23. El amor
Por primera vez en muchos años me siento completamente libre, levanto la vista al cuadro familiar y puedo ver la sonrisa de esa niña que fui, puedo verla crecer, convertirse en adolescente y caminar hacia mí. Me encuentro frente a ella y la miro con amor, dejo de culparla la acepto y la perdono, abro los brazos y la abrazo. Ella me abraza y nos fundimos en una sola persona, gracias a ella soy quien soy hoy... y me gusta lo que he logrado.
Me siento orgullosa de mí misma, de la mujer en que me convertí y de todo lo que he aprendido en la vida. Siento que mi vida no ha pasado en vano, siento que las batallas me hicieron más fuerte y sobre todo, me agrada la idea de darme cuenta que he salido victoriosa de ellas. No importa qué tan bajo haya caído, no importa las veces que he perdido las fuerzas... importa las tantas otras que me he levantado, importan todas y cada una de las veces que he vencido.
Sonrío y escribo el final de mi libro.
Mi querido Rafa:
Este libro lo escribí pensando en ti. Recordando que fuiste tú quien creíste en mí sueño de ser escritora, que fuiste el primero que me alentó a seguirlo. Este libro lo escribí porque me lo debía a mí misma, me debía esto de luchar por ese sueño, pero también lo escribí para que tú supieras mí verdad.
Yo fui esa chica que tenía un ángel guardián en la tierra... ese ángel eras tú. Yo era esa chica que vivía en una tierra corroída por la inmundicia y el pecado, dominada por demonios de toda clase. Tú fuiste ese ángel que luchó contra todos ellos para mantenerme a salvo.
Pero entonces, Rafa... ellos nos encontraron. Tú fuiste ese chico que dio su alma por mí, y yo para que tú no sufrieras decidí entregarles mi propia alma. Puede que no lo hayas entendido así en su momento, y puede incluso que tengas razón. Pero la chica perdida de aquel entonces se dejó seducir por los demonios, creyó en ellos y en sus mentiras, y ellos me decían que si yo me alejaba y si acababa con mi vida, tú serías libre. Sabía que sufrirías pero pensé que el dolor sería corto.
Me equivoqué... ellos me engañaron y yo no vi ninguna luz, ninguna salida. Te había alejado de mi vida y alejándote también se había perdido la luz que existía solo con tu amor. Y me sumí de nuevo en la oscuridad.
Pero cada noche que pasé internada pensé en ti, cada noche recordé tus palabras diciéndome que me amabas y que yo valía la pena. Esas fueron mi luz y mi motor para creer que en realidad había una salida, que si tú me habías amado de la forma en que lo hiciste por un año entero, quizá valía la pena intentar escapar del infierno. Y pensando en ti, recordando tu luz fui saliendo poco a poco.
Sé que tardé mucho en volver, pero no fue fácil conseguir la fortaleza y el coraje para hacerlo, no fue fácil mantener encerrado dentro de mí a los demonios por tanto tiempo, y si volvía sabía que los despertaría uno por uno y debería luchar con ellos.
Y esto puede parecer egoísta, porque mientras yo intentaba crear mi nueva vida tú sufrías por mí. Y eso no fue justo... lo sé. Pero yo en aquel entonces no podía darte algo que ni siquiera tenía... y pido perdón también por eso. De todas formas quiero creer que nada pasa porque sí y que es recién ahora cuando me siento verdaderamente lista para enfrentar a esos demonios y destruirlos. Me siento libre, Rafa... me he perdonado al fin. Y tú me has regalado también el beneficio de tu perdón, y con ello me has liberado de mis culpas, del dolor que te causé...
Me hubiera gustado que la historia hubiera terminado como la original, tú y yo venciendo a los demonios y demostrando que el amor es más fuerte que todo. Tú y yo construyendo un amor mucho más intenso que el tiempo, que los pecados y que el pasado. Tú y yo frente a Dios siendo bendecidos por él... pero este no es el final de esta historia.
Sin embargo tampoco termina mal, Rafa... porque a lo largo de mi vida he aprendido muchas cosas, he aprendido a levantarme de cada caída, he aprendido a enfrentar y a no huir, he aprendido que nada duele tanto como parece y que por más que duela, el dolor finalmente mengua. Aprendí que todo pasa por algo y que incluso de lo malo pueden salir cosas buenas. Aprendí que hay personas que valen la pena y que a aquellas que no aportan algo bueno, es mejor retirarlas de nuestra vida a tiempo. Aprendí que la gente que te quiere intentará dar lo mejor de sí para ti, pero que a pesar del cariño, somos humanos y todos nos equivocamos. Aprendí que lastimamos a quienes más nos aman incluso sin querer hacerlo, porque justamente porque nos aman los afectamos tanto... y aprendí el gran valor de perdonar y perdonarnos, ya que el perdón es el bálsamo que ayuda a arreglar las relaciones, que ayuda a hacer crecer los afectos... Pero todo esto lo entendí gracias a la lección más grande de mi vida...
