La boda
La pista para la carrera no existía. Era simple, en cuanto llegamos al estacionamiento en el cual nos citaron, lo comprendí todo. Correríamos, sí, pero al parecer no en un terreno alejado, solitario y seguro; si no en la maldita ciudad con automóviles y personas circulando como cualquier día normal. Debimos alejarnos, dar media vuelta y huir, estoy segura de que podríamos arreglar este asunto de otro modo, pero Mateo negó con la cabeza cuando le comenté mi inquietud, al parecer, a fuerza tenía que quedar zanjado hoy.
Le creí, confié en él, pues estaba totalmente segura de que jamás me haría daño; Mateo me protegía y cuidaba, no me pondría en peligro innecesario, así que no hice más preguntas, me concentré en controlar mis respiraciones y tomé mi pulso: 60 latidos por minuto, sin problemas. Mis crisis de pánico hoy no harían de las suyas.
Después del incidente en el antro hace varios meses, me puse a entrenar como loca. En cuanto acepté ser novia de Mateo, me contó acerca de la organización. Trabajaban para el bien, eran servidores de la justicia; no tenían métodos del todo legales, pero lo hacían por el bien de las personas y eso me bastó para probar un poco de ese mundo.
Por supuesto, me distancié de Haziel, no quería ponerla en peligro. Seguí con normalidad mi vida académica, sin embargo, por las tardes (tres días a la semana), entrenaba en lo que parecía una bodega. Aprendí a disparar, a pelear, a defenderme y a lanzar. Eso me daba seguridad, después del trauma de casi haber sido secuestrada, el saber que podía defenderme me daba cierta tranquilidad. Aun así, no estaba enterada de gran cosa. Todo lo que sabía era por Mateo. Fue él quien me sugirió no meterme de lleno en la organización, si no ser "voluntario" pues en caso de que no me sintiera cómoda, podría salirme sin problema. Tomé su consejo y después de varios meses, ya no me parecía la decisión correcta, pues me informaban hora de llegada, destino y parte del objetivo, pero nunca obtuve información relevante.
Pero no me importaba tanto, pues estaba con Mateo, me sentía útil y jamás me puse en grave peligro (descartando la vez que casi nos secuestran).
Lo más que sabía, era que la organización se encargaba de tirar cualquier red criminal, ya fuera de narcotráfico, trata de personas o tráfico de órganos. Aquella vez en el antro, terminaron con una red que iba en ascenso; posteriormente, encerramos a varios participantes del mercado negro. Sin embargo, esto era algo más; Mateo me hablaba dando rodeos, pero en pocas palabras, la gente con la que estábamos por encontrarnos provenía de una red de narcotráfico y de trata de personas. Y no solo eso, si no que eran escurridizos, adoptaron un bajo perfil durante mucho tiempo y mientras la organización tiraba redes más grandes y complejas, ellos se fueron fortaleciendo. Varias veces trataron de buscar pistas que nos llevara al jefe mafioso de esta nueva red, pero todo fue en vano... hasta ahora.
Una chica llamada Emma fue quien consiguió el pase a esta carrera. La idea era que tanteáramos terreno, conociéramos a los subordinados del mafioso y viéramos hacia donde enviaban a las chicas de trata. Y a partir de ahí, seguir investigando.
Quien nos recibió era un sujeto agradable de sonrisa simpática. Con rastas y piercings en las orejas, parecía un chico poco amenazante. Emma lo saludó alegre; esa chica siempre actuaba bien. Lo mejor de la organización es que trataba de mantener en secreto las identidades, así que estos tipos, supuestamente, no sabían quién era Emma realmente.
En total de nosotros, éramos cinco: Emma, Flavio, Mateo, una chica de tez muy clara que nunca antes vi y yo. Del otro bando eran seis; esa fue la primera señal de peligro que ignoramos.
–¿Tenían algo que intercambiar? –dijo el chico simpático–. Nosotros trajimos nuestra parte.
Ahí entendí que no íbamos a correr (gracias al cielo), se trataba de un simple intercambio. Con razón Mateo no me hizo caso.
–Somos honestos –responde Emma–. Queremos intercambios limpios.
