39. Iván
—Hola, guapo —saluda la camarera, una anciana de intensos y pícaros ojos claros—. Bienvenido a Hilda's, ¿qué se te antoja?
Le sonrío y aparto el menú para frotar mis manos y entrar en calor. La estación de buses está a unas pocas calles de aquí y antes de buscar un hotel para instalarme pensé en tomar algo caliente y llenar mi estómago. No funciono sin comida, y mientras tanto planeo indagar sobre la ciudad y el hospedaje con los lugareños. Por aquí no alquilan vehículos, por lo que tendré que ir a pie con la nevada.
Solo espero que Mare esté cerca.
—Un café doble, una dona glaseada de limón, otra de chocolate, y la porción de brownie con nuez más grande que tenga.
—Ojalá todos los hombres que entraran por mi puerta pudieran comer eso y verse como tú.
Un estruendo la sobresalta. Se gira hacia una mesa en el otro extremo del café. A un hombre se le cayó una taza. La anciana, la cual creo que es la dueña del local, suspira exasperada.
—¡Es la quinta que rompes en lo que va del mes, abuelo! Consíguete un par de anteojos y chequea tu pulso. —Niega una y otra vez con la cabeza antes de volverse hacia mí—. Siento que interrumpan nuestro coqueteo. Mis empleados tienen el día libre y estoy sola, así que debo encargarme de esto. Luego traeré tu pedido y retomaremos esta conversación, lo prometo. —Me guiña un ojo y sale disparada—. ¡¿Cuántas veces te he dicho que dejes de romper mi vajilla, ,maldito y sensual Northford?! La próxima me la pagas.
Me quedo a solas en la cabina contra la vidriera otra vez.
Viltore City es muy pequeño. Me pregunto qué tan lejos estaré de Mary. ¿Vivirá dos cuadras calle abajo? ¿Tres arriba? ¿Habrá estado solo de paso por la ciudad? ¿Vendrá a tomar café aquí a menudo? Con menos de cinco mil habitantes es muy probable que todos se conozcan, así que, cuando la mujer regresa, la interrogo.
—¿Hay algún hotel cerca de aquí, señora?
—Solo hay uno, pero no estoy segura de que sea un hotel. Está a un kilómetro de aquí. —Deja el café frente a mí y de forma automática lo rodeo con ambas manos. El calor se filtra a través de la taza y comienza a quemar, pero tengo tanto frío que no me importa—. Le diré al inepto de Northford que te deje ahí cuando se marche. Me debe un favor por la taza.
Me muerdo el labio inferior, impaciente cuando deja ambas donas frente a mí y mi estómago gruñe. No tuve tiempo para comer en lo que va del día, sobre todo porque no dejé de pensar en Mary y no soy el tipo de persona que puede hacer dos cosas a la vez.
—¿A ti te dan de comer en tu casa, jovencito? ¿De dónde vienes? —pregunta tanto por ver mi reacción ante la comida como por curiosidad.
—Vivo con unos amigos. Ninguno de nosotros es una aficionado a la cocina, así que comemos hamburguesas y galletas que están de oferta en el supermercado para subsistir. —Me encojo de hombros y hay horror de abuela en sus ojos—. Soy de una ciudad que está más al Este, cerca de Betland y Owercity. Se llama Kordell.
—Conozco Betland, la Tiranosaurio Rex de amiga Mary Hyland vive ahí. —No sé de quién habla, pero recordarla la hace sonreír.
También sonrío, pero no por Mary Hyland, sino por mi Mary.
—Estoy buscando a alguien —explico. La repentina llegada del forastero parece cobrar sentido en su rostro y asiente en la espera de que continúe—. Casualmente se llama como su amiga. ¿Hay muchas Marys por aquí?
—Es un nombre bastante popular. Dame algún detalle, galán.
Estoy a punto de describirla, pero recuerdo que tengo una vieja foto en mi billetera. En cuanto la saco del bolsillo de mi abrigo y se la tiendo, su expresión cambia.
—El mundo es bastante pequeño, ¿sabías? —Escudriña la imagen un poco más antes de sonreírme como si tuviera un secreto.
Diablos.
¿Estoy soñando o de verdad la encontré?
¿Así de rápido?
¿Así de fácil?
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