Capítulo 9

Angie se miraba al espejo y le gustaba lo que veía.

—¿Y? —preguntó Dulce.

—Hermoso, la verdad es que este modelo es precioso —afirmó.

—Me alegra mucho que te guste, ese modelo es el que me hubiese gustado usar si no fuera por la panza —comentó y acarició su barriga—, y el color lo eligió Annette.

—Y es de muy buen gusto —admitió Angie a su pesar.

—Ella también será dama de honor —informó Dulce.

—Lo supuse, escuché que Bastian le dijo a su perra que ella es parte del equipo.

Dulce se largó a reír.

—Así que conociste a Lucila...

—Sí, en realidad pensé que iba a morderme o algo así...

—Es la adoración de Bastian, le habla y le trata como si fuera un humano. Lucila también será dama de honor —informó.

—¿Cómo? —inquirió Angie mirándola con asombro, Dulce rio.

—Sí, me ha hecho prepararle una ropita y ella llevará los anillos en una canasta... solo espero que no se los coma...

—Eso sí que sería un problema —rio Angie mientras volvía a verse en el espejo.

—Sí, Bastian dijo que no nos preocupemos, que, si se los come, los sacará por atrás en un par de días... —bromeó y ambas se pusieron a reír.

—Nunca tuvo una mascota, me es muy extraño todo esto... jamás pensé que sería veterinario...

—Y de los buenos, ¿eh? La gente lo busca para que le atienda sus animales... A veces no cobra, ayuda a los animalitos rescatados o intercambia trabajo por lo que la gente le quiera dar... la gente del campo suele darle frutas o algunas gallinas.

—Oh... —susurró Angie.

—Sorpresas, ¿no? —dijo Dulce y la observó con ternura.

Una vez que acabaron la prueba de vestuario, las dos salieron con destino a una cafetería donde pudieran merendar.

—Te prestaré mi auto para que te muevas estos días en libertad —dijo Dulce cuando se acomodaron en una que quedaba en una esquina del centro de la ciudad.

—¿Y tú? —preguntó ella.

—Mi doctor no quiere que maneje más, dice que el bebé se puede adelantar y que tengo que estar tranquila...

—Oh, bueno, está bien... Me vendrá genial el auto...

—Ahora que terminemos de merendar, vamos a casa y te lo llevas...

Las dos hicieron la orden cuando el camarero se acercó, y luego de unos minutos de silencio, Angie escuchó su teléfono vibrar.

«¿Llegaste? ¿Estás bien?». Decía el mensaje de Arturo.

«¿Hola? ¿Ángeles? ¿Los chismes para cuándo? ¿Lo viste? ¿Está feo?» Ese, por supuesto, era de Silvia.

Angie sonrió.

—¿Quién es? —curioseó Dulce.

—Arturo y Silvia, no les he escrito desde que llegué.

—Vaya... para ser el novio ya has tardado demasiado.

—No es mi novio, ya te lo dije —comentó Angie.

—¿Qué es?

—Un... no lo sé... una aventura...

—No te tenía en ese plan... —dijo Dulce mirándola retadora.

—¿Qué? La gente cambia, Dulce. Ya no soy la chica que solo quería un novio con el cual casarse y formar familia...

—Mira cómo se dio la vuelta la tortilla —añadió la muchacha mientras el mesero les traía sus pedidos.

—No te ofendas, no quise ofenderte...

—No es ofensa, es verdad —dijo Dulce con una sonrisa—, antes era yo la que me divertía con los chicos y tú la del novio en serio, ahora tú eres la de la diversión y yo la de la estabilidad...

—Sí... algo así...

—¿Y qué es lo que te gusta de él? ¿Es solo sexo? —preguntó.

Angie se encogió de hombros.

—Algo así, la verdad que no quiero intimidad emocional con nadie, la última vez que lo intenté salió muy mal...

—Ese fue Sebastián, un chico que te agarró cuando estabas recuperándote de Bastian y en quien creíste porque necesitabas hacerlo, necesitabas refugiarte en él y te tiraste a ciegas... y te engañó...

—Ajá, así mismo, pero ¿a dónde quieres llegar? —preguntó Angie achinando los ojos confusa.

