Aquel amor perdido
Sandro tiene labia, es un hombre carismático, agradable y social. Sabe caerle bien a la gente, es un don que no se otorga a cualquiera, pero es primordial cuando eres un líder. Líder de la mafia más grande del país, de hecho, es la única mafia del país. El tío desconocido se encargó de tirar a todo aquel que fuera o quisiera ser competencia. Cualquier negocio turbio que existiera, es propiedad de Sandro; es dueño de casinos, hoteles y sí, carreras drag. Él es el gran jefe, el poderoso; pero es mucho trabajo para una sola persona.
La expansión la iniciaron mis abuelos, pero los mataron. Sandro, en su depresión, sepa la madre qué hizo y continuó el legado. Cuando mamá llegó, fue como una luz para él; pues no confiaba en nadie que no fuera la familia. Su hermana decidió dejar de lado a su marido e hija para unirse a su mafioso hermano. Sí, tendrá sus mil pretextos, estoy consternada y enojada, así que no puedo juzgarla neutralmente en este momento. "Quise protegerlos." Ajá, bueno, Aiden dice que me trató mal e hizo la prepa un infierno para protegerme. Ya quedamos que hay mejores formas de proteger a alguien.
Ah, sí, idiota. Tú muy segura, pero ponte en su lugar, ¿qué habrías hecho tú? La familia puede ser una bendición o una maldición; si tienes mala suerte, tu familia resulta ser tóxica, criminal o peor. ¿Uno tiene la culpa de eso? No, pero tú decides quién eres. Estudios científicos comprueban que la genética y el entorno de una persona tienen peso y valor en la personalidad de uno; pero también está el componente del libre albedrío...si es que eso existe. Mamá decidió acudir al llamado de su hermano cuando este le comentó que sus padres fueron asesinados. Tal vez sus genes y los recuerdos de la infancia influyeron en la decisión, pero al final, una parte de ella pudo negarse a ir. Y no fue así.
Cometió un error y con ese le bastó para mandar todo a la mierda. ¿Quién no comete errores? ¿Quién no la caga aunque sea por una pendejada? Si no me crees, pregúntatelo a ti. Vale, fue un error, a partir de ahí cometió muchos más. Si tan solo hubiese dejado en paz a Valentina, si no la hubiese hecho enojar...entonces no habría buscado a mi padre, no se habrían casado y yo no habría regresado a Sores. Y sí, no me culpes, sé que yo también he sido idiota desde que volví a Sores. ¿Qué habría hecho alguien más en mi lugar? No sé y me vale, pero créeme, si pudiera regresar el tiempo y cambiar algunas cosas, ya lo habría hecho.
Hablando de errores, ¿qué haces aquí? ¿Fue una buena decisión venir? Oh, joder, solo cállate, ya. Soy tú, dítelo a ti. Si en lugar de hablar contigo misma pusieras atención a...
—La costa este aún no está subyugada del todo —continúa Sandro—. Siempre ha sido la más resistente. Aún quedan integrantes de los Falcón, les digo que son duros como la roca. Para terminar de una vez con ellos, hemos decidido mudarnos hacia allá. Nos asentaremos en la ciudad de Llana y entonces seremos la única familia.
Varios de los presentes aplauden y gritan alegres. Les digo que el hombre tiene labia, peligroso eso sí. La sala de reuniones no es muy grande, somos quince personas y apenas estamos acomodados cómodamente. Miren, yo no quería asistir, mi plan era quedarme con mi papá hasta que ambos estuviéramos en condiciones de irnos, pero cuando tuve que ir por comida al comedor, me topé con mamá y me rogó que asistiera a esa reunión. Traté de negarme, pero al final caí, después de todo, no está mal saber qué chingados piensa hacer esta gente en el futuro.
Los vítores se acallan poco a poco. No conozco muy bien a los presentes, mamá los presentó, pero solo sé que el de bata blanca, de cabello ondulado y ojos apagados es el científico. Al lado de él, sentado y con mirada embelesada, está el encargado de la red de drogas. Tiene tez pálida, tanto como la de mamá. Sus ojos son extraños y cuando me lo presentó, percibí un aroma a jengibre y loción. Inmediatamente pensé en Gustavo, pero era imposible que se tratara de él. Germán mató a Gustavo.
