24. Gracias
—Esta casa tiene algo —susurra mientras acaricia con una mano mi cabello. Estoy recostada sobre su estómago y su otra mano descansa en mi pecho prodigándole pequeñas caricias. La intimidad recuperada es fantástica y nos sentimos absortos en este momento, como si estuviéramos en un paréntesis de la vida misma.
—Tiene nuestra energía —sonrío y me volteo a mirarlo—. Todavía hay algo que quiero decirte —susurro.
—Ya no me pidas perdón —suplica sonriendo.
—Quiero decirte «gracias» —agrego y él frunce el ceño confundido—. Por todo lo que hiciste y fuiste para mí, Rafael. No hubiera logrado salir adelante si tú no me hubieras enseñado a creer en mí misma.
—Yo solo te amé, Carolina. El amor no se agradece, es algo que simplemente se siente y se da.
—Lo entiendo, pero tu amor fue mi luz y mi fuerza en momentos de oscuridad. Gracias... simplemente, gracias.
—Bien... no hay por qué —sonríe aceptando mi agradecimiento—. Yo también debo pedirte perdón. Me ha costado no juzgarte todos estos años, lo he hecho muchas veces. Me ha costado no guardarte rencor... me ha costado por momentos no odiarte.
—No debes pedirme perdón por ello, es lo más natural... no...
—Quiero hacerlo —interrumpe—. No debí juzgarte tan duramente...
—Pero tú tenías motivos pa...
—Solo acepta mis disculpas, por favor —interrumpe de nuevo sonriendo con ternura.
—Las acepto. Me acerco para besarlo de nuevo.
Lo que queda del día lo pasamos en la cama, conversando sobre nuestras vidas y experiencias durante los años separados, amándonos una y otra vez, entre charlas y besos, entre palabras y caricias.
Por la noche del sábado decidimos bañarnos juntos y luego preparar pizza. Nos vestimos para ir a comprar los ingredientes y volvemos a cocinarla. Luego nos sentamos a comer y a ver un par de películas como solíamos hacerlo cuando éramos más jóvenes.
Cuando terminamos con eso nos vamos de nuevo a la cama y otra vez nos despojamos de la molesta ropa que estorba para fundirnos de nuevo en besos, caricias y abrazos. Ninguno de los dos plantea lo que sucederá después de estos encuentros, pero como si estuviéramos cobrándole una deuda a la vida, ambos lo disfrutamos con plenitud y sin pensarlo demasiado.
La mañana del domingo nos encuentra abrazados y ambos sentimos el peso del futuro incierto que nos espera al regresar a casa.
—¿Y ahora? —Me animo a preguntar.
—Ir con calma, supongo. Sé que este fin de semana ha sido intenso, pero... no somos los mismos y ha pasado mucho tiempo... debemos conocernos de nuevo... reconocernos. No quiero mentirte, tengo miedo... no quiero sufrir otra vez.
—Lo sé y creo que será lo mejor. —Beso sus labios con suavidad y luego de bajar a desayunar salimos a dar un paseo por el jardín. Un par de días no son suficientes para ponernos al tanto de todos los años separados, y los minutos se convierten pronto en horas sin que nos demos cuenta mientras nos perdemos en conversaciones sobre cualquier episodio pasado que nos parezca digno de mención; conversamos también sobre Taís, su carrera, su futuro. Una miscelánea de una vida vivida por separado.
Así transcurre todo el domingo y cuando el sol empieza a ocultarse en el firmamento, decidimos que es hora de regresar.
—Bien... finalmente lo hemos solucionado —dice Rafa cuando llegamos frente a su departamento. Ya es oscuro pero ambos queremos dilatar el momento de la despedida. Vemos luces encendidas en el piso así que suponemos que Taís ya está allí.
—Siento que al fin puedo seguir... que al fin me liberé del peso de la culpa —susurro y Rafa me observa.
—Gracias por quedarte todo este tiempo, por aguantar los desplantes de Taís, por haberme cuidado y haberla ayudado tanto... De verdad lo valoro y me gusta la mujer en que te has convertido, Carolina. Estoy orgulloso de ti —sonrío ante sus palabras y una sensación de agradable calor inunda mis sentidos, me siento de nuevo en casa, protegida, valorada... siento que el mundo es mejor y que no estoy tan sola.
