, obviamente, el verdadero negocio es Sandro y su ejército de personas modificadas genéticamente.

El elevador se detiene en el séptimo piso, no lo tolero más y me bajo, prefiero caminar así tenga que atravesar la sala de informática y tener que saludar a cada uno de los ingenieros que se me acerquen. Ser parte de la "familia real" como le encanta decir a Sandro, tiene sus beneficios. El día en que acepté mi lugar como líder del "negocio del futuro", fui presentada oficialmente. Cada persona que tiene algún nexo con esta mafia, conoce a Sandro, a Alenna, a mi madre y a mí. No personalmente, para eso habría que hacer una gira por el país, pero al menos el nombre lo conocen y lo respetan.

Hizo falta un mes entero de mi estancia para que me dieran acceso a mucha información oculta. Entre ella, los múltiples experimentos hechos en humanos para meter recuerdos de gente que, tristemente para Sandro, ya no están con nosotros. Fue mi madre quien me lo comentó, dijo que Sandro sufrió tanto por la pérdida de sus padres que hizo todo lo posible por traerlos de regreso. El invento del siglo fue la extracción de recuerdos, algo en lo que Sandro estaba trabajando incluso antes del asesinato.

El siguiente paso, y esta vez por motivación propia, fue insertar los recuerdos en una persona viva. Resulta que es imposible, pues no se pueden borrar todos los recuerdos y aunque se pudiera, no es como olvidarlo por completo, sabes que algo ocurrió, simplemente se borran los detalles, rostros, incluso a veces nombres. Las emociones y sensaciones se quedan, en una persona viva no se pueden insertar recuerdos. Al menos aún no se sabe cómo. Por suerte, al fin Sandro desistió de la tarea, fue gracias a mamá, pues lo convenció de que bastaba con tenerla a ella a su lado.

Pero en el intermedio mucha gente fue sometida a procesos que distan de ser éticos. Me enseñaron el permiso firmado, el consentimiento informado de cada persona con la que experimentaron. Les ofrecieron una gran suma de dinero y ellos aceptaron sin saber que sería un suplicio. No tanto por el dolor soportado, si no en lo que se convertirían después: personas, pero modificadas. Gente con una piel tan pálida y fría, menor empatía, un revoltijo de sus propios recuerdos, una mente distinta. Qué terrible sería saber que ya no eres el de antes. Hasta la personalidad se corrompe. Vi la firma de Catarina, la de Brenda, la de Valentina y la de Gustavo.

Sentí una puñalada en el abdomen cuando entendí el sufrimiento de cada uno de ellos. Entraron por necesidad, pero salieron sin una parte de ellos mismos. Puedo comprender el porqué Valentina ideó todo un plan para acabar con nosotros y vengarse de mamá, pero no por eso lo acepto. Comprendo el porqué Brenda sintió tanto pánico el día que quisieron llevársela de nuevo y el porqué está tan deseosa de atrapar a mi tío, pero no por ello acepto que me torturara hasta hacer que perdiera el conocimiento. Entiendo porqué Catarina anhelaba tanto acabar con Sandro que fue capaz de matar a un policía considerado traidor con tal de que no hiriera a sus amigos. Pero no por eso acepté que matara a Joel.

—Conocí a una de tus experimentos, se llamaba Catarina, la perra mató a mi novio —recuerdo que le dije a Sandro el día que me dejó encargada de la red de drogas—. Yo la maté a ella —fue la primera vez que vi algo que no fuera burla en su mirada, más bien tristeza—. No me interesa tu vida amorosa, pero me llamó la atención que fue ella quien tenía una muestra de ADN tuya. Y me dijeron que la muestra fue semen.

Su rostro era de sorpresa, sentí tanta satisfacción al verlo desestabilizado al muy cabrón. No tardamos en hundirnos en una charla sobre el amor y demás mamadas. El muy idiota se enamoró de Catarina y la pelirroja le correspondió. Dude, eso es medio enfermo, se llevaban más de treinta años. Dado que Alenna es de mente abierta (empezando porque su marido es un mafioso), decidieron aprovechar de momentos carnales. Porque Sandro ama a Alenna con toda su alma (eso dice el wey), pero su corazón de condominio alojó a Catarina. Hasta que todo fracasó y Catarina decidió largarse de ahí. Le borraron los recuerdos desde su reclutamiento hasta el día en que fue despedida. Eso incluye la última vez que se acostó con Sandro.

Sandro se encargó de derribar cualquier red de trata de mujeres, las liberó y llevó de vuelta a casa. Para eso, fingió muchas redes de trata y alertó, anónimamente, a la policía para que los liberaran. Todo era un maldito montaje. Eso incluye la vez que Haziel y yo nos metimos al bar de mala muerte y creímos que nos llevarían. Esa vez fue la primera vez que vi a Catarina.

Solo que fue mala suerte para Sandro que dos de sus experimentos se unieran a El Círculo, peor aún, que una de ellas fuera Catarina. Pude ver un brillo de dolor en sus ojos, pero fue efímero, después, la burla y diversión volvieron.

—No hay rencores, Di, ella decidió abandonarme y mató a tu novio, es normal que quisieras venganza —se levantó y me dejó—. Estoy orgulloso de ti, ahora sé que mi negocio de narcóticos está en buenas manos.

Y me siento tan mal porque nada fue culpa de Catarina ni los demás, ellos quisieron participar en esto de los experimentos sin conocer el panorama completo. Y es que dudo que si quiera los científicos supieran a lo que se enfrentarían. Si se trata de culpar a alguien, es Sandro quien más carga. No puedo devolver a la vida a nadie, juré no arrepentirme de matar a Catarina, pero en aquel momento sentí la punzada del arrepentimiento.

