Capítulo 9
Angie se vistió con una falda negra y una blusa verde esmeralda. No solía usar faldas cortas, le parecía que le marcaba demasiado los muslos gruesos y dejaba ver su tan odiada celulitis, pero esa no estaba mal, le agradaba la manera en que le alargaba las piernas y la hacía ver esbelta.
Se observó al espejo, estaba nerviosa y no tenía idea el porqué. Salir con Lucas no podía ponerle así ya que no tenía ningún interés en él, quizás era porque le ponía nerviosa que la situación entre Dulce y Bastian no avanzara. Esperaba que no pasaran una noche incómoda.
A pesar de sus nervios, le gustó la imagen que le devolvió el espejo. Por supuesto, al lado de Dulce ella no era más que una chica normal, o quizá mucho menos que eso, era como poner una piedra preciosa al lado de una piedra de jardín, pero no le importaba. ¿Qué más daba? No había nada que ella pudiera hacer al respecto.
Salió de su casa y caminó hasta encontrarse con Bastian en el jardín. Él estaba vestido con un jean ajustado y una camisa al cuerpo de color bordó. Ese color le resaltaba el tono canela de su piel y su cabello aún estaba húmedo. Angie pensó que era guapo, realmente guapo.
Al acercarse, él sonrió.
—Siempre puntual, Mínima.
—Es lo único que me agrada de ti —admitió ella—. ¿Vamos?
—Vamos.
Una brisa sopló en aquel momento e hizo que Angie percibiera el aroma de su colonia. Era algo familiar para ella, Bastian la usaba en todos los eventos especiales o salidas, y ella creía que era deliciosa. Era una mezcla de aromas cítricos y dulces que a ella siempre le pareció agradable y que le parecía muy a él, sin embargo, nunca hasta ese momento le había despertado aquella sensación. Angie sintió como si ese aroma ejerciera una especie de magnetismo, como en esos dibujos animados en los cuales el perfume de la comida lleva al personaje hasta la fuente del olor, normalmente haciéndolo volar mágicamente atraído por el mismo.
Angie se vio a sí misma pegándose a Bastian como si fuera una abeja que se acerca a una flor, como si fuera un bicho cayendo en las redes de una araña, como si fuera un personaje de dibujo animado acercándose a él para olerlo mejor, para saborear esa mezcla de perfume y piel.
—¿Mínima? ¿Estás bien? —preguntó él cuando dos pasos adelante ella no la siguió.
—¿Eh? Sí, perdona... —dijo sacudiendo su cabeza y dándose cuenta de que aquel lapsus la había hecho detenerse.
¡Y menos mal! Pensó Angie, porque hubiese sido vergonzoso encontrarse a sí misma oliendo el cuello de Bastian. ¿Qué demonios le estaba sucediendo?
—Si estás nerviosa por salir con Lucas, no te preocupes. Mira, solo déjale bien claro que solo te interesa su amistad —dijo él cuando ella caminó a su lado—, no le des mensajes erróneos.
—¿Cómo se dan mensajes erróneos? —inquirió ella ahora con diversión.
—Por ejemplo, no te toques mucho el pelo, no juguetees con las puntas —dijo y señaló su cabello—, no te acerques mucho a él, no más de lo que te acercarías a cualquier amigo o amiga. Y, sobre todo, no muerdas tu labio inferior.
—Yo nunca hago eso —dijo ella y negó con la cabeza.
—No, claro —respondió él con diversión, ella lo observó con curiosidad—. Lo haces, cuando estás nerviosa... —dijo él y ella cerró los puños enfadada.
—Te crees que sabes todo de las mujeres, ¿no es así, Bestian? A ver qué tan bien te va con Dulce —zanjó molesta.
—No lo sé todo, pero debes aceptar que no me va tan mal... Normalmente siempre consigo a la chica que quiero —añadió.
—Nirmilminti simpri consigo i li chica qui quiero —remedó con mímicas.
