Una decisión radical
Volviste a aparecer en la casa de Ayesha, como en noches anteriores. Estaba en su balcón, observando la luna.
—¿Cómo es que puedes contactar conmigo? —preguntaste intrigada.
—Tienes mis genes, después de todo —contestó sonriente.
—¿Sigues viva? —volviste a cuestionar
—Sí, no me han descubierto hasta hoy, y aunque lo hicieran, no tienen forma de capturarme, no tienen forma de dar con mi paradero, esa es la ventaja de utilizar el control mental.
—¿También tienes esa habilidad? —eso era nuevo para ti.
—Sí, y tu también, si quieres puedes invadir la mente de los seres humanos, y dominarlas de acuerdo a tu conveniencia, que en este caso es la supervivencia, sólo que también consume mucha energía —respondió serenamente a tu pregunta mientras te observaba con calidez con esos ojos dorados.
—¿Cómo? Hasta ahora he aprendido a controlar mis otras habilidades, pero no sé hacer eso.
—Cuando tus ojos cambien de color, y veas a la persona o personas directamente a los ojos, es cuando podrás entrar a la mente de ellos, y hacerles creer lo que quieras.
—Si fuera cruel sería un método de tortura genial... —comentaste un poco asustada de aquella habilidad.
—Es verdad, pero tú decides cómo utilizarlo, incluso puedes transformar los recuerdos de sus mentes, o borrarlos, es un método muy eficiente para borrar tu existencia de la faz de la Tierra —concluyó sin dejar de mirarte maternalmente.
—Gracias Ayesha, gracias por tu ayuda, y... Ahora ya entiendo a lo que te referías el otro día... —te acercaste a darle un abrazo— Definitivamente cuando esto acabe debes volver a contactarme para que pueda visitarte —alzaste tu mirada azul grisácea hacia sus ojos para dedicarle una sonrisa.
—No es nada pequeña, eres como mi hija después de todo, y ten por seguro que así será —acarició suavemente tu cabeza.
Al separarse del abrazo, saliste de aquella gran mansión completamente apartada de toda civilización en medio de los bosques. Es todo lo que te dejó como pista por el momento, luego el escenario cambió por completo.
Te encontrabas en algún lugar de un bosque oscuro y siniestro. Podías oler muerte y terror en el ambiente. No podías ver nada, la niebla en aquel lugar era demasiado espesa, la oscuridad también era bastante, pero como eres un híbrido, podías distinguir perfectamente dónde estabas parada, aún sin ver mucho, podías sentir las cosas a tu alrededor.
—El pentágono sabe que despertaste, lo estaban esperando hace siglos para poder localizarte, y con las huellas que dejaste en estos días, no fue difícil que te ubiquen.
Esa voz, sabes de quien es, es tu otra yo.
—¿Cómo sabían de mi existencia? —preguntaste curiosa mientras comenzabas a caminar buscando una salida de aquel lugar.
—Por favor, los vampiros y licántropos existían, y los exterminaron, y les hicieron creer al mundo entero que sólo son criaturas mitológicas, ¿es obvio, no? Lo estaban esperando.
—Entiendo —suspiraste—. ¿Y qué pasará ahora?
—No descansarán hasta encontrarte, y utilizarán todos los medios a su alcance para llegar a ti.
En ese momento un escalofrío recorrió tu cuerpo.
—¿Irán por mi familia, no es así? —preguntaste un poco temerosa.
—Sí, lo harán, en estos momentos deben estar buscándolos. Aunque no deberías sentir tanta pena por ellos, cuando sepan lo que verdaderamente eres, van a repugnarte.
—Eso ya lo sé, aún así me preocupo por ellos.
Estabas sola, completamente sola en aquel bosque siniestro. No encontrabas salida, no encontrabas algún camino para salir de allí, estabas atrapada.
De repente el bosque comienza a aclararse, y la niebla desaparece. Frente tuyo está una figura humanoide, regalándote una sonrisa.
Es verdad, estabas completamente sola, sin nadie, hasta que lo conociste a él.
