Capítulo 4

Angie salió del baño de chicas lista para ir a la clase de gimnasia, pero se encontró con Bastian esperándola en la puerta.

—Te has equivocado, este es el vestuario de chicas —añadió—, ¿lo recuerdas? Las que no tenemos «piolines» —bromeó haciendo énfasis en las comillas.

Bastian sonrió y negó con la cabeza.

—No olvidarás eso jamás, ¿no? —inquirió.

—Hay cosas que no se olvidan nunca —respondió la muchacha y echó a andar—. Ella no está allí —agregó.

—No venía a verla a ella, venía a verte a ti...

—Vaya, vaya, vaya... —dijo la muchacha deteniéndose y cruzándose de brazos.

—¿Me ayudarás con ella? Sé quién es, la chica del campamento, ¿no?

Angie se mordió el labio inferior algo nerviosa por recordar esa época con él, pero asintió.

—¿Qué quieres que haga, Bastian? —inquirió—. Se supone que es el amor de tu vida, ¿no? Dijiste que había sido amor a primera vista, pero por lo poco que convivimos esta mañana, ella parece ni siquiera recordarte.

Bastian bajó la vista y suspiró.

—Solo háblale bien de mí...

—Me estás pidiendo demasiado —añadió Angie con diversión.

—Por favor...

—Lo pensaré —respondió ella disfrutando de aquel momento.

Justo entonces, Dulce se acercó a ellos.

—¡Angie! ¿Dónde te habías metido?

—En el baño —respondió y se encogió de hombros.

Dulce se acercó a ambos y sonrió.

—Hola —saludó y fijó su vista en Bastian—. Tú me tienes cara conocida —añadió.

—Hola, Dulce... nos conocimos en Punta del Este, ¿lo recuerdas? —preguntó galante.

—¡Ah! ¡Eres el de la gran banana! —exclamó.

—¡Vaya! Esa es una buena manera de recordarte —bromeó Angie—, pero no creo que la tenga tan grande, la verdad.

Dulce se echó a reír y Bastian frunció los puños, nervioso.

—No, tonta —explicó su amiga—, lo conocí en la banana inflable. Él iba tras de mí y de pronto, cuando la cosa esa se sacudió, nos caímos. No pude subirme de nuevo porque en el movimiento se me desató la parte superior del traje de baño y pues... aunque tenía el chaleco salvavidas, no cubría mucho —admitió—. Pero él fue muy caballeroso y me ayudó a atármelo sin que nadie me viera.

—¡Ahhh! —exclamó Angie divertida tras aquella nueva versión de los hechos.

—Qué pena que nunca pude agradecértelo como te lo merecías —dijo Dulce encogiéndose de hombros—, es que estaba con mi novio en aquel momento...

—Sí, bueno... —Bastian parecía haber perdido su capacidad de hablar.

—Me alegro de verte aquí. ¿Ustedes son...? —inquirió y señaló a ambos.

—¡No! Es el mejor amigo de mi hermano mellizo —explicó Angie— y por añadidura es como un hermano molesto para mí...

Bastian sonrió, aquello era un poco mejor de lo que podía haberse esperado.

—Ahh —respondió Dulce—, un gusto...

—Bastian —comentó él.

—Sí, un gusto, Bastian... —dijo ella con una sonrisa dulce que a él le derritió las piernas—. ¿Vamos? La profesora Ana dice que haces falta en el equipo y me mandó a buscarte —explicó.

—Ya le dije que hoy no podía jugar —susurró Angie, pero se encaminó hasta el gimnasio tras su amiga, dejando a Bastian avergonzado en el pasillo.

En aquel momento, Angie creía que aquello que acababa de escuchar había rellenado todas sus municiones de próximos ataques para Bastian, y eso le hacía más que feliz incluso aunque los cólicos menstruales le partieran en dos el cuerpo. Cuando llegó al gimnasio y le explicó a la profesora que le dolía mucho el vientre y por eso no podía jugar, se sentó en las graderías, buscó su cuaderno de creencias y escribió:

1. Creo que Bastian es un mentiroso.

***

Más tarde, cuando Angie ingresó a su cuarto, luego de tomar un largo baño, se encontró a Bastian acostado en su cama abrazando su almohadón de corazón con lentejuelas.

—¿Qué demonios crees que haces aquí? —inquirió enfadada y con la bata aún puesta.

—Vengo dispuesto a escuchar todo lo que tienes que decirme...

—¿Yo? ¿Qué tengo que decirte? —inquirió distraída.

—¿No vas a atacarme por toda la historia que conté de lo que sucedió en Punta del Este? —preguntó.