—No me agradezcas esas cosas. —Rafael enreda uno de sus dedos en mi pelo y fija sus ojos en los míos.
—Eres hermosa, ¿ya te lo dije? —pregunta y yo sonrío sintiendo que mis mejillas se encienden. ¿Cómo es posible que a su lado me sienta como esa adolescente enamorada?
—Tú eres muy guapo —respondo y él se encoje de hombros.
—Estoy achacoso, descoordinado y torpe —sonríe.
—Hay cosas en los que sigues muy coordinado —agrego y él rie divertido. Se acerca y besa mis labios con un beso suave y casto. Nos abrazamos.
No sé por qué esto sabe a despedida, pero por un minuto siento un inmenso temor a volver a perderlo, no estoy segura de poder seguir sin él ahora que lo he encontrado... pero tampoco soy tan ilusa, no tenemos diecinueve años y no somos los mismos de entonces.
—¿Quieres bajar? —pregunta y yo niego, será mejor que vaya a casa, es tarde... además no sé cómo actuar frente a Taís.
Entonces me da un beso más y se baja del vehículo, espero hasta verlo ingresar al edificio y me marcho. Sentimientos encontrados bailan dentro de mí, no estoy segura de qué es lo que vaya a suceder de aquí en más y eso me genera algo de temor.
Cuando llego a casa quiero llamar a Niko para contarle todo... o casi todo... pero luego caigo en la cuenta de que en Alemania debe ser de madrugada y él estará durmiendo. Tocará esperar hasta mañana.
Me doy un baño caliente y me pongo pijamas. Me acuesto y me quedo largo rato mirando al techo, pensando en el futuro... por primera vez no estoy recordando el pasado y me encuentro planeando una vida que quizá no había imaginado. Me pregunto si acaso él y yo tenemos alguna posibilidad. Sí es cierto que este fin de semana fue intenso y apasionado, pero eso no quiere decir que podamos llevar adelante una relación seria luego de tantos años... ¿o sí? Además está Niko... no puedo dejarlo así como así... él espera que vuelva. ¿Y Taís?, ¿cómo lo iría a tomar?
A pesar que la química de nuestras pieles sigue intacta, ya no somos esos chicos... no podemos simplemente tirarnos al vacío y arriesgarnos... Somos adultos ahora, y los adultos no hacen esas cosas, ¿no es así? Debemos pensar y estar bien seguros de qué decisiones tomaremos.
En algún punto el sueño me vence y me quedo dormida. Cuando despierto en la mañana del lunes me siento renovada, relajada y con muchas ganas de seguir hacia adelante... aunque no sé bien hacia donde es eso todavía.
Me preparo el desayuno y lo primero que hago luego es llamar a Niko. Él me atiende entusiasmado, sé que ha estado esperando mis noticias.
—¿Entonces? —pregunta interesado.
—Lo hemos solucionado, al fin puedo soltar todo ese pasado —suspiro y casi puedo imaginarlo sonriendo. Sus ojos miel achinándose y sus labios curvándose en un gesto cariñoso.
—Te dije que un día lo lograrías, me siento orgulloso de ti, Carolina. —Nunca me ha llamado así pero parece simplemente entender que me he reconciliado conmigo misma antes que con el mundo. Él me conoce tan bien, que a veces creo que ni yo me conozco de esa forma. La idea de vivir lejos de él atraviesa mis pensamientos y ya lo extraño, ya me duele.
—Así es, al fin ha llegado mi momento —digo tratando de sacar aquellas ideas de mi mente.
—Entonces, ¿cuándo vienes? —pregunta ansioso.
—¿En un mes está bien? Llegaré justo para la boda, pero llegaré —prometo—. Además ya tenemos todo listo desde hace meses —susurro y lo oigo reír.
—Solo tú puedes armar completamente una boda a la distancia —murmura divertido—. Avísame cuando tengas los pasajes y la fecha.
—Así lo hare. Cuídate, ¿sí?
—Y tú, te quiero... no lo olvides —dice antes de cortar.
Nunca lo olvidaría, no puedo olvidar su cariño y la fuerza que ha infundido en mi vida. Si existe un Dios —cosa que me gusta creer—, definitivamente me ha demostrado que me quiere y se preocupa por mí poniendo a personas como Rafael y Nikolaus en mi camino.
¡Gracias por leer, comentar y votar!
Estamos en el ranking de Ficción General, gracias por eso :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top