El joven era agradable, me sonreía y trataba con mucho respeto. Por poco sentí que se iba a arrodillar. Cuando tomó mi mano y estuvo a punto de besarla, no soporté más y tuve que apartarme. Después vi que Aiden también se presentó en la sala, quise vomitar en cuanto lo vi, mi ira burbujeó de nuevo, pero me controlé. Esta sed de hacer daño comienza a alarmarme. Nació el día que Mateo me disparó, se fue alimentando mientras me torturaban, acrecentó cuando Brenda me dañó y finalmente afloró cuando no dudé en quitar a Mateo de en medio. Es preocupante saber que, de haber tenido balas el arma que le quité a Elisa, Aiden estaría muerto. Y no me importa si Aiden vive o muere, pero esa facilidad de arrebatarle la vida a alguien no es normal. Es enfermo.
Exacto, estoy mal, estoy enferma y podrida.
—En un par de semanas estaremos fuera de aquí, no es ningún secreto —continúa mi tío, a su lado, mamá sonríe con alegría genuina—. En lo que llega el momento de partida, entrenen mucho, preparen sus cosas y memoricen lugares seguros por si se tienen que separar. Mi querida esposa partirá hoy —Alenna, la señora chaparra y bonita, saluda—. Poco a poco, vaciaremos este lugar y en dos semanas, comenzará el verdadero reinado.
Esta vez, los gritos y aplausos son mayores, la gente se levanta en señal de respeto. Vaya, este cabrón tiene muchos seguidores. Fieles, leales, inquebrantables. Ahora sé que un chico fue enviado a la sede de El Círculo, el pobre aceptó llevar un GPS intracorporal para que así pudieran ubicar el lugar en dónde me tenían encerrada. Así de admirado y querido es Sandro. No por cualquiera aceptas meterte a la boca del lobo a morir por una causa.
Me levantó, veo como mamá me lanza una mirada suplicante, como si quisiera que me quede. La ignoro, no es mi lugar, no me siento cómoda ahí. Salgo por la puerta lo más rápido que puedo y llego a las escaleras. Una vez ahí, tomo un respiro. El doctor que nos ve a papá y a mí es bueno, agradable y nos trata con cuidado. Puedo decir que gracias a él es que mi herida está a punto de curarse. Pero no estoy en buena condición física, quiero decir, ahorita ya me falta el aire.
Me recargo en la pared mientras espero a que mis respiraciones se ralenticen y mi frecuencia cardíaca descienda. Desde aquí puedo ver a tres personas sentadas en escritorios, tecleando algo en computadoras. Al inicio poso mis ojos en las pantallas, no para ver, solo para tener un punto fijo qué observar. Y entonces, cuando al fin estoy calmada, me doy cuenta de lo que estoy viendo: Es un canal de televisión, al menos eso en la primera pantalla. Es un canal de noticias, el reportero dice algo que obviamente no escucho, pero a mitad de la pantalla hay una foto con mi cara. En rojo, está la leyenda: Prófuga peligrosa. Y un número al cual llamar debajo. Seguramente el reportero está diciendo que soy mafiosa, que engañé a todos y que...Oh, mierda. Ahora pasan imágenes de una construcción destruida, algo me dice que es en donde estaba El Círculo. La puta mierda.
Mi foto se vuelve un pequeño cuadrado que se repliega a una esquina y entonces aparece la foto de Sandro. Sé que es él por la mirada y la sonrisa, aunque no tenía el cabello blanco ni estaba tan bronceado. Supongo se trata de una foto vieja, ese hombre se parece mucho más al de la fotografía de la boda de mis padres que encontré durante mi excursión al estudio de mi papá. Debí imaginar que en cuánto supieran la identidad del ansiado mafioso, lo publicarían en cadena nacional.
Pero no creí que yo también fuera objetivo. Me ponen como criminal...y entonces recuerdo lo que hice el día que escapé. Cometí homicidio, tengo nexos con la mafia y ahora estoy en contacto directo. Soy una prófuga, una asesina...me convertí en lo que quise destruir.
Después, como noticia aparte, está la foto de mi padre, aparece cómo persona desaparecida. Pasan un par de gráficas que no entiendo, pero el título es claro: "Gran empresario desaparecido desde su boda. Se cree que ha sido privado de su libertad."
Oh, no. Otra vez no. Siento que la crisis va a llegar pronto. Lo siento en mis huesos, en mi cuerpo, en todo mí ser. Necesito mi jodida medicación. Me escondo en las escaleras, tomo asiento en un escalón en lo que pasa. Pero como siempre, algo lo llega a empeorar, ese algo es una persona llamada Elisa.
—¿Di? —dice mientras entorna los ojos—. ¿Estás bien? ¿Qué tienes?