—¿Volvimos a tener ocho años, Mínima? —respondió él con diversión.
Ella puso los ojos en blanco.
—Creo que esto va a ser más difícil de lo que creí, eres insoportable —añadió—. Ahora dudo de que sea buena idea que te metas con Dulce. Primero tendría que soportarte más a menudo, y segundo, ¿por qué le estoy haciendo esto a mi mejor amiga?
—Porque sabes lo que es bueno —respondió él y se señaló con orgullo a sí mismo—. ¿No estoy guapo? No me has dicho nada.
—No lo logro, no logro verte con esos ojos, no puedo verte guapo ni aunque lo intente —mintió—, pero supongo que no estás tan mal —añadió y suspiró.
Bastian no dijo nada, solo sonrió con diversión y luego volteó a mirarla.
—Yo, sin embargo, sí puedo verte —dijo y se detuvo de golpe, haciendo que ella se girara a mirarlo—, puedo verte —añadió con la voz grabe y mirándola de arriba abajo. Angie sintió que él podía ver mucho más allá de sus ojos y que aquello lo decía de manera literal, se estremeció—. Y puedo ver lo hermosa que estás. No estoy seguro de que Lucas se merezca tu belleza.
—¡Ay! ¡Por Dios! —exclamó ella más por nervios que por otra cosa—. ¿De veras crees que voy a creerte lo que me dices? No soy bella, Bastian, lo sabes, lo sabemos todos... pero bueno, supongo que gracias...
—Tienes que aprender que cuando alguien te hace un cumplido como ese no debes discutir, solo aceptar y agradecer —respondió él y siguió caminando.
—No me gusta que me mientan —zanjó ella con decisión—, no me gusta que hagas bromas sobre mi cuerpo o me ridiculices.
—¿Estás loca? —inquirió—. Lo que hice fue todo lo contrario.
—Viniendo de ti no puedo creerte —respondió y de pronto se sintió enfadada sin saber bien el porqué—, lo siento.
Bastian no dijo nada más. Caminaron en silencio hasta casi llegar al cine y cuando les quedaba solo una manzana para llegar, él la tomó del brazo.
—No dejes que Lucas haga nada que no quieras —susurró.
—¿Quién te dijo que no quiero? —preguntó ella aún molesta.
—¿No era que no te gustaba?
—No lo sé, puede ser que sí me guste al final de todo —añadió.
Bastian asintió y la soltó. Caminaron hasta el cine y allí estaba Lucas, vestido con un jean y una camiseta azul, no tan ajustada como la de Bastian o quizá no tenía mucho que mostrar, pero se veía guapo de todas maneras.
Los saludó, a Bastian le pasó la mano y a Angie le dio un beso en la mejilla. Dulce llegó diez minutos después, vestía un vestido violeta al cuerpo y corto, traía el cabello rubio recogido y unos zapatos de taco que la hacían ver más alta y esbelta. Ambos chicos perdieron su vista en la recién llegada y Angie se sintió torpe y un poco idiota al creer que su vieja falda negra le hacía ver las piernas más largas. Sus piernas parecían patas de pollo al lado de las de Dulce tan delicadas y firmes. Suspiró.
—¿Entramos? —quiso saber.
Quizá en la oscuridad de la sala de cine se sintiera mejor.
Lo cierto es que Angie se sentía rara, no comprendía por qué estaba molesta si todo había salido como planeaba. Dulce y Bastian se veían muy juntos, ella los observaba de reojo y notaba que sus manos estaban a punto de tomarse. Él le susurraba cosas al oído y ella sonreía como tonta, pero por algún motivo, se había enfadado cuando él le había hecho un cumplido y se había enojado aún más cuando Dulce llegó tan bella.
Se sintió mala amiga, eso no estaba bien.
De pronto, sintió que Lucas acariciaba con suavidad el dorso de su mano. Unas cosquillas suaves se extendieron desde el sitio del contacto y lograron tranquilizarla un poco, él la observó como pidiéndole permiso y ella sonrió dándoselo. Lucas la tomó de la mano y se acercó para hablarle al oído.