Ese fue el momento en que los ataques de pánico regresaron.

Y de hecho, ahora que lo recuerdo, también lo siento. Joder, imagino todo lo que sufrieron las personas y solo pienso en lo terrible que es esto.

Uno de los ingenieros me llama, es un joven de veintiséis años que fantasea con tener algo conmigo, supongo que piensa que conmigo tendrá entrada a las grandes ligas, pobre idiota. Lo saludo con toda la cordialidad y una sonrisa divertida, después de halagar mi belleza y no sé qué más, me muestra la pantalla. Mi sonrisa se borra de inmediato, es una entrevista hecha a mi padre, por ahora se encuentra en Madrid y ha hecho un convenio para ayudar a los niños de África. Se ve tan elegante, formal, despreocupado...

La forma de Sandro para protegerse consistió en borrar los recuerdos de la gente que se iba. Nada que lo conectara a él. Hizo lo mismo con mi padre y me enteré hasta después. No tengo idea de lo que sabe papá, pero lo más probable es que recuerde haber sido lastimado. Apuesto a que le contó la policía una historia sobre mí saboteando, en conjunto con mi tío, su boda. No sé qué más cuentos le dijeron, pero apuesto que se lo ha creído todo, después de todo, no tiene recuerdos. Y aunque tenga una noción de lo que pasó, su propia mente se convencerá de lo que le digan. Pero está bien, le está yendo bien, merece tener mucho éxito, seguro se conseguirá otra novia, alguien mejor que Valentina y mejor que mamá. Él no merecía que lo arrastrara a mi mierda.

Le doy las gracias al ingeniero y me largo de ahí, definitivamente voy a meterme un par de líneas en cuanto termine con Sandro.

—Hey, guapo tío, te traigo una sorpresa —le aviento el documento—. Erik Falcón, el hijo de tu moribundo archienemigo, estará en el Casino Feller el día de mañana. Es territorio nuestro y dado que el joven será el heredero del clan Falcón, propongo ir a encargarme de convencerlo para unir fuerzas.

Eso de unir fuerzas es una idiotez. Si Sandro quisiera, acabaría con todo el clan Falcón de un solo tajo. Pero mi tío prefiere primero el diálogo, por mí está bien, mientras menos muertes mejor. "Confianza en lugar de terror es el pilar del liderazgo."

—Querida sobrina, tienes nuestros genes —trato de no rodar los ojos—. El enfermo Jonathan Falcón se rehúsa a unirse a mí, pero he oído que su hijo es distinto. Si crees que puedes lograrlo, adelante. Pensaba mandar a Sergio por última vez con Jonathan antes de usar la fuerza —otro más de los experimentos—. Pero adelante, el hijo pudiera ser más sensato.

Le sonrío de forma pícara y salgo casi volando de ahí. Genial, lo único que me hace falta y que necesito es que los Falcón se unan a Sandro, con eso, podrán estar reunidos todos en el mismo lugar. De hecho, tengo otro asunto que resolver, pero primero necesito un momento de relajación, ver a mi padre en pantalla me desestabilizó, necesito encontrar el rumbo de nuevo.

Llego a mi alcoba que de hecho es más lujosa de lo que incluso pude imaginar y abro el cajón mágico. Un cajón en el que guardo una pequeña bolsa de meta. Jamás la he probado, la guardo como un reto, como una probada de lo fácil que podemos caer.

Desde que Sandro me hizo responsable de narcóticos, me di cuenta de lo sencillo que resulta volverte adicto, hay gente que por muy discreta que intenta ser, no lo logra porque su necesidad es obvia. La meta en el cajón es un recordatorio de la realidad, de lo que vivo a diario y de lo débil que es el ser humano. Un paso en falso y todo se va a la mierda.

Ellos me lo han dicho, algunos han intentado convencerme de que por unos momentos todo es diferente, el dolor desaparece y las malas decisiones no importan más. Que el ahogo de la culpa y el arrepentimiento puede desaparecer. Observo los cristales, tan brillantes, tan perfectos. Esto es de buena calidad.

Pero entonces el placer y la satisfacción desaparecen. Y da paso a la decadencia, el momento en que la tristeza vuelve con más fuerza y la culpa no deja dormir. La realidad cae de nuevo y entonces la gente se da cuenta de que está peor.

No, hoy no será el día en que caiga. Guardo de nuevo la bolsa. Espero nunca caer.

Lo importante ahora es que necesito ir a visitar la cámara de los recuerdos.

Me costó dos meses y medio dar con el lugar en donde se guardan los recuerdos. Aún tengo curiosidad del por qué Sandro me quitó los recuerdos de Joel, pero no me atrevo a preguntarle, aún no. Lo que más me interesa es ver si por ahí encuentro los de mi padre, algún otro mío y sobre todo, los de Sandro. Algo esconde, no sé bien qué, pero necesito averiguarlo antes de...

—Di, mi niña hermosa —joder, ahorita no tengo ganas de ver a mi madre—. He pensado que tal vez necesitas algo para quitarte el estrés y más ahora que eres la encargada de las drogas —me abraza y siento el frío recorrerme—. Tal vez una mascarilla, podemos ir al spa, es territorio nuestro, no correrás peligro. Será un día de chicas.

Mis ovarios, tengo cosas más apremiantes. No es que nunca haya tenido un día de chicas con esta nueva madre, pero hoy no estoy de humor. Aparte, nuestro último día de chicas tuvo como invitada especial a Elisa y aunque mi odio ha decrecido, aún me siento incómoda estando a su lado. No somos amigas, pero es una compañera y no voy a negar que me ha servido de mucho con esto de las drogas. Me ayuda a coordinar las entregas, los camellos, a revisar el producto y llevar las cuentas. Yo no la elegí, Sandro la impuso, pero me ha funcionado.