¿Parece que estoy bien, estúpida? No puedo ni respirar, pendeja. Estoy temblando como gelatina y apenas puedo moverme. Oh, ni te detengas, estoy perfecta, a ver si no me da un paro que mi corazón va a mil por hora. La realidad es que no quiero su ayuda, he salido de crisis sola, me cuesta trabajo y tiempo, pero no es imposible. Si me toca, juro que la mato.
—¡Por dios, te estás ahogando!
ÑE. Respuesta equivocada, te quedan dos oportunidades. Elisa avanza un par de pasos y llega hasta donde estoy. Se inclina junto a mí y me toma por los hombros. Quiero alejarme, no quiero que me toque, pero no logro hacer nada, es más, ahora estoy peor. Maldita sea, odio esto.
Gracias al cielo, la rubia sale corriendo hacia otro lado, alejada de mí. Ahora que no la tengo cerca y estoy en compañía de la soledad, puedo concentrarme en salir de esta. Sinceramente, no tengo la más remota idea de cuánto tiempo pasa, lo sentí como una hora, pero bien pudieron ser dos minutos. Me siento cansada, derrotada, el aire se empieza a abrir paso por mis pulmones, pero siento que he perdido la batalla.
Entonces, aparece mi madre y se acerca corriendo en modo madre histérica. Al ver que estoy bien, derrotada, pero físicamente ilesa, me abraza mientras lágrimas caen por sus mejillas. En cuanto me toca, un escalofrío me recorre, su piel es tan gélida que me hace apartar.
—Soy prófuga —digo sin perder el tiempo—lo vi en la computadora. Me están buscando.
Ella me mira con pena, casi con compasión. Puedo ver su rostro pálido, sus ojos sin brillo, la perfección en sus gestos y expresiones. No se ve natural, sé que la operaron, pero algo me dice que no es...
—Te acusan de asesinato, mi amor —dice con voz amable—. Dejaste sangre detrás de ti y está bien, cariño. Lo que sea que hiciste fue para sobrevivir. Eran ellos o tú.
De hecho no. Pude haber escapado sin derramar sangre, pero no lo hice porque la furia me embargó y me volví esclava de mis instintos. Aun así, ni ella, ni Sandro, ni cualquier persona que esté metida en esto me puede juzgar. Solo yo y me odio por lo que he hecho.
—La persona que me llevó lo hizo para evitar que muriera —por una herida que él me causó, claro—. Pero una vez adentro, me relacionaron con Sandro y a partir de ahí valió todo. No pude dar información porque no sabía un carajo. Me culpo por todas las decisiones que dependieron de mí, pero el que me torturaran fue tu culpa. Culpa de tu hermano.
Me levanto y me alejo de ahí. Necesito pensar, necesito aclarar mi mente y ver qué debo hacer ahora. Me buscan, si me largo de aquí voy a ir a parar a la cárcel y eso si bien me va, si todo sale en mi contra, seguro me dan la pena de muerte. ¿No crees que te lo mereces? Asesinaste a sangre fría, ni siquiera puedes argumentar defensa propia. Y aunque pudiera, Trébol me odia, él es uno de los grandes de El Círculo, aparte, está aliado con la policía. Si me atrapan, estoy muerta. Y eso es si te atrapa la policía, si te atrapa El Círculo, ahora sí será peor. Mateo no podrá ayudarte. No pronuncies ese nombre, te lo prohíbo. Fuiste tú, el que pienses en mí como alguien aparte, solo denota tu locura.
De acuerdo, acabo de caer en la cuenta que no es tan simple como solo irme y ya. Papá está fuera de peligro porque está limpio, Trébol y el detective lo dijeron, pero yo no. En cuanto jalé el gatillo, sellé mi suerte. Puedo entregarme, claro está, enfrentar las consecuencias de mis actos. Esa es la respuesta, tiene que ser la respuesta a todo. Debo disfrutar mis últimos momentos de libertad. Solo espero que no decidan darme la inyección. Conociendo a la organización, harán todo lo posible. Ellos son muchos, yo soy una. Es más que obvio que voy a perder.
La siguiente semana transcurre lenta, poco a poco, se va vaciando el escondite subterráneo. Los primeros en irse son los de confianza de Sandro. Bajo toda su fachada de despreocupado y bromista, sé que su principal defecto es la desconfianza en exceso, ¿o eso será una virtud? Así que no entiendo cómo es que le confía la nueva a sede a gente que no es su familia (la cual ni es numerosa). Pero de una u otra forma, ganaron su confianza. Si él manda a esa gente pálida y de aspecto escalofriante, que lo haga; es su negocio turbio, no el mío.
