Capítulo III

*Emilia*

Nuevamente caí dormida, un rato más tarde desperté cuando escuché ruidos en la planta baja de la casa, eran golpes y ¿gritos? Sin temor me puse de pie y abrí la puerta, justo lo que pensaba, mamá iba subiendo las gradas con el sujeto que horas antes me había presentado, entre besos y toqueteos, torpemente llegaron al segundo piso.

Aquella escena me había calentado la sangre, así que cerré la puerta de golpe tras de mí. Aclaré mi garganta y ambos dejaron su jugueteo.

- La han pasado bien, ¿no? Pero supongo que no ha sido suficiente, ¿me equivoco?
- Hija, esto...
- No me importa mamá, al final es tu vida la que estás mandando a la mierda -dije-
- No me hables así, jovencita -se separó del hombre caminando hacia mí-
- No le hables así a tu madre -dijo el sujeto-
- ¿Perdona? -solté divertida- ¿y tú quién carajo eres para hablarme así? Si no estoy mal, sólo eres parte de la diversión y entretenimiento de mi madre, para ocultar sus sentimientos
- Cállate -dijo mi madre dejando ir una bofetada sobre mí-
- ¿En verdad? -dije con mi mano sobre la mejilla- ¡Por este imbécil me has lastimado! ¡Vaya que eres una gran madre! Y tú -dije hacia el hombre- un completo idiota -escupí-

Mi madre había tomado varios hábitos que mi padre obtuvo luego de la muerte de Carlos, con la diferencia de que mi padre no se acostaba con mujerzuelas y si lo hacía, al menos no era en casa.

Cuando entré a mi habitación y estaba por dejar ir un portazo, cuando en el espejo vi un reflejo, era algo negro, giré la cabeza para observar con detalle, pero no había nada, quizás me estaba haciendo daño dormir tanto.

Me introduje en la cama, no quería saber más de nada, con mi mano acariciaba el lobo que colgaba de la cadena. No había reparado en la hora, eran las cinco de la mañana, el sol comenzaba a mostrar sus primeros rayos de luz, en la ventana golpeaban algunas ramas del árbol que estaba justo al costado de mi habitación. Quería dormir, pero mis ojos no me lo permitían, por el rabillo del ojo vi cómo algo se escurría entre el escritorio que tenía ahí dentro.

Voltee como si se tratara de perder la cabeza ante el movimienro brusco, pero no había nada. La luz se hacía más fuerte, no sabía qué hora era, decidí perderme en mis pensamientos, recordando aquel sueño y lo que Carlos había dicho, papá estaba solo, él lo sabía, también dijo que yo lo estaba, pero ¿que no lo tenía a él?

Quería descifrar si se trataba de un sueño, producto de mi imaginación o demasiado cansancio, aunque ¿por qué la cadena? Entendía el brazalete, si lo conservaba a mi lado, pero no en mi muñeca, ¿y la cadena? Nunca había visto a Charlie usarla, tampoco sabía que la tuviera y la guardara, ¿de dónde había venido?

Me levanté para correr las cortinas, no quería luz, estaba bien en la oscuridad, lo que era curioso. En mi sueño añoraba luz, y acá, sólo me encierro en la oscuridad que mi habitación es capaz de darme. Sentía una presencia a mi lado, sobre la cama, me perturbaba voltear y encontrarme con algo fuera de lo normal, pero ¿qué era lo normal?

Sin más temor, me giré y sólo vi algún tipo de humo, desapareciendo en el ambiente. Ante el susto, resbale de la cama y caí, vi como justo debajo de la cama unos pies estaban al otro lado, pero todo era negro, como una silueta, dio un paso, acercándose a la cama, quería levantarme, pero no podía tenía miedo, así que sólo buscaba asomar mi cabeza por encima de la cama y así lo hice, no había nada, froté mis ojos para verificar si no estaba imaginando cosas y bajé a ver de nuevo, ahí estaban los pies, pero si me acomodaba para ver de nuevo por arriba, no había nada.

Me alejé arrastras, hasta llegar a la pared y me recosté ahí, y desde ese lugar podía ver cómo los pies seguían frente a la cama, pero no había nada más. Tomé el valor, al ver el brazalete en mi brazo, caminé decidida hasta donde se supone, estaban los pies, pero no había nada, todo era tan extraño y a la vez tenebroso.