Y la lección más grande de mi vida me la has enseñado tú, Rafa... porque tú eres quien me ha enseñado a amar, y es gracias a ese amor que he logrado finalmente sanar mi alma.
Entonces este libro es una forma de decirte gracias, Rafa... por la lección más importante de mi vida, porque esa, la aprendí de ti.
Emocionada y embargada por una lluvia de sentimientos y emociones, sonrío como tonta. He recorrido de nuevo todo el camino de mi vida y ya no siento el peso de esta mochila, ya no siento el peso del pasado aplastando mi presente.
Cierro el libro y coloco las hojas con los cambios dentro del mismo, lo enviaré así a la editorial para que le agreguen todo eso. Voy a la cocina y preparo un desayuno sustancioso, es cerca del mediodía y Rafael despertará con hambre.
Mientras cocino algunas cosas solo puedo pensar en nuestra noche. Hacía demasiado tiempo que no tenía una noche así de alocada... y aún más tiempo desde que mi cuerpo experimentó la plenitud de estar junto al cuerpo de Rafael. Somos tan compatibles y ni los años habían acabado con aquello. No podía evitar sentirme viva, feliz, completa...
Me pregunto qué sucederá ahora, qué significó esto en realidad. Acaso solo un final para aquel que dejamos inconcluso o un nuevo comienzo... ¿Acaso el amor sigue allí como también la química en nuestras pieles?
Cargo la bandeja y la llevo a la habitación, Rafa está despierto mirando al techo y cubierto con la sábana. Por un segundo siento el temor invadiendo mi cuerpo, quizás él piensa que todo esto ha sido solo un error. Sin embargo se volta al verme y sonríe. Su sonrisa me anima a ingresar a la habitación y sonreírle.
—He preparado un poco de todo para que comamos —digo y él se incorpora dejando caer la sábana que cubría su torso hasta la cintura. Lo miro y sonrío, todo en él me gusta tanto como antes.
—¡Esto se ve delicioso! —exclama y nos ponemos a la tarea de comer.
De pronto él toma una fresa y me la lleva a la boca. Sonrío antes de comerla y él observa mis movimientos con cautela. De un momento al otro nos estamos alimentando mutuamente. Terminamos de comer y me levanto para apartar la bandeja de la cama. Camino hacia la ventana para observar el paisaje. El día está hermoso y el sol brilla en el exterior.
De pronto lo siento en mi espalda, se acerca y coloca sus manos en mi cintura. Sé que está desnudo y puedo sentirlo completamente listo cuando me atrae ligeramente hacia él. Entonces abre mi bata y la deja caer. Acaricia con suavidad mi tatuaje y lo besa. Me estremezco ante aquello y siento su lengua pasear por mis hombros y cuello mientras sus manos suben para acunar mis senos.
Esta vez las caricias son lentas, cadenciosas y tiernas. La urgencia de la noche anterior es suplantada por la ternura. Coloca sus manos en mis hombros y me guía hasta la cama donde me impulsa a recostarme boca abajo. Él se sienta a mi lado y su mano derecha traza círculos en mi espalda, desde mis hombros hasta mi cintura. Él me observa y yo giro la cabeza para observarlo. Sus dedos despiertan uno por uno a los poros de mi piel que responden erizándose y su dedo índice dibuja el contorno de mi tatuaje una y otra vez.
—Nunca lo pude ver así —comenta recordando que el día que me lo había hecho sucedió nuestra separación—. ¿Alguna vez te arrepentiste de esto? —dice mientras lo sigue acariciando.
—No, jamás —afirmo y sonrío. Él se agacha para besar la piel de nuevo y luego baja su mano por mi espalda acariciando ahora mis nalgas.
—Tu cuerpo es tan hermoso y perfecto como lo recuerdo.
—He aprendido a quererlo como es —admito—. Aunque dista de ser perfecto.
Él me voltea y me deja boca arriba. Se cierne sobre mí y me mira a los ojos.
—Es perfecto para mí —sonríe y me besa. Sus manos pasean por todo mi cuerpo con suavidad y delicadeza.
El calor comienza a subir de nuevo pero esta vuelta los minutos se hacen eternos entre sus cadenciosas caricias que me torturan haciéndome desearlo cada vez más, intensificando la necesidad de sentirlo por completo.
Y así, superando el pasado e ignorando el futuro, nos amamos en ese presente único en el cual nos volvimos a encontrar, en el cual no hay imposibles, en el cual nadie importa más que nuestras almas unidas una vez más a través de nuestros cuerpos.
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