Capítulo 3. Desesperación y calma.

El Universo de Risto

Cuando me mandaron la misión de ser el Universo de Risto, pensé que sería un caso fácil. Me dijeron que en la vida pasada había sido un niño sin recursos económicos y que había muerto joven debido a una enfermedad que no pudo tratar dado a lo anterior. Por supuesto esas cosas conmueven el corazón de cualquiera. Me dijeron que mi misión sería cuidarlo y complacerlo de manera que se pudiera compensar su vida pasada, de modo que pudiera ampliar su conocimiento humano para cuando le tocará evolucionar, trascender; o la palabra que la gente use.

Cuando llegué a casa de Risto, me di cuenta que era el niño más esperado de todos. Sus padres habían adornado la habitación mucho tiempo atrás; habían comprado cosas para su futuro hijo desde el día que se habían casado. No podían dejar de imaginar su cara, sus ojos. Tenían miles de planes para él en el futuro; prácticamente el niño tenía su vida asegurada. A ellos no les importaba que sexo tendría el bebé, lo único que deseaban más que nada es que su bebé se les lograra. Ya antes habían tenido embarazos sin éxito alguno; cosa que los había marcado y que los tenía con miedo.

Cuando me acerqué a Risto para tener nuestro primer contacto, decidí mandarles un hijo hombre. Pensé que tendría una vida más cómoda que si les mandaba una bebé. Generalmente cuando sexamos a los bebés, y tenemos nuestro primer contacto con ellos, nosotros cambiamos de color; pero en mi caso, no pasó nada..., seguía siendo de color blanco cual si fuera un fantasma.

Me encargué de todo, organicé a los Universos de los padres de Risto para cuidar y proteger a ese bebé de ser posible con nuestra propia vida universal; de tal manera que así se pudiera lograr y llegara sano y salvo a su familia. Todo parecía ir a la perfección; sus padres estaban felices y emocionados. Organizaron increíbles y costosas fiestas para su futuro hijo, donde presumían sus ultrasonidos, sus futuros accesorios, su futura ropa, aún no lo conocían y parecían sentirse orgullosos de él.

Cuando nació Risto, tuve la oportunidad de ver su parto. En cuanto hice contacto visual con él, prácticamente quedé enamorado. Juré amarlo y protegerlo por el resto de su vida. En cuanto él comenzó a expresar sus deseos, comencé a concedérselos; cosa que era bastante fácil pues sus padres siempre estaban al pendiente de sus necesidades. Había cosas que Risto sin pedir obtenía, y que por supuesto, también disfrutaba. Juguetes, juegos, comida, salidas... Risto lo tenía todo, excepto amigos. Risto siempre fue un niño muy serio, callado y algo engreído.

Sin embargo, debido a la gran atención que tenía de sus padres nunca se sintió solo. Nunca sentía necesidad alguna de nada, así que prácticamente su vida y la mía eran perfectas. Jamás me preocupe de nada que tuviera que ver con él; y él nunca se preocupó por nada que tuviera que ver consigo mismo.

Siendo parte oficial de la familia decidí usar un accesorio como los Universos de sus padres; y algo que identifica mucho a Risto, es que siempre está con bufandas en invierno (especialmente una roja que es su favorita y le regaló su madre). Es por eso que siempre ando con una bufanda, por eso y porque esperaba que no se me notara tanto el color blanco.

Cuando nos mudamos a Rovaniemi y vi la posibilidad de que pudiera entablar una relación con Ruth; quien además poseía un don complementario de Risto, pensé "Es perfecta". El Universo mayor, Dios, los debió unir por eso, porque seguramente están destinados a triunfar juntos.

Vi esa amistad crecer día tras día; cuidando cada detalle evitando que algo les faltara, creando atmósferas perfectas. Durante el invierno, el verano, la primavera y el otoño; siempre hice que Risto disfrutara de la compañía de Ruth. Él estaba fascinado con su presencia, y es que ella fue su primera amiga. Claro que Risto, y su enorme orgullo, jamás le permitirían aclarar esta situación tan especial para él. Esto es algo que callamos y guardamos en silencio él y yo.

Una vez en verano, vi a Risto enseñarle a Ruth a comer sushi con palillos. Ruth estaba fastidiada de intentar hacerlo, Risto se reía junto con ella, pero jamás le perdió la paciencia. Acomodaba sus dedos con delicadeza en los palillos y la veía coquetamente mientras ponía su sonrisa, y yo sonreía de verlo.

—La ama, la ama, lo sé —decía el Universo de Ruth viéndome.

