19. Ángel


Me encuentro esperando a Rafa que está dentro de la clínica. Estoy ansiosa, nerviosa por nuestro encuentro y la charla que se supone tendremos en unos minutos más. Ni siquiera sé por dónde empezaré. Suspiro y decido leer uno de mis capítulos para poder distraerme, aunque no estoy muy segura de lograrlo.

Y comencé a construir mi vida de nuevo, desde cero. Una vez leí una analogía de que construir una relación —de cualquier tipo—, era como construir una casa; tenía que tener buenos cimientos, una base sólida, y sobre ella se iba elevando día tras día, ladrillo sobre ladrillo... Así era también construir una nueva vida para mí. Se supone que cuando somos niños son los padres quienes ponen esos cimientos para nosotros y nos ayudan a colocar los primeros ladrillos, pero mis padres no lo hicieron conmigo, no los colocaron bien para mí... y cuando llegué a la mitad, a mi juventud... la casa se destruyó por completo.

Ahora me tocaba reconstruirla, tomar los ladrillos que aun sirvieran, volver a colocarlos... empezar de nuevo, conseguir nuevos materiales, crear un cimiento sólido. Culpar a mis padres ya no tenía sentido, era una mujer casi adulta en ese momento y los errores ya habían sido cometidos. Ahora se trataba de mirar al frente y empezar de nuevo. No estaba del todo sola, Niko estaba a mi lado y él debía hacer lo mismo con su vida... y debíamos apoyarnos.

Llegué a la conclusión de que en la vida no existen las casualidades, todas las personas que se cruzan en el camino tienen algo para dejar a cada uno, quizás un ladrillo que ayude a construir alguna nueva pared... quizás una pieza importante o faltante para la construcción de la casa... Y Niko no estaba allí por una bella casualidad, él era un ángel más para mí, y yo debía ser uno para él, y juntos debíamos apoyarnos y levantarnos cuando las fuerzas se nos agotaran.

Porque no es fácil levantarse, no es fácil cargar con una mochila llena de errores y fracasos recolectada a lo largo de toda la vida, tan pesada que te flaquean las piernas y a veces crees que no volverás a levantarte... Y en esos momentos es cuando ese alguien más carga con tu mochila y la sujeta un rato por ti, para que te repongas. Eso era Niko para mí y eso era yo para él. Y esa relación también me hacía crecer como persona, era la primera vez que no quería ser egoísta, que quería hacer mucho más por él, que quería ayudarlo a superar sus dolores...

Cuando Niko salió de la clínica fue a encontrarse con su ex mujer, le habló de su deseo de volver a su tierra y de la necesidad de que ella lo perdonara. Ella ya estaba en pareja y esperaba un nuevo bebé. Aquello fue un dolor intenso para Niko, pero la mujer y él lograron perdonarse entendiendo que sino soltaban aquel dolor que los unía no podrían continuar; por separado, pero continuar al fin. Así ella y él visitaron la tumba de la pequeña Frieda y él se despidió de su bebé. Luego su ex mujer le dio un peluche con el que Frieda solía dormir, un pequeño conejo de color rosa a la que había llamado Mandy, y también le dio una hamaca que solía colgar de un árbol en el rincón de la casa en la cual vivían. Allí en esas ramas Niko había construido para su pequeña una bonita casa del árbol donde ella solía jugar con Mandy.

Cuando volvió a Alemania, él y yo preparamos un sitio para que él pudiera recordar a Frieda y sentirla cerca cuando la necesitara. Colgamos la hamaca en un árbol del fondo del patio y construimos al lado de sus raíces un pequeño nicho en donde pusimos una foto de ella y él, además del pequeño conejo rosa. Cuando terminamos de prepararlo hicimos una pequeña ceremonia donde Niko le dijo todo aquello que tenía atravesado por años y años y no había podido soltar.

