En la cuerda floja

Mateo

Las celdas siempre son frías. Eso podría justificarse debido a que en esta construcción de mierda las celdas están en el nivel más profundo, apartadas de todo y todos, quienes vienen acá son los prisioneros y torturadores. Solo en ocasiones especiales, como esta, vienen los visitantes.

Se siente el suspiro gélido del viento paseando entre las paredes, acariciando la piel desnuda de los presos, invitando a revelar todos sus secretos. Cuando has pasado dos días seguidos sin dormir, con una luz blanca e intensa iluminando sin piedad, con la única compañía de un molesto zumbido que incrementa hasta volverse insoportable y después desaparecer por completo, es normal entrar en un estado de estrés que poco a poco te vuelve vulnerable; el dolor y la agonía son tales que dirías lo que fuera con tal de abandonar el sufrimiento.

Muchos abren la boca en dos o tres días, unos cuantos resisten hasta cinco, pero alguien que ha experimentado el arduo entrenamiento por el que cualquier miembro de la organización ha pasado, es capaz de soportar dos o tres semanas. Incluso más y lo sé porque he visto agentes que vuelven después de estar presos más de dos meses y aunque se ven desahuciados, siguen vivos y sin abrir la boca.

Siempre se necesita un poco de ayuda; para eso existen los torturadores. Esa gente tiene que atravesar un entrenamiento especializado y someterse a varias pruebas psicológicas. Porque no cualquiera puede hacer el trabajo. Algunas personas dirían que es un arte, podría ser, pero no por eso es menos desagradable. Alguien que se dedica a torturar debe cumplir ciertos requisitos, entre ellos, el más importante: Que no disfrute hacer el trabajo. Porque sí, un torturador debe ser fuerte, paciente, inteligente, ser hábil de palabra y tener estómago para infligir dolor sin que termine con un trastorno mental; pero más que eso, no debe disfrutar hacer lo que hace. Porque en tal caso todo se convertiría en un juego sádico en el que se tortura sin piedad y al final no se logran conseguir respuestas y solo se daña sin sentido.

Disfrutar dañar a los demás es tan peligroso como darle un fósforo a un psicótico en plena crisis. No se conocen límites, una vez que se empieza, ya no se puede parar. Por eso se invirtió tanto en el entrenamiento de los torturadores, pero ahora ya no es necesario, pues a nosotros llegaron las personas perfectas para el trabajo y sin tener que pasar por un arduo entrenamiento; después de todo, ellas ya tuvieron su momento para convertirse en lo que son.

Catarina y Brenda fueron halladas en distintas misiones.

A Brenda la encontraron hace más de un año en una venta clandestina de mujeres. En ese entonces no sabíamos con quién exactamente tratábamos, pues el mafioso aún no aparecía bien en el mapa y de inicio se pensó que esa red de trata no era más que otra más de las miles que había en el país. Una vez sacamos de ese asqueroso lugar a todas las chicas y las regresamos sanas y salvas a donde quiera que pertenecieran, nos dimos cuenta que Brenda no era como las demás. Su piel pálida, siempre tan fría como el hielo y sus ojos carentes de emoción denotaban que algo más tenía. Aparte de ello, la falta de recuerdos, la pérdida de memoria y la falta de habla.

No logramos dar con familiares o amigos; Brenda no sabía quién era ella antes de haber sido secuestrada. Guardaba recuerdos del tiempo que estuvo privada de su libertad, pero no dijo una sola palabra hasta que, meses después, dimos con Catarina.

Catarina fue otra chica hallada en un sótano de un bar de mala muerte. Estaba en compañía de más chicas que probablemente serían vendidas. Al igual que Brenda, Catarina tiene piel pálida, su toque es gélido y al inicio tenía la mirada vacía. Lo primero que dijo al verse liberada, fue su nombre completo y cuando no logramos contactar a sus familiares o amigos; confesó que no recordaba quién era antes de ser secuestrada. Pensamos que al verse con Brenda se reconocerían mutuamente, pero no fue así; la realidad fue que rostros y nombres estaban olvidados, lo único que conservaban eran sucesos y algunos eran vagos.