#############
Despertaste abriendo los ojos lentamente. Te sentaste en la enorme cama con sábanas rojas de seda. Dirigiste tu mirada hacia la ventana, era mediodía. Observaste tu cuerpo, llevabas sólo una camisa, una camisa que conocías muy bien. Es una de las camisas de Slender. ¿Esta era su habitación? Un momento, ¿Dónde estabas? No era tu casa, definitivamente, y tampoco era la casa que se estaba cayendo a pedazos donde creías que vivía Slender.
Te sentaste en la cama, estabas muy cansada. En segundos vinieron los recuerdos de la noche anterior a tu mente, recordabas claramente cómo habías masacrado cruelmente a todos los soldados que fueron a buscarte.
Maldición, no querías dañar a nadie, no querías matar personas inocentes. ¡¿Por qué demonios tenía que ser así?! Los soldados no tenían la culpa de nada, simplemente seguían órdenes. Maldita sea, definitivamente irías a enfrentarte cuanto antes a quien sea que estuviera frente a tu búsqueda y lo harías pedazos. Cuanto antes, mejor, así evitarás la muerte de más inocentes.
Recordaste también que lo hiciste en contra de tu voluntad. Obviamente fue Slender quien te controló en ese momento. Frotaste suavemente la marca que te conectaba a él. No quedaba de otra, hizo lo que tenía que hacer.
Te levantaste de la cama y te diste cuenta que en la punta había ropa tuya. Seguramente fue a buscarla a la que era tu casa. Sí, era. No podías volver allá.
Una blusa negra ajustada, y unos jeans ajustados del mismo color, con botas negras que te llegaban hasta las rodillas. Definitivamente es cierto que te quedaba bien el color negro. Te cambiaste de ropa y saliste sigilosamente de la habitación. Utilizaste el mimetismo para comenzar a recorrer aquella lujosa y elegante mansión, querías sorprender a Slender, y de paso agradecerle por ayudarte.
Luego de recorrer varias habitaciones vacías, bajaste a la planta baja de la mansión, y te dirigiste a la sala. Desde lejos pudiste ver que él estaba sentado allí, en el gran sofá central. Te acercaste por detrás todo lo que pudiste y dejaste de utilizar el mimetismo. En ese momento se levantó de su asiento y volteó a verte.
Le dedicaste una cálida sonrisa de agradecimiento, rodeando el sofá para quedar frente a él. Era más alto que tú, y querías estar a su altura, así que subiste al sofá, rodeando así sin problemas su cuello. Él no dijo ni una palabra, no hacía falta, pero su sonrisa te demostraba que estaba feliz que hubieras tomado con calma las cosas. Rodeó suavemente tu cintura.
Lo besaste profundamente por un buen rato. Sus labios se movían al mismo ritmo, mientras sus lenguas luchaban por el dominio completo del otro.
Después de todo, en los peores momentos que has tenido hasta ahora, él fue quien estuvo a tu lado, nadie más. Podían decir lo que quieran, no te importaba, todo lo que ha hecho por ti es suficiente prueba para saber que no era tan monstruoso como lo hacían ver.
Cortaron el beso luego de un largo rato, cuando ya estaba siendo presente la falta de aire.
Lo miraste fijamente donde deberían estar sus ojos, te apartaste un poco más de él para hablar.
—Gracias por lo que hiciste ayer, entiendo por qué lo hiciste —hiciste una breve pausa suspirando y desviando la mirada—. Debo hacerle frente a quien sea que esté a cargo de mi persecución, ya no quiero que más gente inocente muera, y menos si no los verdaderos culpables.
—Entiendo, [Nombre]. Iré contigo, cuando quieras —volvió a dedicarte una sonrisa.
—Pues cuanto antes, mejor, irán tras mi familia, y no quiero que les pase nada, en estos momentos deben estar tras ellos —comentaste con tristeza en tu voz—. En realidad preferiría ir sola...
—Sabes que si nos separamos mucho tiempo puede ser peligroso para ambos —contestó serio.
—Lo sé, pero también si me acompañas podrías quedar al descubierto —agregaste un poco angustiada por él, todos estos cientos de años se las ha arreglado para permanecer en las sombras, cosa que ahora arriesgaría por ti.
—No te preocupes por eso, con ilusiones y control mental todo se soluciona —contestó seguro.
—De acuerdo, vamos ahora, entonces.
