11. Te quiero
TAÍS
Cuando Nika sale de allí papo y yo nos quedamos en silencio un buen rato. Aun puedo sentir su perfume en el ambiente, observo silenciosamente a papo para estudiar sus facciones.
—¿Qué? —pregunta y yo me encojo de hombros.
—Eso es lo que quiero saber —agrego.
—Es una hermosa mujer, ¿no es así? —dice y yo enarco las cejas curiosa.
—¿En serio? ¿En serio es todo lo que vas a decirme? —cuestiono negando con la cabeza pero sonriendo.
—¿Qué más quieres que te diga? Creo que tú la conoces mejor que yo —responde y me quedo pensando en eso, es cierto. Probablemente él no conoce a la mujer en que se convirtió. Aquello me lleva a pensar en cómo habrá sucedido tal transformación en ella.
—¿Crees que de verdad ha cambiado? —pregunto pensativa.
—Eso espero —susurra y cierra los ojos—. No puedo creer que la he vuelto a ver, no puedo creer que pasó toda la tarde sentada en esa silla... Si me lo hubieras dicho un par de semanas atrás, no lo hubiera creído.
—¿Han hablado de algo? —pregunto y él niega.
—No es el momento. No apareces en la vida de alguien luego de tanto tiempo y te pones a hablar del pasado como si nada. Es más cómodo así, fue... cómodo estar con ella. La vi allí y me sentí en paz, sentí calma en mi alma... tanta que me quedé dormido mientras cerraba los ojos para sentir su presencia, para percibir la electricidad que su persona carga en el ambiente.
—Papo, ha pasado mucho tiempo... no... no confíes... —digo temerosa. Es Nika y la quiero, pero no quiero verlo sufrir de nuevo.
—No es fácil explicar lo que se siente cuando ves a alguien que fue tan cercano a ti luego de tanto tiempo, Taís. Se siente en algún modo como... como volver a casa...
—No sabes nada de ella, de lo que ella es hoy. Ni siquiera sabes qué fue de ella en el pasado... solo recuerda eso.
—Lo sé, no te preocupes... no soy tan tonto como piensas. La amé mucho, sí... pero sé que han pasado demasiadas cosas. Solo me gusta verla, saber que está bien... que lo ha logrado, que se ha convertido en una gran mujer.
—¿Cómo sabes que se ha convertido en una gran mujer? —pregunto entonces él me mira.
—Porque tú me lo has dicho... lo has dicho antes de que supieras quien era. Y yo confío en ti. —Bajo la vista ante aquello... es cierto en algún modo.
—No lo sé... aun lo dudo... también creíste en ella antes. No entiendo cómo es que puedes mirarla así como si nada... no cuestionarle, no gritarle... ¿Acaso hasta hace unos días no te dolía su abandono? ¿Acaso no pasaste más de trece años de tu vida sufriéndola? ¿Acaso no te costó un montón soltar la historia?
—Pero la solté finalmente, Taís. Tú estabas allí cuando lo hice. Me gusta creer que las cosas pasan por algo, ella no iba a regresar a mi vida mientras yo no la dejara ir... mientras yo no la soltara... Además, cuando el doctor viene y te dice que tuviste suerte, que muchas personas a quienes les pasó lo mismo que a ti hoy están bajo tierra, tu perspectiva de lo que realmente importa en esta vida cambia, pequeña. Los colores se vuelven más brillantes, es como si hasta ese día hubieras sido alguien con la visión limitada y de repente te pusieras un lente y pudieras ver el mundo brillar. Así me siento, y no vale la pena que me vuelva a sumir en el pozo de la tristeza, ni que la culpe por cosas que ya no podemos cambiar.
—Dios, acepto lo que dices, pero no lo entiendo... Me cuesta demasiado —suspiro contrariada.
—Porque aun la vida no te ha enseñado una de sus lecciones más importantes, cariño. A perdonar. Recién cuando eres capaz de perdonar eres capaz de entender el verdadero sentido de la libertad.
No respondo, me quedo pensando en lo último que dijo y él cierra sus ojos, cansado. Aún le cuesta permanecer mucho tiempo despierto, le dejo descansar o quizás pensar. Yo me pierdo en mis recuerdos.
La primera vez que llegué al salón de estética de Nika, recuerdo que me recibió con mucha amabilidad. A todos en realidad, nos mostró con orgullo todo lo que había construido y nos habló de los planes que tenía para el negocio, entre ellos la clase de maquillaje que luego yo tomé. Ella era una mujer activa, emprendedora, luminosa... esa clase de gente a la cual te quieres acercar para contagiarte de su energía.
Las cosas con ella empezaron a fluir de forma natural y a la vez muy rápida. Creamos una conexión única y excelente, nos hicimos amigas pronto y yo me encontré admirándola, queriéndola... deseando entablar con ella una relación más cercana, y de cierta forma imaginando que si hubiera tenido una madre con vida, me hubiera gustado que fuera como ella.