—Y creo que deberíamos hablar sobre Aiden, hija, es momento de que pienses en sentar cabeza...

Me detengo de golpe, quiero vomitar.

—No hay nada que hablar sobre Aiden —digo muy lentamente —. No es mi amigo y aunque Sandro y tú lo idolatran y sueñan con verme casada con él, vale pito. Mira, sé que lleva muy bien el negocio de las apuestas, es imponente, inteligente y todo lo que digas. Y sí, hemos tenido que interactuar más de lo que me gustaría, pero nada, nada va a pasar nunca entre nosotros.

Pero ya pasó. Y me odio por eso.

Mi madre se sorprende por mis palabras, más que nada por mi tono. Tan decepcionada de ti, tan débil que eres, tuviste la oportunidad de matarlo y no lo hiciste. Cállate, matar no es la solución a todo, no me gusta matar. Como si lo hicieras seguido, ni que fueras sicaria. Te detesto, me estoy enojando.

Me despido de mamá de forma cortante. Doy algunas vueltas para despistarla en caso de que me siga. Cuando me cercioro de que nadie me ve, tomo camino hacia donde resguardan los recuerdos. Sé que tiene llave, sé que hay filtros para acceder a ellas, pero no por nada me tardé una semana en conseguir la contraseña, la huella dactilar de Sandro y desactivé la cámara para evitar que me vean.

Una vez que entro en la habitación, suelto un jadeo de sorpresa al ver la cantidad de jeringas que hay. Y no solo eso, sino también están tan bien organizadas, que admiro la capacidad de Sandro. La mía está en un cajón que dice Dinaí, fuera de eso, solo hay unas de papá (supongo que las de los últimos sucesos). Las demás son de Sandro y sus experimentos. Recorro el lugar en busca de algún recuerdo que me pueda interesar. Están ordenados cronológicamente, algunas son de hace más de treinta años, ¿tanto quiere olvidar mi tío? Antes que nada, decido ir por mi recuerdo, no quiero quedarme sin él. No sé muy bien qué hacer, pues si lo pongo en el visor seguirá fuera de mí. Al final hago lo más lógico que creo y me lo inyecto en la vena del brazo. Por un momento no ocurre nada, me siento igual, pero después un escalofrío me recorre de cabeza a pies y entonces revivo el momento.

Ahora es todo tan claro, es mío de nuevo. Suelto un suspiro y una lágrima recorre mi mejilla. De una u otra forma le voy a sacar la verdad a mi tío.

Sigo recorriendo el lugar, decido tomar las jeringas de mi padre, oportunidades como esas no se dan dos veces en la vida. Tomo al azar un recuerdo de Sandro del 2013, fue al azar, pero me llamó la atención porque en esas fechas mamá aún vivía y yo seguí siendo Dinaí la amiga de Aiden. Ahora que estoy consciente de que son recuerdos de alguien más, me es más fácil diferenciar. Ya no lo siento como si yo fuera la dueña de los recuerdos. Por suerte.

Se trata de él con sus padres, mis abuelos a quienes conozco por primera vez, discuten por una señora asesinada mientras transportaba su cocaína. Dan propuestas sobre el siguiente movimiento, sobre la postura a tomar, pero mientras Sandro insiste en atacar con todo al clan enemigo, sus padres piden paciencia y diálogo. La discusión la pierde Sandro, con furia toma el periódico y lee el encabezado. "Muere madre de familia, deja un hijo de 16 años" La imagen es el cadáver de la señora en el piso de un basurero, el cuerpo tiene una sábana blanca. Leo parte de la noticia. "Silvia Escutia Rivera, de 42 años, fue hallada esta mañana por vecinos que la encontraron. La mujer de 46 años de edad presentó una herida de bala en el cráneo, se iniciarán averiguaciones lo más pronto posible. Junto a ella, se halló una bolsa de basura con restos de cocaína, el cargamento entero fue robado. Se cree que está ligada a algún cartel, a pesar de que su hijo, Mateo Payró, de diecisiete años de edad, niega que su madre estuviera en negocios turbios.

Sandro interrumpe la lectura y grita que si la policía investiga de más, los descubrirán y que ellos están destinados a cosas maravillosas, que serán los dueños de un imperio.

El recuerdo termina y vuelvo a la habitación. Me quedo inmóvil, sin respirar y con un nudo en la garganta que duele cada vez más. Nunca le pregunté a Mateo por su familia porque él jamás dijo palabra alguna y tampoco presionó por saber de mi familia. Pero...¿qué tan probable es que la mujer muerta de la que se habló en el recuerdo sea la madre de Mateo? Tal vez por eso nunca habló de ella, tal vez por eso estaba tan centrado en acabar con los criminales. Y ahora resulta que mi familia tenía como empleada a su madre y fue asesinada por el bando enemigo. ¿Qué tan probable es? Oh, ¿por qué no le preguntas? Así te sacas de dudas. Ah, claro, ya lo recuerdo, no puedes preguntarle porque...