Una vez que Brenda reconoció en Catarina esa sensación de haber perdido su personalidad y estar sola en el mundo, confesó que estuvo encerrada, que gente vestida de color blanco la visitaban a diario. Relató sus días que consistían en ser despertada sin delicadeza alguna para someterla a pruebas, ponerle agujas sentir dolor mientras sentía que se perdía a sí misma. El relato de Catarina fue parecido; mil rostros cubiertos con máscaras, agujas, dolor, y un aroma a jengibre y loción. Algo que ninguna podría olvidar. Lo que más fue útil, fue el único rostro que recordaba: un chico de ojos grises y piel bronceada que muchos años atrás la olfateó. Y gracias a un video que subieron a redes sociales Catarina reconoció a Aiden y llegamos a Sores; el lugar donde todo se fue a la mierda.

Brenda aceptó su nueva faceta después de abrirse. Trébol y los demás le propusieron trabajar con nosotros y ella aceptó. Es fría emotivamente hablando, mentalmente es estable, no necesita descansar tanto y aprende rápido. Siente empatía, pero no se deja engañar, es todo lo que un agente entrenado, pero sin todo lo invertido en el entrenamiento. Lo malo es que siente un pavor incontrolable al sentirse cerca del mafioso; hace tiempo fuimos a una misión, fue la primera vez que tuvimos contacto con gente cercana al mafioso. En cuanto llegamos al estacionamiento, Brenda se volvió una chica vulnerable; de una u otra forma los tipos se dieron cuenta que ella era una modificada y cuándo exigieron llevársela, la pobre Brenda se puso aún más pálida. Y fue gracias a Dinaí que no se la llevaron.

Dinaí, tan bondadosa y empática como siempre, salió en ayuda de una chica que jamás en su vida había visto y se puso en riesgo con tal de evitar que se la llevaran. Si alguien hace eso por ti, le agradeces, quedas en deuda o qué sé yo. Pero Brenda no, jamás agradeció, al contrario, cuando se enteró que Dinaí tenía compatibilidad con el mafioso y todos concluyeron que estaba inmiscuida en el asunto; Brenda se ofreció a "hacerla cantar".

Catarina, en cambio, no se siente a gusto con ella misma; no puede aceptar que fue modificada de alguna forma y se aferra a lo que perdió. Sin recuerdos, sin carisma, con un deseo de dañar a cualquiera que no piense como ella...al contrario que Brenda, la pelirroja estuvo en contacto directo con el mafioso; de alguna forma está segura de ello y fue gracias a su sospecha que nos entregó una prueba de ADN del tipo.

Un trozo de tela con semen. Seguimos sin saber cómo fue que lo consiguió, ella misma lo desconoce, pero lo guardó bien y es lo que nos permitió avanzar en el caso.

Un aullido agudo de dolor me saca de mis pensamientos; el grito denota tanta agonía y sufrimiento que siento un escalofrío recorrerme de cabeza a pies.

Las celdas están una frente a otra, en medio está el pasillo por el que se camina para llegar a cualquier celda. Hay bancas para quien quiera ver el espectáculo y no por gusto, si no para escuchar la información que salga de los labios moribundos de un prisionero que ya no aguanta más.

Otro grito atraviesa el viento, esta vez no siento escalofríos, pero un sentimiento de incomodidad se deposita en mi estómago. Frente a la celda más alejada, una figura se halla en el suelo. Con sus manos toma los barrotes como si tratara de romperlos; por un momento golpea el vidrio que cubre la parte de enfrente, pero no tiene sentido, el vidrio resiste casi todo.

Trago saliva, ya van varios días de tortura hacia Haziel, todo este tiempo intenté evadir el problema, pues siendo sincero; la amiga de Dinaí me agradaba cuando no estaba dentro de la organización, pero una vez que entró, no me cayó nada bien. Sobre todo porque tenía que ocultarle la información a Dinaí; no podía llegar y decirle que su amiga con la que ya ni hablaba estaba entrenando para ser parte de la organización. Pero aparte de eso, me desagradaba porque hizo que Flavio cortara con su ex novia (quien era una muy buena amiga mía) para que ambos fueran novios. Y se volvió engreída; mucho. Pero obviamente no le desearía a un conocido que no haya hecho algo verdaderamente malo ser torturado de tal manera. El robar unos documentos no me parece justificación para infligir tanto sufrimiento en una persona.

Me paro al lado de Flavio y no hago más que quedarme en silencio. Frente a mí veo a Haziel, la chica se ve terrible. Tiene el rostro ensangrentado, se halla desnuda y está empapada de la cabeza a los pies. Por respeto a su dignidad, aparto la vista y mejor me centro en Brenda. Camina en círculos alrededor de Haziel, mueve los labios, pero habla tan bajo que no escucho lo que dice; en su mano derecha sostiene un látigo y este escurre sangre. Vuelvo a tragar saliva, se me ha hecho un nudo en la garganta.

