Inhumanos
Al despertar temprano en la mañana, Slender seguía a tu lado. ¿Despierto? ¿Durmiendo? Quién sabe. Ayer las cosas se salieron completamente de tu control, sin embargo, eso ahora ya no importa. Te levantaste y recogiste toda tu ropa; fuiste a tu habitación a darte un baño. Después tomaste tu celular y llamaste a tu madre, como le habías prometido que lo harías todos los días. Después de conversar un rato, colgaste y volviste a la sala. Slender ya se había levantado, y de nuevo tenía puesto su traje de manera impecable. Lo saludaste y le ofreciste algo de comida, la cual aceptó.
Encendiste el televisor de la sala para ver las noticias, en el pueblo aún seguían muy alarmados por todo lo que sucedió en esos días. Pudiste ver que entrevistaron a los jóvenes que atacaste. Te congelaste del miedo por un momento, pero suspiraste del alivio al escuchar que no recordaban absolutamente nada, eso era bueno. Aunque tu identidad está a salvo, la noticia llegó a nivel nacional. Eso sí era malo, porque dijeron que si esos casos seguían, Seguridad Nacional entraría en acción.
Una vez más recordaste lo que Ayesha te había dicho. Aunque no mates a nadie, igual te cazarán. De ahora en adelante tendrás que ser muy cuidadosa con lo que hagas. Después de terminar de comer, Slender se despidió y volvió al bosque. Tú decidiste ir a buscar un trabajo en el pueblo, algo tenías que hacer durante el día para pasar el tiempo. No querías hacer nada complicado, y tampoco había muchas opciones. Si trabajabas como camarera, tu sueldo más las propinas que recibirías gracias a tu cuerpo bien dotado, sería más que suficiente; el dinero nunca está demás.
Fuiste a un café en el centro del pueblo, preguntaste por el dueño para decirle que querías trabajar ahí, te aceptó de inmediato. Comenzaste en ese mismo instante, y el día transcurrió tranquilamente. Como no hay mucha gente por el pueblo, el lugar se cierra temprano. Fuiste a cambiarte el uniforme que te habían dado, que no tienes idea de dónde lo sacaron, y decidiste recorrer un poco más el centro. Eran las cinco de la tarde así que todavía tenías tiempo.
Te gustaba mucho caminar, te ayudaba a relajarte, igual que un buen baño. Después de un largo rato, comenzó a oscurecer, entonces caminaste hasta tu casa. Como en el pueblo todos estaban asustados, lo mejor sería ir a buscar sangre en otro pueblo vecino. Estaba claro que si ibas a caminar o mínimo a correr, no ibas a llegar nunca. Además, usar esas habilidades te debilitaría mucho si el camino es largo. Lo mejor sería usar tu transformación.
Bueno, tampoco querías destrozar más ropa. Qué más daba que te vieran desnuda, ayer se murió toda la vergüenza que tenías, y de todos modos quien te vea no iba a recordarlo. Te sacaste toda la ropa que tenías puesta y la doblaste, dejándola sobre tu cama. Ya podías ver la luna a través de tu ventana.
Llegó la hora de partir. Los animales que tienen buena resistencia y están en tus posibilidades de convertirte en uno de ellos son los lobos. Abriste la ventana para saltar por ahí, te concentraste lo suficiente y tu cuerpo comenzó a cambiar hasta adoptar la forma de un lobo. Saltaste por la ventana y comenzaste a correr.
La noche estaba perfecta para salir a pasear, y la sensación que tenías al sentir el viento sobre tu pelaje era increíble. Llegaste al pueblo donde Slender te dijo que atacaste por primera vez. No, allí ya hiciste suficiente daño. Seguiste corriendo hasta llegar al otro pueblo. Si entrabas en esa forma ibas a espantar a varios, al menos tienes la ventaja de cambiar de forma. Volviste a concentrarte para poder adoptar la forma de un gato. Sentiste que te achicaste, y que las cosas eran más grandes que antes. Te adentraste al pueblo, mirando por las ventanas a ver quiénes eran más susceptibles. Cuando la voz en tu interior te decía que era seguro atacar, lo hacías, sin darle tiempo a tu víctima de entender lo que estaba pasando. Así entraste a varias casas más, hasta que saciaste tu sed.
