22. Sanación
Despierto agitada de un mal sueño. Revolver el pasado me ha llevado a desenterrar demasiados fantasmas y estos se aparecen hasta en mis sueños. El brazo de Rafael descansa sobre mi cintura y mi espalda está pegada a su pecho. Se siente como el paraíso. Sonrío y suspiro.
Estiro el brazo para alcanzar el celular y observar la hora. Son las ocho de la mañana pero siento que ya no podré dormir. Con suavidad muevo el brazo de Rafa, que sigue durmiendo profundamente. Me alejo del calor de su cuerpo y siento que ya lo estoy extrañando.
Busco una bata de seda y me envuelvo con ella. Camino hacia la cocina a prepararme un té y de paso saco mi libro de mi cartera. Ya me queda poco por acabarlo pero hace tiempo se me ocurrió la idea de agregarle un par de capítulos.
En el silencio de una mañana de sábado en el campo, voy hasta la sala y me siento en el sofá donde conversamos hasta altas horas de la madrugada. Abro mi libro y me dispongo a leerlo.
Por mucho tiempo viví intentando tapar el pasado, tratando de pensar en él lo menos posible, luchando nada más por el presente y el futuro. Intentando hacerme cada vez más fuerte para lo que sabía un día me tocaría enfrentar.
Estuve en dos relaciones cortas pero importantes, una con Rupert a quien conocí en la fiesta de cumpleaños de Gretchen pero con quien terminé antes de cumplir cuatro meses y finalmente quedamos como amigos; y otra con Hank, un chico dulce y cariñoso a quien conocí en la estética cuando vino a acompañar a su hermana. Con él estuve por casi diez meses, incluso vivimos juntos un corto tiempo; pero finalmente regresé con Niko, cuando aquello no funcionó.
Simplemente no me sentía preparada y llegué a pensar que no lo estaría hasta que finalmente le diera un cierre a mi historia con Rafa. A Emma eso le parecía tonto, ella decía que el tiempo ya había pasado y que seguro Rafa había hecho su vida, y quizá tenía razón, incluso esperaba que la tuviera y que para él no hubiera sido difícil retomar la vida. Sin embargo Niko me entendía, a él le había sucedido lo mismo con su ex esposa, sentía que no podía seguir sin antes pedirle perdón y cerrar esa historia... así que él lo comprendía y me alentaba a que cuando estuviera lista buscara a Rafael.
Lentamente la idea de volver fue tomando fuerza en mi cabeza. Me sentía fuerte y lista para enfrentar de una vez al pasado, encontrarme con mi padre, con mi familia y quizá buscar a Rafael para que hablemos y pudiera de una vez por todas decirle las dos palabras que tanto he querido decirle: gracias y perdón.
Gracias por haber sido la luz que me guio en los momentos de oscuridad. Quien me mostró un mundo que me era completamente desconocido, quien plantó en mí los nuevos cimientos, las ganas de ser alguien mejor y salir adelante. Y perdón por el daño que le causé, por haberlo dejado y por las mentiras que le dije.
Emma y yo decidimos expandir mercados y abrir una sucursal, y entonces la idea de volver se volvió tangible. Abrimos el local e hicimos la inauguración... y yo de nuevo estaba en casa.
Mientras iniciaba este nuevo camino de regreso a mi vida anterior, decidí también retomar mi antiguo sueño. La idea de escribir aquel libro estaba aún escondida en algún cajón de mi mente y de mi corazón, y hacerlo me pareció una buena forma de reencontrarme con la chica que un día fui y alistarme para finalmente cerrar ese ciclo. Porque una cosa es guardar lo que dolió en una caja fuerte, y otra muy distinta es enfrentarse a los fantasmas y demonios que allí dormitan.
Llegar de nuevo aquí fue difícil, fue recorrer sitios en donde estuve, traer recuerdos que parecían haber sucedido ayer, recordar dolores y miedos. Enfrentarme a Carolina, alguien a quien no veía y con quien había roto contacto hacía mucho tiempo.
A poco tiempo de llegar volví a mi antigua casa y me encontré con mi padre quien organizó una cena bastante formal para recibirme. Allí estaban también mis tíos y Alelí con su hijo Pablito de tres años. Fue una cena como cualquier otra, como si se encontraran personas que habían sido conocidas hacía algún tiempo atrás pero que no tenían nada más en común. Contrario a lo que podía esperar, eso me hizo sentir bien, me hizo sentir mejor el saber que ya no tenía nada en común con esa gente.
Al día siguiente visité la tumba de Gael junto con Alelí. Ella me dejó allí un rato en el cual yo aproveché para hablar con él.
—Gael, no puedo culparte de todo porque tú estabas tan perdido como yo y eras solo un chiquillo. Pero te quise, te quise y confié tanto en ti que me tire sin preguntarte al abismo en el cual tú vivías. Tuviste la opción de hacer las cosas bien pero elegiste hacerlas mal, yo también lo hice porque pensé que no tenía alternativa. Ahora sé que siempre hay una salida, y en cierta forma me duele que tú no la hayas encontrado.
