El que busca encuentra
—Di —mi padre entró a mi habitación—. Voy a salir, tu mamá ya está por llegar, ayúdala a empacar o en lo que se le ofrezca.
Claro, él podría ayudar a mamá, digo, hoy tiene el día libre, pero no, me mandó a mí. Siendo sincera, no tenía nada mejor que hacer; al menos haría algo de utilidad en lugar de estar viendo videos musicales durante horas.
La realidad es que pensaba ir a la escuela para ver si podía inscribirme al equipo de atletismo, pero al ser fin de semana, me ganó la flojera; ya iría el lunes. Nunca fui muy deportista, pero últimamente quería entrar a una actividad por las tardes y fin de semana. Era difícil pasar los días cuando tu única amiga era toda una diva quien se la vivía en su enorme casa probándose ropa y exigiendo zapatos o bolsas nuevas. Elisa era mi mejor amiga y la querría toda la vida, pero vamos, no siempre estaba de humor para escuchar su charla sobre cantantes, actores, moda entre otras cosas. Aparte, en fin de semana casi siempre se la pasaba en el spa con su mamá o en el salón de belleza; yo no estaba muy interesada en eso. La verdad es que incluso entre mejores amigas se necesita un poco de distancia a veces; igual pasa con los hermanos (es lo que me han dicho) e incluso con tu pareja. Y sí, le debía a Elisa mucho, literal, ella llegó a salvarme de sufrir de más durante la preparatoria.
Este segundo año ha sido pesado, humillante y desgastante, pero al menos mi promedio ha subido un poco y ya no lloro por las noches. Me he defendido de Aiden más de una vez, incluso lo puso en su lugar hace tres semanas y por el momento las cosas se han calmado un poco. Si entro a atletismo, tal vez conozca gente nueva y algún chico interesante. Recuerdo a Joel de pronto, su rostro es borroso y ni siquiera recuerdo su voz ¿En qué estaba pensando cuando perdí mi virginidad con él? Me gustó mucho, me agradó e incluso me hizo reír varias veces, pero lo conocí por un mes, no puedo creer que hiciera eso. Digo, estuvo bien y todo, pero ahorita no le veo caso. Al menos tuve la experiencia, una experiencia que no pienso contarle a nadie. Ni Elisa, ni mi madre, menos aún mi padre. Es algo especial y por el momento no diré nada.
Alguien abre la puerta y veo a mi mamá sonreírme.
—¿Todo bien, Di?
—Sí, ¿te ayudo a empacar?
No hay mucho que hacer, en realidad, mi mamá ya tenía todo preparado. Se va una noche nada más, no pregunté mucho. Cuando papá llegó hace dos días y subió al cuarto con mamá, no pensé en espiarlos, cuando mamá bajó y dijo que saldría un momento, tampoco pregunté y cuando al otro día dijo que tendría que irse por una noche, no le tomé importancia. Si tenía asuntos que resolver, adelante.
—Más vale que me vaya pronto —echó un vistazo a su reloj—. Tengo cosas que arreglar, regreso mañana.
Asiento con la cabeza y me despido escuetamente. La veo partir, alejarse hacia el coche. Nunca he visto que mis padres discutan fuerte, si acaso hay una discusión entre ellos, se resuelve rápidamente. Viéndola así, tranquila, me dan ganas de tener una relación como la de mis padres. Amorosa, feliz, constructiva.
Como a las siete de la noche llegó papá. No pregunté en dónde estuvo, pero se veía cansado, más que nada desanimado. Casi nunca lo veía así. Me dijo que estaría en su habitación, qué si necesitaba algo, le hablara. ¿Qué iba a necesitar?
Estuvo encerrado cerca de dos horas, luego salió y me llevó a cenar. Charlamos, reímos, platicamos de la escuela y cosas triviales. Más tarde llegamos a casa y le pregunté si sabía a qué hora llegaría mamá. Me respondió que no sabía, tarde, probablemente, pero que no le llamáramos porque si estaba manejando, podría distraerse.
