Capítulo 35

El beso terminó y él abrió los ojos con temor de que todo fuera un sueño, pero no, allí estaba ella en un vestido violeta y un moño rojo y brillante en la cabeza.

Él sonrió.

—Soy tu regalo —susurró—. Feliz cumpleaños, mi amor.

Él la abrazó y sintió que las lágrimas se le escaparían en cualquier momento, la emoción era demasiado fuerte.

La gente aplaudió y luego de que el hombre anunciara al siguiente cantante, ellos pasaron a la mesa a sentarse.

Bastian estaba en otro mundo, no podía hablar, solo miraba a Angie saludar a sus amigos como si nada.

—¿Quieres comer algo? —preguntó Dulce.

—Sí, no podía comer nada por los nervios, así que estoy sin nada desde el desayuno —respondió.

—¿Te ha gustado el regalo? —inquirió Maxi al ver a su amigo perdido en sus pensamientos.

—Ha sido el mejor... —susurró y los miró a todos—. ¿Desde cuando están planeando esto? —quiso saber.

—Desde como hace un mes —comentó Dulce—, cuando ella llamó y dijo que vendría...

—Pensé que te olvidaste de mi cumpleaños... —dijo él.

—Nunca, Bastian, jamás podría... —respondió Angie tomándolo de la mano—. Pensaba llamarte anoche, pero Dulce me dijo que no lo hiciera.

—Eres mala, Dulce —se quejó mirando a su amiga—, me viste sufrir y aun así...

—¿Lo vale o no lo vale? —preguntó la muchacha retadora—. Ya cállate, bésala y disfruta de tu regalo. Lo elegí yo misma para ti —dijo ella con diversión—, justo como a ti te gusta... puedes hacer lo que quieras con ella...

—¿Lo que quiera? —inquirió Bastian ahora sí siguiéndole el juego.

—Todo, absolutamente todo —respondió Dulce con su típico gesto pícaro—. Me cercioré de comprar una versión que tuviera todas las mejores prestaciones de la Angie 1.0 mezcladas a la de la Angie 2.0 que pudiste conocer en mi boda... Esta sería la 3.0 y está... que ni te digo

Todos rieron y él la abrazó acercándola más a él, le besó en la frente y la miró con ternura. Todavía parecía no creer que estaba allí.

Siguieron así por un buen rato, riendo, hablando y comentando acerca de la gente que subía a cantar, hasta que después decidieron que era hora de marcharse.

—Nosotros nos vamos —dijo Maxi.

—Ya váyanse —pidió Bastian con diversión—, Dulce está que ya no puede controlarse —zanjó.

—¡Cuarenta días, Bastian! ¡Cuarenta días! —exclamó ella y todos rieron.

Annette también se despidió cuando un amigo vino a buscarla, uno que Bastian no conocía, pero que no tenía ganas de indagar esa noche.

—¿Qué hacemos? —preguntó él aún confuso.

—¿Preparaste la cabaña del bosque?

—Como me lo pediste... —dijo él comprendiendo todo por fin,

—Pues llévame entonces —pidió ella acercándose para darle un beso en los labios.

Él sonrió.

—Lo planeaste todo... eres malvada —respondió.

—Solo quería que fuera perfecto... —dijo ella con una sonrisa dulce.

Salieron del local y subieron al auto de Bastian, ella se puso el cinturón y luego se sacó los tacones, se colocó de costado, subió ambas piernas al asiento y envolvió sus brazos alrededor de su pierna.

—¿Qué haces? ¿Vas a dormir? El camino es largo...

—No... voy a mirarte —dijo ella—, mucho...

Él sonrió y colocó una de sus manos en sus rodillas.

—¿Cuánto tiempo te quedarás? —preguntó.

—El tiempo que tú quieras... una semana o toda la vida...

—¿Cómo?

—Renuncié al Estrella —comentó.

—Angie... ¿por qué hiciste eso?