La sonrisa del tipo ese se hizo más ancha. Por un instante creí que estaba drogado, pero sus ojos eran atentos, estaba en sus cinco sentidos. Uno de los que lo acompañaban dio dos pasos al frente y nos mostró un maletín. Flavio y Emma se adelantaron por lo que solo ellos vieron lo que contenía en el interior. Tal vez fuera dinero, pero no me convencía esa idea. Flavio nos miró y asintió con la cabeza hacia la chica que nunca antes vi.
Justo en ese momento mi atención se dirigió hacia un tipo que se removía inquieto detrás de otro de ellos. Fue un instante, solo un momento, pero creí que me apuntó con un aparato... de hecho ahora apuntó a la chica desconocida. Y entonces se acercó al tipo de rastas y le tocó levemente el hombro.
–Hemos decidido aumentar un poco el precio –dijo con esa sonrisa que ya me comenzaba a hartar–. La quiero completa.
Señaló hacia la chica desconocida, la pobre hizo una expresión de total sorpresa e incluso vi un atisbo de miedo en su mirada. Por supuesto, el ambiente se hizo mil veces más denso; Flavio se colocó frente a la chica adoptando una actitud protectora, Emma se cruzó de hombros y Mateo se removió incómodo. Por mi parte, sentí un temblor nacer en mis piernas y el pánico subió de mi estómago a mi garganta. Sentí mi respiración acelerarse y tuve que juntar toda mi fuerza de voluntad para no entregarme al miedo. Por primera vez, me sentí en verdadero peligro.
–Eso no fue parte del trato –Emma se mantuvo firme–. Creí que eras persona de palabra.
–Y lo soy –el tipo se carcajeó–. Solo hicimos un pequeño cambio.
–Dijiste un cabello y si acaso saliva –¿qué mierda? No tenía idea de eso y al parecer la chica tampoco, pues casi se zurra ahí mismo–. Me quedo con el trato original.
Sentí como el aire se detuvo, esto estaba mal; nos iban a matar a todos.
–Dos opciones: O la entregan por la buena o la tomamos por las malas.
Hubo una corta discusión entre Flavio, Emma y Mateo, al final, la chica desconocida los mandó a la mierda, se mordió los ovarios y aceptó irse con ellos. Obviamente trataron de detenerla, pero ella, enfadada, los culpó por lo que le fuera a ocurrir y caminó hacia los tipos.
Estaba en shock, no podía creer lo que veía, mi mente apenas procesaba que la chica estaría por irse con unos tipos que seguramente no le harían nada bueno. El mismo tipo que vi apuntar con el aparato se acercó y entonces capté un olor que difícilmente se me olvidaría: loción masculina y jengibre; era desagradable. Sin embargo, gracias al aroma reaccioné y cometí un error terrible.
–Espera –dije segura–. Hagamos de esto algo interesante.
Oí que Mateo me regañaba en voz baja, pero lo ignoré. Mejor me centré en el tipo de rastas que estaba por llevarse a una chica asustada.
–Te escucho.
–Propongo una carrera –el tipo alza las cejas, veo como se iluminan sus ojos–. Si gano, solo te llevas el cabello de la chica, si pierdo... nos llevas a ambas.
Lo dije porque el hombre con olor a loción y jengibre también me apuntó a mí. Yo no era parte del trato, así que supongo por eso no me eligieron, pero por algo me apuntó así que jugué esa carta improvisada y a juzgar por el rostro de diversión y satisfacción del tipo, di en el clavo.
–Está hecho.
La chica desconocida me lanzó una mirada de agradecimiento, pero también entreví desconfianza. ¿Creía que iba a perder? Por el bien de ambas, esperaba que no.
Mateo se negó, puso excusas y dijo que él tomaría mi lugar y demás. Llegó a ponerse tan mal, que creí que sacaría el arma y comenzaría el caos. Flavio y Emma trataron de calmarlo, pero no funcionó hasta que el de rastas amenazó con anular la nueva apuesta.
Estaba hecho, iba a competir para salvarnos a la chica y a mí.
Cuando llegué con el automóvil negro de Flavio a la línea de salida (la entrada del estacionamiento) y le eché una mirada al conductor enemigo, caí en la cuenta de la mierda en la que me metí: Correríamos en la autopista, transitada y con gente pasando. Correría por mi vida y por la de Mateo porque sé que él jamás dejaría que me llevaran (antes moriría).
