Encuentro Inesperado

Abriste los ojos, mirando a tu alrededor, encontrándote en tu cama. ¿Qué no estabas en el bosque? Miraste hacia la ventana por donde entraban los primeros rayos del sol. Lo último que recuerdas es que estabas sentada en el bosque mirando la luna llena, y cuando eso volvió a atacarte aquella sensación. ¿Por qué? ¿Qué significaba eso? Te sentaste en la cama haciendo a un lado la frazada. Ni siquiera la ropa que tenías era la misma que la que llevabas puesta anoche. Algo no encajaba en todo eso, algo no estaba bien.

Esos ataques, el no recordar nada, no son cosas normales. Tal vez lo mejor sea que vayas a ver a un médico. Fuiste lentamente al baño para ducharte y cambiarte de ropa. Al terminar saliste de tu habitación, camino a la cocina para buscar algo de comer. Después de todo, ahora tu heladera estaba llena. Abriste la heladera buscando algo para comer, pero todo lo que había ahí te daba náuseas.

¿Qué...? ¿Qué demonios significa eso? ¡No podías comer absolutamente nada! Algo estaba ocurriendo contigo, y un presentimiento te decía que no era nada bueno. Te sentaste en la mesa de la cocina muy preocupada y confundida con lo que te estaba pasando. Para empezar, no tenías ni un poco de hambre. ¿Cómo es eso posible? Si ayer no probaste ni un solo bocado de nada, y te sentías mejor que nunca. Hablando de eso, realmente, era un poco extraño. Te sentías con mucha energía, como rejuvenecida. ¿Será por el baño? Debe ser eso, tiene que ser eso.

Te estabas ahogando en tus pensamientos cuando percibiste un olor, uno bastante atrayente. Sin pensar dos veces fuiste hacia esa dirección. Saliste de la casa, cerca de la ventana de tu habitación, pero no había nada. El olor seguía cerca. Provenía de uno de los árboles.

Seguiste olfateando, intentando acercarte a la fuente de ese extraño aroma. Alzaste la mirada hacia el árbol donde estabas segura se encontraba lo que fuera que desprendiera aquel olor. Antes de que te dieras cuenta estabas sobre una de las ramas más altas del árbol, frente a lo que tu olfato estaba percibiendo. Por razones desconocidas, te acercaste a eso sin dudarlo, hasta que el frío contacto de sus manos con tus hombros hizo que vuelvas en ti.

—¿Qué estás haciendo? —habló provocando que te confundas más.

Debes estar alucinando. ¿Slenderman? ¡¿En serio?! No puede ser posible. Cerraste fuerte los ojos por un buen rato, pensando que era algún sueño descabellado. Al abrirlos de nuevo la imagen no cambió nada. Del susto retrocediste, cayendo de la rama donde te encontrabas.

¿Pero que....? ¿En qué maldito momento llegaste ahí? Lo que es más... ¿CÓMO DIABLOS? Ya te hiciste a la idea que ibas a morir impactando el suelo, por lo que cerraste tus ojos en un intento de sentir menos el golpe psicológico más que otra cosa. Pero nunca llegaste al suelo. De nuevo abriste los ojos, y el motivo por el cual estabas en el aire era un tentáculo negro que rodeaba tu estómago. Seguiste con la mirada el origen de aquello, encontrándose tus ojos con el hombre sin rostro, sentado en la rama.

Suspiraste profundamente. De verdad, ¿Qué rayos está pasando? Ya te está cabreando todo esto. Nunca te gustó no saber lo que sucede a tu alrededor, y todo esto ya estaba siendo demasiado. ¡Por todos los demonios! No pudiste articular palabra alguna. Sólo cubriste tu rostro con tus manos. Querías llorar, es más, varias lágrimas ya estaban corriendo por tus mejillas.

Nada tiene sentido en estos momentos. El olor que estabas persiguiendo era de Slender, y eso no es todo, te salvó la vida. Un momento... ¿Por qué te salvó? ¿No se supone que es un monstruo asesino que se divierte descuartizando personas? Pensar eso te revolvió las entrañas, mucho miedo te invadió al principio. Pero, pasaban los minutos y seguías en la misma posición en el aire, y al parecer el seguía recostado en la rama.

Sí, tenías muchas dudas, pero no ibas a abrir la boca para preguntarlas por nada del mundo. O por lo menos eso pensaste durante los primeros 20 minutos. ¿Es que no iba a hacer nada más que tenerte ahí colgada? Según leíste el hombre no habla, al menos nadie vivió para contarlo, según dicen.

—¿P-por qué... me salvaste? —preguntaste aún sin sacar las manos de tus ojos.
—Pensé que te tragaste la lengua —respondió sin inmutarse.

