Lo que fui sin ti
La mirada de Mateo se clava en la mía. Sus ojos color ámbar son tan familiares que entre tanta frialdad es como una corriente tibia. Si rostro no refleja emoción alguna, él siempre ha tenido el talento de esconder muy bien sus sentimientos.
Me desestabilizo por un breve momento, debo admitir que por poco dejo caer una lágrima, pero él no es el único que sabe disfrazar las emociones. Tomo el broche de mi madre, la verdadera y no el experimento, lo admiro una vez más y una máscara de inexpresividad cae en mi rostro.
Siento el ferviente deseo de sacar la cocaína, hacer una línea y metérmela aquí mismo. Los dedos de mis pies juguetean nerviosos, espero que nadie se percate de mi creciente ansiedad. La frecuencia cardíaca incrementa, puedo sentirlo, intento disimular mis respiraciones agitadas, pero la crisis es inevitable, la siento tan cerca.
—Tranquila, Dinaí —su voz es pausada y su rostro adopta expresión preocupada—. Respira, solo concéntrate en el aire. No pasa nada, estoy bien, estás bien.
Su pierna toca la mía bajo la mesa, sentir que es real me da algo de tranquilidad. Oír su voz, sentir su cuerpo, ver su rostro es demasiado para mí. El sofoco va cediendo poco a poco, las palpitaciones dejan de doler y el aire deja de quemar. Trago saliva, buena señal, ahora solo necesito encontrar mis palabras.
—Sabía que lo lograrías —me sonríe y un calor agradable nace en mi pecho, sus ojos reflejan tristeza—. Siempre fuiste fuerte y decidida.
Bueno, eso no es del todo cierto, pero aún no estoy en condiciones de replicar.
—En medio de la oscuridad te dejaste llevar por un deseo irracional, pero está bien, eres humana y es normal —parece querer tomar mi mano, pero se contiene—. Aún con toda la ira, la tristeza, la decepción y el dolor, te aferraste a la parte bondadosa que hay en ti. Lo supe en cuanto ocurrió, Dinaí, tú tienes una puntería increíble. Lo sabes, lo sé... te fallé, dejé que te hicieran daño y lo pagué. Intenté salvarte cuando ya era demasiado tarde. Dinaí, cuando me disparaste...
No fue para matarlo. Apunte y sin dudarlo le di en el brazo. Su sangre me salpicó y al oír su grito de dolor corrí para escapar de lo que fui capaz de hacer, me dolió demasiado, pero hice lo correcto. Necesitaba alejarlo, su idea de empezar de nuevo me tentó, pero aún tenía asuntos pendientes. Huí porque al lugar al que iba el jamás lo aceptaría, ni lo aceptarían. Huí porque estaba dolida, porque no estaba preparada para perdonar. Huí porque en ese momento sentí el deseo de matar. Huí para no hacerlo.
—No era tu responsabilidad salvarme —digo con la voz entrecortada—. Y tampoco lo es ahora.
Me dedica una sonrisa de lado, se ve tan tierno, tan rebosante de vida, tan perfecto.
—Eres capaz de salvarte de otras personas, soy consciente de ello—hace una pausa y mira algo por detrás de mi—. Pero a veces se necesita ayuda para salvarte de ti mismo.
Su atención regresa a mí, me pierdo en sus mirada cálida y reconfortante, es sincera, honesta y con ello me basta para saber que he sido perdonada.
—Perdón —el nudo en la garganta apenas me permite hablar—. Ya no soy la persona de la que te enamoraste.
Arquea una ceja y casi puedo creer que parece burlón. ¿Es en serio?
—No debes pedir disculpas, quien más falló fui yo, no tienes idea de lo mucho que me arrepiento de no haber dejado de lado a la organización y comenzar mi vida normal contigo a mi lado.
Esta vez, no duda, su mano toca la mía y la acaricia. Un cosquilleo sube por mi brazo y por poco suspiro. Un trozo de papel pasa a mi mano y cierro el puño para guardarla.
—Pero he venido a enmendar errores.
Y así como llegó, se va. Repentinamente. Lo veo alejarse, pero no sigo su trayecto, no quiero que se den cuenta de que veo a alguien. No quiero que alguien lo vea, no quiero que alguien le haga daño.
Echo un vistazo al trozo de papel, lo escondo bajo la mesa y lo leo discretamente. Es un número: 512. Vamos que en esto no hay mucha ciencia, es el número de una habitación. ¿Vas a ir? Te recuerdo que te disparó por salvar a una pelirroja. No te metas en esto. Yo le disparé para demostrarle que quería dejarlo para siempre. Habría funcionado más que le metieras la bala en la cabeza. No. Mateo cometió un error, así como yo he cometido miles, pero no sería capaz de arrebatarle la vida. No seas ridícula, ¿en serio lo perdonaste? Desde el día que me sacó de la celda y por fin aceptó empezar desde cero. Aunque El Círculo nos persiguiera. Me di cuenta hasta después, pero sí lo perdoné. ¿Vale la pena ese imbécil? Mateo me salvó en más de un sentido, el disparo fue un error terrible, me rompió el corazón y sentí la traición... pero hay más rasgos buenos en él. A ver, perdona a Aiden entonces, ya que andas de espléndida. Es una situación distinta, no compares, Mateo me hirió solo una vez y no se deleitó con el daño ocasionado. Ya, ya, se arrepintió y te llevó para salvarte la vida y gracias a eso te condenó. Ja, querida, estoy condenada desde que mamá fue asesinada.
Me levanto de la mesa con tanta elegancia como me es posible, finjo que todo está bien y que me parece aburrida la fiesta en la suite antes de tomar camino hacia la puerta. Estrujo con fuerza el papel dentro de mi puño, me recuerda que Mateo está vivo, está bien y no volvió con la organización (porque habría sido un suicidio). Está aquí a pesar de que lo herí para darle a entender que no quería tener nada más que ver con él.
—Unos idiotas nos abordaron —Elisa dice agitada, junto a ella está Aiden—. Pensé que estabas en peligro, pero no pudimos liberarnos. Lo bueno es que estás bien.
Frunzo el ceño, ¿acaso no vieron a Mateo? Esa es una buena noticia, prefiero mantenerlo en secreto. Hago un gesto para dar a entender que quiero estar sola y sigo caminando, pero creo que no entienden.
—¿Cómo salió la charla? —pregunta Aiden quien me sigue el paso—. ¿Falcón aceptó el trato? Se ve muy tranquilo.