—Ha dicho que no tenía idea de que Dinaí estaba metida en la mafia —Flavio habla en voz baja, mira al piso, estoy seguro de que ha llorado—. Ella le dio los documentos que teníamos de ella y su padre, pero solo como parte de un trato que hicieron. Dinaí distraía mientras ella robaba los documentos. Se enteró de todo, ¿sabes? De las torturas, de nuestros métodos. Creo que no estuvo de acuerdo y ahora la tienen aquí.

Bueno, pero robar documentos es un riesgo y más si se trata de una organización como esta en la que no hay ley que nos rija y podemos usar métodos poco éticos. Entiendo que Trébol esté paranoico, ahora cree que Haziel y Dinaí tenían una relación y busca enterarse de la verdad, pero, ¿qué tal que esa es la verdad? Si Haziel después de tanta tortura insiste en que no tenía idea de que Dinaí era parte de la mafia y que los documentos solo fueron parte de un intercambio... le creo.

—¿Cuánto tiempo has estado aquí?

—Desde que me enteré —la voz de Flavio suena extraña—. No duermo más que cuando ella lo hace. Trato de convencer a Brenda, pero es implacable. El mafioso convierte a las chicas en monstruos. Cuando se trata de alguien malo no tengo inconveniente, pero con alguien como Haziel...

La voz se le quiebra y vuelve a golpear el vidrio. Un segundo después, Brenda acciona el látigo y otro grito atraviesa el viento. Esto está mal. De repente me asalta la idea de que le hagan algo así a Dinaí y la respiración se me corta. Maldito sea Trébol, maldito sea el detective y maldita sea en lo que se ha convertido la organización. Es diferente cuando sé que es alguien malo, algún criminal, pero ¿a alguien que quieres? Ahí es cuando todo cambia.

—De verdad lo siento —dice Flavio una vez que el grito enmudece y Haziel cae al suelo—. Te moví para que Dinaí fuera herida de gravedad y no matara a Catarina, me dejé llevar, de verdad lo siento. Después de ver esto, creo las modificaciones son verdaderamente peligrosas. Y no es su culpa, es del mafioso.

Ya. Sus disculpas no me sirven de gran cosa. Ya está hecho, Dinaí me odia, seguramente me quiere matar y Catarina sigue viva para cobrar su venganza contra el dichoso mafioso. Sinceramente, cada día que pasa menos ganas tengo de seguir adelante con esto.

Creo que Haziel ha perdido el conocimiento, pues ya no se mueve aunque se nota que respira. Brenda deja el látigo a un lado, se arregla el cabello y sale de la celda. Flavio casi se avienta hacia la puerta para entrar, pero Brenda le cierra el paso.

—Nuevas órdenes —dice la chica—. Ya no puedes pasar. No me culpes a mí, viene de los grandes.

Me siento mal por Flavio, pero aún tengo resentimiento por lo del disparo. No sé cuánto tiempo me tome perdonarlo. Brenda se va y nos deja a Flavio y a mí parados como idiotas. Al final, Flavio se acerca a los barrotes y se queda ahí sentado, viendo a Haziel. Esa chica no merece esto.

—Sé que pronto cantará —dice Brenda a lo lejos—. Pronto será el turno de la mafiosa Dinaí, en poco tiempo obtendremos respuestas y el mafioso principal va a caer.

Eso activa una alarma en mi cabeza. No, a Dinaí no la van a tocar. Antes nos mato a ambos, ni loco dejo que Brenda se le acerque. Volteo a ver a Flavio, tirado, derrotado en el suelo; debatiéndose entre el deber y el amor. No es idiota, sabe que si se niega y desobedece órdenes lo podrían encarcelar; es más útil estar fuera que encerrado y por mucho que le duela no puede hacer gran cosa.

Flavio me encontró, me ayudó, es casi mi hermano, pero el día que me movió, todo entre nosotros cambió. Y hasta ahora me pide disculpas, pero el mal está hecho. Al final, la organización nos ha hecho daño a todos, fue mi hogar por mucho tiempo, hallé a grandes amigos que se convirtieron en familia, atrapé y encerré a muchos criminales; pasé mis mejores y más divertidos momentos. Sentí que hice algo para vengar a mi mamá... pero en este momento todo está torcido.