Siempre, vi las actividades de la organización como una distracción, una aventura divertida. Al estar aquí, viendo la oscura calle de frente, me di cuenta que no era un juego, no era una aventura inocente. Era peligroso y si no ganaba; nos iban a matar a todos.
************* ************** ********
No puedo creer lo que veo, todo está plasmado aquí: correos electrónicos incoherentes que seguramente están escritos en clave, los planos del coche (el señor Laredo es mecánico, seguro entiende esto a la perfección), el recibo de depósito, la fecha fue justo un día después de la muerte de mamá, está hecho a nombre de Bernardo Laredo. Sin embargo, no encuentro quién hizo la transacción. Estoy segura de que no se pueden hacer anónimas, pero no sé cómo hallar a quien pagó por la muerte de mamá.
Aparte, veo un documento en el que se explica la mejor forma de matar a un ciervo. ¿Existe una mejor forma? Joder, yo pensaba que solo disparabas y ya.
Me levanto y casi aviento la computadora. Siento mi rostro arder de ira, siento mi respiración volverse rápida y pesada. Mi pulso se dispara y puedo sentir palpitaciones. Siento el mareo y dos segundos después aparece la náusea. No logro llegar al baño, justo en el umbral tengo una arcada y luego vomito. Estoy temblando, ni siquiera puedo pararme. Siento frío, calor, dolor y la cabeza está por reventarme. Aparece el ya conocido dolor en mi pecho, me oprime hasta que está a punto de acabar conmigo. Trato de llegar a mis medicinas, junto la fuerza de voluntad necesaria para moverme un poco, pero no lo logro. Malditos ataques de pánico, odio esto. No puedo respirar, mi corazón late demasiado; sé que voy a morir. Lo último que pienso antes de que todo se vuelva negro es que si lo que dice la religión es cierto, al menos veré de nuevo a mi mamá.
Un rayo de luz cae sobre mi rostro. Quema. Es molesto, pero no tengo la fuerza suficiente como para abrir los ojos, menos aún para moverme. Un gruñido proveniente de mi estómago hace eco en mis oídos. ¿Tengo hambre? Creo que sí.
Suelto un quejido cuando intento moverme, me duele un poco el cuerpo, más que nada es malestar. Junto la fuerza de voluntad para abrir los ojos y veo directamente a la ventana. Y entonces los recuerdos de la noche anterior llegan a mi mente.
Hago el esfuerzo de levantarme rápidamente, oh, mierda, estoy en la cama. En mi cama y lo último que supe fue que me quedé tirada en el piso después de mi crisis de pánico o lo que fuera eso. Me asomo hacia el baño esperando ver el desmadre ocasionado, pero todo está en orden. No hay vómito en el suelo, mi computadora está sobre el escritorio y no hay rastro del sobre de papel que guardaba el CD ni el trozo de papel doblado.
Brinco hasta llegar a mi computadora, la enciendo lo más rápido que puedo y me impaciento. En lo que enciende la porquería esta me acerco a la ventana y reviso que esté bien cerrada, con seguro. No recuerdo si la cerré o no, en realidad no estoy segura. La verdad está cerrada, pero sin seguro; cualquiera pudo haber entrado o salido y como estaba inconsciente en el piso; ni cuenta me di. No hay signos de que alguien entrara, no hay tierra, no hay huellas, ni siquiera hay marcas en la ventana. Mi puerta está cerrada, pero igual por ahí alguien pudo haber entrado; excepto que tuvo que haber pasado por abajo en donde estaba papá y Valentina y suponiendo que ellos estuviesen durmiendo, la puerta se cierra con seguro.
Regreso a la computadora y mis sospechas se han vuelto reales: El disco desapareció, no hay rastros de los documentos que vi el día anterior.
Suelto un grito de furia. ¿Cómo pude dejar que eso pasara? Aunque claro, mi ataque de la noche no lo pude controlar. Pero la cuestión es: ¿Quién fue? Dado el contenido del disco, yo diría que el culpable es Aiden... es más, estoy segura.