Y me quedé dormida, no supe en qué momento ni en qué canción, pero me desperté de golpe y vi la luz apagada y el teléfono bloqueado. Me levanté con dificultad, de esas veces en que te hallas más dormido que despierto, pero sientes que es momento de pararte. Y entonces oí la voz preocupada de papá, el lamento y posteriormente sus pasos corriendo hacia aquí.
—Es tu mamá, tuvo un accidente —papá apenas podía mantenerse en pie—. Han dicho que fue grave.
Ni siquiera me cambié de ropa (por suerte no estaba en pijama), salimos de ahí y mi papá condujo hasta llegar a la estación. Supuse que al no ver una ambulancia las cosas no estarían tan graves como papá me hizo creer; sin embargo, al entrar por las puertas y ver como varios compañeros de papá se acercaban a él con rostro sombrío; lo entendí todo.
Papá entró al anfiteatro para reconocer a mamá mientras un buen amigo de papá me sostenía, pues yo también quería entrar para ver a mamá. Lloré y grité, entre dos me sostuvieron, pero yo quería verlo, necesitaba verlo. Quería ver una vez más a mamá.
Supe después que papá se derrumbó en el anfiteatro, su más cercano compañero tuvo que ayudarlo a ponerse en pie. Subieron, me encontraron, papá me abrazó y me dijo la realidad; que mamá ya no estaba con nosotros.
Y a partir de ahí todo terminó de derrumbarse. Papá dejó su trabajo, se deprimió, yo me convertí en la chica bulleada y humillada cuya madre ahora estaba muerta. Perdí el interés en inscribirme a alguna actividad deportiva mientras mis calificaciones decrecían. Lo único que podía pensar era el por qué no la abracé una última vez. Fui una buena hija, estaba en paz con eso, pero tal vez debí despedirme bien.
Recorremos el camino en silencio. Me distraigo hablando con Germán. No le digo sobre mamá, más bien me disculpo por irme y le platico sobre la tarea imaginaria que estoy haciendo.
Llegamos a la estación y me bajo corriendo sin agradecerle a Valentina el haberme traído. Podrá no ser la mala ahora, pero no pediré disculpas por haber desconfiado, como ella dijo: la familia es primero. Dentro del revoltijo que traigo en la cabeza, hay una pieza suelta, lo sé, pero en este momento no logro acomodarla. Algo se me escapa y no puedo pensar qué. Al menos no en el estado en el que me hallo.
Me encuentro a papá sentado en una banca mientras bromea con sus antiguos compañeros. Luce feliz, lo veo radiante y espontáneo que por un momento olvido que estoy enfadada con él. Me detengo y observo la escena. De vuelta al pasado, cuando mamá y yo visitábamos a papá en la estación, cuando nos abrazaba y sonreía al vernos. Una lágrima cae por mi mejilla, la seco y camino hacia papá.
Lanzo las fotografías y la carta a la mesa interrumpiendo la charla que tienen. Las risas de pronto dan paso a un tenso silencio.
—Ah, Dinaí.
Que ni se ponga de digno, que yo puedo ponerme peor.
—Beric, ¿podrías hacerme el favor?
Al tal Beric no lo conozco, ha de ser nuevo o tal vez entró cuando estuve en preparatoria que casi no visitaba a papá.
Sigo a mi padre y al oficial por algunos pasillos, bajamos unas escaleras y entramos por una puerta cerrada con llave. Un foco se enciende y una blanquecina luz ilumina el lugar. Hay muchos estantes con varias cajas acomodadas sobre ellos. Nos dirigimos al último estante. Beric se agacha y toma una caja del primer estante, se lo entrega a mi padre.
—Bueno, los dejo —dice con incomodidad—. Ya sabes qué hacer después, Macías.
Beric se va y nos quedamos solos en la habitación. Mi padre saca un informe grueso y me lo pasa. Lo tomo casi arrebatándoselo y empiezo a hojear.