Efectivamente, Erik Falcón se ve emocionado. Bromea, ríe, habla con ademanes. En él reconozco algo de Sandro; ambos atraen a las masas. Son carismáticos, simpáticos, saben hablar y convencer. Definitivamente el tenerlos juntos no será muy bueno. Me pregunto cómo será el tal Benjamín, no lo conozco ni en foto, menos aún su personalidad. "Es comprometido con el negocio", las palabras de Erik lo dicen todo, sigue siendo un mafioso.
—Aceptó —digo sin sonreír—. Fue sencillo, lo único que quiere es que unamos familias. Ofreció a su hermano en matrimonio. Acepté.
El rostro de Aiden vale un millón de dólares. De una expresión de orgullo, cambió a una de confusión y posteriormente de desagrado. ¿Qué? Un matrimonio es lo normal para ganar aliados, lo hacían en los siglos pasados; la estrategia sigue vigente. Elisa es más discreta y solo aparta la mirada.
—¿Te casarás con Benjamín? —pregunta casi con asco— ¿Cómo pudiste aceptar algo así? No puedes casarte, no quiero que te cases...
—A mí me vale lo que quieras o no quieras —digo despectiva—. Si debo casarme para evitar una guerra en la Costa Este, lo haré. Hay que hacer sacrificios, no tengo opción.
—Pero claro que hay opción, niégate y ya. Siempre hay formas de distintas de hacer las cosas...
—Sí, pero siempre nos vamos por la fácil, ¿no? —otra vez me estoy enojando— ¿O no es más fácil dejar de hablar con tu amiga porque se acostó con alguien que no eres tú que superarlo y trabajar en la amistad? Es más fácil convertir la vida de una persona en el infierno antes que simplemente alejarte con una excusa razonable, ¿cierto?
Frunce el ceño, bien, creo que la captó.
—Pues es más fácil casarme que buscar una solución.
Elisa parece entender que esta no es su conversación y se aleja lentamente. Se pone a charlar con un tipo que se aparece por ahí.
—Di, es distinto, lo hice por protegerte.
—Bien, esto lo hago para protegerte, evito la guerra y así no tendrás que matar y arriesgarte a que te maten.
La ira sin sentido emerge fuerte. No haré una estúpida escena en la suite, menos aún si Erik Falcón está presente. Camino rápidamente hacia la salida, por dios, Mateo está aquí y yo perdiendo el tiempo tratando de convencer a Aiden de que casarme es lo mejor. Por favor, estaremos todos en el mismo lugar, eso es lo importante.
En el camino al elevador me deshago de los pendientes, del collar, del maldito peinado idiota. El broche está en mis manos y gracias al cielo que nadie lo notó. Quiero ponérmelo, pero algo me lo impide, es que estoy tan nerviosa. Al final decido guardarlo, ya veré como explico su repentina llegada después. Jamás se me pasó por la cabeza que Mateo lo tuviera, digo, lo traía puesto en la boda y con todo el caos que se armó, supuse que simplemente se perdió.
Las puertas se abren y entro casi corriendo, pulso el botón con el número 5 marcado, por alguna extraña razón, estoy impaciente por llegar a mi destino. Pero también siento el deseo ferviente de inhalar. Podría hacerlo, estoy sola en el elevador... no, no es correcto. Solo me hago más daño del que ya me he hecho. Culpas a Aiden por bullearte, pero te haces el mismo daño. Es mi vida, si me quiero hundir, lo hago. Pero nadie tiene derecho a hundirme. Y por favor, desaparece, no te necesito. Claro que necesitas de mí, soy tú. Estos últimos meses gracias a mí has resistido. Gracias a mí mataste a Catarina, gracias a mí te uniste a Sandro. Así es, lamento informarte que esto se acabó.
Llego a la puerta indicada, el número 512 está en lo alto. Trago saliva, ¿qué tal si esto es una trampa? Me podrían matar o torturar. Y es viable, le jodí la vida a Mateo después de que accidentalmente me la jodiera a mí. No, Mateo no es así, me hizo daño, le hice daño, pero sé que no lo hará de nuevo, porque yo no lo haría de nuevo.
Toco la puerta dos veces y espero paciente.
—Dudé que vinieras —dice Mateo en cuanto abre la puerta—. Pero ella estaba segura de que no faltarías.
Se hace a un lado y veo, sentada sobre la cama, a Haziel. Tan bonita, tranquila, se nota feliz. Jadeo en sorpresa y corro hacia ella; verla viva y sonriente es lo mejor que me pudo pasar. No dudo en abrazarla, por un instante creo que se apartará, pero me devuelve el abrazo con fuerza. De todos nosotros, ella es quien más deseaba se encontrara bien. Me separo de ella y la observo, ya no hay más moretones, no tiene ojeras, su rostro ya no está demacrado. Es la Haziel que conocí en Estrada, es la amiga que no supe valorar. Un movimiento me llama la atención, bajo las sombras y en una esquina, Flavio me mira expectante, sus ojos azules me examinan, seguramente medita qué tan peligrosa soy.
Alzo una mano en señal de saludo, espero que no me odie tanto por haberle disparado a Mateo. Durante todo este tiempo me preocupé mucho por el plan que tenían para escapar. No supe qué tanto afectó mi disparo en los planes, pero al verlos vivos a todos, puedo darme un ligero respiro.
—Dinaí —me da un asentimiento de cabeza—. Te ves bien.
Quisiera decirle que él también se ve bien, pero en lugar de eso, externo la pregunta que me carcome por dentro.
—¿Qué hacen aquí?
Entre los tres intercambian miradas, no puedo evitar sentirme excluida, pero vamos, yo me lo busqué, ¿cierto?
—Ay, Dinaí —Haziel se acerca a mí—. Hiciste un buen embrollo, que no se diga que no sabes montar una buena fiesta. Debo confesar que por un tiempo creí que eras parte de toda esta mierda. Ya sabes, la mafia, la trata de personas, los experimentos. Hablo por casi todos cuando digo que pensé que todo fue planeado desde hace tiempo. Pero decidí darme la oportunidad de entender y ahora te creo. Sé que no sabías nada de tu tío, hablamos con tu padre, ¿sabes? No deja de repetir que lo tenían secuestrado, pero no recuerda dónde ni quién. Él nos dijo que tu tío jamás estuvo en contacto contigo, que es imposible que lo supieras. Le creí, Dinaí, porque es tan sincero.
A la mención de mi padre, los ojos se me vuelven a llenar de lágrimas. No puedo seguir mirándola a los ojos, no quiero que me reprochen que estoy hundida en la mierda. Flavio se acerca, abraza a Haz y me sonríe.