Tomo otro recuerdo de Sandro, del 2014 esta vez. Está con sus padres, los tres lucen enfadados, discuten mucho más fuerte que el del 2013. Sandro golpea la mesa, la pared y grita hacia sus padres. "Débiles, tienen miedo, esto está destinado a crecer." Mis abuelos le responden que no es así, que lo mejor es ir dejando el negocio poco a poco y aceptar la derrota, si su hermana no quiso unirse, mejor dejarlo de lado. Pero Sandro no quiere una derrota, él está destinado a cosas más grandes. Comienzan a pelear, esta vez, Sandro se va a los golpes con su padre. La abuela trata de detenerlo, pero es imparable, de alguna forma, mata a mi abuela cuando la empuja y esta se golpea la cabeza con la esquina de la mesa. El abuelo, enloquecido, se va contra Sandro, pero mi tío es más fuerte y termina matándolo. Sandro, jadeante y sudoroso, observa perplejo la escena, ¿qué ha hecho? Una vez que termina de lamentarse, idea un plan para incriminar a un bando enemigo por la muerte de sus padres. Cuando llega con la noticia de que encontró a sus padres muertos en la cocina de su casa, nadie duda de sus palabras. Al contrario, sus empleados lo apoyan más, la labia de Sandro es tal, que lo idolatran.

Termina el recuerdo y no lo puedo ni creer. Sandro dijo que sus padres fueron asesinados por el enemigo y en realidad fue por él. Oh, joder, si de por sí pensaba que estaba loco, esto demuestra que lo está aún más. ¿Estará mi madre enterada de esto? Conociendo a Sandro, seguramente también le mintió sobre eso. Estoy por tomar el recuerdo que sigue a ese, cuando me percato de otro cajón. Tiene el nombre de mamá.

¿Por qué mamá se quitó recuerdos? Eso no tiene sentido, ella se operó...¿cierto? Solo son tres jeringas, ¿serán momentos traumáticos de su vida? Rápidamente tomo la primera y la meto en el visor. Creo que fue pésima idea meterme aquí, la gente guarda secretos y a veces es mejor no descubrirlos.

Es la escena de Sandro buscando a mi madre, llegando a Sores para convencerla de unirse a su familia, ella al principio lo trata bien, pero después tiene que ser más dura con él para darle a entender que no quiere ir hacia allá. Efectivamente, estando en el cuarto de mis padres solo se abrazan, no hay ningún beso. Reitera que su vida está en Sores con su esposo y su hija; ella es feliz, hay altibajos, pero trata de llevarlo lo mejor posible. Ya hizo mucho encontrándose con su hermano en aquel bar de mala muerte repleto de gente indeseable como para arriesgar a su familia mucho más. Será la despedida, el abrazo fue la despedida. No una infidelidad. Los ojos ven lo que la mente cree.

La segunda jeringa es puro negro, me quedo cerca de dos minutos antes de que acabe, ¿qué carajo? Me deshago de esa jeringa y meto la última. Siento el nerviosismo recorrer mi cuerpo, un cosquilleo de advertencia se interpone; pero algo me incita a ver el recuerdo.

Mi madre sale de la casa hecha una furia, sube al coche y maneja hasta la gasolinera para llenar el tanque. Está nerviosa, insegura, le echa un vistazo a la carta que le enviaron recién. Está firmada por Sandro, en ella explica que al volver de su viaje a Sores, se encontró con una escena de muerte en casa. Tanto papá como mamá fueron asesinados y seguramente por un bando enemigo, él aseguraba que se trataba del mismo que mató a sus empleados, desde la mujer mensajera hasta los camellos. Le rogaba que fuera a casa, necesitaba algo de apoyo, después de todo, ella era la única familia que le quedaba.

Pagó la gasolina y salió hacia la carretera. En cinco horas llegó a la capital del país, se encontró con su hermano en un lugar desconocido para ella con la excusa de que no era seguro volver a la casa y entonces empezó la mierda. Mamá exigió saber todo con detalles, Sandro le relató, juntos fueron a enterrar los cuerpos de sus padres y lloraron la pérdida. Por segunda vez, Sandro ofreció a mamá la oportunidad de unirse a la causa, ella, entre enfadad y triste, se negó. Esta vez se mostró enojada.

Sandro y ella comenzaron a discutir, gritos de él, respuestas de ella. La acusó de traicionar a la familia, de no apoyarlos, de dejarlos a un lado. Que la familia es lo primero y más cosas así. Ella le dijo que estaba loco, que seguramente tenía un problema mental, pero que con sus delirios de grandeza lo demostraba. Ella, en su enojo, le lanzó un florero, no le dio directamente, pero chocó contra la pared y le rebotó un vidrio que le cortó el brazo. Ella estaba sorprendida por el ataque de agresividad, pero él se volvió loco.

La lanzó con fuerza hacia la pared y todo se hundió en negro.

El mundo se derrumba a mí alrededor, una pesada cortina se desbarata frente a mí y siento como la ira que constantemente trato de apaciguar cobra fuerza a cada momento. Sandro es un enfermo, un hombre con algún trastorno; es un maldito psicópata. No sé nada de psiquiatría, pero estoy segura de que mi tío está mal de la cabeza. Mi respiración se acelera en un intento de evitar esta sensación de ahogo que me embarga.

Las crisis son de lo peor y cada vez que se presentan siento que me muero.

Por suerte, mi espalda está recargada en la pared, mis piernas flaquean y siento como caigo al suelo. Jadeo de dolor, no sé de donde proviene, solo siento que me recorre de cabeza a pies. Sabía que mamá no se sentía real, algo en ella es artificial, pero el verlo, presenciar el momento en que Sandro la asesinó... es otro golpe duro. No es un dolor de pérdida, ese lo superó la Dinaí de 16 años, este dolor es distinto, es decepción, sorpresa y más que nada me siento mal por la mujer que tiene los recuerdos de mi madre... bueno, casi todos los recuerdos. Estoy temblando como si estuviera helando, mi cuerpo se mueve incontrolablemente, pero la furia no apacigua, al contrario, incrementa mientras más le doy vueltas al asunto. El estómago se me hace un nudo, las náuseas son incontrolables, pero me es imposible vomitar.