Veo a Flavio sufrir demasiado, veo a Haziel, moribunda y desnuda sobre el piso, pienso en Dinaí quien lleva días en la habitación y no la he podido ver, pienso en la guerra entre bandos que se avecina...

Y entonces tomo una decisión que jamás imaginé.

Como si no tuviéramos demasiado en lo que pensar, llega Emma de improviso, sin darnos chance a procesar todo lo que ocurre nos embiste.

—Han cremado al poli encubierto ese —dice con indiferencia, como si Haziel no estuviera inconsciente en la celda—. El detective Serrano sí que está mal. Le enviarán las cenizas a la familia y pues una carta con mentiras. Dice que es mejor eso a admitir que es un traidor.

Habla de Germán, desde que Catarina lo mató, se abrió un debate sobre qué hacer con él. Unos quisieron dejarlo y que los de Sores se encargaran, otros querían desaparecerlo, pero al final, creo que hicieron lo correcto: Cremarlo y enviarlo con su familia. Al menos no se quedarían con la incertidumbre. Cuando tienes a alguien en la policía o el ejército, sabes que estará en peligro y si se trata de un agente infiltrado, más aún.

Flavio apenas mira a Emma, parece más interesado en golpear suavemente su cabeza contra los barrotes. Nuestra amiga nos mira alternadamente, parece arrepentida, luce un poco avergonzada incluso. De todos, ella es quien más comprometida está con la misión.

—Sé que ahora todo parece oscuro —lo dice la chica que parece vampira gótica—. Pero estamos por terminar con esto. El mafioso va a caer. Con todo lo que hemos hecho la violencia e inseguridad decrecieron en más del setenta por ciento. Le hacemos bien a la gente inocente, aunque no nos conozcan, sé que agradecen el poder caminar sin tener que mirar sobre su hombro.

¿Será eso cierto? Desde hace más de tres años la inseguridad decreció demasiado, muchas chicas volvieron a sus casas con sus familias y aunque aún hay muchos drogadictos, son menos los jóvenes que se adentran en el mundo de las drogas. Sí, el panorama exterior es muy bello, pero cuando te hallas en la encrucijada de la guerra, todo se ve mal.

Emma parece aburrirse de nosotros, pone los ojos en blanco, da media vuelta y se va. Espero a que desaparezca de las celdas antes de condenarme con mis siguientes palabras.

—Flavio, nos vamos —digo en un susurro—. Dinaí, Haziel, tú y yo nos largamos antes de que esto se ponga peor.

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Aiden

El tipo que habla con voz gangosa (creo que su nombre es Fabricio), ya me tiene hasta el pito. No sé si habla así porque está enfermo o porque así nació, pero joder, necesito que se calle porque ya no presto atención a lo que dice. La cosa es, que no solo es su voz, es él como persona. Su piel pálida, los ojos con poco brillo y el aroma a loción y jengibre.

—Según el informe del rastreador, la organización se refugia en algún edifico de esta zona —proyectan un mapa en la pared y un círculo encierra una zona—. Es un radio de dos punto siete kilómetros, pero espero que sea de uno dentro de un par de días.

Para mí un par de días no es suficiente. Podrán decirme impaciente, pero Di corre peligro y después de conocer a uno de los experimentos... que diga, a una chica que aceptó ser modificada genéticamente (la remuneración económica fue bastante buena), temo por su vida. La zona está alejada del pueblo. No exactamente al otro lado del país, pero definitivamente no me imaginaría que la guarida de la organización estuviera ahí.

Esos rastreadores se han rifado. Hasta donde sé, ninguno ha sido atrapado; si acaso los llegan a descubrir, se toman su pastilla, sufren un dolor terrible por unos instantes y luego mueren. No sé si yo tendría el valor de suicidarme, pero me impone la tortura que me espera si me llegan a atrapar. Tal vez morir sea mejor opción.

Por el contrario, los rastreadores del otro bando no han corrido con tanta suerte, pues yo mismo le disparé a uno cuando quiso escapar. Aparte de ese, hemos atrapado a otros dos; uno de ellos murió por el disparo y otro se suicidó al tomar el arma de un imbécil de los nuestros.

—Suponiendo que rescatan a Di, ¿qué sigue después?