—Gracias por esto —dijo con dulzura—, y, por cierto, te ves muy hermosa.
Angie sintió que se ruborizaba y que de pronto se sentía en paz. El enfado se escapaba al contacto con la ternura de Lucas, quizá no era tan fea, quizá no era tan tonta, quizá no era tan ridícula después de todo.
La película acabó y luego decidieron ir a comer a una pizzería. Eligieron un sitio y las chicas se sentaron mientras los chicos fueron a hacer el pedido.
—Bastian es muy muy guapo —dijo Dulce—. Y qué bien huele...
—Al final ¿sí hay química? —inquirió Angie.
—Al parecer —respondió ella encogiéndose de hombros—. Es galante y sexy —afirmó—, y creo que tenías razón, quizá sí hacemos una buena dupla, ¿no?
—¿Solo quieres estar un rato con él o te interesa para algo más? —preguntó.
Angie nunca había increpado a Dulce sobre sus gustos y su manera de divertirse con los chicos, pero la repentina idea de Bastian y ella besándose en soledad le generó un impulso que la hizo hablar.
—¿Qué quieres decir? —preguntó ella confundida.
—Nada... lo siento —dijo ella en un suspiro—. Solo... no quiero que nadie salga herido...
—¿Y crees que él puede salir herido, Angie? —preguntó la muchacha.
—Bueno... ni él ni tú —intentó ella al darse cuenta de que se había equivocado.
—Llevas semanas intentando que salga con él, Angie. Si no lo hice no es porque no me guste, es porque no quiero problemas. Sabes que no deseo enamorarme y no quiero meterme en medio de ustedes...
—¿A qué te refieres? —preguntó ella.
—Bastian, Maxi y tú son un trío perfecto, sí, es cierto que ustedes dos pasan de estar bien a discutir en segundos, pero eso es parte de la perfección que los une. No quiero destruir eso, no quiero meterme en medio y que luego si no funciona nos apartemos. Eres la única amiga que tengo, la única que me acepta y me respeta, y no quiero perderte. Tampoco quiero que pierdas a Bastian o te pelees con él.
—Me peleo con él todo el día.
Dulce sonrió.
—Sí, pero no quiero que se peleen en serio —añadió—. Solo por eso he estado huyendo...
—Él es un buen chico y tú una buena chica —respondió Angie—, creo que ya somos grandes como para separar las cosas. Si no funciona, tú seguirás siendo mi amiga... y Bastian seguirá siendo... Bastian —añadió.
—¿Estás segura? —preguntó Dulce.
—Sí... —respondió ella—. No habría invertido tanto tiempo en unirlos si no lo creyera.
Bastian y Lucas regresaron y Angie sintió como si acabara de cometer un gran error. No sabía bien porqué, pero ya estaba hecho.
Bastian se sentó al lado de Dulce y ella observó a su amiga sonreír con picardía, tomó un mechón de su cabello y se lo ordenó tras la oreja, Bastian se acercó a ella y le susurró algo al oído.
Ahí estaba, estaba haciendo lo que el chico le había dicho. Le estaba dando mensajes que él podía leer.
—¿Angie? ¿Te sirvo la de margarita?
La voz de Lucas la trajo de sus pensamientos.
—Sí, esa está bien —asintió.
Entonces, cuando él le sirvió, ella hizo lo mismo. Lo miró, le dio las gracias casi en un susurro y se mordió el labio inferior de manera deliberada. Luego, se arregló el cabello de la forma más delicada y natural que pudo sin dejar de mirar a Lucas y se dispuso a comer.
Bastian observó aquello y sintió que se le cerraba el estómago, quizá no tenía tanta hambre como pensaba. Dulce era la mujer más hermosa de aquel lugar, pero él tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no mirar a la mujer que tenía en frente y que claramente estaba flirteando con Lucas.