—Mi querida princesa Frieda. Nunca quise hacerte daño, bebé. Eras la estrella más brillante de mi mundo, yo vivía por y para ti. Me despertaba por ti, trabajaba por ti, soñaba un mundo hermoso para ti. —Aun recuerdo sus lágrimas caer como torrente por su rostro—. Y fui yo mismo quien destrozó ese mundo, mi pequeña bebé... y el dolor con el que debo vivir es tan intenso que a veces siento que no puedo respirar, pero entonces recuerdo tu sonrisa, princesita. Tus manitos tan pequeñas aferrándose a la mía. Recuerdo cuando jugábamos juntos y cuando me pedías que te hamacara tan fuerte para que llegaras al cielo. Ahora sé que estás en el cielo, mi pequeño ángel... y de alguna manera sé que tu corazoncito ha perdonado a papi, aunque papi no pueda perdonarse. Frieda, te amo bebé... perdóname por ser yo quien destrocé nuestro mundo cuando debí ser quien lo construía para ti.

Niko se dejó caer en el pasto y lloró abrazando al conejito. Yo lloré a su lado y no nos movimos de allí toda esa tarde, lloramos juntos y miramos al cielo imaginando a Frieda jugando con otros ángeles. Mientras lo miraba roto y destrozado me planteé de nuevo las injusticias de la vida, mi padre nunca me quiso y siempre me tuvo, sin embargo este pobre hombre que adoraba a su hija la perdió tan pronto.

Por un instante pensé que él no dejaría de llorar pero sabía que le hacía bien descargarse, nunca lo había hecho así, y yo solo estuve a su lado. Pero allí en el silencio de mis pensamientos y sufriendo como propio el dolor ajeno, elevé una oración al cielo y prometí a Dios que si ayudaba a Niko a salir de aquella tortura en la cual vivía inmerso por la culpa, nunca más volvería a provocarme el vómito, nunca más volvería a mentir y nunca más volvería a  intentar sacarme la vida... Si el cielo existía y Frieda estaba allí, prometí sobre la tumba ficticia de aquel pequeño ángel, que cambiaría mi vida si Dios ponía algo de paz en el corazón de Niko.

Y así empezamos de nuevo, tomados de la mano, a reconstruir nuestras vidas, a poner nuevos cimientos y a conseguir nuevos ladrillos para volver a surgir, para volver a sonreír.

Pero empezar de nuevo no es sencillo, aunque ayuda dejar atrás el pasado y evitar pensar en ello. Construir nuevas historias, nuevas experiencias, nuevas amistades. Niko y yo lo hicimos. Él buscó un empleo y lo consiguió, allí se hizo de amigos y conocidos y lentamente fue encaminando de nuevo su vida.

Yo me inscribí en el Instituto y además estudié idiomas, perfeccioné el alemán y luego estudié inglés, algo de francés y un poco de italiano. Conocí a nuevas personas que no sabían nada de la Carolina del pasado, ellas solo conocían a Nika, una chica extranjera que había venido a vivir allí para estudiar. Me hice un grupo de amigas con las que empecé a compartir mi vida lentamente y de a poco. Henrietta, Gretchen y Erika eran con las que más bien me llevaba, tenían mi edad y estudiábamos lo mismo. Al principio me dio miedo tener amigas, nunca antes las había tenido y tenía mucho temor de que al saber cómo era yo en realidad se alejaran de mí, pero Niko me dijo que sin buenos amigos no lograríamos salir adelante y construir en realidad una nueva historia.

Henrietta era divertida, alocada y arriesgada; Gretchen era distraída, algo tímida, y muy buena amiga; pero fue Erika la que se ganó mi corazón. Ella me enseñó el valor de la amistad. No todos los días eran sencillos, a veces los recuerdos volvían y nos atormentaban a ambos, a veces simplemente nos sentíamos deprimidos, al borde del abismo... con ganas de tirarnos a él. Ella fue a visitarme por casualidad un día de esos en los que me encontraba así.