»Si vine aquí es porque necesito perdonarte, necesito perdonar todo el daño que me causaste porque si no lo hago no puedo seguir. Nadie puede seguir mientras tenga rencor en el corazón y yo necesito continuar. Así que te perdono, Gael... te perdono por todo el daño que me hiciste, el daño que hiciste sin intenciones y el que calculaste. Siento muchísimo que las cosas hayan terminado así para ti. Adiós, Gael.
Luego de eso y sintiéndome liberada, Alelí y yo fuimos a merendar. Ella me contó de los últimos años de mi primo y de lo mucho que sufrió por mi partida. De cómo no superó jamás la idea de que yo lo odiaba por haberme alejado de Rafael y como el dolor —que mi ausencia y el odio que pensaba le tenía— causó que se metiera cada vez más en la droga para no pensar ni sentir, y aquello finalmente acabó con su vida. Era doloroso saberlo, saber que él no logró salir del pozo, que fue él mismo quien cavó su propia tumba.
Alelí por su parte se embarazó de un chico con el que salió un par de meses y decidió tener al bebé. Al principio prácticamente lo abandonó a su suerte al cuidado de mis tíos, pero cuando Gael falleció, ella pareció encontrarle un sentido a su vida y darle valor a las cosas. Ahora trabajaba y cuidaba de su hijo, se había convertido en una gran mujer y una buenísima madre.
Entonces me contó que hacía muchos años atrás había encontrado a Rafael y que él le había preguntado por mí. Ella no quiso contarle que estaba internada en una especie de manicomio así que prefirió decirle que me había ido a estudiar al exterior. Y también agregó que yo lo había amado mucho. Me dijo que Rafael estaba roto, triste y apagado cuando lo vio.
Le pregunté si sabía algo de él actualmente y me dijo que no. Entonces empecé a entender que llegaba el momento de buscarlo.
En el libro original la historia no iba mucho más que hasta aquí, tenía un capítulo final en el cual hacía un análisis y una analogía con los ángeles y los demonios y luego venía un epílogo donde prometía buscar a Rafael y perdirle perdón. Pero luego de lo que he estado viviendo en estos días, se me ha ocurrido cambiar un poco la historia.
Me levanto y voy hasta el cajón donde se guardan algunas cosas. Saco un cuaderno viejo, un bolígrafo y escribo.
Y entonces conocí a una chica, llegó a la estética en busca de un peinado pero se quedó con las clases de maquillaje. Algo en ella me llamaba poderosamente la atención, su sonrisa me recordaba de alguna forma a Rafa y su corazón tan puro e inocente me resultó refrescante.
Taís era una muchacha de unos diecisiete años con quien me identifiqué de inmediato. Ella era huérfana, y como yo, se había criado sola con su padre. Pero este hombre había hecho de ella una muchacha sana, alegre y llena de sueños. Era una chica muy inocente en cierto modo pero a la vez madura y muy centrada. Yo admiraba a Taís y la comparaba constantemente con la Carolina que fui preguntándome por qué no pude ser más como ella.
Nos hicimos amigas, a pesar de la diferencia de edad. Ella parecía encontrar en mí una madre o una tía, ese apoyo femenino que le faltaba. Sabía que admiraba a la mujer en que me había convertido y eso me hacía sentir bien, ella veía en mí todo lo que me había costado demasiado trabajo construir, y lo valoraba.
Me fui metiendo en su vida y en su mundo, sus amigos pasaron a ser mis amigos. Ella tenía una profesora a quien quería mucho; Alina, más conocida por todos como Lina, era una mujer un par de años menor que yo pero con una mentalidad tan adolescente como la de Taís. Estar con ella era refrescante y divertido. Nos hicimos amigas y nos complementábamos muy bien, me fui abriendo a ella a medida que ella se abría a mí, compartíamos muchas experiencias similares en nuestra tortuosa juventud y eso nos acercó bastante. Nos volvimos grandes amigas en poco tiempo.
El padre de Taís era un enigma para todos, siempre estaba ocupado y a pesar de estar siempre interesado por la vida de su hija, nunca estaba físicamente presente. Lina empezó a conversar con él por mensajes ya que Taís tenía una adorable necesidad por encontrarle pareja a su padre. Se llevaban bien y aunque no se conocían parecía existir cierta complicidad entre ellos.
Yo no empecé a hablar con él hasta que sucedió algo fuerte en la vida de Taís. Sus sueños de ser una bailarina profesional, se vieron truncados a causa de una lesión en un tobillo y aquello casi la arrastró a una depresión.
Yo no quería que la luz en sus ojos menguara, no quería verla caer; así que Lina y yo ideamos una salida, una sorpresa... entonces me comuniqué con su padre para poder contarle lo que teníamos para ella y solicitarle que estuviera presente en la fiesta sorpresa que le habíamos preparado para su cumpleaños.