—Sí, desconfié de tu madre cuando se empezó a portar extraño conmigo, ya no era la misma, algo cambió —dice mientras hojeo los informes y él mira las fotos que le aventé—. Contraté a un investigador para que me dijera si me era infiel, me consiguió las fotos que encontraste y fue lo único que recibí.
—Nunca me dejaste ver el cadáver.
—Sabes, desde que ocurrió lo de tu madre, siento que inconscientemente no lo aceptaste, así que debí hacer esto hace mucho tiempo.
Está el informe del perito en hechos de tránsito, según esto, el automóvil iba a alta velocidad, pero no lo suficiente como para salir del camino y caer por un barranco de veinticinco metros de altura, sin embargo, las marcas en el suelo indicaron que frenó de golpe y viró el volante; eso ocasionó la caída. Había un venado muerto a mitad del camino, sus heridas fueron varias, pero lo que concluyeron fue que murió por un golpe ocasionado por un objeto pesado a gran velocidad. Un animal causó el accidente.
El informe del mecánico concluyó que el automóvil estaba en perfectas condiciones antes del accidente, así que no se trataba de una falla mecánica o algún desperfecto doloso; no fue homicidio. El coche sufrió muchos golpes al caer por el barranco, así que no era posible decir qué tan fuerte chocó el coche con el venado. De hecho, dice que tardaron cerca de una hora en reportar el accidente y otras tres para recuperar el automóvil, pues se necesitó de maquinaria pesada. Por lo que leo, de puro milagro no se incendió el coche y perdieron el cuerpo.
El informe médico forense es el más complicado de leer. "Causa de muerte del occiso: Cercenación de tronco encefálico secundario a fractura de vértebras cervicales. Se presentó hemorragia subdural secundaria a traumatismo craneoencefálico severo. Además, el occiso presenta fracturas múltiples: en hueso vómer, parietales, frontal y nasal. En húmero derecho e izquierdo, fémur derecho, tibia y fíbula bilaterales. Fracturas costales bilaterales de cuarta a sexta y séptima costilla derecha. Hemotórax derecho debido a punción generada por quinta costilla derecha." Mamá murió por una hemorragia en su cabeza y aparte de ello sufrió mucho con todas esas fracturas y lo que sea que hemotórax significara.
Hay fotos adjuntas del cadáver, lo que más me interesa.
La primera es de accidente. El coche destrozado reposando sobre el pasto, un árbol alzándose al lado. La distancia entre el barranco y el suelo sí parece mucha. La siguiente es una toma más cercana del automóvil, puedo ver a mamá en el asiento delantero, su rostro está volteado hacia el lado contrario de la cámara, pero puedo ver su cuello doblado en un ángulo extraño. Hay sangre en su blusa. La siguiente foto es una toma del otro lado; parte de su cabello tapa el rostro, aparte hay mucha sangre así que no logro reconocerla del todo.
Las otras fotografías son de las heridas. Cada parte de su cuerpo fue fotografiada. Las fracturas de los brazos, el hueso salido de su pierna izquierda. Para cuando llego a esta parte siento unas náuseas incontrolables. Dejo la carpeta sobre un estante y corro hacia la puerta. No aguanto más, tengo arcadas y me dejo caer, pero el vómito no sale, me quedo tirada respirando y con la imagen del rostro ensangrentado en mi cabeza.
Oigo como mi papá se acerca a mí. Por un momento pienso que viene a ayudarme a levantar o tal vez a ver qué tal estoy, pero no. Solo acerca una fotografía con un fondo metálico y alguien recostado sobre la plancha. Ya no tiene el rostro ensangrentado, ya no tiene el cabello sobre la cara, ahora solo veo a una mujer con los ojos cerrados y la piel muy pálida. La nariz está destrozada, se ve desviada, la frente está hundida, los labios se ven raros y el cabello se nota quebradizo. Es una imagen bizarra, fea y desconocida, es la imagen con el sello de la muerte impresa. Pero es mamá.