Aunque ya estabas acostumbrada a lo que eras, seguía sin agradarte la idea de tener que estar dañando a los humanos. Volviste a la forma de lobo y regresaste a tu casa. De nuevo saltaste por la ventana para entrar, recuperando tu forma normal. Fuiste al baño y te miraste en el espejo, viendo los restos de sangre que tenías por tu rostro, los colmillos que sobresalían de tu boca y el color de tus ojos. Apoyaste una mano en el espejo, observando tu reflejo un rato más. Seguramente mañana también saldrá en las noticias. Negaste con la cabeza y te resignaste, no tenía caso pensarlo mucho. Abriste la canilla y te lavaste todos los restos de sangre que quedaban. Regresaste a tu cuarto y te vestiste, sentándote después en la cama. Sin darte cuenta, te quedaste dormida.
Te encontrabas caminando por un gran bosque, repleto de árboles altísimos, apenas entraba la claridad de la luna a través del follaje. Seguías avanzando por el estrecho sendero de tierra en el que te encontrabas, hasta que escuchaste una voz proveniente del cielo, o algo así.
—No debes sentir tanta pena por lo humanos, ellos nunca tuvieron compasión por ninguna especie diferente a ellos.
En el instante en que terminó de pronunciar esas palabras, escuchaste detrás de ti que se aproximaban varios caballos. Volteaste a ver de qué se trataba. Eran varias carretas repletas de hombres con ganas de matar en sus rostros. Algunos tenían antorchas en sus manos para alumbrar el camino, otros llevaban pistolas en ambas manos; otros, sostenían un gran hacha; y otros, una espada. No eran cualquier tipo de arma, el brillo del metal mostraba perfectamente que eran de plata; tanto las hachas como las espadas.
Avanzaban rápidamente por el sendero de tierra, antes de que pudieras esquivarlos ya te alcanzaron. Lo más extraño fue que todos te traspasaron, es como si tú fueras una especie de fantasma. Entonces decidiste correr tras ellos para saber a dónde se dirigían.
En un parpadeo, el lugar que te encontrabas era totalmente diferente. Estabas frente a una cueva, al parecer, en lo más recóndito del bosque. Podías escuchar los lamentos de terror que provenían del interior. Corriste hasta adentro, para quedarte helada por lo que veías. Madres desesperadas llorando con sus hijos en brazos; los hombres intentando consolar a sus familias... ¿Qué estaba ocurriendo? No tenías idea hasta que escuchaste que los mismos hombres que te habías encontrado en el sendero estaban cerca.
—¡Busquen en todos los rincones! ¡Debemos acabar con todos los que haya! —gritó uno de ellos.
Después de eso los hombres se acercaban cada vez más al lugar. Con pena en sus ojos, cada uno de los hombres dentro de la cueva, se despidió de sus familiares y salieron corriendo al exterior. En un segundo se transformaron, formándose un ejército de licántropos, dispuestos a morir en combate por defender a sus seres queridos.
Estabas totalmente aturdida, no podías creer cómo estaban sufriendo y temblando de miedo ante unos simples seres humanos, o eso fue lo que pensaste; hasta que llegaron al frente de la cueva.
Ahí fue cuando comenzó la verdadera masacre. Esos hombres, sin piedad alguna, blandían sus armas contra los licántropos, despedazándolos sin ningún remordimiento. No eran personas normales; estaban entrenados exclusivamente para combatir contra ellos. Lo más eficaz fueron las pistolas, pues cuando las balas entraban en contacto con los hombres lobos; comenzaban a ¿hacerse cenizas? Sí, eso. Las balas debían ser de plata también.
También hubo bajas en el bando de esos hombres, pero los licántropos se llevaron la peor parte. No tardaron mucho en acabar con ellos, para luego meterse en la cueva. Las mujeres con hijos, en un intento desesperado por salvarlos, se transformaron también para defenderlos, pero su destino fue el mismo que el de los demás.
No dejaron nada vivo. A pesar de que los licántropos no se alimentaban de humanos, a pesar de no hacer daño a nadie, los exterminaron a todos, mientras blasfemaban contra ellos. No pudiste soportar la escena, y caíste de rodillas al piso, llorando desesperada por lo que sucedió.
Cuando levantaste la mirada, el escenario cambió de nuevo. Esta vez, perseguían a los vampiros, con todo tipo de armas de fuego existente en la época. Pistolas, escopetas, hasta una especie de bomba de plata. La matanza fue igual de cruel. Nadie sobrevivió de los vampiros, y de los humanos quedaron muy pocos.
En medio de todos los cambios de lugares, fue que te enteraste que tu especie se salvó sólo por el hecho de inhibir tus poderes por un lapso de tiempo. La hija de Ayesha no fue la única híbrida que nació.