—Es su mejor amiga... —contesté con fastidio.

—Tu deberías decirme. De todas maneras, no podría decirle a Ruth lo que tú me digas.

—No puedo dar información sobre la vida personal de mi humano, confórmate con observar —dije sacando un tazón de palomitas, mi especialidad.

La verdad es que yo sí sé que Ruth es especial para Risto; pero ciertamente jamás he tenido idea de que tan especial realmente es.

Risto logró tras muchos esfuerzos enseñarle a Ruth a tomar los palillos correctamente; aunque seguían riéndose el uno del otro. Al terminar, Risto caballerosamente pagó la cuenta y recibieron un par de galletas de la suerte. Volteé a ver al Universo de Ruth guiñándole el ojo y decidí poner mis manos sobre las galletas jugando un poco con su suerte.

Risto al abrir la suya abrió los ojos de par en par y se metió la galleta en la boca; haciendo bolita su papel. Ruth, cuando abrió la suya; se ruborizó y la guardó rápidamente en su bolso pequeño color negro que siempre suele llevar cargando.

—¿Qué decía el tuyo? —dijo Risto cruzándose de brazos, levantando la ceja y con media sonrisa en el rostro.

—Decía que... tendría un día lluvioso —dijo viendo las nubes por la ventana— ¿Y el tuyo?

—El mío decía... —comentó subiendo la vista al techo, pero en la misma pose— que tendría que caminar a casa...

Ambos mintieron. Lo que había puesto en sus papeles realmente decía "El amor de tu vida podría estar frente a tus ojos"; sólo lo hice porque quería saber que reacción tendrían. El Universo de Ruth y yo comenzamos a reír fuertemente mientras los veíamos retirarse. Risto había dejado su papel de la suerte hecho bola sobre la mesa, mientras que Ruth si lo había conservado.

—Creo que con esto podemos comprobar que a él sigue sin interesarle —comenté a su Universo.

—Es lo que veo, pero entonces que no juegue con sus sentimientos.

—Creo que es involuntario. Creo que él sólo está siendo él mismo, no es que este jugando con ella en sí...

Comenzó a llover. Risto llevaba un paraguas grande color rojo y Ruth llevaba un paraguas color rosa y viejo, que con trabajos podría abrirse. La lluvia empezó a volverse tormenta rápidamente. El paraguas de Ruth no parecía resistirlo, a veces se doblaba mojándola un poco. Toqué a Risto para que se diera cuenta, y cuando la volteó a ver; puso su paraguas rojo protegiéndola mientras caminaban de vuelta a sus casas. Él la veía tiernamente, aunque por dentro pensaba "Que tonta es..." y el Universo de Ruth y Ruth se derretían ante tal escena. Al ver que la madre de Ruth aún no llegaba a su casa, Risto llevó a Ruth dentro de la suya y le preparó un café caliente con leche; que acompañaron con unos panes finlandeses con queso gratinado.

La madre de Risto los veía sonriendo, y pasando del lado de Ruth; la tomó del hombro apretándoselo un poco. Risto al ver tal acción de su madre, la vio un poco confundido y detuvo sus mordidas a su pan.

—¿Quieres regresar a tu casa? Seguramente Guinness te extraña —dijo Risto.

—Está bien —dijo sin estar totalmente convencida—; me llevaré mi pan entonces.

—Está bien. Además, ha parado de llover y seguramente tienes cosas que hacer.

Risto acompañó de vuelta a Ruth a su casa, que se encuentra unos cuantos metros de la suya y cuando volvió se quedó viendo fijamente a su madre; está le devolvió la mirada con extrañeza arqueando la ceja.

—¿Qué pasa ahora? —le preguntó.

—No te encariñes con Ruth...

—¿Por? —dijo extrañada.

—He visto que la has tomado del hombro, y no me agrada que tengas tanta confianza con ella.

—No significa nada, simplemente pasé... —explicaba su madre.

—De cualquier forma, no lo hagas. Mañana traeré a quien será mi novia —dijo sin apartar su mirada molesta.

Su madre se quedó en muda y estática... y para ser honestos yo también. Ni siquiera sabía que Risto tenía un interés en alguien en especial; parecía guardarse la mayoría de sus pensamientos para él mismo donde nadie los fuera a tocar.

Al siguiente día, le pidió a Mira que fuera su novia. Ella era un año mayor que él; pero por supuesto aceptó encantada. Desde entonces, Risto se convertía en el popular de la escuel; Mira era la encargada del comité estudiantil en aquel entonces. Cuando Ruth conoció la primera novia de Risto se molestó; pero tenía que ocultar su molestia ante los demás al tener que aparentar que era su hermana. Tenía que fingir que salía por las tardes, y que esa era la razón para no estar en casa de Risto cuando él y su novia estaban ahí... Ruth volvió a estar sola...