Pero también está la cuestión de Germán, pues ayer vi el depurador en su coche, accidentalmente lo encontré, sí, pero eso da pauta a que él también fuera parte de algo más grande, peligroso e incluso de la mafia misma. Si él fue quien me robó los archivos que tenía en mi USB, ¿cómo supo que dónde y con quién encontrarlos? Porque alguien tuvo que decirle porque yo no lo conocía antes de volver a Sores. Y si me robó esa información, seguramente también fue capaz de meterse a mi casa, a mi habitación y robar el disco que contenía todas las pruebas del asesinato de mi madre. Pero ¿por qué Germán querría esa información? No tiene sentido, tuvo que ser Aiden, no hay de otra.
Salgo de mi habitación y me encuentro con que papá y Valentina están desayunando tranquilamente mientras cada cual lee lo que es de su interés. Son una pareja normal de esas que salen en televisión, por dios, parece tan perfecto. Tengo que decirle a mi papá, eso está claro, tengo que informarle de mi nuevo descubrimiento, pero no tengo pruebas y si armo un escándalo el día de su boda, estoy segura de que jamás me lo va a perdonar. Y menos si es frente a su prometida.
Doy los buenos días y sin decir a donde voy ni qué haré, salgo después de murmurar un: "Regreso pronto." Corro lo más rápido que puedo hacia la casa de Aiden, maldita familia de mierda, son unos mentirosos de cagada. El señor me prestó un coche, un jodido automóvil porque se lo pedí. El rostro amable escondía más por debajo, le creí que era bueno, le creí que le caía bien...voy a matarlo. Yo sabía que el señor no tenía mucho dinero, pero ahorrar tanto y usarlo para matar a alguien es extremo, definitivamente odiaba a mamá y necesitaba descubrir por qué antes de torturarlo hasta que me ruegue que lo mate.
Llego a la casa y aporreo la puerta, quiero que me abran, pero nadie atiende. Me asomo por las ventanas, sin embargo, el interior está iluminado únicamente por la luz que entra del exterior y no hay nadie a la vista. De hecho, la casa se ve algo vacía, como si faltaran muebles o algo. La puta madre, no sé qué hacer. Llego hasta la puerta trasera y logro abrirla con un clip que traigo en el bolsillo. Bendito sea Mateo que me enseñó a abrir cerraduras y candados; o sea sigo sin perdonarlo del todo, pero le agradezco esto.
Entro y lo único que rompe el silencio es el chirrido de la puerta. Espero unos segundos por si acaso hay alguien en casa y se le ocurre bajar ahora que quien aporreó la puerta ya está en el interior. Al ver que nadie baja y que por lo visto la casa está solitaria, entro y reviso cada maldito rincón en busca del disco, del trozo de papel o de cualquier cosa que sirva como prueba de que el asesino intelectual es el señor Laredo.
No traigo reloj ni teléfono, pero calculo que estoy una hora buscando. Muevo muebles, reviso cajones, entro a la habitación principal, busco bajo el colchón y en cualquier lugar que pueda guardar un secreto. ¡No encuentro un pito! Finalmente, me meto a la habitación de Aiden: Es cálida, pequeña (incluso más que la de invitados o el estudio), sencilla y el aroma a él inunda el lugar. El aspirar tal olor hace que me ponga nerviosa, incluso incómoda, pero sigo firme con mi misión. Busco bajo la cama y en los documentos que hay en el escritorio, pero solo son cosas de la escuela y dibujos de paisajes. Me aventuro al armario y encuentro una caja; en el interior hay papeles doblados por la mitad. Debido a que estoy buscando respuestas, me aventuro a leer el interior del papel. Mala idea; la caligrafía de Aiden está en el interior y no solo eso, si no que es una carta y está dirigida a mí. "Querida Dinaí:..." Oh, no, doblo de golpe la carta y la aviento a la caja. De verdad, no debí abrir eso.
Tengo que echar un vistazo a cada papel para cerciorarme que no se me va una pista ahí. Al final, siento un peso enorme en mi pecho: todas eran cartas dirigidas a mí y aunque no me atreví a leer una sola; tengo un sentimiento de angustia y pesar. Que se joda Aiden, jamás le perdonaré lo que me hizo ni por mil cartas que escribiera y menos aún ahora que sé que él sabía que su padre mató a mi mamá. Después de matar al señor Laredo, lo mataré a él; pero lo haré sufrir mucho más.