—Todo el que te conoce sabe que eres buena persona. No cualquiera es capaz de retar a gente peligrosa con tal de salvar a una chica que acaba de conocer.
Si bueno... y resultó que esa gente mala era la gente de Sandro, qué coincidencias.
—Encontrarte no fue difícil —continúa Flavio—. Sospechamos que estarías con tu tío, la Costa Este era lo más seguro debido a la presencia de los Falcón, pero lo corroboramos cuando alguien adquirió el Audi rojo de un agente de policía fallecido. Hiciste un buen trabajo en ocultar la compra, pero sabemos rastrear, no tardamos en dar contigo.
Cuando el Audi de Joel fue dado a la venta por su familia, fui la primera en ofrecer un precio decente, mucho más que decente. No podía permitir que alguien que no conociera su significado lo tuviera. Ese automóvil es lo único que me queda de él, además de los recuerdos.
—Flavio y yo dudamos en venir a buscarte, me enojé mucho contigo por unirte a tu tío —Haziel dice en voz muy baja—. La verdad me decepcioné, quise gritarte, golpearte... ver a mi mejor amiga caer tan bajo fue una estocada en el corazón. Por suerte para ti, cuando perdimos la fe, alguien aún creía en ti —señala a Mateo y juro que estoy usando toda mi fuerza de voluntad para no llorar—. Te quiero, Di, ha pasado una vida desde que nació nuestra amistad en la universidad. Has cometido muchos errores, pero todos lo hemos hecho. Eres mi amiga, ¿y qué es un amigo si no quien te ayuda a volver a la senda cuando has perdido el rumbo? Estarás al borde del acantilado, pero un amigo te dará la mano para evitar tu caída.
Verlos aquí, reunidos, buscándome porque aún tiene fe de que haré lo correcto es demasiado. Ellos no saben lo que he hecho, en lo que me he convertido. Pero no es tan sencillo como que simplemente perdí el rumbo, no, yo cree un nuevo camino y de este no hay vuelta atrás. Oh, ha pasado una vida desde que conocí a todos en Estrada, sonará algo depresivo, pero esos meses han sido los mejores de mi vida. No los merezco, ha ninguno de ellos.
Haz vuelve a abrazarme, me llamó mejor amiga, a pesar de todo sigue pensando en mí como su mejor amiga. Aun después de mi traición, de mi rencor, de mis dudas, aun con todo, me ha perdonado. Flavio no me abraza, habría sido muy raro, de hecho, solo pone una mano sobre mi hombro y me regala una sonrisa con un asentimiento de cabeza. Toma a Haz de la mano y caminan hacia la puerta, antes de salir, vuelven la vista atrás, quiero decirles que todo estará bien, que definitivamente me han cambiado. Solo alzo la mano en despedida.
Cuando se cierra la puerta, la realidad me pega de frente y me derrumbo. Rompo en llanto, nunca me sentí tan apoyada, tan querida, pero es tan difícil. Al verme caer al piso, Mateo corre en mi ayuda, con un pañuelo verde limpia las lágrimas que manchan mi rostro, pero más lágrimas salen de mis ojos, no puedo evitarlo. Me ofrece agua, pero en este estado no podría ni tragarla. Por más que Mateo me pide que lo mire, me ruega, que lo mire; no puedo. Me es imposible verlo a los ojos.
Cuando intenta abrazarme, pierdo el control.
—¡¿Qué quieres de mí?! —grito desesperada mientras me pongo en pie para alejarme de él—. ¡No soy quien crees! A veces pierdo el control de mí misma, siento tanta rabia que podría matar a alguien. Algo está mal en mí. No soy más una persona bondadosa, empática ni fuerte. Ya no.
Mateo me mira desde abajo con tristeza, no es lástima y eso es bueno porque no lo toleraría. Parece preocupado, intranquilo, pero seguro cuando habla.
—Has pasado por muchas cosas, está bien...
—¡NO ESTÁ BIEN! ¡Soy una puta asesina mafiosa que en cualquier momento se hará adicta a la metanfetamina! —lanzo mi cartera con furia hacia la pared, se estrella y se abre, el sobre cae a la alfombra, joder—. No valgo la pena.
Sus ojos se dirigen hacia la bolsa transparente con los cristales en su interior, se acerca, la toma y la observa por un momento. Cuando vuelve a mirarme, sus ojos solo reflejan dolor.
—Estás tan centrada en ver lo malo en ti, sé que aún existe la Dinaí alegre, optimista, empática y bondadosa, es solo que estás tan hundida que no puedes verlo —avienta la bolsita, se acerca a mí y toma mi rostro entre sus manos—. Así deba incendiar la ciudad, derrumbar con las manos desnudas una montaña o recorrer de rodillas la mitad del mundo para encontrarte, lo voy a hacer.
Está tan cerca de mí, siento su calor irradiar a mi cuerpo, nunca antes lo vi tan seguro, nunca antes lo sentí tan convencido. Por mucho que intente alejarme él no me va a dejar porque ve dentro de mí algo que perdí tiempo atrás.
Mi pulso se acelera, mis labios tiemblan en un intento de no llorar de nuevo. Tengo que preguntarle lo de su madre, debo saber la verdad, pero no me atrevo.
—Nunca antes te lo dije —continua diciendo—, pero mi madre falleció cuando tenía dieciséis. Debido a que mi padre se suicidó al quedarse sin trabajo, ella buscó la forma de ganar dinero. Fue su error, pero no la culpo porque quería lo mejor para mí. Durante una entrega de cocaína, fue asesinada, tuve que ir a reconocer su cuerpo —oh, mierda, lo que no quería, ahora todo será más difícil—. Por eso me uní a la organización, por eso deseaba tanto acabar con los criminales. Me ahogué tanto en mi sed de venganza que preferí dejar ir a una de las personas que más amo. A ti, Dinaí.
Pero es comprensible, en aquel entonces era inmadura para entender su necesidad incontrolable de acabar con el crimen, pero después de todo lo que ha ocurrido, después de la decisión que tomé tres meses atrás, sé que Mateo estaba en lo correcto al seguir su anhelo de vivir en un mundo mejor. Decidió dejarme ir por un bien mayor y aunque en ese entonces me rompió el corazón, ahora sé que a veces hay algo más grande que el amor de dos.