¿Quién era la señora que ahora tiene los recuerdos de mi madre? Por eso se sentía tan artificial, porque experimentaron demasiado con ella. Mi madre murió ese día, Sandro la mató, al igual que mató a sus padres, al igual que matará a cualquiera que sea un obstáculo en su imperio. ¿Por qué matar a su hermana, sacarle los recuerdos y luego meterle los recuerdos a otra persona? Está enfermo. Prefiere quitarse sus recuerdos malos porque no tiene el valor suficiente para vivir con lo que ha hecho. Y está solo, seguramente al sentir la pesadez de la soledad, no pudo soportarlo e hizo lo posible por traer de vuelta a su familia. Pero es imposible resucitar a alguien, no trajo de vuelta a su hermana, solo hizo una copia barata. La hizo a su conveniencia. Y usó a una señora inocente para crearla.

En algún momento, siento que me voy a morir, el peso en mi pecho no cede, el corazón me late tan fuerte que duele. Esto es demasiado, me voy a morir, puedo sentirlo.

Todo empeora antes de mejorar. Es un dicho popular y en este caso aplica. Pasados unos minutos, recobro la compostura. Una vez que la fuerza vuelve a mí, me levanto rápidamente, iré a matar a Sandro. Ese cabrón no se va a quedar impune, mata a mi madre, luego me hace creer que está viva de forma bizarra y luego me entero de que fue él quien la asesinó.

Siento el calor en mi rostro, incluso me duele la cabeza, pero no me detengo, las cosas son incluso peor de lo que creí. No me esperaba esto, nunca lo imaginé. Toda la gente aquí adora a Sandro, lo seguirían hasta el infierno si es se los pidiera. Todos y cada uno saben en lo que se meten, forman parte de este imperio qué, si bien está bien estructurado, está liderado por un enfermo que le lava el cerebro a todos los seguidores.

¿Y la carrera? Tienes que ir. No, tenía que ir, ahora mataré a Sandro. ¿Así nada más? No creo que lo logres, el cabrón te va a ganar. Al menos lo voy a intentar, no dejaré que gane. Voy a borrarle esa sonrisa del rostro. Ya sabía que eras pendeja, pero ahorita te estás pasando. No me ofendas, cualquiera lo haría, si me mata, sabrá que descubrí su secreto. Ajá, ya veo. Todos estos meses de trabajo y esfuerzo se van a ir a la mierda, ¿no? Ya estaba decepcionada de ti, pero ahora lo estoy más. Me vale, mis planes se irán por la borda, en este momento solo quiero que Sandro pague. Suponiendo que lo matas, ¿qué? Te harán culpable y el imperio va a seguir, mejor quédate, no cambies los planes.

—Di, qué bueno que te encuentro —Elisa aparece frente a mí y pego un brinco—. ¿Estás bien? Te ves muy pálida y parece que acabas de comerte un chile.

Me toma del brazo ya que siento un mareo y me voy de lado. Una vez que me recobro, me alejo de ella.

—Ahora no, tengo algo que hacer.

La aparto y sigo mi camino.

—¿Más importante que la carrera? —su voz tiene un tono tan emocionado que debo recurrir a toda mi paciencia para no enojarme, vamos, ella no tiene la culpa—. Ya es tarde, eres la estrella, por supuesto, pero no se ve bien ser impuntual.

¿A quién verga le importa? Acabo de enterarme de que Sandro mató a mi mamá, no me voy a ir a una jodida carrera, primero lo mato. Sigo caminando.

—Va a ir, lo descubrí hoy por la mañana —ahora sí me detengo en seco—. Quería que fuera sorpresa, pero necesito convencerte.

Usa la cabeza, Di. Es una oportunidad de oro, no lo eches a perder por tu ira incontrolable. Es mi madre, le hizo daño, no puedo perdonarlo. No digo que lo perdones, hay familias que se odian, viven en el rencor y aun así, se soportan. ¿Qué es más importante que matar al asesino de tu madre? Lo sabes, dude, lo sabes.

—¿Es seguro que irá?

—Por supuesto, tiene mi garantía y tienes todo mi apoyo.

De acuerdo, está hecho. Corro hacia mi habitación y me preparo para la carrera. Sandro maneja cualquier negocio turbio e ilegal en cualquier lugar del país, tiene a sus achichincles quienes son experimentos, por eso confía en ellos. No es la misma acción aquí que en la costa oeste o que en el sur, las cosas son mucho más interesantes aquí. Y más porque tenemos a los Falcón que se niegan a darse por vencidos.

Todos conocen el rostro de Dinaí, todos respetan a Dinaí por el simple hecho de ser "la legítima heredera". Eso le quita lo divertido a las apuestas, a las carreras y a las salidas clandestinas para bailar y beber. Por eso inventé a Dani, la chica salida de la nada que poco a poco fue escalando en el mundo de la adrenalina. Dani es la chica que usa plataformas, aretes largos, vestidos ajustados, maquillaje bien elaborado y no es una heredera de la mafia.

Es increíble lo mucho que puedes cambiar con cosas materiales. Una vez que estoy lista, me siento irreconocible: Piel morena brillante, cabello oscuro liso, vestido plateado, pupilentes color miel... Pero bajo todas las capas de mentira, estoy yo, Dinaí la asesina mafiosa persiste. Me deshago de pensamientos depresivos antes de ser débil y meterme la meta que guardo.

Me encuentro con Elisa en el estacionamiento, ella no se queda atrás: sus rizos y el vestido rojo le sienta fenomenal, sus tacones negros son más altos que los míos y me sonríe como si fuéramos mejores amigas de nuevo. El teléfono en sus manos revolotea peligrosamente, parece que se caerá. Me espera en el Audi rojo, parece tan emocionada como una niña en Noche Buena.