Elisa se ha convertido en otra pieza importante en este juego del diablo. Yo siempre la vi como una persona superflua, algo tonta y muy guapa; pero desde que se metió en este desastre, ha demostrado ser leal y cumple órdenes. Y como Rosanna piensa que aún es la mejor amiga de Di, ella también asiste a todas las reuniones del consejo y demás. No me lo ha dicho, pero sé que ha estado entrenando, ella es buena, pero una vez la espié y joder, se ve mucho mejor. Creo que yo también debo entrenar. Si no voy a terminar muerto.

—No sé —le respondo en voz muy baja—. Aún no me dicen nada.

No es que no me hayan dicho nada, es que no he preguntado porque sinceramente, no me importaba. Pero Elisa tiene razón: ¿Qué sigue después? Buena pregunta. La organización esa no se va a detener hasta que todos nosotros caigamos, pero Sandro me ha dejado en claro que no se va a dejar vencer, entonces ¿lo que se busca es hacer caer a la organización? Veo más viable que ambas organizaciones se destruyan mutuamente.

La verdad es que mi padre no se nota muy a gusto aquí. Hemos tratado de ocultarle los detalles oscuros como la realización, distribución y venta de innumerables drogas o peor aún, lo de las personas con las que experimentaron. Cuando me enteré de los experimentos casi me salgo de aquí, me sentí tan asqueado que por poco le reclamo a Sandro, pero luego me sentí jodidamente hipócrita. Yo mismo participé hace tiempo, tuve que olfatear a una chica y decir si tenía un aroma peculiar. Por supuesto que eso no fue algo normal, no me imaginé que fuera un experimento, pero definitivamente no era algo inocente. Así que no huí estúpidamente (pues seguro nos habrían encontrado y nos habrían matado), de hecho solo fui a hablar con Sandro y me explicó todo. De hecho me presentó a uno de sus experimentos.

—No tengo que darte explicaciones sobre los experimentos —me dijo con voz severa y mirada dura—. Lo que hice ya no se puede reparar, pero no me arrepiento. Cada chica y chico reclutado firmó su consentimiento, se les prometió una suma jugosa de dinero y aunque no la pasaron muy bien, fueron recompensados. Aparte, hicimos bien, una vez que su tiempo en el laboratorio terminó, los devolvimos a sus lugares de origen. Para disimular, liberamos a otras chicas de diversas redes de prostitución, metimos a nuestros experimentos con ellas y listo; de regreso a su casa.

Eso no era del todo cierto. O sea sí, liberaron a chicas que fueron secuestradas por tratantes, pero las metieron en otras redes de trata, pero esta pertenecía a la mafia de Sandro. Se quiso justificar diciendo que dejó pistas para que las autoridades cayeran sobre ellos y pareciera un rescate "real". Y digo, sí, las chicas volvieron a sus casas, pero no siempre fue la policía quien llegó al rescate, ¿cierto?

—No me mires con reproche —Sandro siempre se veía despreocupado—. Las liberaron y ahora están bien y mejor aún, otras chicas con las que nada tuve que ver volvieron a sus hogares. Mira, no soy un santo, pero traté de enmendar mis errores. Ahora yo controlo cualquier negocio ilegal en el país y yo me encargo de que ningún inocente salga herido.

Fue después de eso que me presentó a uno de los experimentos. Se trataba de una chica alta, de tez pálida y ojos negros. Se veía contenta, de hecho, le mandó el dinero a su familia y gracias a eso pagó el tratamiento de su abuelita. Cuando me tocó, su piel gélida me provocó un escalofrío, algo en ella no estaba bien del todo. Lo pude sentir en mis huesos; inmediatamente me vino a la cabeza Catarina y Valentina.

—Algunas se te escaparon —solté de improviso cuando el experimento se fue—. No me mientas, hace tiempo me pidieron olfatear a una chica: olía a jengibre y loción, el mismo aroma en Gustavo.

—Hubo imprevistos —dijo restándole importancia con un ademán—. Para regresar a todos a sus casas necesitábamos quitar el aroma de las sustancias, en mujeres lo logramos, pero en hombres no pudimos.

Y entonces algo hizo clic en mi cabeza. Gustavo fue un experimento, fue parte de esta mierda. Ese imbécil debió darse cuenta que Sandro tenía algo que ver con Di y el señor Macías y por eso envió a Valentina a vengarse. Así como ellos le hicieron daño, él le haría daño a su sobrina y a su cuñado. La venganza perfecta.

—Por eso Valentina quiso matar al señor Macías. Para vengar a su hermano o medio hermano.