Nika nunca hablaba mucho de su vida, lo único que yo sabía era que había quedado huérfana muy joven y que no había tenido una vida sencilla. Ella siempre lo mencionaba, mencionaba que había sorteado muchos obstáculos a lo largo de su historia y que gracias a todo eso estaba donde estaba. Ella era una persona sensible e intuitiva. No me preguntaba mucho, dejaba que yo le contara lo que quisiera, sin embargo era empática y justamente por eso era lindo poder confiar en ella, yo sabía que podía contarle lo que fuera, ella jamás me juzgaría. Sentía que podía ser yo misma con ella, hablarle de mis miedos, de mis sueños, de mi novio, de mis amigas.
Me gustaba contarle cosas de mi vida porque ella siempre sacaba alguna enseñanza de las situaciones más inverosímiles, y en eso, se parecía a papo. Me gustaban sus consejos y su sonrisa maternal y paciente, me gustaba su estilo y sus ojos brillantes, aunque siempre me preguntaba cuál sería el color verdadero. Ahora que lo sabía no entendía por qué los ocultaba, ese verde era simplemente perfecto.
Fui muy dura con ella y aun me cuesta aceptar que ella representa en parte lo que amo y en parte lo que odio. Me cuesta mirarla sin escupirle preguntas afiladas, sin querer sacarle información para saber por qué hizo lo que hizo, por qué actuó así. Soy una persona impulsiva y me cuesta muchísimo controlar mi boca cuando quiero lastimar a alguien.
Muchas de las cosas que le dije no quise decirlas en realidad. A mí también me duele tenerla lejos, pero también necesito saber más, poder entenderla... y siento que mientras no lo logre, no podré ser de nuevo con ella la que era antes.
Al día siguiente ella me busca de la escuela para que vayamos a la fisioterapia. Temprano en la mañana papo me pidió que no le hiciera preguntas, no sé si podré cumplir con eso pero supongo que deberé intentarlo. Subo a su auto y me siento incómoda. Ayer nos abrazamos, sí... y lloramos... pero aún le guardo rencor... es algo más fuerte que yo.
Me pregunta que tal la escuela y le respondo que bien. Hablamos un poco del clima y del tráfico como dos desconocidas, y no puedo evitar sentirme triste. Quiero contarle que Rodri está lejano en estos días y que eso me pone mal, quiero decirle que tengo miedo de que se aleje de mí o de perderlo... quiero contarle que las cosas con él no están funcionando desde que papo tuvo el accidente. Pero me callo y sigo hablando del chofer del taxi que no encendió el señalero para avisar que giraría en la siguiente esquina.
Llegamos al sitio y me acompaña. Me espera paciente mientras yo paso a mi sesión que dura aproximadamente una hora. Cuando salgo de allí sus ojos están llorosos, pongo mi mano en su hombro y le pregunto si se encuentra bien, ella solo asiente pero me parece que está triste.
—¿Quieres ir directo al hospital o quieres comer algo antes? —pregunta cuando salimos de la clínica.
—Vayamos por un helado —sonrío. Sé que le gustan y quizás pueda sacarle la expresión de tristeza que tiene en el rostro.
Pedimos dos conos, ella de fresa y chocolate, yo de vainilla y menta. Nos sentamos en una esquina del local y nos miramos en silencio mientras tomamos el helado.
—¿Por qué estás triste? —le pregunto y ella sonríe. Su sonrisa no llega a sus ojos.
—No es nada, es difícil enfrentarse a los recuerdo de vez en cuando.
—Eres una mujer fuerte, Nika. Siempre has dicho que gracias a ellos estás donde estás.
—Eso no quiere decir que haya sido fácil. Nunca nada fue fácil en mi vida —agrega. No respondo. Me concentro en mi helado y ella en el suyo—. Taís... —me llama y la miro—. Tienes todo el derecho a estar enfadada conmigo, tienes todo el derecho a odiarme si quieres... sólo quiero que sepas que yo no sabía que eras la sobrina de Rafa...
—¿En qué hubiera cambiado el que lo hubieras sabido? —pregunto ante su comentario ella se encoje de hombros.
—Quizás no me hubiera permitido a mí misma acercarme a ti si lo hubiera sabido... Quizás no me hubiera permitido quererte tanto... Me duele demasiado tu rechazo —admite bajando la vista y observando su helado como si buscara en él las respuestas.
—Entonces es bueno que no lo hayas sabido —digo y ella me mira expectante—. Nika... Carolina o quien seas... no voy a mentirte... me cuesta mucho esto, pero quiero intentarlo... en realidad eres importante para mí. Quiero, yo... discúlpame por las cosas que te dije. —Suspiro y luego la miro levantando mi cuchara para apuntarla con ella—. Aunque algunas te las mereces —agrego.
—Lo sé, merezco muchas cosas, Taís... lo sé... pero nunca quise hacerte daño y aunque no lo creas ni lo entiendas, tampoco quise dañar a Rafa... nunca. Muchas veces lastimamos a quienes más amamos. Supongo que es la naturaleza del ser humano —suspiro y le sonrío. No me gusta verla así derrotada, alicaída.
—Te quiero, ¿lo sabes? —digo y ella me mira sonriendo, sus ojos ahora brillan con emoción.
—Me gusta saber que el cariño sigue allí. Yotambién te quiero, Taís.
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