—Tengo que confesarte algo —digo y trago saliva, venga, debo hacerlo—. Son dos cosas —él asiente, me sonríe y me mira expectante—. Tú madre, yo... me enteré apenas ayer. Sandro experimentó con gente, no sé cómo, pero logró extraer recuerdos. Él mismo se quitó algunos recuerdos y yo vi algunos. Uno de ellos tenía que ver con tu madre, ella trabajaba para mis abuelos, estaban en el negocio de la cocaína. En el recuerdo mi tío se enteraba de la muerte de tu madre, mi familia tuvo que ver con que te quedaras huérfano.
Espero una reacción de enojo, espero que se aleje de mí y me mire con asco, pero es distinto, parece un tanto confuso. Sus manos toman las mías y se queda en un silencio que no sé interpretar. Ahora me pregunto qué tan buena idea fue confesarle eso.
—Gracias —besa el dorso de ambas manos—. Durante mucho tiempo viví en la incertidumbre y acabas de liberarme de esa duda.
—Lo otro que quería confesar... es que me acosté con alguien, alguien que me hizo mucho daño —si pudiera volver el tiempo atrás, lo evitaría—. Lo hice porque me quedé a solas con él, sentí un deseo incontrolable de matarlo, anhelaba ver su sangre. Me dio tanto miedo lo que podría llegar a hacer, que me rebajé al nivel de tener sexo para evitar... evitar...
—Matar a Aiden.
No sé porqué no me sorprende que lo sepa. Mateo no es idiota y durante el juego de beer-pong Aiden fue bastante explícito. Además, El Círculo tenía información de todos nosotros, claro que sabían que Aiden y Elisa tenían algo que ver con la mafia. Esa fue la razón por la que llegaron a Sores en primer lugar.
—La razón por la que lo hiciste es válida, no digo que me agrade, pero es mejor tener sexo que quitar una vida —¿lo es?—. Si te preocupa no poder controlar tus impulsos, podemos trabajar en ello, podemos ver a un doctor, así como te llevé con uno cuando te dio la crisis de pánico.
Si no estuviera tan segura de que estoy viva, pensaría que este es el cielo mismo. Estoy tan segura de que me enamoré del hombre correcto en el momento correcto. Porque no me pienso engañar, así como admito que empezaba a enamorarme de Joel, debo admitir que una parte de mí siempre perteneció a Mateo. Pero irme con él no es lo correcto.
—Emma está aquí —digo para cambiar de tema—. La vi en una carrera, casi me mata, pero no la culpo.
—También vinimos por ella, está perdida, triste; es nuestra amiga. Mañana hablaremos con ella, estoy seguro de que nos odia por dejarla, pero debemos hacer el intento.
Bien, eso me tranquiliza. Al menos Emma estará en buenas manos, la cuidarán, serán un grupo de amigos unido y tendrán un buen futuro.
—Nunca he probado esa mierda, pero tengo un deseo incontrolable de probarla ahora.
Sus ojos no dejan los míos, no sé por qué se lo dije, solo salió. Su rostro se acerca más al mío, una sensación caliente me recorre de la cabeza a los pies.
—Puedes probarme a mí.
Sus labios tocan los míos, son tímidos, tantean el terreno. Me besa lentamente, sin presión, con suavidad. La sensación de su boca en la mía es tan familiar; en un segundo me lleva de vuelta a Estrada, a las clases de química, a las risas espontáneas y al enamoramiento genuino.
Mis manos acarician la piel de su cuello, mis dedos recorren cada centímetro, sus brazos me envuelven fuertemente, como si temiera que en cualquier momento me fuera a evaporar. Conforme pasan los segundos, mi cuerpo exige más, mis manos juguetean con los botones de la camisa, no tardo en quitársela y admiro su pecho desnudo. Tiene tiempo que no lo veía, que no lo sentía y hasta ahora me doy cuenta de cuánto lo extrañaba.
Él se deshace del vestido con delicadeza, baja el cierra lentamente y sus labios recorren la piel que va quedando desnuda. Suelto un suspiro y me dejo llevar por la sensación. Una vez que el vestido ha desaparecido, sus labios besan mi cuello provocando una sensación placentera que hace tiempo ansiaba sentir.
Su mano baja por mi pecho, pasa por mi abdomen y llega a mi centro. Sus hábiles dedos estimulan el clítoris con movimientos circulares, no puedo evitar gemir. Meneo la cadera para seguir un ritmo y disfrutar el placer que incrementa a cada momento.
Cuando llego al clímax, grito su nombre. Increíblemente, a pesar del tiempo, este hombre sabe cómo hacerme venir.
Lo beso de nuevo, por primera vez en mucho tiempo, me siento segura, cómoda y feliz. Me deshago de su pantalón y me subo sobre él. Al inicio es difícil hallar nuestro ritmo, pero no tardamos en congeniar, después de todo nos conocemos tan bien.
Lo cabalgo, me embiste y cuando ambos hemos terminado, me doy cuenta que las ganas de inhalar son mucho menores.
—Te amo Dinaí, siempre lo haré.
No respondo, no quiero dar falsas esperanzas, pero a él no le interesa, solo me abraza hasta quedarse dormido.
Sus respiraciones son cada vez más lentas y profundas, cuando me salgo de entre sus brazos ni siquiera se da cuenta. Rápidamente busco papel y bolígrafo. Solo está la libreta del hotel, con eso me bastará.
Escribo con la caligrafía más bonita que puedo, el relato de lo que ocurrió desde que le disparé. Lo que siento, lo que pienso, lo que hice. Expreso cada emoción que sentí, le agradezco lo que ha hecho por mí, le digo que lo he perdonado por el daño causado y explico la razón por la que no puedo irme con ellos. "Te amo, pero así como me dejaste ir hace tiempo por un bien mayor, yo te dejo ir porque hay algo más grande que tú y yo."
Antes de irme, lo admiro una vez más. En esta vida conoces a la gente por algo, él tuvo su función en mi vida; es momento de dejarlo ir.
Me encuentro con mis acompañantes en el vestíbulo del hotel. Elisa y un agente hablan entre ellos mientras mandan mensajes con sus respectivos teléfonos. En cuanto el agente me ve, le avisa a Elisa y ella parece querer asesinarme.
—¿Dónde estabas? —sisea, sus ojos casi echan chispas de furia—. Pensamos que te habían secuestrado. Por dios, Di, no contestabas tu teléfono, obviamente pensamos lo peor.
Si supiera donde he estado, seguro le da un infarto o algo. Marca a Aiden y le dice que me digné a aparecer, que estoy bien y que lo vemos afuera.