¿Sería posible que mamá me estuviera dando algún medicamento? Pero no consumía nada frente a ella, ¿lo dejaría en la comida y por eso no comía nada de lo que yo le dejaba? Quizás quiere que me vuelva loca y la deje en paz.

Ahí estaba de nuevo, esa sombra escabulléndose entre los pocos muebles de mi habitación, la busqué y fue en vano. No había nada, quizás era hora de descansar un poco más, tal vez sólo era por la ira que había contenido ante los hechos que se dieron con mamá y su asqueroso amante.

Decidí salir de la habitación y fui a la cocina por agua, recordé la sombra de la noche anterior, así que salí al jardín a examinar si había rastros de un intruso, pero todo estaba como cualquier otro jardín, vacío. Era una mañana soleada, los rayos inundaban el lugar, parecía que sería un día lleno de mucha energía e incluso, felicidad, eso para quienes no se encontraban inmersos en un mundo donde respirar se había vuelto el mayor trabajo y esfuerzo que se realizaba segundo, tras segundo.

Después de tanto tiempo, decidí sentarme a tomar un poco de sol, que mucha falta me hacía, estaba por recostarme en el llano cuando se escuchó un sonido de vidrio quebrándose dentro de la casa, sin tanto pensarlo me puse de pie y corrí hacia esa dirección, en el suelo de la cocina estaba estrellado un florero que mamá mantenía con flores todo el tiempo, las cuales ahora estaban regadas entre aquellos trozos de cristal.

Repetí varias veces el nombre de mamá y un "hey" en caso de que estuviera el hombre del que había olvidado su nombre. No tuve contestación, así que hurgué en los alrededores, pero fue en vano, porque estaba sola en toda la planta baja. Comencé a recoger aquel desastre, si mamá lo veía seguramente me llamaría la atención o recibiría algún regaño, pues me culparía a mí y a mi torpeza.

En ese momento recordé el golpe que me había propinado a causa del intruso que estaba en casa. Enojada ante el recuerdo, terminé de limpiar el desastre, mi madre al parecer no despertaría hasta mucho más tarde y, al ser un día festivo, no tenía preocupación alguna por ir a trabajar.

Cuando tomé mi postura, unas risillas se escucharon en la otra habitación, que sería el comedor. Sentí cómo un escalofrío se propagaba por todo mi cuerpo, sin embargo, caminé hasta ahí y no había nada, al darme la vuelta para regresar a la cocina, pude distinguir unas pequeñas siluetas escurriéndose entre los muebles en dirección a la sala, sin temor de nada, pero gran intriga caminé por donde se había ido, nuevamente vacío.

Me estaba cansando de eso, me repetí otra vez, que seguro se trataba de una mala broma por parte de mi mente, debido a la gran cantidad de horas que había dormido en los últimos dos meses, gracias a las vacaciones. Eso seguramente cambiaría en dos semanas, cuando las clases dieran inicio.

Llamé a papá, mientras subía a mi habitación, nuevamente estaba ahí, la sensacion de ser observada, pero no había nada, estaba paranoica ante lo que había ocurrido horas atrás. Salí de aquellos pensamientos cuando escuché su voz, adormilado contestó un: "Hola cariño" y un leve quejido, seguramente había bebido demasiado la noche anterior.

Comencé a hablar con él, justo cuando estaba preguntando si podía llegar a su casa, la puerta del cuarto de mamá se abrió y un sonoro bostezo interrumpió la llamada.

- ¿Quién es? -preguntó mi padre, eliminando toda señal de sueño en su voz-
- El invitado de mamá -dije seria-
- ¿Tu madre tiene otra pareja?
- Así parece -mi vista no se despegaba del hombre que con indiferencia no dejaba de observarme-
- Paso por ti en media hora -dijo antes de terminar la llamada-

Me dirigí a la habitación, pero sentía la mirada penetrante del sujeto, antes de cerrar la puerta lo vi de forma discreta y pude darme cuenta que una sonrisa cínica y que podría causar pavor en alguien menor o muy asustadizo.

Luché contra mi propio deseo para no caer rendida sobre la cama, algo me decía que esta vez papá no mentía sobre ir por mí. Justo treinta minutos después el sonido de un motor se detuvo frente a la casa. Mi madre estaba en la cocina y con ella su fiel amante, así que... aunque había escuchado que papá llegó, esperé que llamara a la puerta, ¿mi intención? Que ella sintiera la vergüenza por algo que siempre quiso reclamarle a papá, un engaño, una persona más en su vida, un motivo para que el divorcio se diera, antes y después de firmar.

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