—Porque ya era hora de que tomara una decisión que me hiciera feliz —dijo con una sonrisa—. Por eso tardé un poco en regresar, tenía que presentar la renuncia, instruir a la persona que quedaría a mi cargo, vender las cosas que no iba a traer y poner todo en orden por allá...

—¿En serio vas a quedarte? —preguntó él y la miró de reojo.

—Sí... y no me arrepiento... En este mismo instante siento mucha paz, Bastian... apenas nos besamos tuve la sensación de que estaba en casa... tú eres mi casa —susurró—. ¿Sabes cuanto hace que siento que no pertenezco a ningún sitio? Tú solías decir eso cuando éramos chicos, que sentías que no pertenecías... ahora recién lo comprendí...

—¿Qué harás aquí? ¿Piensas buscar empleo o estarás en el Estrella del centro?

—No, ya no quiero esa clase de vida... quiero algo más...

—¿Algo como qué? —inquirió él al tiempo que sentía que le temblaban las piernas.

Angie se movió, buscó en su bolso una hoja y la colocó sobre su regazo.

—Estoy manejando, no puedo leer. ¿Qué es?

—Mi hoja de vida —dijo ella—. Pensaba pedirte que me contrataras.

—¿Qué? —inquirió él con sorpresa y la observó, ella sonrió.

—Tengo mucha experiencia en el campo hotelero, sé lo que es bueno y lo que no, sé tratar con los clientes y también con los proveedores, tengo muchos contactos y podría ayudar...

—Pero...

Angie volvió a sacar una hoja de su bolso y volvió a dejarla en su regazo.

—¿Y eso?

—Es un plan de acción, le dediqué mucho tiempo —informó—. Podemos poner las dos cabañas que ya tienes en páginas tipo Booking o Trivago... haremos una website y manejaré las redes sociales, sobre todo el Instagram. Annette me ayudará con eso... —comentó con seguridad—, tenemos que posicionarnos como un sitio de lujo, la gente pagará mucho dinero por alojarse en esas cabañas. Tú has dicho que ya tienes el dinero para construir la tercera, debemos empezar con eso a más tardar el primer semestre del año que viene... la tercera y la cuarta estarían listas para cuando inicie la temporada y ya tendríamos cuatro. Si mantenemos ese ritmo y consiguiéramos un 80% de ocupación, podríamos construir las otras dos en menos tiempo... y así hasta llegar a las diez. La inversión la estaríamos recuperando en muy poco tiempo, eso te lo aseguro.

Bastian la miró sorprendido.

—Mira tu camino, no queremos chocar —dijo ella señalándole el frente.

—No tengo tanto personal ni dinero para pagar personal —susurró.

—No es problema, Annette y yo trabajaremos en eso también, Juan dijo que contáramos con él y su mujer... empezaremos así e iremos creciendo...

—Angie... pero... yo no te puedo pagar el sueldo que estabas percibiendo en el Estrella... —añadió.

Ella sonrió.

—Yo no quiero sueldo, tengo dinero ahorrado, son siete años de trabajar y casi no gastar en nada... Me conformo con que me pagues con buen sexo y un lugar en tu cama...

—¿Un lugar en mi cama? —preguntó él confundido.

—Sí, pensaba mudarme contigo, si vamos a trabajar así ir y venir a lo de mi madre sería una locura... —respondió con tono casual, como si recitara el tiempo—, y yo no quiero una habitación, puedo dormir en la tuya... solo necesito un par de cajones —comentó.

Bastian no daba crédito a lo que estaba oyendo.

—Y, además —acotó ella—, yo no quiero trabajar para ti, quiero ser tu socia... Pondré el 80% de mis ahorros en la construcción de la cabaña número 4 —anunció— y trabajaré gratis hasta que mis ganancias alcancen la mitad de tu inversión, así seremos socios al 50% y recién desde allí nos dividiremos las siguientes ganancias...

Bastian solo volvió a mirarla y ella volvió a señalarle que fijara su vista en la ruta.

—A no ser que...

—¿Qué? —inquirió él completamente sin palabras.