Bajaste del sofá y te encaminaste hacia la salida. Debías enfrentar a aquellos que te perseguían cuanto antes. Como ya tenías control casi completo sobre tus habilidades, agudizaste todos tus sentidos para ubicar también a aquellos que venían por ti.
—Son del pentágono, mátalos a todos y te dejarán en paz —contestó a tu duda tu otro yo.
—Bien, eso haré —te contestaste a ti misma firmemente.
Decidiste transformarte discretamente, para alimentarte bien antes de la gran batalla. Tus ojos cambiaron de color y podías sentir tus colmillos crecer. Salieron de la gran mansión para emprender el viaje. Slender te abrazó fuerte y se teletransportaron a un pueblo mucho más alejado para poder alimentarte. Allí consumiste la sangre de 15 personas, recién después de eso estabas completamente lista para hacerle frente a quien sea. Te limpiaste la boca, y volviste a abrazar a Slender para viajar una vez más con aquella habilidad suya tan particular.
—¿Puedes llevarme junto a mi familia? Necesito saber si están bien —comentaste un poco preocupada.
—Necesito saber dónde viven exactamente, o no podré.
—Puedes leer mi mente, no importa, así sabrás bien la ubicación.
— De acuerdo —contestó y colocó sus manos a cada lado de tu frente, acercándola a su rostro hasta juntarla con la suya.
Podías sentir cómo iba buscando en tu memoria todos los recuerdos relacionados a tu antigua casa. Cuando sabía perfectamente la dirección, te teletransportó hasta allí.
Estaban frente a la entrada a tu casa. Camuflaste todas las señales externas que pudieran dejar ver que estabas "extraña", y tocaste la puerta. Estabas nerviosa, necesitabas saber si estaban bien, si aún no dieron con ellos.
La puerta se abrió enseguida dejando ver la cara asombrada de tu madre.
—¡(Nombre)! ¿Qué haces aquí? —se abalanzó sobre ti para abrazarte con todas sus fuerzas— Dios mío, estaba tan preocupada, pensé que te había pasado algo, ¡dejaste de comunicarte conmigo por días! ¡De verdad me tenías tan angustiada! —te abrazó más fuerte, aunque te estaba reclamando, en su voz podías notar el gran alivio que sentía al tenerte frente a ella.
—¿Y papá? —preguntaste un poco preocupada.
Tu madre ni siquiera notó a Slender porque estaba utilizando el control mental en ella, haciendo que no se percate de su presencia.
—Están todos bien, ¿por qué preguntas por ellos tan de repente? ¿Cómo has llegado hasta aquí? Es más, ¿por qué volviste? —tu madre se separó de ti y te miraba muy confundida.
—Necesito hablar contigo —entraste sin decir más, Slender también y tu madre cerró la puerta.
Qué alivio, estaban todos bien, aún no vinieron por ellos, eso es bueno, te sacaba un gran peso de encima. Después de lo que pasó ayer estabas más que decidida. Ya no tendrías compasión por aquellos que intentaban matarte. Ya no tendrías piedad por aquellos que podrían utilizar a tu familia en tu contra.
Y ante todo, ya habías tomado la decisión que cambiaría tu vida por completo. Le contarías la verdad a tu madre, y luego ella se lo diría a tu familia, con ella tenías más confianza para hablar sobre el asunto. Estabas dispuesta a no volverlos a ver, estabas dispuesta a dejar de lado tu antigua vida, por el bien de ellos, por el bien de muchas personas inocentes. Y para el fin de esta silenciosa guerra que ha comenzado en tu contra.
Te sentaste en el sofá, mientras Slender seguía parado cerca de la puerta. Tu madre se sentó a tu lado mirándote atentamente, presentía que querías decirle algo muy importante.
—Mamá, soy un monstruo —trataste de que no se te quebrara la voz.
—¿Qué se supone que haces? —cuestionó la voz del hombre en tu mente.
—Le diré la verdad, y no puedes impedírmelo, necesito hacerlo —contestaste.
—Está bien, pero si reaccionan mal les borraré la memoria —agregó bastante serio.
—No es necesario, lo haré yo misma, y no sólo borraré esa parte de sus memorias, borraré de ellos todo lo que tenga que ver conmigo, desde mi nacimiento —estabas por llorar y contuviste las lágrimas con todas tus fuerzas—. Y no preguntes nada ahora, después te explico.