Antes de que Sandro me pudiera responder, una voz que sigue provocando incomodidad, habló. ¿De dónde verga salió Rosanna?

—No, Valentina quiso matar a mi marido y a mi hija para hacerme daño a mí —Sandro le hizo un gesto a Rosanna para que guardara silencio, pero ella lo ignoró—. Creo que es momento de que escuches la verdad, la única verdad.

No lo creo. Ya no sé qué es verdad y qué no. Todo parece mentira, luego dicen que es verdad y al final resulta que no. Hey, lo que he aprendido es que no se puede confiar.

—Rosanna...

—Escucha, Aiden, tal vez suene como película de ciencia ficción, pero es verdad —Rosanna me miró y sentí que podñia leer mi mente—. Sandro hizo mil experimentos porque perdió a nuestros padres. Quiso traer de vuelta no sus cuerpos, si no sus mentes. Logró extraer todos sus recuerdos, todas las memorias quedaron almacenadas. Pero lo difícil fue crear un recipiente nuevo en el cual meterlos. Mil mujeres y hombres fueron reclutados, pero en ninguno funcionó. Porque extraer recuerdos es sencillo, pero meterlos de nuevo en un cuerpo diferente no es posible.

Sandro, al oír eso, se removió incómodo. Fue casi imperceptible, pero pude darme cuenta. ¿Ocultará algo?

—Valentina fue lo más cercano al éxito que tuvimos —Rosanna continuó, no sé por qué, pero sentí pena por ella—. Por una hora logró retener los recuerdos, pero entonces ocurrió algo. La pobre sufrió mucho y perdió mucho de lo que le ingresamos. No sabemos qué conservó y qué no, pero te aseguro que nos odió por lo que le hicimos pasar. De alguna forma y con ayuda de otro sujeto experimental al que tú llamas Gustavo, escapó. Para cuando la logramos localizar, ya estaba comprometida con Roberto. La estuvimos vigilando, quería cerciorarme de que estaba llevando a cabo una venganza. Y así fue, el día de la boda lo supe.

Sandro se cruzó de brazos y movió el pie, incómodo. Siempre lucía tranquilo, ahora estaba tenso.

¿Soy el único que pensó que la historia no cuadraba? Si le metieron recuerdos de la abuela de Di, ¿por qué ir por el señor Macías y Di? Joder, los abuelos ni eran cercanos, seguro apenas sabían de la existencia de Di. No me pareció que tuviera sentido...a menos que hayan metido los recuerdos pero de otra persona. Volteé a ver a Rosanna y la observé, se veía tan artificial, sí, fue operada...o creada. Eché un vistazo a Sandro y lo noté a la defensiva.

—¿Es seguro que no puedes ingresar recuerdos en alguien diferente?

—Extraer recuerdos es sencillo, lo hicimos con todos los experimentos que quisieron irse; ingresar recuerdos si no eres el dueño de ellos es imposible —Rosanna lo dijo segura, pero Sandro miraba el suelo—. La única forma sería que el recipiente estuviese vacío, pero para eso debes crear a alguien; si ya naciste, al menos tienes un recuerdo; es imposible borrar todo. Hay que empezar de cero.

Por un momento, los tres nos quedamos en silencio. Tragué saliva, sentí que Sandro no había sido del todo honesto. Y no conmigo, si no con su hermana. Algo ahí no cuadró y no estaba seguro de querer saber de qué se trataba.

—Mis padres no están muy a gusto —Elisa me saca de mis recuerdos—. Siento que prefieren ir con la policía.

—Si hacen eso, los matarán —ella asiente—. Somos rehenes aunque quieran disimular que no.

Yo no me siento rehén, aunque lo soy porque mi padre está aquí. Más vale que los padres de Elisa no hagan ninguna tontería porque si no todo terminará mal. Le hago un gesto que indica que hablaremos más tarde sobre eso y ella parece entender, pues guarda silencio.

—Necesitamos reducir esa distancia, Fabricio —Sandro siempre habla con voz imponente aunque amable—. Y no tenemos un par de días, mi sobrina está en peligro.

—Mi hija no tiene idea de lo que ocurre —Rosanna habla desde una esquina, no sé porqué le gusta estar cubierta con capucha—. Pero ellos creerán que sí. Nos han seguido desde el nacimiento de esta nueva red y harán lo posible por hacernos caer. Aparte, quiero recuperar a mi hija y su padre también merece verla viva.