Así que fracasa mi búsqueda, es hasta entonces que me doy cuenta que el lugar está tan limpio y tan ordenado que pareciera como si nadie viviera ahí. ¿Estarán en otro lado? ¿Desde cuándo no están en su casa? ¿O es que solo son muy ordenados? Porque recuerdo que el taller del señor Laredo generalmente estaba hecho un desastre. Y Aiden no era el chico al que le encanta limpiar.
Aparte, ¿quién no está en su casa un domingo por la mañana? Claro, la gente deportista, estudiosa, que está de vacaciones o que esconde algo.
Suspiro fuertemente, tal vez Aiden no me robó el disco, pero si no fue él, se me ocurre que se trata de Germán (lo cual no tiene sentido) y si no, no tengo idea.
Tendré que decirle a papá. Sé que no me creerá, pero debo hacer el intento.
Una vez que estoy de vuelta en casa, veo que Valentina ya se ha ido con sus damas o qué sé yo para prepararse para la boda. Los amigos de más confianza de papá seguramente llegarán pronto, pero por suerte, tengo este tiempo para poner mis cartas sobre la mesa.
—Papá —digo en un hilo de voz—. Hay algo que tengo que decirte.
—Claro, adelante —me contesta tranquilo, no quiero arruinarle el momento—. Sirve que me distraes de estos nervios. Aunque no estoy tan nervioso como en la boda con Rosanna.
Y vaya que lo va a distraer. Perdóname, papá, es momento de echar la bomba.
—A mamá la mataron —arquea ambas cejas y luego frunce el ceño, seguro no se lo esperaba—. No fue un accidente, fue un asesinato planeado por Bernardo Laredo, el papá de Aiden. Lo sé porque robé un disco, lo encontré en el casillero de Aiden y me lo traje —me mira entre asqueado y confundido—. Ahí vienen todas las pruebas, al menos lo básico para poder culparlo...es solo que el disco desapareció.
—¿Cómo que desapareció?
—Sí, ayer en la noche me peleé con Germán, llegué a ver el disco, entre en crisis, me desmayé y cuando desperté hoy ya no estaba el disco.
Vale, ahora que me escucho en voz alta me doy cuenta de que sueno como loca, seguramente parezco paranoica y delirante, pero es la verdad. No pude haber imaginado nada de eso, ¿verdad? Aun así, papá no parece creerme, sus ojos se tornan enfadados, sus facciones se endurecen y al abrir la boca, me doy cuenta de que cometí un grave error.
—Te enseñé la carpeta de investigación, te mostré fotografías cuando saliste con la loca idea de que tu madre estaba viva y ahora sales con que un disco desaparecido prueba que tu madre fue asesinada —su tono es tan duro y golpeado que me siento mal—. ¿De qué se trata esto? Entiende que, aunque no quieras, Valentina será mi esposa. ¿Cómo te atreves a decirme esto el día de mi boda?
No sé, no tengo idea, solo lo descubrí y quise contárselo a quien más confianza le tengo. Sé que está enojado, sé que en este momento está decepcionado, porque, ¿qué clase de hija le arruina el día de su boda a su padre y sin pruebas que lo ameriten? Sí, entiendo su enfado, entiendo que él ya pasó página, yo solo necesitaba que investigaran de nuevo y metieran a la cárcel al asesino.
Dejo a mi padre quien me ha dejado en claro que por el momento no quiere verme. Vale, hay gato encerrado aquí y de una u otra forma voy a descubrir qué está mal aquí. Si no se hace justicia por la muerte de mamá, tendré que encargarme yo misma. Por lo pronto, mañana mismo iré a la comisaría, si no recibo respuesta, investigaré por mí misma y entonces cobraré venganza.
Después del mal rato, decido ya no darle problemas a mi padre, me tomo mi tiempo para desayunar, comer y posteriormente bañarme y arreglarme para la boda. No he sido la mejor hija en todos estos años, pero puedo intentar serlo por al menos un día.
Una vez que estoy lista, me miro en el espejo: Me veo bien, el vestido azul y largo contrasta con mi piel, enmarca mi figura y me hace lucir elegante. Deshecho el pensamiento de que fue con ese vestido que jugué con Germán a la princesa y el paje, mejor termino de maquillarme y salgo con papá y dos amigos suyos (que jamás vi) hacia el jardín donde se llevará a cabo la celebración de matrimonio.