—También puedes hacer eso, entonces.
—Sí —contestaste cálidamente.
—¿Qué? —tu madre estaba confundida ante tu afirmación.
—Lo que escuchaste, soy un monstruo, por ser la última descendiente de Ayesha, sus genes despertaron en mí hace varios días, soy una híbrida, mitad vampiro, mitad licántropo —narrabas aquello como si fuera lo más normal del planeta. Extrañamente, no viste la cara horrorizada de tu madre, más bien una expresión de alivio.
—Sabía que tarde o temprano pasaría —suspira aliviada—, aunque sinceramente tenía la esperanza que no fueras tú.
—¿Lo sabías? ¿Sabías que podía pasar? —estabas más confundida que nunca.
—Sí, lo sabía, todos los descendientes de la hija de Ayesha lo sabíamos, es un secreto que se fue transmitiendo de generación en generación hasta el día de hoy —comentó tranquila.
—¿Y cómo es que esto no saltó a la luz antes? Digo, en 500 años tal vez los descendientes son medio planeta —aún seguías sin creerlo.
—Sólo una mujer adquiriría las habilidades, y aunque el rumor haya corrido, ¿piensas que alguien lo creería? —te dedicó una pequeña sonrisa mientras te abrazaba fuerte.
—Los del pentágono sí lo creen mamá, estoy en peligro —afirmaste mientras te separabas de ella para mirarla a los ojos.
—Era de esperarse —volvió a suspirar con una sonrisa triste en los labios y una mirada nostálgica—. Eso significa que ya no te volveremos a ver, ¿verdad? —acariciaba dulcemente tu cabeza.
—Por el bien de ustedes, eso es lo mejor —le diste un fuerte abrazo sin poder contener unas cuantas lágrimas que cayeron por tus mejillas.
—Está bien hija, no llores, no te preocupes, estaremos bien, y siempre te recordaremos con cariño, de ahora en adelante deberás hacer tu vida lejos de nosotros y lo entiendo —te reconfortaba con una calidez inmensa.
—Tal vez no los vuelva a ver nunca más —sollozaste en su hombro.
—No importa (nombre), te amamos hija, te amamos mucho, y pase lo que pase, siempre te amaremos, no importa dónde estés, no importa si no nos volvemos a ver, siempre estarás en nuestros corazones —su voz se quebró un poco con aquellas palabras, era difícil también para ella saber que no te volvería a ver nunca más, pero lo comprendía perfectamente.
—Yo también los amo mamá, los amo mucho —te limpiaste las lágrimas y volviste a separarte de ella—. Ahora iré a enfrentar a los que me persiguen, y tal vez no termine muy bien, pero, si con el paso de los años, esto queda en el olvido, podré verlos de nuevo sin que sus vidas estén en peligro.
—Es un trato hija, y no te preocupes, si esta es la despedida, prométeme que te vas a cuidar, y que vas a ser feliz, ¿si? —besó tu frente con todo el amor que podía demostrarte y volvió a abrazarte
—Te lo prometo mamá, saldré de esta y seré feliz.
—Esa es mi niña.
Después de un rato se separaron, limpiaste las lágrimas que quedaban en el rostro de tu madre. Ya debías emprender el viaje y ella lo sabía.
—Es hora de irme —te acercaste a la puerta para salir, y no volverlos a ver nunca más—. Dile a papá que lo quiero mucho, ¿si?
—Se lo diré, ve tranquila (nombre), te amo.
Saliste de tu casa, sabías que no era posible volverlos a ver, pero al menos tu madre comprendió lo que eras, y entendió que no podrían vivir juntas nunca más. Al menos, sabías que no te juzgaba, y eso es lo que más llenó de paz tu conciencia.
Slender ya había puesto en movimiento a todos sus proxies para que los ayudaran si era necesario. Todos estaban esperando las órdenes para atacar cerca del pentágono, sólo faltaban ustedes dos.
Volviste a abrazarte a él para que pudieran teletransportarse al pentágono. Esperarían la oscuridad de la noche para atacar, ya no faltaba mucho, pues el sol estaba por esconderse.
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