—Ni te pregunto, seguro tú conducirás.

Obvio. Este Audi rojo nadie, absolutamente nadie, lo va a tocar más que yo. Si fuera el Camaro pues sí, pero este es sagrado para mí. Le tomé amor a conducir descalza desde que llegué a la Costa Este, es lo más liberador que hay. Pensé que sería incómodo, pero no. La carrera se lleva a cabo en un lugar conocido como El Ruedo. Es mucho más grande y se llena mucho más que El Arco, por ende, es mucho más peligroso. El Ruedo se halla en territorio de Sandro, los Falcón ni pendejos se meterían ahí, la policía está comprada y los negocios aman al gran mafioso. Ahí no corro peligro alguno, menos aún si voy con mi alter ego.

Llegamos y todos se abren para darnos el paso. El Audi es ya reconocido, algunos saludan, otros simplemente nos miran con asombro, otros con respeto. Elisa es la de relaciones interpersonales, ella es la agradable, yo solo vengo a hacer mi trabajo. Busco con la mirada algún signo de peligro, alguna situación de sospecha o algo que me interese. Por el momento no veo nada.

Estacionamos el coche y nos bajamos, las miradas lascivas no se hacen de esperar. Me enteré hace dos meses que Elisa cortó con Aiden mucho antes de que yo volviera a Sores, mi ex amiga tenía una extraña relación amorosa con Salomón, el mejor amigo de Aiden, sin embargo, con todos los acontecimientos, se separaron. Elisa mira hacia el frente aunque yo sé que dentro de ella extraña a Salomón. Otra desventaja de meterte a los negocios turbios. La rubia le sonríe con picardía a varios, me atrevo a decir que ya se ha tirado al menos a dos de los mejores que hay. Es su vida, son sus decisiones y no veo algo de malo en disfrutar del sexo casual.

—Hey, hey, siempre que te veo Dani, estás mucho más hermosa —Gibrán, el que organiza carreras y apuestas, toma mi mano y deposita un beso en el dorso—. Me deleitas con tu presencia, no iba a aguantar un día más sin verte.

Ese cabrón me quiere coger. Desde que gané la primera carrera contra uno de sus "muchachos" ha intentado por todos los medios llevarme a la cama. Aunque el hijo de puta sea tan ardiente como el mismo sol, me la pela. Es un imbécil, es de la jerarquía más baja y aunque eso no me interese, me caga que se crea la gran verga y no sea más que un subordinado cobarde.

—No quiero tus halagos, guapo —digo mientras le guiño un ojo—. Quiero un reto, uno bueno.

—En mi cama te daré un reto —el idiota sonríe y me dan ganas de voltear los ojos—. Cuando quieras, Dani.

—No me das batalla ni en la pista, dudo que me aguantes el paso.

Le sonrío y me alejo. Voy hacia Elisa quien acaricia el pecho de un tipo fornido y con barba. Ella no perdió el tiempo. La rubia, al verme, se despide y camina junto a mí hacia la mesa en donde se apuntan los competidores y se aceptan las apuestas. Supuestamente, Aiden debiera estar por ahí, es difícil estar en mil lugares a la vez, pero se va turnando de casino en casino y luego pista. No sé si hoy le toca pista, pero espero no verlo. Convivir con él en el casino mañana será suficiente.

—Audi A8 rojo, Daniela Bustamante —le digo al tipo de la computadora—. Apúntame con quien vaya invicto de aquí a la una de la mañana.

La una de la mañana es la hora en que se enfrentan los ganadores de las carreras de la noche, cuatro en total. Dado que he ganado todas las carreras de la una de la mañana, tengo pase directo a la competencia final. Elisa es la encargada de hacer mis apuestas, tiene buen tino para eso o es solo que agarró experiencia en El Arco. Mientras llega la hora de hacer rugir el motor, me dedico a echar un vistazo por los alrededores. En los últimos meses he conocido a los que frecuentan el lugar. Por supuesto no somos amigos, pero reír y bromear de vez en cuando no está mal.

Bailo, bebo cerveza, río, vuelvo a bailar, conozco gente nueva y vuelvo a beber. Elisa me acompaña por momentos, no es exactamente la persona más divertida, pero peor es nada. Trato de no parecer impaciente, pero se me hace eterno esperar, los minutos parecen horas y los tacones comienzan a molestarme. Vuelvo a echar un vistazo alrededor, nada sospechoso, nada fuera de lugar. Si Elisa me falla, me enojaré con ella. Al final, decido ir a ver las demás carreras, pronto será mi turno, debo ver si hay alguien nuevo para enfrentar. Generalmente somos los mismos tres y un cuarto que se cuela de la nada.

Gibrán, como siempre, se acerca a charlar y a mandar indirectas y directas sobre irme con él después. Me vale madre, solo quiero competir, pues creo que Elisa se equivocó y la persona a la que quería ver no vendrá. No pierdas la esperanza. Debí quedarme a matar a Sandro.

La esperada carrera llega, entre vítores y aplausos, nos reciben. Llego a la línea de salida con el Audi y le sonrío a una chica que me saluda desde fuera. Casi siempre elijo el carril de la izquierda, de alguna forma me hace sentir mejor. Volteo a la derecha y veo a Ramón, uno de los que siempre ganan, pero yo siempre le gano. Más allá hay un automóvil verde, no lo reconozco y el de la derecha de plano no lo veo. Da igual. Me la van a pelar.

El joven que dará la salida está sin playera. Algo tiene en el pecho que brilla, seguro es pintura. Alza las banderas y escucho el rugir de cuatro motores a la vez. Me concentro en mantener estable mi respiración, me permito sentir cada latido de mi corazón y clavo los ojos en la vuelta. Esa es la clave para ganar. El joven tira de las banderas y meto el acelerador a todo en cuanto toca el piso.