Comienzo a llorar, ahora entiendo por qué papá no me dejó ver el cuerpo, ahora sé por qué el ataúd estaba cerrado. Es tan simple como el querer protegerme de una imagen que jamás podría quitarme de la cabeza. Yo a mis dieciséis años no habría podido soportar algo así o tal vez sí, pero con traumas. Y qué mejor que quedarte con la imagen de una mujer hermosa y cariñosa y no con el retrato que tiene el sello de la muerte.
—Me consuela saber que su muerte fue casi instantánea —mi papá toma la carpeta y acomoda todo—. El forense dijo que no sufrió.
No puedo responder, estoy tratando de controlar mis respiraciones y fingir que no estoy a punto de tener otro ataque de pánico. Joder, creo que sí necesito ir al médico para que me den fármacos, de nuevo.
—Está bien, Dinaí —mi papá se hinca junto a mí y me abraza—. Llora todo lo que necesites, quise protegerte, pero creo que te hice más daño al intentarlo.
No, él no me hizo daño. Me lo hice yo sola al idear teorías estúpidas, al ver conspiraciones por todos lados. Y antes no le tomé importancia porque me fui a realizar mi vida, pero con el regreso y tantas sospechas, me volví paranoica y decidí imaginarme un mundo de fantasía en donde las madrastras son malas y los muertos reviven. Y esta es la vida real.
—¿La carta y las fotos?
—Sospeché de tu madre, así que al ver la foto en donde está en nuestra recámara, la confronté —papá suspira—. No me dijo gran cosa, todo fueron evasivas, pero mi enojo fue tal que le pedí el divorcio. Iba a decírtelo, pero me pidió tiempo, dos días exactamente, dijo que tenía que hablar contigo y buscar un buen abogado porque ella querría tu custodia. Por lo que sé, fue a buscar un abogado familiar muy bueno. Lo conocí, es bastante agradable, tuve que darle la noticia del fallecimiento. Por eso se fue ese día.
No puedo evitar pensar que, alguien pudo haber hecho algo para evitar su muerte. Tal ve pude pedirle que se quedara, inventar una excusa. Fui muy ciega para ver que mis padres no estaban bien, debí haber visto las señales. Un pensamiento enfermo me viene a la mente: si mi papá no le hubiese pedido el divorcio, tal vez mamá seguiría viva. No, nadie podía preverlo. Él no es culpable ni tú lo eres.
—¿Sí te engañó?
—No lo sé, ni siquiera sé quién es el tipo que está con ella —papá presiona sus párpados—. Me habló justo después de que se fuera, dijo que tenía una explicación razonable, que debía escucharla. No quería saber más de ella, estaba tan furioso... pero le dije que sí, que cuando llegara hablaríamos.
—Pero nunca llegó.
Y el misterio de su engaño quedaría enterrado para siempre. Después de tantos años del suceso, no me quedan ganas de descubrir secretos sobre mi madre. Y menos aún si se trata de secretos que hacen más mal que bien.
—¿Y la carta?
— Es de tu tío, pero hay algo que no cuadra —papá se levanta y yo sigo su ejemplo—. No logré contactarlo para el funeral, no pude por más que lo intenté y después recibí una carta diciendo que no vendría. Tu mamá y su familia no eran muy unidos; siempre discutían, fueron a la boda, pero fue un desastre. No volví a saber de ellos después. Comencé a recibir más cartas, pero no respondí ni una, las quemé. Estaba enojado, podrían no haber sido unidos, pero ¡era su hermana! Me contaba de su esposa, que querían tener un bebé y demás. Nunca hice caso y después recibí esa carta; me quedé como tú. Respondí, pero no recibí respuesta así que desde Madrid tuve que tomar un vuelo a la capital y busqué la dirección de tu tío. Resulta que desarrolló esquizofrenia, está en un psiquiátrico. De ahí salen las cartas, él recibía cartas de tu madre contándole todo sobre nosotros, por eso parece que sabe cosas, por todo lo que le decía tu mamá. Quise ahorrarte el mal rato, pero si quieres ir a conocerlo adelante, ya no puedo prohibírtelo.
