30. Dolor

Han pasado dos días desde que he salido de la casa de Rafael confundida y completamente desorientada. En estos días he pasado por un sinfín de emociones y sentimientos de toda clase, al principio no lo entendí, o no lo quise aceptar. Luego me enfadé, me sentí de alguna manera usada... lo busqué para que habláramos y él no quiso hacerlo, sin embargo me hizo el amor de forma dulce y cariñosa... Pensé que eso significaba esperanzas, que quizás finalmente encontraríamos la forma de arreglar lo nuestro, de encontrarle una salida... pero no fue así.

Incluso llegué a sentir que se estaba vengando de mí, que lo había hecho a propósito... Pero no, Rafa no haría eso jamás. Finalmente no me queda nada más que aceptar su decisión. Intenté llamarlo, volver a buscarlo pero no lo encontré. Taís me dijo que fue al pueblo de su madre por unos días y yo supe que quería evitarme. Ella me preguntó qué había sucedido pero en realidad no lo sabía, no lo entendía.

Esa era mi última tarde antes de viajar a Alemania, al día siguiente saldría temprano. Pensé escribirle una carta de despedida y dejársela a Taís, no quería solo irme de nuevo... no quería que ellos pensaran que los abandonaba otra vez. Por eso tomé la decisión de ir a verlo y contarle lo que iba a hacer.

Lina me escribió más temprano y me preguntó si podíamos hablar. La verdad no quería hablar con ella, no quería hablar con nadie... pero habíamos quedado en vernos esta noche, una cena de despedida. Después de todo ella es mi amiga y no la quiero perder.

Voy a casa de Rafa y me atiende Taís, ella se nota extraña al verme.

—¿Sucede algo? —pregunto y ella niega dejándome pasar.

—Nada... Papo no está... —dice encogiéndose de hombros, ella sabe que él me evita.

—Mira, mañana viajo a Alemania, Taís... debo estar allá pasado mañana.

—¿Qué? ¿Pero por qué te vas? —pregunta asustada—. ¿Vuelves?

—No lo sé... pensaba hacerlo pero ahora no lo sé. Voy a quedarme un tiempo por allá... después de todo allá está toda mi vida y la gente que me quiere.

—Acá también... yo te quiero —dice ella con tristeza—, y te necesito. —Algunas lágrimas se derraman por su rostro—. No sé por qué papo está actuando como un idiota contigo, no me lo ha dicho, no quiere hablar del tema... pero no quiero que te vayas —suplica.

—A veces hay que aceptar las cosas que no podemos cambiar —me encojo de hombros—. Volveré, solo no sé cuándo...

—¿Lo amas? —pregunta y yo asiento—. ¿Entonces?

—Parece que el amor no basta en nuestra historia... —respondo cabizbaja—. Además he sido muy ilusa al pensar que después de tantos años y de tantos errores él me seguiría amando y que un simple perdón borraría el daño y los años separados.

—Pero... —Taís intenta defenderlo, pero no encuentra nada que decir.

—Te quiero... te prometo que volveré y también que te escribiré. Puedes ir a verme cuando quieras, nuestra amistad es independiente a lo que suceda con él —digo y la abrazo, luego de un largo rato nos separamos—. Dile que todo está bien entre nosotros, que sea muy feliz.

Taís solo asiente y me observa marchar. Antes de irme vuelvo a girarme, entonces saco de mi cartera el dije y se lo pongo en las manos.

—Espero que ahora no me lo rechaces —digo y ella sonríe cerrando sus dedos sobre la pequeña joya.

—Gracias —murmura.

Salgo del edificio y me dirijo hacia el sitio donde aparqué el auto. Entro y cuando voy a arrancar volteo de nuevo mi cabeza hacia la puerta, no sé cuándo volveré a este sitio, me hubiera gustado verlo una vez más.

Sin embargo lo veo, lo veo caminando y riendo acompañado de Lina, ella lo abraza y le planta un beso casto en la mejilla, entonces él se gira y quedan frente a frente. Todo sucede en cámara lenta para mí, él la acerca más y envuelve sus brazos alrededor de su cintura, ella enrosca los suyos por el cuello de Rafa y sus labios se unen.

Las lágrimas se aglutinan en mi garganta y siento que mi corazón se parte en miles de pedazos. Nunca pensé que presenciar una escena de estas doliera tanto. Tengo ganas de bajarme y gritarles por el dolor que estoy sintiendo pero no tiene caso, él merece ser feliz y ella es una buena mujer. Quizá sus tiempos sí estén coordinados, quizá sea hora de soltar de una vez por todas.

Arranco y manejo a mi departamento, termino de empacar entre lágrimas y sollozos. Busco mi libro para guardarlo pero no lo encuentro por ningún lado. Lloro por eso también, allí estaba todo lo que debía corregir y algunos papeles personales... No hay tiempo para buscarlo y no quiero ir de nuevo a casa de Rafa donde probablemente lo he dejado.

No importa, ya no importa nada. Ni el libro, ni el pasado, ni el presente, ni el mañana. El timbre suena y me asusto ante el ruido que rompe el silencio y la calma de mi hogar casi abandonado ya.

—¿Dónde estabas? —pregunta Lina ingresando con una bolsa en su mano—. ¡Me cansé de esperarte en el restaurante que quedamos así que pedí comida para llevar y vine! —sonríe pero entonces se da cuenta de mis lágrimas—. ¿Qué sucede?

—Nada... —digo y la dejo pasar. Ella mira a su alrededor aun preocupada pero luego coloca las cosas en la mesa y me observa.

—¿Terminaste de empacar? —pregunta y yo asiento, por un instante pienso decirle lo que vi más temprano pero qué caso tiene—. ¿Por eso lloras? ¿Porque te vas?

—Sí —miento—. Ya ves, me puse sensible... los extrañaré a todos.

—Pero vas a volver, ¿no es así? —dice acercándose a mí—. No me vas a decir que la única mejor amiga que hice en la vida irá a vivir lejos de mí —sonríe y yo la abrazo. La quiero, mucho... y quiero que sea feliz.

—Volveré... supongo... o puedes ir tú —sonrío.

Decido que olvidaré mis penas por esa noche y compartiré una buena velada con la amiga que me ha acompañado todo este tiempo. No es su culpa estar enamorada del mismo hombre que yo, no es su culpa que él la haya besado. Ella ni siquiera sabe lo que está sucediendo entre nosotros porque yo no le comenté nada y ahora no lo haré.

Comemos, tomamos y reímos. Nos prometemos seguir en contacto y hablar por Skype aunque sea una vez por semana.

—Lina —digo cuando ya se está despidiendo—. Quiero que seas feliz... si Rafa te hace feliz...

—Pero... tú lo amas —agrega ella sabiendo lo que siento.

—Lo sé... pero él ya no siente amor por mí...

—¿Estás segura? —pregunta confundida.

No sé por qué lo duda si él la besó más temprano pero no tengo ganas de entrar en detalles y prefiero que evitemos hablar de eso.

—Lo que hubo entre nosotros ya se acabó y quiero que él sea feliz. Si tú lo haces feliz, adelante... yo me hago a un lado... Solo... cuídalo y quiérelo como se merece —digo y mi amiga intenta hablar pero le hago un gesto para que no diga nada. Ella asiente y me vuelve a abrazar.

—Te quiero, Caro —dice y yo la beso en la mejilla.

—También te quiero.

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