—¿Perdiste algo?
Me giro para encontrar a Salmeé bajar las persianas del local. Hace más de veinte minutos que cerramos y he estado revolviendo el lugar de arriba a abajo, lo cual la exasperó.
—Las llaves del coche. —Rasco mi nuca, avergonzado.
—¿Tu casa queda muy lejos? —Mira a través del cristal de la puerta la nieve que se acumuló a lo largo del día.
—Yo... yo no tengo casa, y tampoco dinero para pagar un hotel —reconozco—. No es que haya muchos por aquí. Creo que por eso se aprovechan y tienen la tarifa por noche tan alta.
A pesar de que sigue con los ojos en la calle, no creo que la esté viendo de verdad.
—Duermes en tu auto —adivina.
—Duermo en mi auto —confirmo.
Se gira y luce enojada, pero no conmigo. Hay empatía en sus ojos mientras se debate entre ayudarme o no. Por un momento creo que ganará el recelo.
—Aunque encontraras las llaves del coche no podría dejar que durmieras en él, lo sabes, ¿cierto?
Al escucharla sé que jamás va a dejar que vuelva a dormir en el auto. Le disgusta ser consciente de mi realidad porque ahora su conciencia no permitirá que pase el invierno durmiendo en el asiento trasero de un cacharro que se cae a pedazos. Es todo un dilema si tenemos en cuenta que no le caigo bien.
—Hay un sofá en mi habitación, puedes dormir ahí. —Apaga las luces del café y traza el camino por la cocina a una puerta que lleva al patio—. ¿Qué esperas? —cuestiona mientras continúo de pie aturdido, en medio de Hilda's.
Me apresuro a seguirla y pronto nos encontramos bajo el manto nocturno y los copos de nieve. El frío me cala los huesos, pero no por suficiente tiempo. Entramos a un depósito y subimos por una escalera que desemboca en una puerta con la pintura rosa resquebrajada.
—Yo tampoco tenía casa —dice.
El pesar en su voz se asienta entre nosotros y busco algo para distraerla del recuerdo.
«Creo que tú y yo tenemos algo en común, Salmeé».
—Habrás sido la vagabunda más linda de la cuadra.
De acuerdo, eso no fue lo más inteligente para romper el hielo.
—Creo que debería cerrar la boca. —Escondo las manos en los bolsillos.
—Sí, deberías —concuerda con cierto humor.
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