Ahora te encontrabas en una especie de calabozo, con unos cuantos jóvenes encerrados allí. Viste cómo vinieron unos guardias y se llevaron a la fuerza a una de ellos. Seguiste al lugar donde lo llevaban; era una especie de laboratorio o algo así. Eso, fue lo más desalmado que presenciaste hasta ahora.
Como los híbridos eran en esa época una nueva especie, no sabían muy bien cómo combatirlos. En ese lugar, lo que hacían era experimentar con ellos para saber cuál era el método más efectivo para exterminarlos. Incluso tú podías sentir en tu pecho el terror de aquella joven indefensa. Notaste que todavía no había despertado, y con todo eso, no tenían piedad en jugar con ella. El dolor que la muchacha sentía te desgarraba el alma, no querías seguir viendo cómo la mutilaban, gritabas desesperada que se detengan, pero no te escuchaban.
Luego de hacerla pedazos, llegaron a la conclusión que las armas de plata con filo lacerante o serrado era lo mejor para asesinarlos. ¿Cómo podían ser tan crueles? Ustedes no eran los monstruos, ¡ellos lo eran!
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Despertarte muy agitada y con el corazón a punto de saltarte por la boca. Sentías tus mejillas húmedas, al llevar tus dedos a tus ojos te diste cuenta que lloraste de verdad. Nunca en tu vida se borrarán esas imágenes de tu cabeza. ¿Quién presenció todo eso? ¿Acaso también se heredan los recuerdos o qué demonios estaba pasando?
Estabas más que perpleja por lo que presenciaste en ese sueño/visión. Recién después de varios minutos pudiste volver a calmarte. ¿Será entonces que saben que ya despertaste? No tienes la más mínima idea, y tampoco quieres saberlo. Ahora tienes mucho miedo.
Fuiste directo a tu portátil para buscar más información sobre los híbridos, mejor dicho, cómo matar híbridos.
Las víctimas más posibles de los híbridos son las personas que están cerca de la muerte. Eso los hace sentir que están haciendo algo bueno.
Se los puede matar de varias formas. Una de ellas es clavándoles una estaca en el corazón.
Otra forma es descuartizándolos, cortándoles los brazos y piernas y luego quemarlos y enterrar sus cenizas. Ésta es la forma más efectiva de acabar con ellos.
Algo te decía que podía ser un poco tonto buscar sobre esas cosas en internet, pero era de esa forma en la que mataban a los licántropos, descuartizándolos. Después de leer eso te quedaste congelada del miedo. Cerraste tu portátil y volviste a acostarte en la cama. No querías pensar en nada, sólo querías... no haber nacido nunca.
Presionaste tu cara contra la almohada, intentando hacer encajar todas las cosas que viste. Después de otro rato, pudiste comprender más o menos las cosas. También gente inocente salía perjudicada por culpa de los vampiros, también murieron personas en sus manos. Entonces, todo lo que sucedió era algo que no se podía evitar. Nunca iba a existir la manera en que convivan pacíficamente. Excepto por los licántropos, ¿ellos qué culpa tenían? Eso sí que no tenía excusa alguna.
Si seguías pensando demasiado en eso, ibas a perder la cabeza. Miraste el reloj, recién eran las 2 de la mañana. Te sentías muy indefensa, querías hablar con alguien, y quien te vino a la mente fue Slender. Saliste de tu casa para buscarlo, pero tu olfato detectaba dos personas en el bosque, no sólo una. Sigilosamente te acercaste hasta la parte del bosque donde se encontraba Slender, con otro sujeto.
—Hombre, ¿qué rayos te pasó en el cuello? Eso es algo inaudito... el gran Slender con unas heridas... —el chico comenzó a matarse de la risa.
—Matt... si no dejas de reírte lo lamentarás.
—Haha... no puedes hacerme nada —se sostenía el estómago mientras seguía riéndose—. Déjame sacarte una foto... esto debo guardarlo como recuerdo —dicho eso su tono de risa subió.
Al parecer, Slender perdió la paciencia. Abrió su boca dejando ver sus afilados dientes mientras un rugido de demonio salía de ella. Una vez más, se te congeló la sangre del miedo. El muchacho dejó de reírse en ese momento, pero no parecía nada asustado.
—Ya está bien, no insistiré en saber qué sucedió, es tu asunto, no el mío. Aunque seamos amigos, yo sólo tengo que cumplir tus órdenes ¿no?