Pero no quiero conocerlo, no tengo ganas de hacerlo. He estado tan bien sin mamá, sin su familia, incluso sin papá. No quiero ir a conocer a alguien que jamás me conoció en persona, no quiero estar con quien jamás se interesó por mí. Porque a fin de cuentas, es familia, pero no de la que me apoyó. Y sí, la familia es primero, pero mi padre es la única familia que me queda y si todo lo hizo para protegerme, voy a confiar en él.
Salimos de ahí en silencio, caminamos juntos bajo el mismo sentimiento. ¿Derrota? ¿Decepción? O ambas, no lo sé, pero es como si un castillo de arena hermoso de pronto mostrara un defecto enorme imposible de arreglar y que lo hace ver fatal. No soy partidaria de guardar rencores, solo en casos específicos, pero esto no es algo que pueda dejar pasar así nada más, necesito tiempo para ponerme en el lugar de mamá, para perdonar. Si yo me siento así, no quiero imaginar cómo debió sentirse papá.
Veo a Valentina charlar animadamente con los oficiales, ríen y se ven cómodos. Tal como mamá anteriormente. La mujer es joven, alegre y espontánea, puedo ver el por qué cautivó a papá. No es justificación para estar con alguien quince años más joven, pero el amor es bien raro y no soy quién para cuestionar. Si él es feliz, debo alegrarme por él.
No sé si Valentina le informará a mi papá acerca del enfrentamiento que tuvimos anteriormente, pero si lo hace, me rehusaré a pedir disculpas. Ella actuó sospechosamente, no yo, mi intención fue proteger a mi familia y no pediré perdón por eso. Si se enojan conmigo, ya ni modo.
Más tarde llego a casa con Valentina, papá ya iba de salida cuando le hablé al descubrir la carta, así que tuvo que regresar, pero ahora que se aclaró todo, él se va tranquilo y puedo decir que estamos en buenos términos. Todos.
Estar en presencia de mi futura madrastra sigue siendo incómodo, pero me consuela que no parece enojada o algo parecido, incluso me pregunta cómo voy en la escuela. Al llegar, dejo que continúe con su práctica en la cocina y subo a mi habitación. No puedo creer que por buscar información de la boda terminara enterándome de cosas que, si bien son útiles para ver el panorama completo, removieron heridas del pasado.
Siendo sincera, no puedo quitarme de la cabeza la imagen del tipo con el que mamá se metió. No quiero darle más vueltas al asunto, si papá no supo y él era quien estuvo investigando, yo menos voy a saber. Ya, Dinaí, el pasado ahí debe quedarse.
Me desespera no tener amigos, no poder salir en fin de semana. Mi vida en estos momentos se reduce a ir a la universidad, volver a casa e idearme teorías conspiratorias muy fumadas. Necesito meterme a una actividad deportiva o artística o qué sé yo. En Estrada, saliendo de la universidad me iba a entrenar, el fin de semana íbamos a fiestas, carreras o zonas de apuestas. A veces por diversión, a veces para recabar información, pero tenía un grupo de amigos. Mateo, Flavio, Emma, Rebeca y Alejo. Todos pertenecientes a El Círculo. Ahora caigo en la cuenta de que me juntaba con ellos, salía con ellos, pero jamás fui parte de ellos.
Jamás he sido parte de un grupo, es como si estuviera destinada a estar sola por la vida. En preparatoria tuve a Elisa, en la universidad fue por Mateo que conseguí amigos porque a Haziel yo la alejé y ahora regreso a Sores y sigo siendo solitaria. Tengo a Germán, pero es lo mismo que con Mateo, si consigo amigos será por él.