Una vez en el coche, la tensión es tan densa que podría tocarla si me lo propusiera. Vamos, hacen todo un relajo por dos horas que me desaparecí. Si acaso tres. No son ni las dos de la mañana. Podría enojarme, hacerme la digna y ponerme en un plan de niña mimada. Pero no lo hago, estoy feliz, me siento tranquila. Haz está bien, Flavio y Mateo la acompañan. Mañana irán por Emma y entonces comenzarán una nueva vida, lejos, donde el pasado pueda enterrarse. Y nada por el momento, me quitará esa sensación de satisfacción.
Pero vale, se agradece que se preocupen.
Una vez que llegamos al edificio, le comunico a Sandro la buena noticia, se nota orgulloso cuando le digo que logré sellar una alianza y que estoy dispuesta a casarme con tal de que los Falcón se unan. A pesar de que la mitad de mi mente se debate entre intentar asesinarlo por lo de mi madre, la otra mitad de mi mente se resiste. Merece morir, sí y quiero matarlo yo, pero no se podrá.
Después de discutir los preparativos del día siguiente para la cena, me da permiso de retirarme. Al menos mañana no habrá mucha gente aquí, a las ocho en punto se citará a los Falcón, así que para las seis de la tarde, los ingenieros, informáticos y demás que no son indispensables ya se habrán ido. Esta cena es exclusiva y Sandro no quiere que algún indiscreto ande merodeando por el lugar.
Me despide con una felicitación por la alianza, pero además por el cargamento de metanfetamina, solo sonrío y salgo de ahí.
No logro conciliar el sueño fácilmente, cuando logro adormilarme, el día ha llegado y con ello las responsabilidades. Me levanto, tomo una ducha rápida y empiezo el día.
Lo primero que hago es tomar los recuerdos de papá, le escribo una carta muy larga en donde explico todo lo que ocurrió desde la boda hasta que lo liberaron. Ya está fuera de peligro, no creo que corra riesgo si recupera sus recuerdos. Es mejor saber aunque la realidad duela más que una memoria difusa. Lo meto todo en una caja de zapatos para que nadie sospeche algo extraño. Escribo la dirección a la que quiero que se entregue y busco al ingeniero que convenceré de entregar el paquete.
Por suerte accede, solo debe enviarlo por paquetería, no es peligroso y así nadie notará que ando haciendo movimientos extraños.
Tengo que hacer algo más, necesito entrar a la cámara de los recuerdos de nuevo. Después de hablar con el químico sobre cosas técnicas de la preparación de los narcóticos, me escabullo para tomar lo que necesito. Me cuesta trabajo encontrar entre varios recuerdos (y eso que están ordenados), aunque no lo parezca, es agotador ver cada uno de ellos.
El resto del día me dedico a evitar a todo el mundo. Los trabajadores se van temprano, solo se quedan aproximadamente unas cincuenta personas. Entre ellos, Sandro, Alenna, mi madre, Aiden, Elisa y yo. Los demás son agentes, los estrategas, los cocineros y algunos experimentos con cargos altos y demás. Cuando me cruzo con uno de ellos en el camino a mi habitación para arreglarme, siento pena por él. No me imagino lo terrible que ha de ser no conocerte ni a ti mismo.
El atuendo que elijo para la cena es revelador. Debo impresionar. Me pongo un vestido rojo con un escote amplio en la espalda y uno ligeramente más modesto en la parte de enfrente. Trato de evitar usar mucho maquillaje, con el calor que hace, el sudor resultará molesto. Miro mi reflejo en el espejo, inmediatamente me viene a la mente cada recuerdo valioso de mi vida. Me deleito con las emociones positivas, con las memorias de risas, diversión, amor. Disfruté cada momento al lado de gente que quise y quiero. La vida se mide en recuerdos y los míos, hicieron valer mi vida.
Lo que sea que pase hoy, lo aceptaré de buena gana. Estuve estancada por mucho tiempo, dejé que cada situación me afectara para mal, todo me salió mal. Pero ha llegado el momento de volver a brillar.
Me dedico una sonrisa de orgullo y me reuno con la familia en la gran sala principal que está en el décimo piso hacia abajo. Estoy tranquila, estoy lista para lo que venga.
—La mujer más hermosa ha llegado justo a tiempo —la señora que hace de mi madre se nota tan emocionada, casi creo que es real—. Estoy tan orgullosa de ti. Te casarás con un joven por el bien de la familia. Estás haciendo lo correcto.
Sandro se avienta un comentario burlón y sarcástico aunque admite que admira mi madurez para tomar decisiones. Trato de no parecer irritada, no quiero arruinar la noche. Alenna llega para informar que los Flacón están en la planta baja y están por llegar, veo la mesa tan elegante que incluso me da hambre.
Me excuso para ir al sanitario rápidamente, Alenna está encantada y dice que lo mejor es que haga una entrada cuando los Falcón estén aquí y así resulte más interesante. ¿Qué mierda? Da igual, me alejo para ir al baño. Saliendo del salón principal están los sanitarios, un área amplia con algunos sillones y demás. Bajo un sillón coloqué por la mañana el aparato que encontrará el localizador. No lo prenderé hasta después, una vez que esté encendido, se activará la alarma del localizador en un minuto. Durante un minuto nadie sabrá que hay un localizador ni en donde está. Es el único que se puede usar para el fin que necesito, no da mucho tiempo, pero espero que sea suficiente. Me cercioro que las demás cosas estén bien escondidas.
Me meto al baño, envío un mensaje y regreso para enfrentar al destino.
Erik Falcón se ve más atractivo que un dios griego, viene acompañado de una mujer alta, castaña y de ojos claros. A su lado, un hombre fornido, de ojos azules y cabello oscuro, se alza imponente. Aparte de ellos hay dos mujeres y los demás guardias de la familia Falcón.
Resulta que el hombre fornido es Benjamín Falcón. Cuando me lo presentan me trata con una cordialidad inigualable, es cortés y galante. Me la creería si no se tratara de otro mafioso. La esposa de Erik me sonríe y abraza alegando que ansía convertirse en mi hermana y no sé qué. Todo es halagos, cumplidos e hipocresía.
Al final nos sentamos a la mesa (obviamente y como era de esperarse, me ponen al lado de Benjamín). Tiene unos modales exquisitos, pero no me imagino casada con él. No es mi tipo.
—Haremos un imperio envidiable —Erik alza la copa cuando vamos por el plato fuerte—. Seremos intocables, nos respetarán y temerán. ¡Brindo por una nueva era!