—Qué bueno que lo entiendes Matt. ¿Me trajiste lo que te pedí?
—Es obvio, hombre. Está por allá —señaló hacia su izquierda— sentada esperando tu visita. ¡Ja!
—Buen trabajo Matt. Ya puedes irte.
—De acuerdo, cuando necesites me avisas y listo.
Ambos comenzaron a caminar en direcciones opuestas. Al fijarte mejor en el muchacho, tenía un símbolo extraño en su cuello; un círculo tachado. Lo seguiste cautelosamente. Tenía tu estatura, cabello medio largo, ondulado y despeinado, de color castaño oscuro. Su tez era clara, y de ojos verdes. Estabas tan concentrada en seguirlo que no te preocupaste en hacerlo bien.
El muchacho sintió que alguien lo estaba siguiendo y se detuvo. Te escondiste detrás de un árbol para que no te viera, al volver a mirar ya no estaba. Cuando volviste la cabeza estaba frente tuyo. Tapó tu boca para que no se escuche el grito que pegaste del susto.
—Eeeeeh... y ¿tú quién eres? ¿Qué haces por aquí? —te miraba de una forma... traviesa, por así decirlo.
Intentaste hablar pero no te dejó.
—Sólo estaba formulando las preguntas, no espero tu respuesta —sonrió, mirándote de pies a cabeza—. Eres muy guapa ¿sabes? Creo que voy a divertirme un rato contigo...
Apenas terminó de decir eso le prendiste un puñetazo en el estómago, dejándolo tirado en el piso.
—No me jodas imbécil. Tengo suficientes dilemas para estar aguantando tus idioteces...
—Nngh... mal—dita... —apenas pudo hablar.
—Te lo mereces por atrevido... —cruzaste los brazos sin dejar de mirar el extraño tatuaje que tenía en su cuello.
Esperaste un rato hasta que se incorporó otra vez. En ese momento escuchaste el grito que parecía ser de una mujer. Tu oído se sensibilizó bastante como para escuchar el crujir de las tripas y huesos de alguien en la boca de otro.
Hiciste el esfuerzo del mundo para no vomitar. Recordaste que Matt dijo algo sobre que alguien estaba esperando a Slender, ¿se refería a eso? ¿Slender estaba comiéndose a alguien? Intentaste no darle mucha importancia a eso, desde el principio supiste lo que él era. Además, tienes la esperanza que sea por necesidad, no sólo por diversión.
—¿Será que estás asustada por lo que acabas de escuchar? Te ves muy pálida, muerta en vida diría yo... —se volvió a reír.
Si lo que el tal Matt quería era hacerte perder la paciencia, lo estaba logrando.
—¿Te gustaría saber de quién se trata? —canturreó.
—De Slenderman. Ya sé quién es... —respondiste un poco exasperada.
—Tú... ¿cómo lo conoces? —preguntó un poco molesto.
—Y a ti qué te importa.
—Claro que me importa, ¡perra! —gritó y corrió hacia ti, sacando un cuchillo de uno de los bolsillos de su campera.
Hacer eso con alguien como tú es muy tonto de su parte. Lástima que no sabe a lo que se enfrenta. Esquivaste sus ataques sin ningún problema, y en un descuido suyo lo agarraste del cuello, estampándolo contra uno de los árboles, sin que sus pies tocaran el piso. Tu fuerte agarre hizo que tirara en cuchillo e intentara forcejear con ambas manos para librarse.
Después de ese sueño, temes por tu vida mucho más que antes, y algo cambió en tu mentalidad. Antes de eso, lo hubieras dejado libre, pero ahora, las vidas humanas significan menos de lo que valían antes para ti. La razón, obviamente, es que si no los matas, te matan. Nadie te tendrá compasión.
—Si aprecias tu vida, me dirás en este instante quién eres y qué demonios eres... —le gritaste furiosa.
—S-soy Matt... y... soy un... proxy... de... Slender...
¿Proxy? ¿Qué es un proxy?
Lo soltaste para que pudiera hablar mejor. Cayó al suelo y tragó la mayor cantidad de aire que pudo hasta normalizar su respiración.
—Tú... qué rayos eres... tu fuerza no es normal...
—Eso no te interesa...
—¿Qué sucede? —preguntó una voz detrás de ti. Realmente, si pudieras morir de un infarto, ésta sería como la quinta vez.
Saltaste hasta la rama del árbol por el susto. Suspiraste al ver que sólo se trataba de Slender. Ja, sólo... eso es irónico después de lo que pasó hace unos momentos.