A la mierda, el lunes sin falta hablaré con la primera chica o chico que encuentre. Sigo siendo la nueva, nada me impide conseguir amistades y si Aiden se interpone, tendré que matarlo.
Por la tarde Germán me escribe para ver si hacemos algo. A estas alturas, cualquier cosa es buena, así que acepto su oferta y salimos. A la plaza, al cine, ¿qué importa? Estaría bien sentirse como una pareja normal aunque sea una vez en la vida. Una vida normal como una universitaria normal suena bien. Mi familia ya no puede ser normal, pero el tener una madre muerta y e infiel no es sinónimo de familia disfuncional. Al final todos tenemos mierda en nuestra vida, unos más unos menos, pero de cualquier forma estamos jodidos.
Valentina me habla, quiere que la ayude a buscar una estatua de hielo adecuada para la fiesta. ¿Es en serio? En mi opinión eso ya es exagerar, aunque sé que mi padre puede permitírselo. No puedo quitarme de la cabeza que esta boda se aceleró supuestamente para que Gustavo se salga de los negocios turbios en los que está, para darle un ultimátum y de esa forma abandonemos este pueblo y cada quien siga su camino. Bueno, si elegir una estatua de hielo me ayudará a alejarme cada vez más de este infierno, lo haré. De aquí a que Germán pase por mí, puedo hallar algo adecuado.
Elegimos una hermosa estatua de al menos un metro de alto en forma de ángel. Miren, soy consciente de que al tener un papá con mucho dinero, yo soy una persona con mucho dinero, pero nunca antes lo he gastado ni lo he aparentado. Viendo que gastaremos cerca de $30,000 en una figura de hielo, por primera vez soy enteramente consciente de que soy rica. A la mierda, de ahora en adelante también quiero vivir mi vida llena de lujos, ¿por qué no? Mi padre no me lo negará.
Estando con Germán en la plaza, siento que alguien me mira, nos observa... nos caza. Por más que busco al posible espía, no encuentro a mi objetivo, todos los presentes lucen normales, algunos son sospechosos, pero al observarlos más de cerca, me doy cuenta de que no esconden algo. Al final, me doy por vencida, no puedo vivir siendo paranoica. Antes de entrar al cine, me excuso para ir al baño. Hace rato sentí que se corrió el rímel y aunque Germán "revisó" que todo estuviera en orden, quise ir a checarlo. Entro al sanitario vacío, me meto al cubículo, salgo, arreglo el desperfecto en mis pestañas y me voy.
Pero antes de salir observo un aparato. El depurador está sobre el lavabo. Instintivamente miro a mi alrededor. Estoy sola. Me acerco a los cubículos, pero todos están vacíos. Regreso y el depurador sigue ahí. Hay una nota sobre el aparato. "Puedes verlo por ti misma. Te prometo que jamás haría algo que te haga daño. No te robé ningún archivo." La caligrafía de Mateo es inconfundible, tantas veces leí sus apuntes de Química, tantas veces me escribió notas para alegrarme el día.
Siento un dolor en mi pecho, pero no sé a qué atribuirlo. Tomo el objeto y lo siento en mi mano. Es ligero. Mateo está aquí, estuvo aquí. Contengo mi necesidad de salir corriendo en su busca, de enfrentarlo, de verlo. No me va a engañar, el depurador puede eliminar archivos, pero cualquiera puede tomar archivos del depurador, pasarlos a otro lado y borrarlos para olvidar su existencia. Si Mateo está aquí no quiero verlo. Si algo aprendí hoy es que el que busca encuentra y yo encontré algo que no quería, si no quiero más problemas y no quiero llevarme más sorpresas, la clave es simple: No seguir buscando.
Tomo el depurador y lo tiro al bote de basura con fuerza. Mateo me ocultó información cuando fuimos pareja, ahora está con una pelirroja hermosa y aunque mi corazón clama por juntarme con él, mi dignidad me grita que me aleje.
Y eso hago, alejarme de lo que no estoy preparada para afrontar.
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