Tomo el volante con demasiada fuerza, no sé por qué, pero de un momento a otro me he puesto nerviosa, mis ojos están clavados en la pista, mi única prioridad ahora es llegar a la meta de primera. Cambio de velocidad y siento la potencia, esto es genial, creo es lo que más me gusta de toda la vida de mierda que tengo. Al doblar la curva, meto el freno de mano, giro, enderezo y voy de regreso. Me trae un recuerdo a la mente: La primera vez que competí en El Arco, cuando le gané a Aiden y se lo eché en cara. Cuando aún estaba Germán, cuando me arrepentía de haber dejado a Mateo, cuando todo era mucho menos mierda.

Me despido del recuerdo cuando estoy a dos segundos de la meta, Ramón se ha quedado un poco atrás, el verde igual, pero el de la derecha es un automóvil negro y llega un segundo antes que yo. ¿Qué mierda? ¿Qué cabronazo pudo haberme ganado? Como siempre, todos corren hacia el ganador para felicitar, vitorear, invitar una cerveza y decir que te aman. Esta vez, no soy yo.

Salgo del automóvil rápidamente, Elisa se acerca a mí con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Dónde la perra haya apostado en mi contra, juro que la mato...

—No te fallé, míralo por ti misma.

Tiene razón, no me falló. La rubia lo garantizó, es una mujer de palabra...excepto que te vas del pueblo y se acuesta con el pendejo que te bulleó.

No es difícil abrirme paso entre la gente, en cuanto me ven, cesan los vítores, gritos y se mueven. No estoy enfadada por perder, pero necesito verlo por mí misma. Llego al centro de todo, el automóvil negro descansa sobre el suelo y sentada en el capó, con los ojos clavados en mí y una mueca enigmática, está Emma.

La chica gótica me mira como si estuviera esperando ese momento durante mucho tiempo. No es la única.

—Hasta nunca, perra.

Se levanta de un salto, saca un arma y dispara. Excepto que la bala pasa a unos centímetros de mí. Siento el calor, pero sigo viva, la cuestión es que alguien le dio a ella en la mano. Desvió el tiro, me salvó la vida. Emma cae al suelo entre gritos de dolor y maldiciones, escucho de nuevo una detonación, por poco le dan.

—¡ALTO AL FUEGO! —exclamó al aire—. ¡No le hagan daño!

Me acerco a Emma, la chica aún jadea de dolor mientras toma su mano herida la cual chorrea sangre. Me grita que me aleje, que de una vez la mate. Pero no es eso lo que quiero, ella no tiene la culpa de pertenecer a una organización de mierda. Aparto el arma de una patada cuando veo que se lanza para tomarla.

—Emma, tranquilízate, necesito tu ayuda...

—Jamás, te ayudaré en algo, perdí a mis amigos, a la organización, a mí misma.

¿Ya no pertenece a El Círculo? No puede ser, no jodidas puede estar pasando esto.

—Me sacaron de ahí, debo tener contacto con ellos para demostrar que aunque esté fuera, soy leal, pero ya no formo parte. Y todo por ti.

Bueno, con eso va a servir. Saco del interior de mi vestido el teléfono móvil desechable y sin que se dé cuenta, lo meto en su bolsillo. Llegan corriendo Elisa, un imbécil que trabaja para Gibrán y Gibrán mismo. Entre tanto alboroto, seguro les fue difícil entrar.

—Es una idiota que se creyó valiente —digo sin despegar mi mirada de la de Emma, me odia y con razón—. Déjenla ir, no es peligrosa.

Todos bajan sus armas a la vez, dudosos, titubeantes. Emma nos mira con desconfianza, pero se pone en pie, lágrimas cristalinas corren por su rostro, las gruesas líneas negras en sus ojos se han corrido. Me siento mal por ella, me siento mal por todo, pero ahora sé que no fue mi culpa y no puedo cargar con responsabilidades de más. De todas formas, ya pagaré por mis pecados. Solo que aún no.

Veo a Emma correr, perderse entre la gente y no volver. Si tiene contacto con El Círculo, está bien, peor es ser rechazada totalmente. Aquella noche vuelvo a casa cansada, con un dolor terrible de espalda y ganas de matar a Sandro. Así es, pero no lo harás. Ahorita no quiero lidiar contigo.

Uso toda mi fuerza de voluntad para no abrir el cajón mágico y me quedo dormida. Al otro día me despierto con ganas de comerme una vaca. Desayuno con la señora modificada, Sandro y Alenna, entreno un rato y empiezo con mis responsabilidades para con el negocio. Un cargamento está por salir, no es cualquier cosa, es metanfetamina, de las mierdas más adictivas y destructivas. Elisa me hace el resumen y apenas escucho, este cargamento se ha planeado por mucho tiempo, Sandro ganará mucho dinero con eso. Yo misma he planeado este cargamento por mucho tiempo, no debe salir mal. Pongo mi firma y recito una plegaria mental para que, por primera vez en mucho tiempo, las cosas no me salgan mal.

Evito a Sandro lo que resta del día, evito a quien tiene los recuerdos de mamá. La ira burbujea cada vez que los veo, pero no puedo dejarme llevar por las emociones. El resto del día resulta tranquilo, siento ligera ansiedad por la reunión de la noche, pues esta vez saldré siendo Dinaí y aunque el Casino Feller está dentro de la zona de Sandro, está en los límites. Y Erik Falcón no es como su padre, pero no confío en él. Solo lo vi una vez por entrevista, es atractivo, de mirada seria y nariz afilada, pero no es inocente.