Habló... ¡HABLÓ! Bien, esa no era la respuesta que esperabas, pero algo es algo. Con tus manos secaste tus lágrimas, limpiaste tus ojos y te animaste a mirarlo, a lo que se supone es su cara. Al parecer te estaba mirando.

—Gracias... por salvarme... pero ¿por qué? —volviste a preguntar intentando no morderte la lengua del miedo.
Se calló por un momento, hasta que volvió a hablar: —¿Te das cuenta de la altura a la que nos encontramos?

Automáticamente miraste hacia abajo. Estaban muuuy lejos del suelo. Nunca jamás fuiste buena trepando árboles. ¿Cómo fue posible que llegaras hasta ahí? Rebobina, rebobina. Habías estado siguiendo un olor que percibía tu olfato. ¿Era Slender? Pues, sí, con él te encontraste al darte cuenta dónde estabas.

—¿Qué pasa conmigo? —murmuraste, de nuevo estabas por llorar.
—Creo que tengo una idea, pero antes, ¿qué fue lo que hizo que treparas hasta aquí?

No ibas a decirle qué fue. No, eso es bastante vergonzoso. Desviaste la mirada hacia otro lado, para que no se diera cuenta del sonrojo que tenías en ese momento.

—Si no vas a decirlo te suelto.

Bien, o decirlo, o morir. Que se lo lleve el diablo.

—F-fue... por tu olor... —murmuraste sin mirarlo.
—Lo sabía.

Cuando voleaste a verlo estaba sonriendo. ¿Estaba jugando contigo? ¿Qué rayos le pasa? Te cruzaste de brazos frunciendo el ceño, volviendo a mirar hacia otro lado.

—Algo se está moviendo a unos kilómetros de aquí ¿Qué es?

La pregunta te sacó de tus pensamientos. Cerraste los ojos y comenzaste a olfatear.

—Es un conejo —contestaste con una sonrisa triunfadora.
—También tu olfato está desarrollado.

Espera, eso fue para probarte. ¿Acaso él sabe lo que te está pasando y está comprobándolo? Qué más da. La situación de por sí es más que descabellada.

En eso te suelta y al voltear donde se supone estaba sentado, ya no se encontraba. Cayendo al suelo ves cómo de la nada aparece debajo de ti y te atrapa en sus brazos. Qué manera más sutil de bajarte. Esa fue la gota que colmó el vaso. Estabas más que furiosa, estabas más que molesta. ¡Querías matarlo! Pero, no puedes, te salvó la vida, por alguna razón que desconoces.

Aún así, tantas cosas en tan poco tiempo ya rebasaron tu límite. No era justo, claro que no. No tener ni una sola explicación de todo eso no es para nada justo. Te sentaste en el suelo, escondiendo tu cabeza en tus brazos. Si esta es una pesadilla, ¡Querías despertar ya!

—Supongo que tienes muchas dudas en tu cabeza —dijo ofreciéndote una mano para que te levantaras.

Levantaste la mirada y volviste a bajarla. Ya estabas harta, si lo que quería era jugar contigo que se busque otro entretenimiento, para ti no estaba siendo para nada divertido.

—Tengo una leve idea de lo que puede ser que te esté pasando.

Cuando dijo eso de inmediato volviste a alzar la vista, tomando su mano para levantarte.

—Por favor, quiero saberlo —dijiste limpiándote las lágrimas de los ojos.

Sin soltar tu mano, comenzó a caminar, adentrándose más en el frondoso bosque. Siguieron caminando por muchos minutos más, sin decirse una palabra. Hasta que llegaron a lo que parecía ser una casa abandonada. Entraron y te sentaste en el sofá de la sala, mientras él se sentó delante de ti.

Comenzó a narrarte la leyenda de cómo fue que un licántropo y una vampira tuvieron una hija.

—Después de pensarlo bastante, puedo asegurar que tú eres la descendiente, teniendo en cuenta que el tiempo del hechizo ya se acabó —concluyó con el tono de voz bastante serio.

Debe ser una broma. En serio, debe ser una broma.

—¿Me estás diciendo que soy una mezcla de dos razas que ni siquiera hay evidencias de que existieron?
—No hay evidencias porque los humanos de esa época eliminaron absolutamente todo lo que tenía que ver con ellos. Primero cazaron a los vampiros, luego a los licántropos. Y sí, estoy diciendo que eres un híbrido. Ese es el nombre que le pusieron a tu especie.
—¿Híbrido? —estabas más confundida que nunca.