Tiempo después, un día viernes, si mal no recuerdo; Ruth no salió para ir a la escuela, cosa que le preocupó a Risto. A la vez creyó saber la respuesta; él pensaba que posiblemente Ruth estaba enferma y que por eso no respondía cuando tocaba el timbre. Risto llegó a la escuela e hizo su día normal. Ese día decidió no salir con Mira y mejor pasó a la pastelería por un pedazo de pastel de chocolate, el cual era el favorito de Ruth y de Risto.

Pasó por la casa de Ruth y la encontró aún con las luces apagadas, cómo si no hubiera nadie. Se le hizo extraño, así que de nuevo se asomó por las ventanas tocando el timbre. De la casa salió Guinness corriendo. Se detuvo frente a él moviendo sus patas cómo si quisiera seguir corriendo; como si quisiera que la siguiera y se metía a la casa esperándolo a través de la entrada para perro que le habían mandado a hacer tiempo atrás. Risto intentó abrir la puerta sin éxito alguno, pero entendía perfectamente la señal de Guinness. Dejó sus cosas afuera de la casa y se metió por la misma entrada que Guinness. Corrió tras de Guinness hasta el baño donde sólo se escuchaba la regadera. Intentaba abrir la puerta mientras gritaba para saber si adentro se encontraba a Ruth; no recibió respuesta y nadie le abrió. Buscó con que romper la chapa encontrando un martillo y de un sólo golpe la destruyó. Metió sus manos dentro hasta lograr abrirla y encontró a Ruth desmayada en la bañera; con su pijama puesta y un frasco de píldoras para dormir totalmente vacío a su lado. Había abierto las llaves del agua esperando morir ahogada. Risto la abrazó fuertemente y la cargó envolviéndola en una toalla. La llevó así hasta la sala donde marcó a su casa pidiendo ayuda sin abandonar a Ruth. Guinness la veía asustada y se echaba a su lado llorando. La madre de Risto inmediatamente saco su carro de la cochera y pasó por ellos llevándolos al hospital.

Cuando estaban ahí esperando noticias, se comunicaron con la madre de Ruth quien apresuradamente salió de su trabajo para alcanzarlos en el hospital. Cuando por fin llegó con sus ojos llorosos, no obtuvo el recibimiento que esperaba.

—¡Todo esto es culpa suya! —le gritó Risto y yo me llevé una mano a la frente.

—¿Mi culpa? —dijo molesta su madre y queriendo llorar.

—Todo el tiempo la tiene abandonada. Prácticamente mi madre y yo siempre estamos viendo por ella. De no ser por que me metí a ver qué pasaba posiblemente su hija estaría muerta.

—Pero ¿Quién te crees que eres? ¿Está viendo cómo me está hablando su hijo? —le preguntó a la madre de Risto.

—Me encantaría defenderla, pero tiene razón. Todos en el pueblo piensan que es de mi familia y eso es porque todos saben que nosotros somos quienes realmente se hacen cargo de ella.

—Eso es porque su hijo le ha hecho creer eso a todos —replicó la madre de Ruth.

—Pues si lo creen, será por algo —le contestó Risto molesto y cruzando sus brazos.

—Estamos tensos todos —interrumpió la madre de Risto—. Lo mejor será calmarnos, lo importante es que Ruth salga de esto...

Risto se retiró de la escena, fue a la tienda del hospital donde pidió unas galletas. Las manos aún le temblaban y sus ojos estaban llorosos.

—¿Quiere un cigarro? —le dijo el hombre de la tienda— Cortesía de la casa.

Risto extendió la mano y lo tomó con un poco de desconfianza; llevándoselo a la boca lo encendió y al empezar a fumarlo casi se ahoga.

El señor de la tienda exclamó —Es un poco fuerte, pero, ayuda a calmar los nervios. Espero su familiar se componga...

Me molestó que le ofrecieran tabaco a Risto siendo tan joven; pero por su pinta Risto siempre se ha visto más grande de lo que realmente es. Así que posiblemente cuando lo vio, pensó que se trataba de alguien ya adulto. Y desde entonces Risto no dejó el cigarro, se aferró a él esperando sentir calma, aunque yo noté con el paso del tiempo que por más cigarros que fumaba la calma no llegaba a él. En el fondo yo sabía por qué, pero al igual que Risto, no me atrevo a decirlo...

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