—Que eso fue una consecuencia... no puede ni siquiera contar en tu lista...

—¡Estuve con él casi siete meses! —exclamó.

—¡Oh! ¡Toda una vida! —ironizó Dulce.

Angie puso los ojos en blanco.

—Te cerraste al amor, te cerraste a las oportunidades, te cerraste al mundo...

—Y estoy mejor así...

—¿En serio? —preguntó Dulce y la miró a los ojos.

Angie no pudo sostenerle la mirada.

—Es lo que supuse... —musitó.

—Todos aquí creen que me conocen, todos piensan que saben quién soy, a dónde voy y lo que quiero. Pero nadie en realidad sabe quien soy hoy, ustedes se quedaron con una versión atrasada de mi persona... Yo soy Angie 3.0 y ustedes se quedaron con la 1.0, ¿comprendes? No soy la misma que a los diecisiete.

—Y odias a la Angie de los diecisiete —dijo Dulce sorbiendo un poco de su té como si nada.

—Sí, la odio...

—¿Por qué? —preguntó ella y su pregunta fue tan genuina que desarmó a Angie.

—Porque me falló, porque nos falló... —susurró.

Dulce no dijo nada.

—Háblame de lo que pensaste cuando viste todo lo que logró Bastian en este tiempo —pidió después de un buen rato de silencio.

—Que estoy orgullosa de él —admitió—, es increíble todo lo que logró...

—Lo sé... —respondió Dulce con una sonrisa—. Díselo, díselo en cuanto puedas.

—¿Por qué? —quiso saber ella.

—Porque eso es todo lo que él necesita escuchar...

—¿Que yo estoy orgullosa de él? —inquirió ella sorprendida.

—Él no se perdona haber echado por la borda todo lo que tenían, se siente culpable por haberte arrastrado a su tormento... no se perdona el haberte dejado ir...

«Y yo no me perdono el haberme ido». Pensó Angie, pero no lo dijo.

—Será sanador para él que le digas que estás orgullosa de sus logros, sobre todo si es la realidad...

Angie asintió.

Un poco después, decidieron que era hora de que Dulce fuera a descansar, tenía los pies hinchados y ya se sentía agotada. Llegaron a la casa, ella le dio las llaves y Angie regresó al hotel.

Una vez allí, se sirvió un vaso de agua y se sentó en su cama para responder los mensajes pendientes.

«Todo bien, Arturo, estoy bien».

«Hola, Sil... no, no está feo... mañana te mando una foto a ver qué opinas».

«¡Emoción, emoción!» Respondió ella casi al instante.

Y en ese momento ingresó otro mensaje.

«¿Qué harás mañana?»

Era un número desconocido, pero su foto de perfil era un perro, un labrador marrón. Ella lo agendó como Bastian y luego contestó.

«Dormir hasta tarde y luego salir de compras, tengo que ver qué regalarles a los novios».

«¿Podríamos encontrarnos a eso de las cinco? Puedo ir a donde me digas... en algún centro comercial cerca de donde estés... tenemos que hablar del sexo...».

Angie casi escupe el agua que acababa de tomar.

«¿Qué sexo? ¿De qué hablas?».

«Del sexo, tenemos esa cosa pendiente... hay que decidir».

«No te dije quién era porque asumí que sabías a quién le estabas escribiendo, pero creo, Bastian, que te has equivocado... soy Angie y no tengo que hablar de ningún sexo, al menos no contigo».

Bastian se echó a reír, pero se prometió no dejar pasar esta oportunidad, así que se apresuró a responder.

«Ahhh yo pensé que eras Andrea... ¿Angie? No sé cómo es que tengo tu número».

Angie no respondió, le dio rabia ese mensaje y sintió unas ganas enormes de arrojar su teléfono por la ventana.

Sí, su reacción era ilógica. Pero ¿qué rayos le pasaba?

Iba a contestarle algo, pero no tenía idea de qué, así que se puso a pensar, pero en eso ingresó otro mensaje de él.