Sandro y Erik se llevan de maravilla, parecen amigos de toda la vida. Alzo la copa junto a los demás y bebo, preferiría agua natural, pero me conformo con el vino. Apenas lo he tocado. Benjamín me hace la plática, es patético que nuestros temas de conversación sea o el negocio o cosas como automóviles, vinos y armas. Mi madre, Alenna y la esposa de Erik charlan de lo lindo, seguramente se halagan entre ellas. Las otras chicas tienen cara de aburridas, resulta que son hermanas Falcón y aunque se ven inocentes, todos sabemos que son peligrosas.
Llega el momento del postre y con ello las presentaciones. Antes de que nos sirvan la cosa dulce que los cocineros hayan preparado, el estratega principal se presenta. Los dos experimentos también llegan; uno encargado de la red de prostitución (Sandro jura que las trabajadoras están por voluntad propia) y el otro es encargado de los asuntos legales. Casi suelto una carcajada; esto no tiene nada de legal. Al final y es casi sorprendente, Aiden se presenta. No puedo dejar pasar la mirada de desagrado que le dirige a Benjamín, mi futuro marido no se queda atrás. Solo que el último parece un poco aburrido.
—Es de mis agentes de más confianza —Sandro dice orgulloso—. Jamás me fallará, lo sé. Y lleva de maravilla el negocio de las apuestas.
Cuando Aiden se retira, un agente llega para decirle a Sandro algo al oído. Su expresión se torna ligeramente sombría. Se excusa con toda la elegancia y sale del salón. Una vez que desaparece de vista, es mi turno de excusarme. Aplico la del sanitario, esa nunca falla.
Llego al sillón en donde escondí el aparato del localizador, también está el visor y los recuerdos que recolecté ayer. Tanto los de mamá como unos de Sandro. A pesar de sentir los nervios a flor de piel, no tiemblo, casi pareciera que disfruto de lo lindo.
—¿Di? —puta mierda, la cosa que parece mi madre me pega un susto—. Venga, ¿qué haces en el suelo? No podemos dejar solos a nuestros invitados. Aunque con Alenna están encantados.
Me la puso mucho más fácil. Se lo agradezco, mientras más rápido mejor.
—Necesito que veas esto —le extiendo el visor, al ver que trata de negarse, prosigo—. Dices que me quieres, entonces ve lo que está aquí.
Parece enojada, nunca la vi así, pero extiende la mano y se pone el visor. Rápidamente, tomo las jeringas con sus recuerdos y le inyecto todo. Es fácil, ya que el visor le impide defenderse bien. No sé qué pasará, no sé cómo reaccionará. Pero cuando vi los recuerdos de Sandro esta mañana me di cuenta que el muy cabrón creó a una persona en laboratorio. El experimento perfecto para crear una persona desde cero y poder insertarle recuerdos de otra persona. En este caso, los de mamá.
Tomo el arma escondida, apenas le quito el seguro cuando una voz me hiela las venas.
—Debí imaginar que serías tan traidora como tu padre —la voz de Sandro es veneno, me da miedo—. Me arruinaste el cargamento y... ¿Qué le haces a tu madre?
—Sé que no es mi madre, lo vi gracias a tus recuerdos —Sandro se ve enfurecido, pero más que nada aterrado cuando me oye—. Le inyecté sus recuerdos, le estoy mostrando tus recuerdos en donde se ve como la matas, como tu científico crea un cuerpo y como le haces creer que es tu hermana. Por cierto, gracias por encomendarme el cargamento de meta, me encargué de que jamás llegara a su destino. Esa cosa es veneno, mata y hace adicta a la gente. Espero que te agradara mi sorpresa.
Sandro palidece de un momento a otro, sus ojos adquieren un brillo enloquecido mientras las aletas de la nariz se dilatan con furia. Suelta un grito y se lanza hacia nosotras... pero le apunto con el arma y se detiene.
—No tan rápido —sonrío y le guiño el ojo—. Deja que se entere del chisme completo. Y sirve que respondes mis preguntas.
Silencio y odio. Genial, ya no tiene esa sonrisa idiota en su cara.
—Gracias a los recuerdos que vi ahora sé que confías plenamente en tus experimentos porque además de los recuerdos, les quitaste otra cosa —aprieta los puños, si me descuido, me mata—. Su libre albedrío. Ahora te son fieles porque los convertiste en esclavos, cabrón. También sé que el ADN de mamá no coincidió con el tuyo cuando lo analizaron porque una vez que se la llevaron los detectives y la policía, cambiaste el informe del perito en genética. Eres un hijo de puta inteligente, planeaste todo a la perfección —me rio por nervios, qué cabronazo—. Tú le mandaste el maldito correo anónimo a mi amiga Haziel, no sé como supiste de nuestra amistad, pero el traerla para acá solo ocasionaría que me hundiera aún más. Quería que me enterara que ella estaba en El Círculo. Así me enfadaría y sería más fácil que me uniera a ti. ¿Sabes? Encontré respuesta a todo, excepto a lo que más me importa —Sandro arquea una ceja, expectante—. ¿Por qué me quitaste recuerdos? ¿Y por qué el de mi verano con Joel?
Contra todo pronóstico, el maldito suelta una carcajada. ¿Le parece divertido? A ver qué tal se divierte cuando mamá termine de ver los recuerdos.
—De todo lo que pudiste preguntarme, ¿eso te interesa? —me mira con asco, desagrado y burla—. Yo solo quería probar mi nuevo invento, necesitaba a alguien vulnerable y cercano. Fuiste la ganadora. En aquel entonces no estaba bien desarrollado este nuevo invento, fue más un prototipo. Al sentirte angustiada, asustada y perdida cuando te agarré, ese recuerdo fue al que te aferraste, fue el más fuerte en ese momento y fue el que extraje. ¿Contenta?
Contenta no. Satisfecha, necesitaba saber esa respuesta. Solo fue que en medio de mi miedo salió a la luz un recuerdo lindo al cual aferrarme... y terminaron quitándomelo. Estoy por decir que aun sin el recuerdo, la persona que aparecía en él volvió a coincidir conmigo. Pero un sonido gutural cargado de furia me lo impide.
La persona que tiene el cuerpo de mamá se quita el visor y respira agitadamente. Su rostro está enloquecido, sus ojos no muestran compasión alguna. Miro a Sandro y veo que luce derrotado, bueno, se le cayó su numerito, hora de pagar las consecuencias.
—¡Te voy a matar!