Papá está mejor: camina, come bien, hace preguntas al doctor y me cuida. No me he decidido a contarle de mi estancia en Estrada, no sé qué tal se tome mi confesión. Si le cuento eso, tendré que seguir con la historia entera y no tengo el valor de decirle que maté. Nadie quiere tener una hija asesina y suponiendo que no me odie, será un problema con nuestro plan de huida.
Para distraerme, hago ejercicio. Por supuesto no hago gran cosa, aún estoy frágil, pero es mejor empezar ahora e ir incrementando carga con el tiempo. El doctor ha dicho que en una semana podré hacer vida normal. La cosa es que, no tengo una vida normal.
Durante uno de mis recorridos nocturnos, me pierdo. Termino en un lugar con varios escritorios, camillas, recipientes de vidrio y demás cosas que usábamos en química. Me doy cuenta que es un laboratorio. Y lo están desmontando.
Hay una persona con bata en lo más apartado del laboratorio, está guardando algo en un cajón. Me acerco hacia allá, no sé ni qué hago, pero es la inercia. Soy silenciosa, no se escucha ni mi respiración, llegó hasta donde está y dudo que se haya percatado de mi presencia. El hombre cierra el cajón y aprieta unos números, joder tiene contraseña. Cero, siete, uno, nueve. Perdón, no quise espiar.
Y entonces jadeo. El pobre pega un brinco enorme y un grito. Se voltea y alza las manos. La expresión de sorpresa y pánico asoma en su rostro. Intento, por educación, no reír.
—Disculpe —digo apenada—. No quise asustarlo, es que estoy perdida.
El hombre se repone, acomoda su bata y adopta actitud digna. Ash, qué orgulloso, cualquiera se asusta.
—Dinaí Macías, la única y verdadera heredera —espera, ¿qué?—. No debes disculparte, eres libre de vagar. Solo que llegaste en mal momento, el laboratorio ha sido desmontado. No puedo mostrarte todo desde aquí.
Lo primero que pienso es: Ese cabrón igualado me tutea cuando yo le hablé de usted. ¿Única y verdadera heredera? Yo ya me quiero ir. Sabía que era un laboratorio, pero ¿laboratorio para qué? No creo que sea para los médicos, para exámenes de orina y de sangre no se necesitan tanto instrumental e infraestructura.
—No te apures —respondo en tono cortante—. No es como que me interese mucho, ya me voy, lamento haberte interrumpido.
Ahora me doy cuenta que el tipo idiota más que grosero, está nervioso, por eso su actitud nefasta. Frota las yemas de sus dedos, está tan tieso como un gato. Algo oculta y al ver que intenta tapar con todo su cuerpo el cajón que está detrás de él, algo me dice que las respuestas están ahí. Ah, no pendeja. No me digas que quieres averiguarlo. Intentaste averiguar por tu cuenta y mira como terminó todo. Pero es diferente, si hay documentos clasificados, importantes que sirvan de evidencia, me los llevaré y con eso puedo negociar una pena menor por mis crímenes.
No es como que pueda simplemente desaparecer. Necesito dinero, contactos, un lugar alejado y solitario donde no sea sospechosa. Para eso hay que hacer muchas cosas que no puedo porque ahora sí estoy sola. Tengo a mi padre, claro, pero él no me puede ayudar. Es un empresario reconocido con mil socios y demás, aparte de que no le he dicho que su hija es una asesina.
Me despido con una sonrisa y una inclinación de cabeza. Si estas cosas se van mañana, tengo que averiguar antes qué esconden.
Por la tarde, mientras lanzo cuchillos a ver si logro clavar todos en el mismo punto, una visita inesperada llega. Tengo que contenerme para no lanzarle un cuchillo de lleno en la cara.
—He reunido el valor necesario para hablar contigo —Elisa juguetea con su cabello rubio—. Quise hacerlo antes...pero soy cobarde.
Quisiera voltear los ojos e ignorarla, pero el deseo de aventarle el cuchillo sigue siendo intensa, prefiero concentrarme en no hacer pendejadas. Así que me quedo en silencio y espero a que continúe.
—No voy a pedir perdón por mis acciones, sé que fui una mala amiga, literal mandé a la mierda nuestra amistad cuando te fuiste y decidí comenzar a disfrutar sin ti.
Sí, me di cuenta, no es necesario que lo repita. Si no va a pedir perdón, ¿qué hace aquí?
—Me sentí muy mal cuando pasó, cuando Aiden se acercó a mí, me sentí interesante por primera vez. No tienes idea de lo difícil que fue ser tu amiga. Soportar burlas, defenderte si no estabas, ser excluida de fiestas y ser la amiga de la peste de la escuela.
