63. Mary
Estoy cansada de que Salmeé me odie y no me acepte.
¿Está mal sentir odio hacia alguien que te rompió de mil maneras diferentes?
¿Por qué soy considerada el monstruo aquí?
Yo arrastré el cuerpo de Iván hasta la cocina. Tomé el cuchillo y caminé sobre su sangre. Cerré la puerta sabiendo que no había llave cual girar y retrocedí. Me arrodillé a su lado y fue mi corazón el golpeado con la misma fuerza en que Elián lo golpeó a él.
Ver a la persona que amas desangrándose sobre tu regazo sobrepasa los límites de los sentimientos más asfixiantes. La desesperación, el dolor y el terror quedan pequeños para lo que es sentir que te estás muriendo aunque sigas con vida.
Llamé a Iván y jamás contestó. No hubo reacción. La única respuesta que obtuve fue el agudo sonar de la pava.
Es increíble pensar que diez minutos antes de eso iba a prepararme un té y leer un rato, que le iría a dar las buenas noches aunque él estuviera dormido, pero en su lugar, ahí estaba: llorando, temblando y queriendo morirme con él en mi cumpleaños.
Entonces, la puerta se abrió.
El sujeto cuyo rostro ahora puedo poner nombre, me gritó. Comenzó a cuestionar dónde estaba algo de lo que yo no tenía idea y avanzó. Clavó los abismales ojos en Iván y supe que deseaba arrebatarle la frágil respiración que aún me decía que seguía con vida.
Me interpuse en su camino con el cuchillo en mano. Fui valiente a pesar de que era cenizas de miedo por dentro.
Le lloré para que retrocediera.
Le pedí para que se alejara.
Lo amenacé con que la policía estaba en camino.
Pero él no me escuchó.
Se abalanzó y logré cortar la manga de su camiseta antes de que me arrebatara el cuchillo. Me empujó contra la cocina y lanzó la pava con agua hirviendo sobre el abdomen y piernas de Iván. Agradecí que no estuviera consciente para sentir ese dolor y el ardor extendiéndose sobre cada parte de su cuerpo.
Elián exigía que le contara cosas que no sabía. Puso el cuchillo sobre mi garganta y me obligó a retorcerme hacia atrás. Sentí la llama de la hornalla calenténdome la espalda y, a pesar de serle honesta, él dijo que le estaba mintiendo e iba a arrepentir de hacerlo.
Lanzó el cuchillo a través de la habitación y rodeó mi cuello con sus dedos, que se tiñeron de rojo. El calor se acercó hasta el punto en que mi camiseta empezó a desintegrarse y emanar olor a quemado. Le supliqué que tomara todo lo que había en la casa, que hiciera cualquier cosa conmigo, menos eso.
Le rogué por algo de humanidad a alguien que no sabía lo que era aquello para empezar.
Salmeé quiere que acepte que él cambio, pero entonces ella debe aceptar que también me lastimó. Nos lastimó. ¿Por qué no puedo odiarlo cuando aún puedo oler mi propia carne quemándose y sentir el intenso calor de las llamas destrozándome la piel? Tengo derecho.
No todo se puede perdonar.
No soy la villana de la historia.
Soy la chica que vivió mil infiernos en una noche y tuvo que sufrir las secuelas hasta el día de hoy, sabiendo que jamás olvidaría lo que se siente ahogarse en agonía y rogar para que su vida se termine antes de tiempo.
Soy Mary, la que se niega a olvidar.
La que no perdona a quien la hizo desear morir.
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