Esta vez uso un atuendo más conservador, un vestido no tan escotado, más bien elegante. El maquillaje es casi indistinguible, uso unos aretes de plata...instintivamente toco mi cabello peinado para sentir el broche, pero no está. Desapareció el día de la boda, le perdí la pista.

Salgo con Aiden, Elisa y dos agentes más rumbo al casino. Esta vez no conduzco yo, pero es porque el Audi se quedará guardado.

El casino está repleto de gente, guardias de seguridad y hay un aroma a riqueza. No es difícil dar con la suite de Erik, los Falcón no son discretos, todo mundo sabe que tienen negocios turbios, pero no tienen como agarrarlos. Sus hombres, aunque elegantes, se ve que están armados hasta los dientes. Que ni se apuren, yo vengo en son de paz. En cuanto digo mi nombre, nos dejan pasar, casi parece magia.

El interior es una fiesta privada, gente con ropas de diseñador, mesas de póker, blackjack, cantina propia y meseros. Si los Falcón se unen a Sandro, se volverán imparables y mi tío por fin podrá salir sin miedo a ser arrestado. Me reciben con cordialidad exagerada, nos invitan a tomar una copa y buscan satisfacer mis necesidades. Lo único que quiero hoy es hacer que Erik Flacón acepte unirse a Sandro.

Erik Falcón es mil veces más apuesto en persona que a través de una cámara. Por un instante me quedo sin palabras y mirando embobada. Este sí es un hombre. Pero es corrupto y mafioso, da asco. Tú también eres mafiosa y asesina, si me permites agregar. No me molestes.

—Dinaí Quijano —su voz es grave y profunda—. Sabía que eras bella, pero no la magnitud.

Halagos y cumplidos, esta vida está llena de hipócritas.

—Erik Falcón, es un gusto conocerte en persona.

—El gusto es mío.

Se acerca tanto a mí que me siento incómoda. De reojo veo a Aiden removerse incómodo, solo espero que este idiota no haga alguna pendejada. Sonrío, me toma de la espalda baja y me invita a jugar una partida con ellos.

Gané un cuarto de millón en la primera partida, perdí doscientos mil en la segunda. Vaya, el póker no es lo mío. Los hombres me halagan, una mujer de edad avanzada y me sonríe cómplice. Odio estar aquí. Poco a poco, todos se van retirando, cuando quedamos Erik y yo, me invita a tomar asiento en una mesa más privada. Antes de sentarme, echo un vistazo: Elisa está en el bar, no me quita ojo de encima. Aiden está parado cerca de una cortina, es el más cercano a mí. Uno de los agentes juega en una mesa, pero sé que no me pierde de vista. Al otro ni lo veo, supongo eso es bueno.

—Dime, Dinaí, ¿a qué debo tan placentera visita?

Sus ojos azules son firmes, calculadores. No me gustaría tenerlo de enemigo.

—Vengo a ofrecer un pacto —digo segura—. Estamos creando un imperio, sé que lo sabes. Sandro no quiere iniciar una guerra, la violencia no es lo suyo. Es mejor tener un socio que un enemigo. Los respetamos, Sandro más que nadie. En lo que concierne a la costa este, el negocio se dividirá en partes iguales.

—Mi padre no piensa igual —comenta Erik, siento que su mirada me atraviesa—. Pero mi padre está enfermo, no le queda mucho aquí. Yo me quedaré a cargo, ¿y cómo le niego algo a una mujer hermosa?

Suelto suavemente la respiración que contenía. Finjo estar tan tranquila como la noche.

—Solo tengo una condición —genial, nada es gratis en esta vida—. Sellemos el trato con un matrimonio. Si nos vamos a unir, que sea como familia.

La sonrisa no se borra de mi rostro, pero por dentro estoy que me carga la verga. Ni que esto fuera la Edad Media.

—Mi hermano, Benjamín Falcón, es un hombre soltero, agradable y comprometido con el negocio —Erik se acerca un poco a mí, trato de no parecer asustada—. Mientras más rápido, mejor. Dinaí, es lo mejor para todos, te aseguro que mi hermano es el mejor partido.

Trago saliva, mi sonrisa sigue intacta.

—Será un placer —le extiendo la mano y él la estrecha—. Mañana mismo, por la noche, organizaré una cena. Podemos presentarnos formalmente.

—Será un placer.

Una vez que se disculpa y me deja sola en la mesa, puedo soltar una maldición, golpear la silla y felicitarme por lograr el cometido. Lo logré, el fin justifica los medios y una cena no le hace daño a nadie. Estaremos todos bajo el mismo techo, sellaremos una unión y será el fin de una era que dará paso al destino sabrá qué.

En cuanto lo pierdo de vista, mando un mensaje a Sandro en el cual explico que mañana sellaremos la unión de los Falcón a nosotros. Si se llevará a cabo un encuentro, puedo jurar que Sandro solo dejará a los indispensables en el recinto. Más privado, más seguro, más perfecto.

Comienzo a calmarme, tomo un sorbo de mi vaso de agua natural y me planteo muy seriamente ir al sanitario para meterme una línea como premio por mi progreso.

—Cruzaré mar y tierra para encontrarte, no importa qué tanto quieras alejarte, sabré llegar a ti.

Una voz grave y pausada susurra en mi oído. Un cosquilleo me recorre entera. Siento como me estrujan el pecho con fuerza.

Lo primero que veo es el broche de mi madre que perdí el día de la boda ser depositado en la mesa. Reluce como si fuera nuevo, es hermoso.

Pero lo que me corta la respiración y provoca que mis ojos se llenen de lágrimas; es ver a Mateo, vestido de mesero, tomar asiento frente a mí.

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