Durante los preparativos, nunca me inmiscuí mucho debido a que no estoy del todo de acuerdo con esta boda, pero sobre todo porque no me interesaba un pito. Y ahora que el día llegó, que estoy parada en la entrada del enorme jardín adornado con miles de arreglos florales, la estatua de hielo gigante junto a la fuente del centro y veo un espacio acondicionado para cuando lleguen los del registro civil; me doy cuenta de que esto es en serio, se va a llevar a cabo y aunque quise evitarlo y fingir que nada pasaba; se volvió realidad.
Gracias al cielo, me tomé doble dosis de medicamento (después de ayer, me traumé), así que estoy tranquila, calmada y no quisiera admitirlo, pero estoy ligeramente adormilada. Solo espero no quedarme dormida a mitad de la fiesta; otra vergüenza más para mi padre.
Los invitados no tardan en llegar, son muchos, apenas puedo llevar la cuenta. Papá dijo que cuando mucho doscientos cincuenta invitados; yo creo que son al menos trescientos. Vaya que papá no escatimó en precios. Cuando uno tiene dinero, no le duele gastarlo en pendejadas. Y no digo que la boda sea una pendejada, pero ¿tanto lujo era necesario? Por todos los cielos, ¿para qué carajo quisieron una fuente de chocolate tamaño real? Unas tres o cuatro normalitas bastaban. ¿Y el show de luces? Estamos en una boda, no en una discoteca. ¡Incluso se va a rifar un viaje a Europa para dos personas por una semana! Lástima que yo ni participo porque me habría gustado ganar ese premio.
La ceremonia hecha por el registro civil está de flojera. Dura apenas media hora en lo que el juez se avienta un chorote, en lo que el padrino de anillos hace la entrega... ¡Joder! El padrino de anillos es Beric, el policía, el pendejo ese que me llevó a la sala de expedientes el día que me cercioré de que mamá estaba muerta. ¿Apoco son tan amigos? Ah, caray, estoy desactualizada.
Lo bueno es la fiesta. Una vez que empieza, no hay quien los pare. Obviamente estoy en la mesa principal junto a mi papá, Valentina, un primo de papá que recuerdo por nombre, pero no por rostro y los mejores amigos de mi papá; un policía llamado Franco con su esposa y dos empresarios que no conozco con sus respectivas acompañantes. La cena transcurre animada y repleta de risas, desde aquí puedo ver a los invitados disfrutar de cena de siete tiempos (¿era necesario?), seguramente dichosos por haber sido invitados y gozar de comida de calidad gratis.
Pensé que Gustavo estaría presente, digo, como familiar de Valentina, pero no lo veo por ningún lado. Espero que lo hayan des invitado.
Yo apenas pruebo bocado; la crema de espárrago no me pareció apetitosa, la ensalada colombiana se veía prometedora hasta que vi el huevo cocido y perdí el interés, ya mejor dejo de lado los demás platillos. Prefiero esperarme al postre que será servido después del brindis.
Me excuso para ir al sanitario, no tengo ganas realmente, pero necesito alejarme un poco de tanta gente y de la risa irritante de Valentina aparte de los besos entre mi padre y su prometi...esposa. Ugh, de nuevo agradezco haber tomado doble dosis de medicina, si no ahorita estaría por volverme loca o algo. Ya, Dinaí, alégrate por tu papá. Sí, sí. Eso haré, nada más deja voy al baño.
Las ideas se me aclaran y mi estupor se espabila cuando me rocío agua helada en la cara. Genial, tal vez ahora logre abrir apetito y comer, aunque sea el caviar o qué sé yo qué mamadas más pidieron de comer. Me abanico para sentirme mejor, me retoco el brillo labial y salgo dispuesta a ser feliz y disfrutar del alcohol gratis cortesía de mi papá. Ya buscaré a quién unirme para bailar y demás...porque Germán fue invitado, pero el imbécil me ocultó información y aunque me ha mandado infinidad de mensajes, lo he ignorado en modo legendario. Desecho el recuerdo de Germán y salgo del sanitario.