Me enteré que su nombre era Rafael, me pareció una hermosa coincidencia, como si de alguna manera el pasado me estuviera recordando que mi objetivo principal era buscarlo.
Visité su vieja casa pero ya ni siquiera existía el edificio donde él vivía. Fui a buscarlo a la casa de su madre pero me dijeron que la familia se había mudado hacía mucho tiempo. Agoté algunos lugares que solíamos frecuentar y me lamenté nunca haber conocido a ningún amigo de Rafael. Durante ese año que estuvimos juntos nos alejamos de todos y yo al único que había conocido era a su compañero JuanPi, pero tampoco sabía dónde encontrarlo.
Estaba a punto de contratar un detective privado que me ayudara con la búsqueda cuando aquella mañana posterior al cumpleaños de Taís, vi aquel libro en sus manos. Ella tenía mi carta y mis regalos y parecía muy enfadada. Y entonces lo entendí todo, recordé a la hermana drogadicta de Rafa y a él cuidando de su sobrina. Entendí e hilé cosas que Taís me había comentado, y la sonrisa de Rafa se unió en mi mente a la sonrisa de Taís. Ella era su sobrina y aquel a quien ella llamaba padre no era otro que mi Rafael, mi ángel.
Él estaba llegando a mi casa y estábamos a poco tiempo de vernos, pero la noticia no le sentó bien a Taís que salió corriendo todo lo rápido que su lesión le permitía. Tardé en seguirla por el shock de lo que me acababa de enterar pero luego lo hice. Y me encontré con un Rafa desmayándose pero fijándose en mis ojos justo antes de perder la consciencia.
Desde allí nada fue sencillo, mi pasado cayó sobre mí de forma brusca y sin piedad. Taís me odiaba y yo no podía juzgarla. Rafael se debatía entre la vida y la muerte y yo contemplaba la posibilidad de un mundo sin él.
Carolina se despertaba en mi interior y sus demonios se despertaban con ella. Nika luchaba con todas sus fuerzas por mantener a los ángeles a los que había invocado en todo ese tiempo, aquellos a quienes había conocido gracias a la luz que le mostró Rafael... Y yo me sentía en el medio de mis dos personalidades, la joven que fui y la mujer en la que me convertí. Ya no podía seguir viviendo como hasta ese momento, ya no podía ser solo Nika e ignorar todo lo vivido, cerrándolo con llave en un cajón, y no quería volver a ser la chiquilla rota y apagada que una vez fui. Y me daba miedo, mucho miedo enfrentarme al pasado, enfrentarme a mi otro yo, a mis demonios... me atemorizaba hacerlo por primera vez yo sola... Temía que ella tomara fuerza y acabara con todo lo que construí en estos años.
Y fue difícil, hubieron días que quise irme, tirar la toalla, buscar refugio en mis amigos de Alemania, en la realidad paralela que construí allí y olvidar todo esto. Dejar las cosas como si no hubiera sucedido nada, dejar a Rafa, a Taís y encerrarme de nuevo en mí.
Allí me di cuenta que era mi antigua yo hablando, eran mis demonios dándome miedo, diciéndome que me fuera, que me escondiera, que ellos estaban mejor sin mí, que había causado tanto dolor que solo merecía odio y nada de perdón. Entonces la sonrisa de Rafa brillaba en mi mente, él sabía que yo estaba allí y no me juzgaba, no me había preguntado nada, solo disfrutaba de mi presencia y nuestro reencuentro como si los años y el dolor se hubieran evaporado en un segundo, y su luz brilló de nuevo en mi interior, calentó mi alma y mi ser... me dio las fuerzas necesarias para no rendirme y la confianza para no huir.
Y decidí quedarme, estar para él como nunca antes estuve, estar para Taís a quien quiero intensamente a pesar de sus desplantes y desprecios. Y en ese proceso mientras iba recorriendo mi propia historia para revisar mi libro y me enfrentaba a mi pasado convertido hoy en presente, fui sanando lentamente... fui perdonándome a mí misma.
Los demonios fueron abandonando mi alma al fin, y la Carolina que fui quedó sola y echa bolita en una esquina, llorando de frío y tiritando de miedo... como la pequeña niña de diez años que luego de encontrar a su madre muerta, azulada y colgando del techo, tuvo que esconderse en un armario durante horas.
Y entonces me vi a mi misma, la mujer en qué me había convertido brillaba con luz propia. Fuerte y vencedora se acercó a esa niña y le pasó la mano, está la miró con miedo y Nika le sonrió. Ella la tomó de la mano y se animó a ponerse de pie, entonces mi yo actual abrazó a mi yo anterior y ambas lloramos juntas... nos perdonamos, nos reconciliamos y nos convertimos en una sola.
Una sola mujer llena de muchos matices, llena de luces y llena de sombras, llena de sonrisas y llena de lágrimas, llena de alegrías y llena de sufrimientos, llena de miedos y cargada de valor... una sola mujer llena de errores y de virtudes.
Y me perdoné... me acepté.
Bueno, les cuento que esta novela tendrá también 31 caps como la anterior...
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