Quisiera aportar que nada de esto habría sucedido de no ser porque Rosanna decidió meterse al negocio familiar. Si nos ponemos a echar culpas, fue ella quien desató este caos. La razón por la que yo sigo aquí es desconocida parcialmente por mí, pero algo en mi interior me incita a quedarme, como si el pertenecer a esto me hiciera sentir satisfecho. Está mal, ¿no? Pero hay algo en lo que tienen razón: Si ellos no lo hicieran, alguien más lo haría, al menos ellos lo hacen a su manera. La cuál no es tan violenta y menos inocentes salen heridos.

—Quiero una estrategia bien sustentada para hoy antes de las once y media —Sandro se acomoda la corbata, Elisa dice que para tener más de cincuenta años, está perfectamente conservado—. No quiero verlos de holgazanes, después de rescatar a mi sobrina, estaremos más cerca de mudarnos a una nueva sede. Mientras más pronto, menos riesgo de ser descubiertos. ¡A trabajar!

Todos se levantan y salen de ahí entre murmullos y sonido de sillas arrastrándose. Yo también me levanto sin saber bien qué hacer; casi no me dejan hacer algo. Elisa se despide de mí y dice que me esperará en la sala de entrenamiento. La despido con un gesto de la mano.

Después de que me confesaran lo de los experimentos, me han dado ganas de saber más sobre la extracción de recuerdos, creo que tiene potencial sobre todo cuando se quiere olvidar algún suceso feo. Sin embargo, no me he armado de valor suficiente para preguntar sobre esto a Sandro. A Rosanna podría preguntarle, pero siento que ella no está muy bien enterada de todo.

Me dirijo al laboratorio. En un inicio creo que no me dejarán pasar, pero en cuanto un guardia me reconoce (wtf, se ve más pequeño que yo), me sonríe y me deja pasar como si nada.

Me encuentro con un tipo que porta bata blanca quien revisa varios documentos sentado en una mesa. Me acerco lentamente, espero que no se enfade. Cuando supe que experimentaban con humanos, creí que el laboratorio sería como de película de terror, pero es muy acogedor, de hecho. Aparte, ya no experimentan con humanos. No sé cuál habrá sido el objetivo de Sandro al experimentar, pero creo que ya lo cumplió.

—Buenas tardes —digo y mi voz hace eco—. Recién me han dicho sobre esto de la extracción de recuerdos. Sé que antes era experimental, pero quería saber si se puede hacer en alguien que quiere olvidar algún suceso desagradable.

El tipo me mira con el ceño fruncido, pero sonríe.

—Es bueno ver que aún hay quien se interesa en la ciencia —el tipo deja aparte los papeles—. Sandro ya no quiso seguir adelante una vez que logramos crear in vitro al sujeto cero e ingresarle ese montón de recuerdos. Creéme, fue mi mayor logro.

Me quedo estático. ¿Sujeto in vitro? ¿Le metieron nuevos recuerdos? Oh, joder, esto está bueno.

—¿Eso hace cuánto fue?

—Poco más de dos años —responde mientras busca algo en un cajón—. El tipo hizo muchas cosas con tal de lograr el cometido. No se detenía, y vaya que lo logró. Primero sus padres asesinados, luego ella...el tipo se volvió loco. Resucitar a alguien es imposible, pero crear a alguien a partir de los recuerdos...es lo de hoy, chico. Admiro a Sandro, le tengo mucho respeto; como dicen por ahí: La familia es primero, Sandro solo quiere recuperar a su familia...

El tipo sigue parloteando, pero yo ya no escucho. Hubo un sujeto creado in vitro al que le ingresaron recuerdos. Rosanna; más bien el sujeto que tiene los recuerdos de Rosanna bien lo dijo: Para ingresar recuerdos tienes que ser el dueño de ellos o ser un recipiente en blanco.

Rosanna murió, la mamá de Di verdaderamente falleció aquel día. Pero de alguna forma Sandro extrajo los recuerdos. Experimetó mil veces con chicas para tener de vuelta a Rosanna, pero ninguna aceptó los recuerdos. La más cercana fue Valentina, pero también fracasó. Se quedó con algunos recuerdos y por eso fue en busca de Di y su padre; para la venganza.

Y ahora tenemos un cuerpo creado en laboratorio que guarda los recuerdos de la mamá de Di.

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Dinaí

No tengo noción del tiempo.