Apenas doy dos pasos, cuando alguien me tapa la boca con su enorme mano, me toma por la cadera y me jala hacia un rincón alejado de la fiesta. Grito, pataleo, trato de golpear, pero es inútil, el cabrón que me tiene agarrada es muy fuerte, incluso más que Aiden cuando cayó de sorpresa en mi habitación. Fui una estúpida al no traer mi cuchillo para defenderme; aunque lo cargue siempre conmigo, me sentí tan culpable por haber hecho enojar a mi papá que preferí dejarlo en casa. Y ahora voy a morir o peor aún, me van a secuestrar.
Caigo al suelo o creo que me tira mi atacante, lo único que sé es que mi cabeza colisiona contra el piso y veo estrellas. Dos gruesas manos se cierran sobre mi cuello y cortan la respiración. Vale, está hecho, me van a matar en la boda de papá. Mi visión borrosa y la falta de aire me impiden ver con claridad al atacante, aparte las lágrimas me ciegan. Trato de escapar, juro que hago todo mi esfuerzo, pero es imposible. Al final ya no lucho, no tiene caso, al menos quiero morir en paz. Nadie me encontrará acá atrás y nadie oirá nada porque todo es un caos.
Y es justo cuando dejo de resistirme, que logro reconocer a mi atacante. Primero por el aroma; una mezcla de jengibre con loción masculina y después veo el rostro desquiciado y asqueroso de Gustavo.
Yo no creo en los milagros, no creo del todo en el destino, no soy partidaria de los héroes, pero cuando alguien llega y me quita a Gustavo de encima, lo primero que pienso es que es un milagro, que el destino no quiso que hoy falleciera y que quien me salvó se ha convertido en mi héroe. Merece un beso bien dado.
Aspiro aire con fuerza, es tanto que raspa y duele, toso, respiro, toso, respiro. Por pura suerte no me destrozó la tráquea. Junto las fuerzas suficientes para levantarme y sostenerme con mis antebrazos y veo que mi ángel salvador es Germán. Germán el traidor, el mentiroso, el que no estaba invitado a la boda...y al que le debo la vida. En unos cuantos movimientos, Germán pone la pistola en el pecho de Gustavo, quita el seguro y dispara. El silenciador amortigua el sonido, pero aun así escuchó la detonación.
Me quedo viendo sin moverme, no puedo reaccionar. Aún me estoy recuperando del shock de casi morir cuando tengo que enfrentarme a la imagen de Germán matando a mi tío político. ¿Qué mierda está pasando?
Una vez que se cerciora que el pelón está muerto, corre de regreso a mí. Desconfío de él, pero apenas puedo moverme hacia atrás. Él se detiene y me mira, creo que ve mi expresión asustada pues deja el arma en el piso y se arrodilla junto a mí. Me pierdo en su mirada, es tan conocida, es tan familiar, necesito que este tiempo dure para siempre. Y de nuevo, recuerdo el depurador en su coche y se me pasa el sentimiento agradable.
—Me robaste documentos.
Reclamo en un hilo de voz pues me arde la garganta. Estoy consciente de que alguien habla por el micrófono, es un sonido lejano, reconozco la voz de Valentina, seguro esto se trata del brindis. Debería ir para allá, volver a la fiesta y escuchar las palabras, pero quiero que Germán me diga que todo es un error.
—Los borré —dice derrotado, alza la mano para acariciar mi mejilla, pero lo piensa mejor y la baja—. Te seguí a la plaza aquel día, fui extremadamente cauto y borré los archivos con el depurador.
No, no, no. Ya, malditos sentimientos jodidos que les encanta hacerme sufrir, ya mejor me hubiese matado Gustavo. Bueno no.
—¿Por qué? —digo en un sollozo, no permito que caigan lágrimas, ya no—. ¿Todo fue actuación?
—Soy policía, me gradué con honores de la academia, fui el agente más joven y listo de mi clase. Me hablaron para trabajar de encubierto...pero te juro que nada fue fingido, ni un solo sentimiento.
¿Qué mierda? Esperaba que me dijera que era del bando mafioso, que trabajaba en conjunto con Valentina o incluso que era un asesino a sueldo. No sé, pero ¿policía? Ayuda, estoy más allá de confundida y creo que estoy por tener otro puto ataque de pánico.
Pero antes de que pueda hablar, moverme o pensar en una pregunta; se escucha una detonación, luego otra, finalmente una tercera y entonces comienzan los gritos. Volteo hacia el jardín y alcanzo a ver gente corriendo. Acaban de dispararle a alguien.
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