—¡Maldición Slender! ¿Qué rayos es eso? —gritó Matt señalándote.
—Esto tiene nombre, ¡IDIOTA! Me llamo [Nombre], ¡para que lo sepas!
—¿Idiota? ¿Me LLAMASTE IDIOTA? ¡Eso lo serás tú!
—No me hagas perder la paciencia I-D-I-O-T-A.
—Grrr... si eres tan valiente, ¡baja de ahí ahora mismo! ¡Voy a patear tu trasero!
Bien, esa fue la gota que colmó el vaso. Comenzaste a gruñir igual que un gato cuando está enojado. De nuevo salieron tus colmillos y tu otro yo no hacía más que incitarte a que lo atacaras.
—Mátalo, vamos, mátalo, bebe toda la sangre que corre por su cuerpo...
Saltaste hacia él pero algo impidió que lo dañaras. Era uno de los tentáculos de Slender que te sostenía en el aire de la cintura.
—¡SUELTAME AHORA MISMO!
—No hasta que no te calmes...
Si pudieras asesinarlo con la mirada, ya estaría más que muerto. Matt se quedó helado por unos segundos, hasta que volvió a reaccionar.
—¿Quién es ella? —preguntó un poco más calmado, y se notaba, que sin ganas de volver a ofenderte.
Slender no contestó. Matt te miró por unos segundos, miró a Slender y te volvió a mirar.
—Ella te hizo eso en el cuello ¿verdad?
—Slenderman, bájame en este instante si no quieres lamentarlo... —le ordenaste bastante enojada todavía.
Por tu tono de voz sabía que no estabas bromeando. Te bajó en ese instante. Cuando tus pies tocaron el suelo, sin decir ni una palabra más, comenzaste a caminar lejos de ellos.
No querías que nadie te siguiera, no querías hablar con nadie, no querías absolutamente nada. Fue bastante perturbador el sueño que tuviste, la carnicería que tus oídos presenciaron, y encima ese idiota que dice ser un proxy de Slenderman. ¿Pero qué cuernos es eso? Ni idea, ya lo averiguarás después.
-Slender POV-
Está muy, muy enojada. Lo mejor será que no la siga. Por el momento, tengo que averiguar qué rayos pasó.
—Matt... qué hiciste...
—Y-yo no hice nada...
—No me mientas, tus pensamientos me dicen otra cosa...
—Bueno, sólo intenté matarla, eso es todo...
—Qué tú.. ¿QUÉ? —aún así, no entiendo por qué estaba tan enojada.
—¿Lo siento?
—Ya no importa —suspiré. Lo dejo solo un momento y esto pasa.
—A todo esto, ¿puedes responderme quién es ella?
—Es mía... eso es todo lo que necesitas saber, así que la próxima vez será mejor que te disculpes y no vuelvas a intentar ponerle un dedo encima, porque te las verás conmigo...
—E-entiendo... de verdad lo siento... creo que mejor me voy...
—Sí, mejor...
Al dejar de ver la silueta de Matt, intenté localizar a [Nombre]. Ni siquiera estaba en el bosque, no puedo ubicarla, lo que quiere decir que está muy lejos. Algo le sucede y tendré que averiguar qué. Aparte de eso, ya sabe que Matt es mi proxy, me preocupa qué estará pensando sobre eso.
Decidí ir a dormir, después de todo, estaba cansado, y después de cenar, siempre me entra sueño. Me teletransporté hasta la casa abandonada en la que suelo descansar, y me acosté en el sofá.
Ayesha no era cualquier vampira. Utilizaba su cuerpo para atrapar a sus víctimas y convertirlas en sus esclavos, hasta el momento en que ella decidía matarlos. Esos poderes fueron heredados por ella.
En el momento en que te acostaste con ella, firmaste tu condena. Desde ahora no podrás estar mucho tiempo lejos de ella, la necesidad de tenerla cerca te carcomerá por dentro. Desde ahora, dependes de ella, la necesitas para seguir viviendo sin volverte loco.
Me levanté de golpe del sofá. ¿Qué fue eso? ¿Un sueño? No, no lo es. Ahora que lo pienso bien, olvidé por completo ese pequeño detalle. No es justo, ser el único dependiente... no es nada justo.
Miré por la ventana, ya era de día. Seguía sin sentir su presencia. Y realmente, ya comenzaba a sentir los efectos de no estar cerca de ella. Definitivamente, esto es muy injusto.
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