Me preguntó qué me sucedía. Ya llevábamos mucho tiempo de amigas y ella confiaba mucho en mí, me contaba sus historias personales, sus miedos, sus problemas. Además siempre me decía que yo era muy cerrada y que cuando necesitara, contara con ella. Entonces ese día se lo conté. Le conté muchas de las cosas que me habían sucedido y ella me escuchó atenta.

Cuando terminé pensé que me juzgaría, que me abandonaría. Estaba en un día gris y recordaba a todos los que lo habían hecho. Erika me abrazó y me dijo que estaba orgullosa de ser amiga de alguien como yo, alguien que había logrado levantarse luego de tantas caídas y que intentaba salir adelante. Me dijo cosas de mí que yo no me había dado cuenta: que era una buena amiga, que siempre la escuchaba, la apoyaba... que era alguien que irradiaba mucha confianza y fuerza, me dijo que era hermosa y que todos teníamos días malos.

Esa noche pedimos pizza y helado y vimos películas en mi habitación, esa noche se quedó a dormir conmigo para que me sintiera mejor... Erika me enseñó sobre una amistad verdadera, no como la que yo tenía con mis primos... no se trataba de taparnos las espaldas y cubrirnos en las cosas malas. Ella me decía cosas lindas cuando necesitaba oírlas y me decía verdades a la cara aunque pudieran no gustarme. Me daba sus opiniones sinceras sobre lo que creía que yo estaba haciendo bien o mal, se reía con mis logros y lloraba conmigo cuando estaba triste. De su mano aprendí a ser una buena amiga, pensaba que no estaría a la altura pues me sentía un ser egoísta y mezquino, ella me hizo ver que no era así, y me dio la oportunidad de estar para ella cuando ella lo necesitó... y yo estuve. Erika era la hermana que me dio la vida.

Con Niko y Erika a mi lado, las cosas fueron más sencillas... Yo me mantenía alejada de mi mundo anterior, de Alelí, de Gael, de mi padre... ocasionalmente llamaba en fiestas o cumpleaños pero nada más.

Fue muy duro recibir la llamada de Alelí llorando para informarme que Gael había fallecido de una sobredosis de droga. Fue muy duro y sentí que mi mundo se tambaleaba por completo. Desde que entendí el daño que Gael me había hecho con su bizarra forma de cariño hacia mi persona, decidí alejarme de él lo más posible.

No podía estar cerca de Gael sin sentirme desvalida, sin sentir que él tenía poder sobre mí y que con su mirada podía ingresar a mi sistema y hacer que todo lo que había trabajado se viniera abajo. Él me buscó muchas veces pero yo no quise hablarle, y finalmente terminó alejándose.

Cuando me enteré de su triste final me dolió muchísimo. Todavía había una parte de él que yo adoraba. Gael era mi ángel y mi demonio, había sido la primera persona que se preocupó por mí pero también había sido quien me había hundido en el más podrido abismo.

Sin embargo saberlo muerto hacía que mi mundo de alguna forma se sintiera vacío, saber que se había dejado consumir por las drogas era realmente triste. Ahora que yo estaba del otro lado, visualizar lo que pudo haber sido mi final, era apabullante. 

Alelí quería que fuera a los servicios fúnebres a despedirme de él. Yo no sabía si estaba lista para volver y para enfrentarme a una realidad que me era más sencillo ignorar, al menos si quería seguir construyendo una nueva historia.

Niko y Erika me dijeron que tomara la decisión que tomara ellos me apoyarían, incluso mi amiga se ofreció a acompañarme, para que no tuviera que enfrentar todo yo sola. Pero finalmente no regresé.

Sabía que un día debería hacerlo, sabía que debía abrir las puertas del pasado y dejar entrar a los demonios que sepulté. Pero yo debía ser fuerte para cuando eso sucediera, debería poder ahuyentarlos cuando quisieran hacerme caer de nuevo trayendo a mi mente recuerdos y dolor. Y ese no era el momento. Alelí se molestó mucho y nunca me volvió a escribir.

