29. Pasión

Cuando llego a casa de Rafael dispuesta a que hablemos de todo de una vez, lo encuentro relajado. Está vestido con una bermuda y una remera tipo polo, su pelo alborotado está mojado y lleva una copa de vino en su mano derecha.

—Te estaba esperando —sonríe y me deja pasar. Ingreso sintiéndome nerviosa pensando que quizá cuando salga de aquí todo finalmente habrá acabado.

Rafa tiene la mesa lista, hay dos platos, la botella de vino y la comida servida. Sonrío al imaginármelo preparando todo aquello, siempre lleno de detalles.

—¿Comemos? —pregunta y asiento. Nos sentamos y en silencio nos disponemos a comer mientras nos vemos a los ojos y siento de nuevo que es allí donde quiero estar.

—Tenemos que hablar —susurro luego de un rato.

—Estoy cansado de hablar, de pensar, de recordar el pasado, de las culpas y los perdones... ¿No quiere hacer otra cosa, mejor?

—¿Otra cosa como qué? —pregunto sonriendo ante sus palabras.

—Mmmm... ya sé... ¡Bailar! —exclama y se levanta para caminar hasta el equipo de sonido, busca entre las músicas y coloca una melodía lenta de nuestros años de juventud. Sonríe y me pasa su mano derecha para que la tome—. Tiene que ser algo lento porque aún no coordino bien los movimientos —dice sonriendo y yo solo niego divertida.

Me dejo abrazar y guiar por él, la melodía pasa a segundo plano y solo nos movemos de un lado al otro sintiéndonos, oliéndonos, abrazándonos... respirando el mismo aire.

Su mano recorre mi espalda y yo acaricio su cabello, tenemos que hablar pero cuando estamos juntos las palabras no son necesarias. El ambiente se va poniendo candente y sus besos empiezan a pasearse por mi piel. Las ropas comienzan a estorbar y pronto estamos camino a su habitación para encontrarnos por completo en su cama.

Como siempre el tiempo sigue pasando pero nosotros parecemos eternos, nos besamos y nos torturamos el uno al otro como solo nosotros podemos hacerlo, como solo nosotros sabemos. Me dejo ir una y otra vez en sus brazos mientras yo también lo llevo a tocar el cielo de mi mano.

Luego de no sé cuánto tiempo y en el silencio de la noche nos quedamos abrazados, desnudos, sudados, oliendo a nosotros, a nuestra química mezclada, borrachos de placer. Rafa cierra los ojos y lo siento perderse en sus sueños. Definitivamente mis planes de hablar han sido pospuestos.

Me levanto sin moverlo demasiado y busco entre su ropa alguna camisa para cubrir mi cuerpo completamente desnudo. Tengo calor y algo de sed así que iré por un vaso de agua, lo que menos puedo es dormir.

La casa está oscura y cuando entro a la cocina enciendo la luz. Voy hasta el refrigerador y saco una botella de jugo, he cambiado de opinión, algo dulce me vendrá bien. Sirvo un poco en un vaso y tomo un trago, siento el líquido fresco ingresando a mi sistema y pienso en lo que acaba de suceder. No podemos hablar si estamos juntos, y eso aunque es perfecto, no está bien... no sé a dónde estamos llevando esta situación pero si no nos definimos pronto terminaremos dañándonos de nuevo.

—Vaya, vaya. —La voz de Taís me saca de mis pensamientos y me atoro con el jugo que estaba por tragar escupiéndolo. Olvidé su presencia en la casa.

—Taís... —No sé qué decir, no puedo excusarme si me encuentra despeinada y vistiendo la camisa de Rafa... Todo en mí grita sexo.

—Parece que alguien ha tenido una noche divertida —dice acercándose a la mesa del desayunador y sentándose en ella—. ¿Me sirves un poco? —pregunta señalando el jugo con su cabeza. Sonrío nerviosa y lo hago, le llevo el vaso y no es hasta que llego a su lado que me percato que trae el cabello mojado y enrollado en un rodete.

—Vaya, vaya —replico sonriendo con picardía—. Parece que alguien ha tenido una noche divertida —remedo lo que ha dicho—. En mis épocas no había duchas en las discotecas —agrego y ella se echa a reír.

—Me has pillado —sonríe y entonces me siento en una de las sillas para que conversemos. Por un instante olvido mi vestimenta y no me doy cuenta que los botones superiores no están bien prendidos dejando bastante escote a la vista, Taís baja la vista y enarca las cejas—. Nos hemos pillado, diría yo —corrige y yo sonrío.

—Ya, cuéntame que tal ha sido —añado entusiasmada y ella empieza su relato.