Mi habitación está sellada; sin ventanas y con la puerta casi siempre cerrada, el ver únicamente cuatro paredes y máquinas que por momentos sueltan pitidos se convierte en un suplicio. De vez en cuando entran enfermeras que parecen agradables, pero no hablan, apenas me miran. Al inicio trataba de entablar conversaciones con ellas; pero ahora solo las observo suplicantes. Me lavan el cabello con ligera rudeza, me desvisten para limpiarme y me vuelven a vestir. Siempre estoy amarrada a los barandales de la camilla, he aprendido a no moverme ni resistirme, pues resulta mucho peor cuando pierdo fuerzas y mis muñecas y tobillos terminan lastimados.

Hace tiempo no escucho mi voz, mis gritos de dolor se reservan cuando el doctor entra y pone una sustancia en el suero que me provoca un sufrimiento que se prolonga por horas. Debo guardar toda mi energía para soportar los calambres, las punzadas y la sensación de sofoco. ¿Cuántas veces he sufrido por esto? Desde mi perspectiva, muchas, pero perdí la cuenta; tal vez han sido escasas veces, pero yo he sentido que son mil.

A veces pierdo el estado de alerta, me sumerjo en un mar de oscuridad, con agua helada aplastando mis pulmones y mil agujas se encajan en mi piel; es mejor así, prefiero esa sensación gélida antes que los calambres. El doctor poco me habla, trata de convencerme de escupir todo lo que sé, insisto una y otra vez que no sé un carajo, pero nunca me cree; nadie me cree. Me debato siempre entre estar despierta y entre dormir lo mas que pueda para aguantar, pero al final, todo lo que gano al cerrar los ojos son pesadillas.

En ellas aparece Valentina con su piel tan pálida como la de un muerto, con los ojos vidriosos. Me habla, veo que mueve los labios, pero no emite sonido alguno. De pronto, el aroma a jengibre y loción masculina invade mis fosas nasales y me sumerge en el olor a tal punto de volverse insoportable. Valentina abre los ojos y parece gritar, volteo hacia atrás y veo que Gustavo se alza imponente sobre mí. Me mira con sus ojos muertos y sonríe con malicia, pero antes de que pueda hacer algo; un hombre alto, de piel bronceada y cabello blanco lo aparta de un empujón. De alguna forma, sé que es el amante de mamá. No me provoca miedo, más bien impone respeto.

El hombre ve más allá de mí, observa a Valentina quien se ha quedado paralizada, su mirada vidriosa ahora refleja terror puro y aunque parece querer correr lo más lejos posible, no se mueve. De pronto, a su lado, emerge la figura de Catarina; tan hermosa, con la cabellera pelirroja y los ojos verdes, no parece estar ni un poco asustada. Al contrario, con pose seductora y mirada divertida, parece querer jugar un peligroso juego.

El hombre se cruza de brazos, la observa atentamente. Al final, Catarina se lanza contra el tipo, pero este con un solo movimiento, la aparta y la manda al suelo. Luego va por Valentina y la estrangula sin piedad. Una vez que los brazos y piernas de Valentina dejan de moverse, el tipo se voltea hacia mí.

Camina paso a paso, sus ojos me observan y parecen leer mi mente. No me muevo; pues no tengo miedo, más bien curiosidad por saber quién es ese hombre. "Dinaí" El hombre no mueve los labios, pero la voz suena muy fuerte. "Dinaí" Definitivamente no es él, así que trato de seguir la voz.

Siento un piquete en el brazo y entonces despierto de golpe.

Frente a mí está Trébol, el detective Serrano y el doctor. Los tres me miran y tengo la sensación de que acaban de descubrir algo que está de la mierda. Si no me mataron antes; ahora sí lo harán.

—Hace dos horas atrapamos a un merodeador del mafioso —dice Trébol con una sonrisa—. Intentó matarse, pero no pudo. Lo interrogamos, por supuesto y aunque pensamos que iba a soportar; se ha quebrado.

No sé por qué, pero quiero vomitar.

—Nos dio el nombre en menos de dos horas —el detective se burla—. Sandro Quijano Lobera, ¿te suena?

Su puta madre. Mi mente vuela a las cartas que encontré en el estudio de mi papá hace tiempo. S.Q.J eran las iniciales, Sandro Quijano Lobera, el hermano de mamá. Pero papá dijo que estaba en un psiquiátrico porque desarrollo esquizofrenia.

Oh, mierda, ahora sí me metí en un mega problema

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