Le voy a aventar el cuchillo, ya lo decidí.
—Y sí, admito que tu partida me abrió muchas puertas. Por fin estaba siendo popular. Todas me envidiaban por salir con Aiden, obviamente fui novia ejemplar y lo acompañaba a todas partes, incluso me metí en un problema por pelearme con una chica idiota. Para evitar morir, tuvimos que entregarle una dirección a unas chicas y bueno, resultó que al final desaparecieron.
—Por tu culpa, unas chicas fueron secuestradas, seguro están siendo utilizadas como juguete sexual en Indonesia o qué sé yo.
Elisa abre los ojos con sorpresa y hace un gesto de asco.
—¡Claro que no! —su voz es chillona—. Di, durante mucho tiempo me sentí culpable y más porque sentía que en cualquier momento me iban a atrapar. Y luego llegué aquí y me enteré que las chicas están aquí, están felices y después del experimento decidieron ser leales a Sandro.
Me puse a cantar una canción de elefantes que se columpiaban en telarañas para no dejar que mi irritación ganara, pero al escuchar la palabra: "experimento", una alarma sacudió mi mente.
—¿Cuál experimento?
—Ya sabes, Sandro todo obsesionado por meter recuerdos en gente joven y así, los voluntarios sabían los riesgos y firmaron, cuando todo pasó y lo logró, se les dio una elección, quedarse o volver con sus familias...Oh, mierda —dice al ver mi rostro de incredulidad—. No tenías idea.
Sandro experimentó con gente. Joder, hizo experimentos en personas. En mi mente oscila la frase: "meter recuerdos en gente joven". No puedes meter recuerdos si no los tienes, a menos que crees recuerdos, lo cual no sé si se pueda. ¿Se pueden sacar recuerdos y meterlos en otra persona? Estoy por preguntarle a Elisa, al menos que sirva para algo, pero la estúpida sale corriendo y se pierde en los pasillos. Claro, como aún no puedo seguirle el paso, se escapa.
Por la noche, espero a que mi padre se quede dormido para escabullirme y volver al jodido laboratorio. Me cuesta trabajo, pero por suerte, en menos de veinte minutos, llego al lugar. Casi me da un ataque de ira cuando veo que la puerta está cerrada, maldigo en voz baja y pateo la puerta. Maldita sean las contraseñas, necesito atinarle a la primera o se darán cuenta de que quiero entrar. Estoy por darme por vencida cuando se me ocurre algo, ¿qué tan probable es que la contraseña del cajón sea la misma que la puerta?
Cien por ciento, cuando la luz verde se prende, suelto el aire que contenía.
Me voy directo hacia el cajón, pongo la contraseña y esta se abre. Esperaba hallar bonches de papeles, tal vez fotografías, informes científicos o algo parecido, pero no. Solo son muchísimas jeringas con un líquido blancuzco en el interior. Debería irme, pues no soy química ni bióloga para analizar una muestra, solo que me pregunto de dónde habrá salido.
Tomo una de las jeringas, son muchísimas, pero una me llama más la atención. Está brillando. El líquido es traslúcido. ¿Qué se supone que es esto? Bajo el montón de jeringas, hay un extraño aparato que nunca antes he visto. Es una especie de visor. Tiene una abertura del lado derecho en el que encaja perfecto la jeringa sin aguja. Me siento medio idiota al poner la jeringa, pero luego acciono el botón de encendido y algo en el interior succiona el líquido.
Espero que nadie me esté grabando o viendo, porque seguro soy una ridícula, pero me pongo el visor. Siento algo muy frío recorrer mi interior, luego veo todo negro.
Voy caminando, recorro lentamente los pasillos impecables. A mi alrededor, varias personas se hallan en camillas, tienen un monitor al lado y algunos murmuran incoherencias. Me acerco lentamente a un hombre con bata, sostiene una pluma y unas hojas, se nota muy concentrado examinando a una persona. Al sentir mi presencia, se voltea y comienza con su informe.
—Fue un buen sujeto de estudio. Es joven, inteligente, pero tampoco logró retener los recuerdos.
—¿Sufrió mucho?
—Más que los demás, pero creo que podrá soportarlo.
—¿Le has preguntado qué quiere hacer?
—Antes de quedarse dormida dijo que solo quería irse de aquí, dijo que haría lo que fuera por largarse cuanto antes.