«A que he sido el mejor sexo que has tenido... Comprendo que lo quieras repetir, pero no, niña, han pasado siete años... Del sexo que te quería hablar era de esa cosa que según Maxi tenemos que hacer los padrinos con lo del bebé... no sé qué es, no lo comprendo y no sé ni para qué se hace...».

Angie se sintió estúpida.

«Idiota».

«Tranquila, Mínima... a cualquiera que haya estado conmigo la palabra sexo unida a mi nombre la alteraría como a ti».

Angie sintió que una bola de fuego le calentaba el pecho. Le había dicho Mínima como hacía años no lo hacía, y desde que fueron novios, eso no era ofensa, al contrario, significaba que estaba molestándola y que no quería que se ofendiera. Ahora ella debía responder con Bestian y no pensaba quedarse atrás.

«¿Tuvimos sexo nosotros? Yo no lo recuerdo... debiste ser insignificante, Bestian... Por cierto, lo de la revelación del sexo del bebé es una especie de moda por la cual los padres se enteran de si tendrán una niña o un niño».

Lo de volverse a llamar como cuando eran pequeños, hizo que un calor ameno le llenara el alma, se recostó en su cama, y cual la Angie de diecisiete años, esperó ansiosa otro mensaje.

«No creo que haya sido muy insignificante la vez que lo hicimos en la caseta del jardín dentro del condominio. ¿Lo recuerdas? Fue de pie, por la pared... Y ni qué decir de la vez que inauguramos tu primer auto y la policía nos detuvo... ¡Qué vergüenza! Tu madre tuvo que ir a buscarnos de la comisaría ja ja ja».

Angie se largó a reír.

«Dios mío, esa vez quise que la tierra me tragara, no sé cómo conseguí dignidad para salir de mi habitación al día siguiente... pero valió la pena, ¿no?».

«Eso dímelo tú, ¿cuántas veces llegaste ese día?».

Angie sintió calor.

«Creo que mejor hablamos de lo del sexo del bebé, me queda bien juntarnos mañana, a las cinco te esperaré en la heladería que está en el shopping Central... si es que sigue allí».

Bastian sonrió.

«Sí... sigue allí, con los helados que más te gustaban... esa crema del cielo que era puro colorante».

«Me gusta el cielo... y ese helado me hacía sentir más cerca».

Angie sonrió tras el recuerdo.

«Sobre todo cuando te lo untaba por el cuerpo y luego lo lamía».

«Basta, Bastian». Pidió ella.

«Te veo mañana, a eso de las 17, para hablar de sexo y helado de crema».

Bastian se rio de su propio mensaje y pensó que estaba estirando demasiado la cuerda, pero la tensión le agradaba, siempre había sido así con ella.

«Si, nos vemos mañana para hablar de la revelación del sexo del bebé, tomaremos un helado de crema que, si no te comportas, lo arrojaré por tu sexo».

Punto para mí —pensó Angie tras aquel mensaje.

«Por mí no hay problema, si luego tú lo... ya sabes, haces aquello que tan bien hacías... Buenas noches, Mínima, descansa».

Angie no respondió, se acostó sobre la cama, puso el celular en su pecho, y sonrió.

¿Qué había sido eso? ¿Un lapsus?

Esa conversación bien pudo haber pasado unos años atrás entre él y ella... un día cualquiera... pero ahora todo era distinto y aquello no tenía sentido.

Decidió que esa noche no quería pensar, estaba agotada física y mentalmente, lo único que quería era dormir, así su cabeza pararía de darle vueltas al pasado y al presente... tomó el celular y buscó en su lista de canciones aquellas para dormir en paz, colocó una al azar y comenzó a sonar una música suave rodeada de sonidos de la naturaleza.

Angie cerró los ojos dispuesta a entregarse al sueño y de pronto apareció en una cabaña, en una tina que daba al aire libre, completamente desnuda y haciendo el amor con un Bastian de treinta años con barba. Los pajaritos cantaban alrededor y ella alcanzaba el clímax una y otra vez.

Y lo único que Angie supo en ese momento, es que no quería despertar jamás.

Espero que se hayan divertido con este cap... Bueno, maratón de 3 caps ya que llegamos a los 5k. Espero que lo disfruten, mañana subo los otros dos :)

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