Antes de que el experimento se lance sobre mi tío, le ofrezco el arma, pero soy ignorada. La dejo en el sillón, seguro le hará falta. Tomo el dispositivo del localizador y salgo corriendo de ahí.
Presiono el botón del elevador, llegar al quinto piso en vestido y con tacones por las escaleras será difícil y no pienso quitarme los zapatos. En cuanto las puertas se abren en el piso destinado, bajo corriendo hacia el lugar en donde está la planta de energía, en un armario de por ahí dejé mis tenis, ya no me dio tiempo de esconder un cambio de ropa, pero vamos, con que me deshaga de los tacones basta. Llego a la puerta de la sala donde está la planta y dudo un momento.
Mateo aún tiene fe en mí, aun piensa que soy buena persona o al menos que puedo serlo. Siempre vio en mí más rasgos buenos que ninguna otra persona. Si él pudo perdonarme y yo a él... a veces uno comete errores que te voltean la vida de cabeza, pero todos merecemos una segunda oportunidad. Un nuevo comienzo.
Suelto un grito de frustración, a veces detesto esa parte de mí que se niega a escuchar el sentido común. Rápido, no puedo perder más tiempo.
Llego al séptimo piso y corro hacia la habitación en donde se queda Elisa. Más vale que esté ahí. Aporreo la puerta con fuerza hasta que me abre, preocupada.
—¿Qué pasa, Di? —abre los ojos en sorpresa—. No me digas que la cena salió mal.
Entro a la habitación y tomo una maleta del armario, la abro y comienzo a meter lo que encuentro.
—No hay tiempo, tienes que salir de aquí —ella se acerca y me mira confusa—. ¡Deja de verme así! Empaca lo indispensable y sal de aquí.
—¿Qué te pasa, amiga? —la palabra amiga me hace detenerme en seco—. Tranquila, no hay prisa.
No es mi amiga, hace tiempo se rompió el lazo de amistad. Pero la estás perdonando, si no, no le advertirías. ¿Otra vez tú? Nada más me liberé de ti por un día. Ahora más que nunca, me necesitas. Venga, nada le debes a Elisa, ve a hacer lo tuyo. No. Mateo confía en mí y voy a hacer lo que creo correcto.
—Esta mierda va a explotar —casi grito, por favor, que reaccione—. Mandé un mensaje a una chica para que le revelara a El Círculo nuestra ubicación, en cualquier momento llegarán para arrestar a Sandro y a los Falcón. ¿No lo entiendes? Una vez que estén todos bajo el mismo techo, haré volar el lugar y acabaré con esta mierda.
Me mira con sorpresa, abre la boca por la impresión y se queda sin palabras.
—Si quieres vivir, sal de aquí —ya le dejo la decisión a ella—. Vete, regresa a Sores y vive con Salomón. Una vez que El Círculo y el detective Serrano caigan, nadie te buscará. Te metiste en este asunto por un error cometido, pero todos cometemos errores.
Y me largo de ahí. No puedo creer que hiciera eso. Por tres meses estuve planeando este momento en que haría pagar a todos por los pecados cometidos y ahora lo arruiné. Te digo que eres débil. No, se llama perdonar. Ellos no son tan malos. ¿Ellos? No me digas que...
Me encuentro a Aiden cuando está a punto de meterse a su habitación. En cuanto me ve sonríe, pero desaparece poco a poco. Me mira preocupado, incluso hace el intento de tomarme del brazo. Ugh, no puedo creer que esté haciendo esto. Por mucho tiempo quise vengarme, anhelé hacerlo sufrir, deseé hacerle tanto daño y ahora...
—Tienes que irte, no preguntes, solo toma lo esencial y lárgate de aquí.
No sé qué esperaba, pero es Aiden, no sabe cuando mantenerse callado.
—¿Pero qué pasa? No me...
—¡Voy a volar este maldito lugar! Y aunque en un principio planeé que tanto tu y Elisa estuvieran aquí para que murieran... he cambiado de parecer.
Me mira como si estuviera loca, pero no, nunca en mi vida estuve más cuerda. Deshacerme de esta mafia es lo correcto, tiro a Sandro, tiro a los Falcón, tiro a Trébol y tiro al detective Serrano. Los experimentos no sabrán qué hacer sin Sandro, el negocio se irá abajo y por un tiempo todo estará mejor. Tarde o temprano nacerán nuevos carteles, nuevas mafias. Siempre es así, pero el mundo estará mejor sin la gente de este lugar. Y ya es hora de que alguien haga algo.
—Ahora entiendo... por eso me pediste los localizadores —su rostro se enciende al comprender—. Pero no, Dinaí, la planta de energía colapsará en un minuto cuando la enciendas —sí, idiota, por eso necesitaba el aparato, para encenderla a distancia—. No te dará tiempo de salir. No me iré de aquí sin ti, no te pienso dejar —que no empiece, no tengo tiempo—. Tú y yo...
—No existe un nosotros, se perdió hace años —digo impaciente—. Y sí, lo hiciste por protegerme, de acuerdo, te perdono. Pero perdonar no es igual a olvidar. Ahora vete.
Está por replicar cuando un estruendo nos hace pegar un brinco. Joder, Trébol y el detective están aquí. Por suerte, Elisa se acerca corriendo con una maleta y un tipo de ojos verdes. Ambos gritan algo, pero debido a otro estruendo, no escucho. Tratan de convencer a Aiden de irse, pero él insiste en quedarse. El tipo de ojos verdes le da un golpe en la cabeza y pierde el conocimiento. Bueno, ya no se resistirá. Antes de irse, Elisa me mira.
—Di, gracias. Lamento todo —vaya, una disculpa—. Cuando te fuiste del pueblo, fui a la tumba de tu madre, quería disculparme con ella por ser mala amiga tuya. Cuando vi la tumba descuidada y fea... bueno, me encargué que la mantuvieran decente.
No digo palabra alguna, pero las miradas dicen todo. Todos fallamos, todos perdimos. Cuando juegas con fuego, corres el riesgo de quemarte y todos los involucrados nos quemamos.
Ellos suben las escaleras, yo me quedo junto al elevador, espero a que los miembros de El Círculo esté todos dentro. Desde mi escondite, veo como bajan en fila. Trébol los encabeza. Vemga, venga. Esa es mi señal. Subo por las escaleras de servicio y presiono el botón para prender el localizador; si soy rápida, puedo salir antes de que todo arda. Pero no ocurre nada, el punto rojo no parpadea. Joder. ¿Estoy muy lejos? Me acerco más al quinto piso, pero el punto rojo sigue sin parpadear. ¿Qué pasa? Comienzo a desesperarme, si esta cosa no sirve, tendré que encender manualmente el localizador. Hago un último intento y fracaso.