Las salidas dobles con Angie no eran buena idea, debía recordárselo para la próxima vez.
Esa noche, Dulce y Bastian se despidieron después de la cena y decidieron caminar por el centro. Lucas acompañó a Angie a casa y cuando estaban por despedirse, la besó en los labios. Ella se dejó, se dejó porque él le parecía guapo, porque su presencia le era agradable, se dejó porque creía que era una tonta y que ya estaba harta de serlo. Se dejó besar porque de pronto todas sus teorías sobre esperar al indicado comenzaron a parecerle idiota.
El beso le gustó. Se encontró a sí misma respondiéndole y se dejó llevar. ¿Qué sentido tenía esperar y negarse a disfrutar de esas experiencias? Al final podía ser que por negarse a probar cuando llegara la persona adecuada no se diera cuenta. ¿Y qué tal si Lucas era esa persona?
Él se alejó, le acarició el cabello colocando un mechón tras su oreja y luego siguió dejando que el dorso de su mano rozara su mejilla derecha. Angie cerró los ojos y entreabrió los labios. Aquello era delicioso.
—Me gustas mucho, Angie. Eres hermosa e inteligente, eres una chica dulce y decidida, no sabes cuánto he soñado con este momento —dijo él—. ¿Estás bien?
—Sí —respondió ella y abrió los ojos para mirarlo. De pronto sus ojos grises eran perfectos y profundos, la miraban con adoración, ternura y hasta algo más. Angie se sintió poderosa, se sintió mujer, se sintió hermosa—. Estoy bien... ha sido una velada muy bonita.
—Espero que se repita, y espero que ya no tengas miedo de estar a solas conmigo —dijo con dulzura—. Yo no voy a hacerte nada malo, tú eres especial para mí.
—¿Por qué? —quiso saber ella.
—Porque siempre he soñado con una chica como tú, inteligente y bella —Ella sonrió—. Porque me gustas desde hace mucho —añadió—, porque esta noche me siento el chico más feliz del planeta solo por que al fin me has hecho caso.
Angie se movió nerviosa en su sitio, jugueteó con la punta de sus cabellos y se mordió el labio, esta vez sin darse cuenta de que lo hacía.
—Gracias... Tú eres muy guapo —dijo ella.
—¿Volveremos a salir? —quiso saber él.
—Sí, claro que lo haremos...
Él volvió a besarla, esta vez el beso fue más apasionado e intenso y Angie lo disfrutó. Se alejaron, él se despidió y salió del condominio.
Esa noche, Angie se acostó en su cama y sacó su libreta para anotar lo siguiente:
4. Creo que las personas pueden sorprendernos y que no debemos cerrarnos a las experiencias que nos tocan vivir.
Cerró la libreta y se recostó en la cama, se imaginó el beso de Lucas y acarició sus labios que aún sabían a él, a su calidez, a su aroma a menta. De pronto, la imagen de Lucas se difuminó en sus pensamientos y el aroma a menta se convirtió en aroma a cítricos. De pronto quien la besaba era Bastian y sintió que miles de mariposas aleteaban en su interior.
Abrió los ojos, asustada tras aquel pensamiento, entonces se lo imaginó a él besando a Dulce, quizás a esas alturas estaban desnudos entre las sábanas de algún cuarto enredándose. Después de todo ella sabía que así acababa Dulce casi siempre sus citas, y Bastian no era un santo, todos sabían que tenía varias conquistas.
Aquello le generó un dolor en el estómago. No le gustaba esa imagen, no le gustaba esa idea, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Mejor intentaba concentrarse de nuevo en sus recuerdos con Lucas, en sus besos.
Suspiró. Aquella noche Angie creía que solo era cuestión de organizar sus pensamientos, pronto lo lograría, pronto se convencería de que las cosas así estaban muy bien y dejaría de lado aquella extraña y molesta sensación que le generaba una punzada interior cada vez que imaginaba a Bastian con Dulce.
Aquí vine a dejarles esto antes de dormir...
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