Una punzada dura se clava en mi pecho. Es un dolor que pocas veces sentí antes. Es tristeza, sí, pero también es el rechazo. Le pude dar todo, tendría una vida cómoda conmigo, pero prefirió irse. Un olor conocido llega a mis fosas nasales; jengibre y loción. Proviene de la persona en la cama.
—¿Cuánto tardará en quitarle el aroma y quitarle los recuerdos para que se vaya a casa?
—Calculo que cuatro días. La piel fría, los ojos y parte de su personalidad son irrecuperables. He intentado todo, pero es imposible; así como quitarle el aroma a los sujetos hombres.
Hago un asentimiento con la cabeza y el doctor se retira, después de tantos fracasos, comienzo a perder la esperanza de que mi objetivo se cumpla alguna vez. Si no podemos meter recuerdos en alguien vivo a menos que sean recuerdos propios, hay que crear un cuerpo vacío y no se puede...aún.
Veo a la mujer en la camilla, es hermosa, es perfecta. Pelirroja, de ojos verdes brillantes, con divinas pecas adornando su rostro. No debí aceptarla en esto, porque al final de todo, enamorarse nunca da buenos resultados. El sujeto XLI, alias Catarina me rechazó y ahora tendré que meterla junto con todas las chicas que rescatamos de redes de trata para mandarlas de vuelta a su casa.
Volteo a ver a la mujer de al lado. Es bonita, aún no es tan pálida como lo será cuando inicie el experimento. Toco su muñeca, es calidad, no gélida como el de Catarina. Su nombre anterior no lo conozco, pero el nuevo, otorgado por el doctor, es Valentina. Espero que este sujeto sea el bueno.
Me quito el visor rápidamente, estoy respirando rápido y ni siquiera sé por qué. Aún siento la derrota y tristeza en mi interior, pero sé que esos sentimientos no son míos, no realmente. La aguja está llena de nuevo, lo que lo succionó en primer lugar lo devolvió. A la mierda. Son recuerdos de Sandro, joder, sí es posible borrar recuerdos. ¿Cómo lo hicieron? Esto es un nuevo paso en la ciencia.
Tomo más jeringas y las veo. Son variados, todos de Sandro. Veo a Valentina ser inyectada con muchas cosas, le hacen mil estudios, grita, llora, pide que la dejen en paz. Duerme, vuelve a gritar, le vuelven a inyectar cosas. Es un suplicio lo que vivió. Finalmente, le inyectan recuerdos, al inicio, ella actúa monótonamente, el doctor dice que es increíble que llegara a ese estado, pues aceptó los recuerdos.
—¿Rosanna?
Y entonces Valentina se pone de agresiva y comienza a gritar. La tienen que sedar y entonces todo vuelve al inicio, un fracaso más. El doctor dice que aún le quedan varios recuerdos, sobre todo los que tienen que ver con el esposo y la hija, es como si su cerebro los retuviera porque no es fácil sacarlos. Va a sufrir, mucho, pero es necesario. No da tiempo de extraerle los recuerdos porque uno de los compañeros de experimento escapa con ella y se pierde el rastro.
Otro recuerdo me muestra a Sandro teniendo relaciones sexuales con Catarina. Mierda, un trío con Alenna y Catarina. Tengo que verlo todo porque no sé como quitarme el visor y aunque cierre los ojos, las imágenes las veo.
Mamá no mintió al decir que Sandro fue a buscarla, veo como se hospeda en un hotel de Sores, como llora, como sufre. Habla con alguien, supongo son mis abuelos, les dice que Rosanna no está de acuerdo, que no logra convencerla. Lo veo en el estacionamiento de una plaza hincado rogándole a mamá, en un restaurante charlando, luego él hablando con una chica, la chica está de espaldas, pero la conozco. Se va contra ella, la agarra y la sube a un coche. Finalmente, mamá rechaza el irse con él y se despiden con un abrazo. Están en casa, en el cuarto de mis padres.
No debería invadir la privacidad de alguien, pero si ese alguien experimentó y torturó a mucha gente, no merece respeto. Joder, si me llevo esto, seguramente me perdonan. Con un poco de suerte me darán libertad condicional. Esto vale oro, expone a un criminal y es un avance para la ciencia.
Tomo uno de las jeringas de hasta el fondo, veré uno más y entonces me iré con papá para idear un plan y llevarme esto conmigo. Estoy por poner otra jeringa, cuando una me llama la atención. No es blanca, tiene un tinte rosado, muy leve, pero es diferente que los otros. Lo tomo y espero que llegue el recuerdo.