Suelto una maldición. Ya, no importa, está bien. Está bien. De aquí nadie sale vivo, me voy a encargar personalmente.
Llego al quinto piso entre gritos, estruendo y sonidos de disparos. Oh, sí, la guerra ha empezado. Camino tranquilamente hacia la planta de energía, veo tres localizadores sobre ella. Están apagados.
Planeé la destrucción de todo y todos en estos tres meses, juré que iba a terminar con esta mierda. El ingeniero me mostró que este tipo de localizador, al estar tan cerca de la planta y por la forma en que funciona, crearía una reacción de fisión o algo así que culminaría en una explosión. ¿Por qué simplemente no puse una bomba? Demasiado indiscreto, obvio y no iba a funcionar. Este localizador es pequeño, discreto. Es perfecto.
Emma me ayudó a poner a Trébol y el detective Serrano bajo este techo. Le envié mi ubicación, le pedí que la mandara a El Círculo y le rogué que por ningún motivo viniera.
Y la cena fue la excusa perfecta para traer a los Falcón. Estamos todos bajo el mismo techo y es hora de terminar con esto.
—Te dije que dentro de ti aun hay bondad, empatía y las ganas de hacer lo correcto.
No. No. Por favor no. Quiero pensar que estoy alucinando, pero me doy la media vuelta y veo que Mateo está aquí.
—¿Qué haces aquí?
—Emma recibió el mensaje, con la información de tu nota até cabos —Mateo se acerca, se ve sudoroso, cansado, pero sonríe—. En ningún momento dudé de ti. Sabía que estabas con tu tío por algún motivo. Y me enorgullece que sea este.
Sí, sé que estoy tomando el buen camino, pero no quiero causar daño a alguien que no lo merece.
—Tienes que irte —digo con firmeza—. En cuanto active los localizadores, todo quedará destruido. Cuando mucho tendremos un minuto y se necesita más que eso para salir de aquí.
Se queda de pie frente a mí, sus ojos no parecen dudar, está firme, seguro y caigo en la cuenta de que estamos jodidos. Toma mi mano.
—Entonces lo haremos juntos.
Yo no quería esto, desde el principio conocí los riesgos de lo que planeaba hacer, por eso lo dejé ir. Pero al parecer, de una u otra forma, siempre vuelve a mí. Aprieto su mano con fuerza, es reconfortante su contacto.
—Nunca creí que mi familia fuera quien me traicionaría.
Ese hombre es inmortal, ¿o qué? Maldito Sandro, juré que su experimento lo iba a matar. Me volteo a verlo y noto que tiene un arma apuntándome al pecho. Qué hijo de perra.
—Me hiciste matar a mi hermana —pues ya la mató dos veces—. Arruinaste mi cargamento de meta, no dejaré que destruyas mi imperio.
Oh por los mil demonios. ¿Se está librando una maldita batalla en el recinto y este pendejo cree que su imperio sigue en pie? Bueno, mientras él viva, el imperio seguirá en pie. Estoy por decir algo sarcástico, incluso pienso en bromear, pero antes de que cualquier palabra salga de mi boca, dos detonaciones quiebran el silencio.
La bala de Mateo da de lleno en la cabeza de Sandro. Su cuerpo cae pesadamente al suelo. La bala de Sandro da en el pecho de Mateo quien también pierde fuerza y cae. Grito y me arrodillo junto a él, sale tanta sangre de la herida, no sé como parar la hemorragia.
—El día que me salvaste la vida —dice con esfuerzo, su voz es muy baja—, pensé en pedirte matrimonio. Me di cuenta que tú eras la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida. Pero me conformo con morir a... tu...
La voz de Mateo se corta, sus ojos sin vida se quedan mirando al vacío y abrazo su cuerpo. Si pudiera volver el tiempo atrás... si tan solo...
Deshecho el pensamiento, el tiempo no regresa, el tiempo no perdona. Cada acción, cada decisión nos trajo hacia aquí. Y no es momento de lamentarse, es momento de levantarse y cumplir con el deber.
Activo los localizadores, ahora sí se enciende la luz roja parpadeante. Fue mejor que no funcionara a distancia, así me encontré a Mateo. Si yo hubiese salido y él se hubiese quedado adentro, me habría terminado de volver loca.
Me acuesto junto a él, tomo su mano. En esta vida nada sale como queremos, pero es mejor morir acompañada que en la soledad. Al final, él cumplió su objetivo: Terminar con el crimen. Mi corazón late tranquilo, mis respiraciones son pausadas. Me siento bien conmigo misma, tengo la certeza de que hice lo que debía.
Cierro los ojos y dejo a mi mente vagar. ¿Te sientes satisfecha con el final? No lo sé, al menos todo debe cambiar para bien. El mundo va a estar mejor, lo importante es que tú estés mejor. Valió la pena, me iré con los mejores recuerdos. El destino nos alcanzó, yo también pagaré por mis pecados. Te soy sincera, estoy orgullosa. También lo estoy, tuve que hundirme, destruirme, tocar fondo para tomar la decisión correcta y juntar el valor para hacerlo. He vuelto a brillar.
En los últimos segundos, mi mente vuela al recuerdo de Joel, Germán. Ahora, con los recuerdos, puedo verlo como uno mismo.
Es hasta este momento que me doy cuenta que todo empezó en aquel momento. Jamás pude dedicarle unas últimas palabras, ni siquiera últimos pensamientos, pero lo merece, porque me ayudó en muchos momentos, me quiso aun sabiendo que al parecer yo ni siquiera lo recordaba.
Dime, Joel ¿Valió la pena sacrificar tanto por mí? En este juego nadie ganó. Todos coincidimos en mal momento, la vida nos jugó una mala pasada. La historia empezó desde antes que yo naciera, desde la época de mis abuelos; pero para mí, la historia comenzó contigo en la playa. Pasé tantos años alejada de ti después de eso. Sufrí, reí, amé, experimenté... y te volví a encontrar. Fue breve el tiempo que estuvimos juntos y te perdí de nuevo. Esta vez caí, me hundí, lloré y me reencontré.
No sé en dónde estás, ni si nos volveremos a encontrar. Tal vez ni siquiera estás, pero ruego que escuches las palabras, las palabras que cuentan esta historia, la historia de lo que fui sin ti.
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