Capítulo 2.5: De tristes orígenes, parte 2

*Créditos de la imagen: encontrado en el perfil de @ Zyrophin en Twitter*

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El tiempo pasó y Kai Chisaki creció, su trauma de la infancia donde terminó incidentalmente con la vida de un compañero de su orfanato sería un detonante en el desarrollo de su personalidad.

Durante su vida infantil, su padre adoptivo Kenjiro Tsuda le ayudó a manejar su don, lo estudió junto con su hija mayor Chiyo Tsuda. La chica, quien se desempeñaba como doctora de ingeniería genética de dones, descubrió que el kosei de Chisaki es capaz de destruir y a la vez recomponer todo lo que toca.

Ese don se bautizaría como Overhaul. A pesar del trauma psicológico que Kai tuvo, vio una pequeña esperanza en que su futuro podía ser mejor, o al menos creer que podría acoplarse al mundo.

Su padre también le enseñó que la vida se rige muchas veces por los dones que se poseen. Y que la vida tiene jerarquías muy marcadas, a veces desde la concepción ya se establece un parámetro para ubicar a un individuo en una sociedad paranormal.

— Es una tontería muy grande... tratar al resto del mundo según lo que tienes. -decía un joven Kai Chisaki de 18 años-.

— Hai, concuerdo contigo. En la escuela le enseñan a los niños que hombres, mujeres, japoneses, extranjeros, kosei o mukosei deben ser tratados iguales. Pero cuando esas palabras salen por tus oídos, el mundo te demuestra la injusta jerarquía tácita por la que se rige. -contestó un veterano Tsuda sentado frente a un altar con la fotografía de la difunta Hana Tsuda-.

— Hana oka-sama siempre decía que no importa lo que seas, ser bueno es tu mejor carta de presentación. Si el mundo está contra ti, sé bueno porque tú te conoces mejor que nadie. -Kai estaba hincado frente al altar, igual que Kenjiro-.

— Fue una gran mujer y una gran madre, así como espero que lo sea Chiyo algún día.  Si ella forma una familia, me encantaría poder ser testigo de su felicidad. -contestó el señor Tsuda pensando en su hija mayor-.

— Otou-sama. ¿Crees que alguien como yo podría hacer algo para que toda la familia sea feliz? -preguntó Chisaki, quien estaba pensando sobre su futuro luego de terminar la preparatoria-.

— Solo te pido que hagas lo que creas mejor para que seas feliz. Si puedes cambiar al mundo, busca la forma y sé que será la correcta. A veces un poco de limpieza en este planeta puede purificar a la raza humana. -el señor Tsuda dio dos aplausos para terminar el tiempo de reflexión frente al altar y acarició la cabeza de su hijo adoptivo-.

(Cr: @ utauta8 en Twitter)

Ya no existían arrugas, las ojeras desaparecieron, el cabello era más corto y la ropa le colgaba. Lo peor es que Chiyo comenzó a sentir los efectos del kosei de su primogénita.

— OTOU-SAMAAAAAAAAAAAAAA. -gritaba ella con desesperación mientras las lágrimas salían-.

Chiyo volvía lentamente a sus años más jóvenes, el grito alertó al señor Tsuda y a Chisaki quien bajaba rápidamente por las escaleras. Lo que ellos veían les causó el verdadero terror.

— Chi-chan... -fue lo único que pronunció su padre al ver que su hija mayor estaba desapareciendo-.

El brillo amarillo que venía de Eri hizo que ambos padres regresaran a ser niños, luego infantes, luego recién nacidos. El llanto de los progenitores convertidos en bebés desaparecería en la nada cuando el resplandor cesó y solo quedaron las ropas de los dos padres.

Otro trauma que viviría Chisaki en carne propia, esta vez había sido ver desaparecer a su hermana mayor junto a su esposo. Aunque, quien lo tomó de peor forma fue Kenjiro, quien caería desmayado.

Kai, en su desesperación, llamaría al doctor Hari Kurono, el médico de la familia quien se encargaba de los servicios médicos de la dinastía Tsuda. El doctor tiene un don capaz de ralentizar el tiempo, su nombre código: Chronostasis.

— Chisaki-kun, tengo noticias poco alentadoras. -decía Kurono luego de salir de la habitación del jefe-. Kenjiro-sama sufrió un infarto casi fulminante por el shock. Ahora se encuentra fuera de peligro, pero está en un coma inducido. Así que desconozco en cuánto podría despertar, podrían ser semanas o años, inclusive. Sumimasen.

Las palabras del doctor era difíciles de digerir, nuevamente volvía a sentirse solo y con algo en común: los dones.

Y recordaría también las palabras que le dijo Chiyo un día que ambos estaban pasando el tiempo juntos.

/Flashback/

Era una tarde, casi noche en la residencia Tsuda. Chiyo estaba estudiando para un examen importante y Kai estaba limpiando su alcoba. La señorita estaba descansando y Chisaki quiso buscarle respuesta a una pregunta que venía haciéndose desde hace años.

— Onee-chan. -preguntó Kai y la mencionada volteó a ver-. ¿Por qué la gente trata diferente a la gente por su don?

— Pues, es una pregunta difícil sin recurrir a teorías humanísticas. Pero, te digo que mucha gente es cruel con aquello que no es común. Y te diré esto, Kai-kun. -ella se sentó frente a él-. Los dones aparecieron de una forma casi inexplicable y desde entonces, el ser humano evolucionó. La gente se adaptó al cambio y por esa adaptación, también vino la costumbre de ver como algo normal tener dones. ¿Qué sigue después? Es difícil saberlo, porque los dones cambian con cada generación. Llegaremos a un punto en que serán incontrolables las mutaciones evolutivas de los dones de cada generación. No estamos listos para afrontar lo que pase, incluso podríamos desaparecer como especie.

Chisaki estaba escuchando atentamente, Chiyo no se daba cuenta que sus palabras estaban dándole más fundamentos al joven castaño para el futuro.

/Fin de flashback/

— Los dones nos harán desaparecer... eres una visionaria onee-chan. Pero yo limpiaré este mundo... otou-sama, onee-chan... el mundo está enfermo de los dones, pero yo lo voy a limpiar, yo lo voy a curar... y esa niña será la mejor carta para hacerlo. Si ella puede retroceder al humano en su edad, puede borrarle sus dones si se controla adecuadamente. Eri, contigo seré el libertador de este mundo enfermo.

Desde ese día algo murió dentro de Kai Chisaki y sería el inicio de un camino maquiavélico para cumplir la palabra de Kenjiro que sería la piedra angular de su filosofía de vida.

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