Te levantaste para irte del lugar. Obviamente no podías creer algo como eso. Antes de salir por la puerta sentiste como algo atravesó tu estómago. Al mirar la causa del dolor, el mismo tentáculo que antes te había salvado, ahora atravesó tus entrañas. Caíste de rodillas al piso y el hombre retiró aquella extremidad. Era el fin. ¿Por qué te había salvado? ¿Por qué ahora hizo eso? De repente, el intenso dolor iba desapareciendo. Al mirar al herida, se estaba cerrando rápidamente, quedando como si nada hubiera pasado, excepto por tu ropa rota.

—¿Ahora ya me crees? —preguntó.

Lo miraste atónita sin saber que decir. Así que estaba diciendo la verdad, eras un monstruo. Como por instinto, corriste a abrazarlo. En ese momento no te importaba si era un ente sobrenatural, lo único que querías era un abrazo. Lo más sorprendente de todo, fue que lo correspondió. Después de varios minutos llorando, lo único que te quedaba era aceptar tu realidad. Cuando notó que estabas más calmada, comenzó a hablar.

—Cuanto más rápido te acostumbres a lo que eres, más pronto podrás controlar tus habilidades. Si no lo haces, causarás muchos estragos. Dicen que la mezcla de esas dos razas podía dar como resultado un ser tan fuerte, tan invencible, y con habilidades nunca antes vistas. Eso lo comprobé anoche —aún seguía correspondiendo el abrazo.

Anoche. ¿Qué pasó? No recuerdas absolutamente nada.

—¿Q-qué hice anoche? —preguntaste apartándote de él rápidamente. Temías la peor respuesta.

—Cenaste la sangre de unas 20 personas, sin mencionarte que te convertiste en algo parecido a un licántropo, y también en un gato... —eso último lo dijo como si él mismo no lo creyera del todo.

Mataste a 20 personas y no recuerdas nada. Espera.... Ahora que él menciono eso, recuerdas lo doloroso que fue la transformación. Recuerdas tu forma, recuerdas que comenzaste a perseguir algo, y a eso llega tu memoria.

—No me salgas con eso de que no puede ser posible, porque lo es —antes que dijeras algo te tapó la boca con esas palabras.

En serio, era todo lo que estabas diciendo desde que te levantaste de la cama. Es verdad, cuesta admitir en lo que te has convertido, pero no puedes remediar nada. Además, debería sorprenderte más el hecho de que la persona que te está ayudando es Slenderman.

—Las habilidades que pudiste desarrollar por ser una mezcla de razas no las sé, pero sé perfectamente cuáles son las ventajas y desventajas de ambos —sin apartarse, te miraba mientras hablaba—. El poder regenerarse es cualidad de ambas especies. Los vampiros no podían salir a la luz del sol, pero los licántropos sí. Por lo que veo, esa ventaja predomina en ti. Los licántropos poseían increíbles habilidades para cazar. Tales como la velocidad cuando corren, el olfato que detecta a kilómetros su presa, y la increíble fuerza para pelear. Los vampiros eran seres más sigilosos, adaptados para esconderse ante el peligro y a la hora de atacar. Poseían una visión nocturna incomparable. Dicen que poseían la habilidad para rastrear a sus presas, así como podían descifrar las intenciones del enemigo. Es como un sexto sentido, olían el peligro. Por lo que vi, también puedes cambiar de forma a voluntad, si llegas a controlarlo. Juntando todas las habilidades de ambas razas, las debilidades que te quedan son... prácticamente nulas.
—Entonces... ¿yo puedo hacer todo eso?
—Deberías poder.
—Debes llevar mucho tiempo en esta tierra para conocer tanto sobre ellos...
—Si me lo preguntas... tengo 892 años.
—... —sólo pudiste mirarlo con los ojos bien abiertos.

¿Siempre estuvo solo en estos lugares? Es demasiado tiempo para alguien, sea lo que sea, sin compañía. A pesar de todo lo que se decía de él, en realidad, podría ser como siempre pensaste. Que en todo este tiempo, haya estado buscando alguna compañía, alguien que no le temiera.

Si confías en sus palabras, todavía hay muchas cosas en ti que debes descubrir y aprender a controlar. Tal vez no sea fácil, pero, si alguien te ayuda, la carga será más llevadera. Si no lo intentabas, ¿cuántas personas más morirían por culpa tuya? No importa cómo, de alguna manera, tenías que lograrlo; cueste lo que cueste.

—Slender, por favor, ayúdame a aprender a controlar mis habilidades —estabas decidida a tomar las riendas en el asunto.

Él, simplemente se quedó mirándote sin decir nada, pero pudiste notar la leve sonrisa que se formó en su rostro.

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