—No... Siempre supe que eras un mitómano, no hay nada nuevo en eso... es un trastorno, ¿sabes? —bromeó y se sentó en su tocador para comenzar a peinarse.

Bastian suspiró.

—Comprendo que tienes que mentir para salvaguardar tu falsa imagen de macho mujeriego —explicó ella con condescendencia—, no vaya a ser que descubran que solo fantaseas con todo aquello que dices que has vivido en realidad —añadió.

—Me gusta mucho esa chica, Angie —dijo él llamándola por su nombre después de demasiado tiempo—. Dime lo que quieres y yo te lo conseguiré.

—¿Cualquier cosa? —inquirió la muchacha mirándolo por el reflejo del espejo.

—Lo que sea —añadió él.

—Pero no puedo hacer milagros —dijo la muchacha con diversión—, no sé cómo ayudarte...

—No te pido que hagas milagros, solo que hagas que me note... y también que la investigues, que me digas qué le gusta, cómo es... qué espera de los chicos... —suspiró—. A lo mejor así la puedo conquistar...

—Nunca pensé decirte esto —admitió Angie que volteó a verlo—, pero si tienes que convertirte en alguien que no eres para atraer o conquistar a otra persona, por ahí no es —añadió—. Aunque bueno, así como eres no conquistarías a nadie, claro —bromeó, pero sin la fuerza necesaria.

Bastian sonrió, aquello parecía un cumplido disfrazado.

—Haré lo que me pidas, cuando me pidas... si me ayudas con ella —admitió y se levantó—, creo que nunca me había sentido así por alguien.

—¿Enamorado? —preguntó ella y lo miró con una intensidad que él no supo descifrar.

—Atraído... —respondió él.

Angie se mordió el labio inferior y asintió, él percibió el destello de desilusión en sus ojos, pero prefirió no hablar de aquello.

—Haré lo que pueda —respondió la muchacha—, pero no te prometo nada...

Bastian se levantó y se encaminó hasta la puerta, pero justo antes de salir, se acercó de nuevo a ella y sonrió.

—Es una buena chica, Bas —dijo llamándolo como hacía tiempo no lo hacía—. Y ha sufrido mucho...

—Yo también, a ambas cosas... y lo sabes —susurró.

Angie asintió y volvió a morderse el labio, hacía eso cada vez que él le recordaba algo y suspiró.

—Te traje esto —añadió él y sacó un chocolate del bolsillo—. Sé que son tus favoritos y sé que estás en tus días.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó avergonzada.

—Hoy dijiste que no podías jugar y eso es lo único que hace que no puedas jugar... —explicó—. Vamos, disfrútalo, te hará sonreír —agregó y lo dejó sobre el tocador antes de salir.

Angie miró el chocolate y luego se miró al espejo en donde el tiempo pareció retroceder.

Tenía quince años y habían ido a una excursión de la escuela para investigar unas rocas. Hacía un buen rato que un par de chicas, las dos más desagradables del grado, las que siempre se creían superiores, habían comenzado a señalarla y reírse de ella.

Angie no lo comprendía, si Maxi hubiese estado allí se hubiera refugiado en él, pero no estaba y se sentía sola. Bastian se acercó a ella y le rodeó con el brazo.

—Déjame —exclamó ella tratando de liberarse, pero él la llevó un poco más allá donde los chicos no los escucharan.

—Te estoy salvando —respondió.

—¿Sí? ¿De los leones? —inquirió y volteó fingiendo mirar con desespero a ambos lados.

—De la mancha de tu falda —exclamó—. Toma —añadió y le pasó su suéter—, amárratelo por la cintura.

—¿Qué? —preguntó la muchacha.

Bastian puso los ojos en blanco.

—Te está pasando la sangre —susurró—, ponte esto antes de que sea peor.

—Oh... —dijo al tiempo que sintió que se le ruborizaba hasta el último poro de la piel.

—También te conseguí esto —añadió y le pasó una toallita—, me lo dio Melody...

Melody era una chica que llevaba años enamorada de Bastian y todo el mundo lo sabía.

—No te preocupes, ella no dirá nada —añadió—. Anda, cámbiate y ponte el suéter que aún nos quedan un par de horas por aquí —afirmó.

Angie volvió al presente y sonrió, tomó el chocolate entre sus manos y suspiró. Era cierto, Bastian no era una mala persona y ella lo sabía, ella más que nadie lo sabía.

Y entonces, Angie creyó que ese podía ser un buen proyecto para el año, unir a Bastian con Dulce no parecía tan loco, conocía a ambos y los dos eran buenas personas que habían pasado por circunstancias difíciles, Angie creía que eso era algo que podría unirles, y que ella podría ayudarlos.

Hoy me desperté con ganas de regalarles un capítulo más.

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