No es Sandro, se siente distinto. Camino por la playa mientras busco conchas en la arena, llevo dos nada más, creo que hoy no es mi día de suerte. Me agacho para recoger una cosa brillante y entonces veo que es un maldito plástico. En cuánto me levanto, me saluda un chico sonriente, de cabello castaño, ojos oscuros y mirada divertida. En su mano sostiene una hermosa concha blanca aperlada.
—Vi que recolectabas —dice tímido—. Encontré esta y pensé que te interesaría.
Sonrío al ver el regalo. Lo miro a los ojos y tomo la concha. Por unos instantes nos quedamos en silencio, admirándonos y sonriéndonos.
—Soy Joel Bustamante —dice para romper el silencio—. Mucho gusto.
—Soy Dinaí, gracias por el regalo.
Pasamos charlando el resto del día en la playa, me hizo reír mucho, me contó que estaba de vacaciones y resultó que su hotel estaba al lado del mío. La imagen de un chico muy guapo, de ojos grises y piel bronceada se apareció en mi mente cuando Joel se aventuró a besarme. Me deshice de esa imagen, el chico en cuestión era mi amigo, el mejor y el único, pero jamás pareció tener sentimientos por mí y aunque yo lo quería mucho, Joel era divertido y me hacía sentir cómoda.
Me invitó a la suite que tenían, vaya, seguro tenía muchísimo dinero. Pero él era humilde, buena onda y nada presumido. Me inventé una excusa para deshacerme de mis padres y me fui con él. No esperaba que a mitad de una charla, lo besara y entonces diéramos un paso más. No dudé un solo segundo en entregarle mi virginidad a pesar de que era un año más grande que yo.
La despedida fue casta. Una parte muy profunda de mí se sentía culpable por haber hecho el amor con él cuando una parte de mí quería estar con alguien más. Pero no me arrepentía, fue una buena experiencia y conocí a alguien muy especial. No le pedí su número, ni él el mío, fue un amor de verano y ya estaba terminado.
El último recuerdo, un hombre me intercepta, da miedo, quiere hablar conmigo, pero yo estoy de espaldas y lo ignoro. Entonces me agarra, me sube a un coche y me lleva lejos. Me inyectó algo, me quitó algo y entonces se acaba.
No puedo sentir nada. Es imposible. Respiro lento, pausado mi pulso va tranquilo. En mi mente revivo una y otra vez lo que acabo de ver. Y entonces lo entiendo todo. Por eso tenía el recuerdo borroso, sabía que había pasado, pero no tenía detalles, me parecía lejano, ausente y no fue porque significara poco o porque lo olvidara; fue porque me lo quitaron. Sandro me lo arrebató.
Pero eso no es lo que te impacta, ¿cierto? No, no. Ahora todo tiene sentido, ahora consigo muchas respuestas, ahora mi corazón termina de quebrarse.
Joel era Germán y por eso me aceptó con él. Porque él me quería desde antes, él sí me recordaba, él desde antes me amaba.
Caigo de rodillas y trato de llorar. Ya no hay nada dentro de mí. ¿Por qué me quitaron ese recuerdo? ¿Qué mierda me hicieron?
Salgo del lugar y corro hacia ningún lugar, solo corro. Y entonces suena una alarma. Casi me cago del susto, pero me detengo.
—NOS ATACAN, NOS HALLARON.
Y entonces suenan las sirenas, los disparos y una explosión por encima de nosotros.
Corro de regreso al laboratorio para tomar las pruebas, es nuestra oportunidad. Pero me detengo, primero es mi padre, debo cuidarlo no vaya a ser que lo maten y sale peor. Llego a la habitación, para entonces ya toda la gente está vestida, armada y preparada para atacar. Quedamos pocos, eso es lo malo, la mayoría ya se fue a la nueva sede.
Papá ya está listo, aunque sin arma, me mira y me dice que debemos irnos. Por supuesto que debemos irnos, pero también tengo que ir por las jeringas. Es mi pase de salida. Nos gritan instrucciones, piden que evacuemos por la salida de no sé donde y nos mandan al lado contrario del que quiero ir. Trato de volver, pero nadie me lo permite, mi padre incluido.
Salimos por otro lado, afuera está oscuro y el aire es fresco, hay varias personas, nos guían a camionetas para escapar. De pronto, una granada cae entre mi padre, yo y otras dos personas. Mierda, tomo a mi papá y lo aviento hacia la derecha, yo a la izquierda y entonces suena la explosión. Es el inicio del caos, escucho disparos, gritos, motores y muchas cosas más. Siento un dolor en el costado, pero me aguanto y trato de levantarme.
Entonces me lanzan una patada en la cara. Me aparto justo a tiempo, habría sido muy doloroso.