—A no ser que luego decidamos que queremos casarnos y en ese caso lo mío es tuyo y lo tuyo es mío... y pues... ya... eso...

Bastian giró el volante y se detuvo en la banquina a un costado de la ruta.

Eran cerca de las dos de la mañana y todo estaba oscuro y tranquilo, apenas la luna iluminaba el lugar en medio de la frescura del campo.

—¿Me estás diciendo que vienes a quedarte para siempre conmigo? —inquirió.

—Si tú me lo permites... —dijo ella con un dejo de temor.

Él suspiró.

—¿Y tus miedos? ¿Tus inseguridades? ¿Tus dudas?

—Ya no tengo ninguna. Mis miedos se van cuando tú estás conmigo, lo mismo que mis inseguridades, y las dudas se esfumaron cuando acepté que te amo, inmensamente, con locura, como hace siete años y todavía mucho más... Nunca he dejado de hacerlo... —admitió y escondió su rostro entre sus rodillas—. El futuro lo quiero construir a tu lado, sea lo que sea que nos depare...

—¿Y si no funciona? —inquirió él.

Angie lo miró.

—Haremos que funcione, esta vez no vamos a fallar, tú y yo somos un equipo, siempre lo hemos sido...

—Angie... todo esto es... aún no lo puedo asimilar...

—¿Acaso no querías que me quedara contigo? —preguntó con temor.

—Sí, pero no pensé que lo fueras a hacer... me convencí de que no lo harías para que doliera menos.

—Pues ahora ya no tiene que doler... —dijo ella y le tomó de la mano llevándosela a su rostro y besándole—. Vamos a la cabaña, pidió, ya estamos cerca.

Bastian asintió y volvió a la ruta.

—Te amo, Angie... no creas que estoy dudando de eso ni de nada de lo que me has dicho, solo no puedo creerlo aún...

—Pues créelo...

—¿En serio no te arrepentirás de haber dejado todo por mí? —inquirió.

—No, no lo dejé solo por ti, lo dejé por mí, porque aquí es donde soy feliz. Cumplí mi promesa —añadió—, me pediste que fuera feliz y eso es lo que intento hacer... Me costó comprenderlo porque tenía mucho miedo, pero ya no... ya no tengo miedo...

Él sonrió y se tomaron de las manos.

Al llegar a Felicidad, encontraron el jeep, subieron a él y se encaminaron a la cabaña del bosque. Una vez enfrente Angie sonrió, bajó del vehículo y caminó hasta el frente.

Bastian la abrazó por la espalda y la atrajo hacia sí para besarle el cuello.

—Nos quedaremos aquí hasta el domingo de tarde —dijo ella—, espero que no tengas nada que hacer.

—Ningún plan es mejor que estar contigo —respondió él.

—Me quedé con ganas aquí... estábamos en el lugar más sexy del mundo y no pudimos hacer nada... Moría de ganas de ti... —confesó.

—Y yo también, pero no iba a faltarte al respeto esa vez —susurró él en su oído.

—Y ahora quiero que me faltes mucho al respeto —bromeó ella—, necesito un adelanto de sueldo, uno muy jugoso...

Angie se dio vuelta para mirarlo y él la abrazó.

—Te daré todo lo que quieras —susurró y la besó—. No puedo creer que te tenga de nuevo en mis brazos...

—Y esta vez para siempre, pero para siempre en serio, no como la anterior —dijo ella sin perder el tono de broma.

Bastian la levantó en sus brazos y ella se dejó llevar hasta la cabaña, él abrió la puerta como pudo, la cerró detrás y se encontraron con que todo estaba adornado. Había pétalos de rosas desde la entrada hasta la cama, y en ella los pétalos formaban sus iniciales.

—Vaya... Annette —dijo Bastian.

—Es muy eficiente, me gusta —respondió ella con una sonrisa.

Bastian la recostó en la cama con suavidad. Se dejó caer encima de ella sin dejar de mirarla, y se quedó allí, observándola, contemplándola, amándola.

Y Angie supo que ahí es donde era y sería muy feliz.

Penúltimo capítulo :)

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