No sé cuánto tiempo trascurre pero cuando finalmente acaba siento ganas de abrazarla, así que me levanto y lo hago.

Ella se deja envolver por mis brazos y sonríe.

—Me siento algo así como una madre formando parte de un momento tan importante en la vida de su hija —agrego y Taís se echa a reír.

—Creo que una madre me estaría regañando en este momento —susurra y yo niego.

—Si tuviera una hija como tú estaría tan orgullosa de lo que eres. No hay por qué regañarte, has hecho lo que crees correcto, es tu vida y tu decisión y creo que lo has tomado de una forma muy madura —agrego—. Me alegra que Rodri haya sido tan dulce contigo y hayas tenido una experiencia tan bonita...

—Sí, bueno... algo dolorosa en principio... pero luego fue mejor —admite y ambas reímos. Una sombra de recuerdos negativos se cruza por mi mente y borra mi sonrisa. La palabra dolor me trasporta a los dolores que sentí luego de ser ultrajada... Sacudo la cabeza, no quiero recordarlos.

—Lo siento —dice Taís que parece darse cuenta.

—No, no te preocupes... estoy bien —sonrío.

—Entonces, ¿tu noche? —pregunta y hace gestos levantando y bajando las cejas una y otra vez—. Parece que hicieron algo más que hablar —añade y yo sonrío divertida.

—Bastante más —asiento—. Aunque no hemos hablado nada en realidad —bufo y ella me observa sorprendida.

—Ustedes... ¿es la primera vez?... ¿desde que se reencontraron? —pregunta con cautela y yo niego. Ella lo entiende enseguida.

—Creo que no podemos estar juntos sin hacer estallar eso que siempre nos envolvió. Me siento algo rara al hablar contigo de esto pero habiendo leído lo que escribió Rafa y sabiendo que tú lo sabes todo pues... —me encojo de hombros.

—Gracias por confiar en mí —responde y yo sonrío.

—¿Volvemos a dormir? —pregunto y ella asiente.

—Te quiero —dice antes de irse a su habitación.

—Yo a ti —sonrío y voy a la mía... bueno a la de Rafa.

La mañana del sábado me encuentra en su cama, el sonido del celular me despierta y cuando entiendo que ha amanecido y que mi teléfono está sonando, observo alrededor para encontrarme sola. Rafa no está por ningún lado. Mi teléfono vuelve a timbrar así que atiendo.

—Buenos días —saludo adormilada.

—Tardes querrás decir. —Nikolaus me dice en alemán.

—¡Niko! —saludo emocionada, llevo días sin hablar con él.

—Te llamo para decirte que iré a buscarte al aeropuerto.

—Bien... llego el día antes de la boda... —informo pues aún no le había dado la fecha exacta—. Ya he comprado mi vestido y sé que lo amarás.

—Ohh seguro te verás hermosa —responde sonriendo.

—Ya no puedo esperar para volver a verte, tenemos tantas cosas que hablar... ¿Sigues convencido de querer casarte? —pregunto y él sonríe.

—Claro que sí, cariño. ¿Está todo bien por allá? ¿Estás segura que vendrás?

—Claro que estoy segura, cariño. No te dejaría plantado jamás. Confía en mí.

—Lo hago... Bueno, te dejo seguir durmiendo. Nos vemos pronto.

—Te quiero mucho, Niko... por favor no lo olvides —respondo emotiva. Tantas cosas que están sucediendo me ponen de ese humor.

—Yo también —dice y cortamos.

Un rato después Rafa entra con una bandeja llena de comestibles, ha preparado un desayuno para ambos. Se sienta en silencio a mi lado y yo me incorporo sonriendo. Lo noto algo... distante o... preocupado... pero no dice nada. Nos quedamos allí comiendo en silencio.

—Bien... yo —digo tratando de buscar la manera de empezar la conversación.

—Lo sé... querías hablar ayer y no te dejé —dice con tono apenado—. Es mi culpa.

—¿De qué hablas? —pregunto y él solo niega con la cabeza.

—Lo entiendo, Carolina... de verdad lo entiendo... y también pienso que nos estamos apresurando. Quizá nos hemos dejado llevar... el tiempo pasó aunque cuando estamos juntos no parezca... no somos los mismos y pareciera que siempre estamos desincronizados, que nunca es nuestro tiempo. Es tarde, lo entiendo... y no soy quien para truncar tu felicidad...

—¿Qué dices? —pregunto confundida, no entiendo lo que está diciendo.

—Será mejor que cada quien continúe con su vida.

Dice eso y entonces se levanta marchándose y dejándome allí sola, confundida y triste.


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