— ¡Maldita perra! —esa voz me es familiar—. Esta vez no escaparás, te haré pagar por todo. Me arrebataste todo lo que alguna vez tuve. Mi felicidad, mi seguridad, a Flavio y a Mateo.
Sí, sabía que la reconocía. Es Emma y suena como una loca. Vale, la patada me la merecía, entiendo que se quiera desquitar, digo, yo maté a Catarina porque me quitó a Germán, ella me quiere matar por lo que hice. La cosa es, que no quiero morir.
—Todo se lo buscaron, ustedes me quitaron más antes que yo a ustedes —digo mientras me levanto—. Me torturaron aun cuando les juré que no sabía nada. Catarina mató a Germán y no hicieron nada.
—Germán era un traidor, su verdadero nombre era Joel —dice con tono burlón—. Catarina hizo lo correcto, fue de mucha ayuda, era una agente leal. No tienes idea de todo lo que sufrió a manos de tu tío, de todo lo que tuvo que pasar.
Bueno, gracias a que me metí en donde no me llaman, ahora sé que tanto Catarina y Valentina sufrieron mucho, entiendo su ira, enojo y razones, si fuera yo, me sentiría igual y querría venganza. Pero igual a mí me hicieron mal, ¿no es comprensible que también quiera hacer daño?
—Emma, todo es un malentendido, un enorme mal entendido.
—No me importa, nadie quiere que aclares nada —dice con ira—. Te vamos a matar, de una u otra forma, pagarás por todos tus crímenes, no tienes a donde ir, no puedes escapar. Siempre te buscaremos y nada de lo que digas, nos hará cambiar de opinión. La policía está con nosotros y vas a caer junto con tu tío enfermo.
No pude evitar notar, que mi padre no salió a conversación. Eso significa que no van tras él. Eso significa que yo estoy jodida y podrida y no tengo salvación, pero él sí puede empezar de nuevo. Tiene una oportunidad.
Se lanza contra mí con un grito de guerra. Obviamente, no estoy en condiciones para defenderme, pero mi instinto de supervivencia está de mi lado. Al cuarto golpe, me derriba y termino en el suelo. Adiós, me voy a morir, Emma, quien antaño consideré mi amiga, me matará.
Veo el brillo de una navaja y entonces cae sobre mí. Pero jamás se entierra. Alguien ha lanzado a la pobre chica gótica, tropieza y se golpea con una roca. Espero que esté bien, no quiero que muera. Neta no.
—Levántate, Di, vamos —unos brazos fuertes me ayudan, pero no quiero que me toque, puedo levantarme sola—. Eso, es, vamos.
Maldito Aiden, literal me salvó la vida. No quiero deberle ni madre, a ese cabrón no. Camino hacia donde debiera estar mi padre, pero solo hay cadáveres y polvo ahí. Me empieza a dar pánico, pero veo que Sandro, imponente y feroz, lo defiende con su metralleta. A un lado está quien se supone es mamá. Lo está revisando.
Me dirijo hacia allá, cuando una explosión a unos metros de mí, me interrumpe. Sandro voltea hacia donde estamos, entorna los ojos y entonces grita.
—Aiden, llévala a uno de los búnkers, llévate a un agente —un tipo encapuchado se acerca de la nada, parece de los nuestros—. Mantenla segura, no podemos estar juntos, es muy arriesgado. Cuando sea seguro, mandaré a alguien por ustedes o iré en persona si hace falta.
Pienso decir que no, que están pendejos si creen que voy a dejar a mi padre solo, pero una ráfaga de balas me asusta. Veo que Sandro mata a un tipo con sus manos desnudas y entonces se acerca un auto blindado. En menos de tres segundos, mi padre, mamá, Sandro y otros dos se suben y se alejan.
Grito, trato de seguirlos, pero el coche desaparece.
—Hora de irnos, Di. Si nos quedamos nos van a matar.
No me quedó de otra que subirme al coche, pero odio esto, odio aquí. Odio que haya terminado en esta situación. "Pagarás por todos tus crímenes, no tienes a donde ir, no puedes escapar." Hay algo más en todo esto, Emma me confirmó lo que ya sabía. No tengo opción o me matan, o me dan la pena de muerte. No hay libertad para mí, de una u otra forma, me van a encontrar.
No debí matar, no debí disparar. Yo sola me puse la soga al cuello. Y ahora me debo lanzar al vacío para ahorcarme. Y sobre todos los pensamientos que tengo, uno solo me remueve el interior. "Germán es Joel y lo quise mucho antes de saberlo."
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