Con mi padre hablaba ocasionalmente, fingía interesarse por mí y me enviaba el dinero que necesitaba. Finalmente y cuando terminé los estudios Erika y yo decidimos hacer un viaje de mochileras por toda Europa, y lo hicimos.

Cuando uno pasa de un extremo al otro, como en mi caso, se convierte en una persona miedosa. Yo no quería hacer nada peligroso o alocado pues temía caer en los excesos del pasado. Pero este viaje junto a mi mejor amiga, mientras despedíamos a la irresponsabilidad de la juventud antes  de asentarnos en un trabajo estable e intentar madurar definitivamente, fue como un paréntesis para mí misma. Disfruté mucho de él, conocí lugares y personas inolvidables, tuve un par de amores de verano, uno en Italia y otro en Inglaterra, nos alocamos, cantamos, nos emborrachamos y bailamos semi desnudas en la playa.

Fue refrescante, fue increíble saber que podía disfrutar mi juventud, divertirme, hacer cosas locas pero aun así controlarme y no terminar drogada o inconsciente en la cama de algún desconocido.

Cuando regresé de ese viaje era alguien mucho más fuerte, segura de mí misma y de mis límites. Me conocía más y mejor, e incluso estaba empezando a gustarme lo que veía en mí.

Emma y yo abrimos nuestro primer local de estética integral juntas y nos fue muy bien. Crecimos de forma rápida y lo fuimos ampliando. Y así fueron pasando los años, entre trabajo y amigos, mientras iba construyendo mi nueva vida y me iba convirtiendo en la mujer que quería ser.

Me levanto y salgo de la clínica para llamar a Niko, anoche hablé con él y le pregunté qué le parecía mi idea. Me dijo que le parecía genial.

Necesito oír su voz para lograr un poco de calma.

—Hola —saluda y yo no respondo—. No sé por qué te pones así, Nika, ya verás que todo sale bien —dice con esa voz melodiosa y ese acento que adoro. Nikolaus tiene algo que logra calmarme por completo, ha sido así desde que lo conocí.

—No sé ni por dónde empezar a hablar, no sé qué decirle. ¿Y si se enoja? ¿Si cuando llegamos allá no le gusta ese lugar?

—Mira, no creo que se enoje... si ya no te ha echado un sermón desde que te ha vuelto a ver —bromea y ríe del otro lado de la línea.

—Hmmm no me ayudas —sonrío.

—Ya termina con eso que te quiero de regreso pronto por aquí —agrega emocionado—. Tengo tanto que compartir contigo, cariño. No quiero tener que volver a posponer la boda —añade y yo suspiro, aún no he tenido cabeza para pensar en eso, pero no quiero defraudarlo. Sé lo que significa para él.

—Mira, iré, Niko... veré como hago para ir, no te preocupes... Me tendrás de regreso por allá, no necesitaremos posponer nada. Solo espero que me recibas con los brazos abiertos y la heladera llena de esos postres que solo tú sabes hacer —sonrío y él ríe con ganas.

—Claro que sí, haré todo lo que te gusta. No veo la hora de que llegue ese momento. Te extraño, cariño. Cuídate, ¿sí? Y no estés nerviosa, todo saldrá bien.

—Bien, Niko. Te llamo luego para contarte —sonrío y nos despedimos.

Entro de nuevo a la clínica y veo a Rafa venir de brazos de Johana, le sonrío ahora más calmada después de haber hablado con Niko. Me sonríe, y le tomo del brazo.

Vamos hasta el auto en silencio, nos ponemos el cinturón y entonces lo miro.

—¿Listo para ir de viaje al pasado? —pregunto y él asiente.

—Listo para ir contigo a cualquier lado.

Se vieneeeeee

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