Capítulo 33
Bastian se encontraba sentado junto a Maxi en el patio del pequeño dúplex, jugaban un partido de cartas mientras Dulce amamantaba a Samuel en la sala.
—Andas con mala racha —dijo Maxi cuando volvió a ganar por tercera vez—. ¿Comemos algo?
—Vamos —respondió Bastian y los dos ingresaron a la sala.
—¿Hablaste con Angie? —le preguntó Dulce al verlo pasar.
Maxi caminó hasta la cocina, sirvió algunos aperitivos y una botella de refresco mientras oía la conversación en la sala.
—Sí, me llamó y me dijo que preparara la cabaña Esperanza, la del bosque, para el viernes a la noche o sábado de mañana —comentó—. No me gustó mucho la idea, aún no estoy alquilando el lugar y no sé...
—Pero tienes que empezar a hacerlo, tener ese sitio sin uso es un desperdicio —se quejó Dulce mientras guardaba su seno entre su ropa y ponía al bebé en posición vertical, para hacerlo eructar.
—Es que se suponía que ustedes debían inaugurar la cabaña «Dulce» primero...
—Ahh —se quejó Dulce—, en unos días más al fin podremos hacerlo... —dijo y le guiñó un ojo a su marido que en ese momento colocaba la comida sobre la mesa de centro—. ¿Quieres cargar al bebé? —Le preguntó a Bastian.
—Sí, me encantaría —respondió él con emoción.
Dulce se lo pasó con delicadeza y se arregló la ropa antes de volver a su sitio en el sofá.
—Angie dijo que una pareja de amigos necesitaba un lugar sexy y acogedor y que ese le pareció el sitio ideal —comentó Maxi.
—Sí, es lo que dijo... —respondió Bastian—, también dijo que me asegurara de poner velas, pétalos de rosas y mucha comida.
—Uy, uy, uy —gritó Dulce—. Te van a inaugurar la cabaña del bosque, porque allí tú y Angie no llegaron a hacer nada, ¿no?
—No se puede tener intimidad con ustedes —se quejó él y negó—. No, no pasó nada...
—Bueno, y cambiando de tema —comentó Maxi al tiempo que se sentaba al lado de Dulce y la abrazaba, ella recostó su cabeza en su hombro—. Lo del viernes, ni pienses que te vas a escapar de nosotros.
—Ya saben que no me gusta festejar mi cumpleaños de esa manera, ¿no podríamos hacer algo aquí? Comemos algo y ya... —dijo Bastian—, como siempre...
—No, ese día vamos a hacer lo que planeamos hacer —zanjó Dulce—, Maxi y yo no salimos juntos desde hace mucho y Dina se quedará con Samuel, es nuestra primera salida desde que nació, así que no nos amargues la existencia —respondió—. Además, ponte guapo, guapísimo, asegúrate de usar uno de esos pantalones que te marcan bien el trasero y una camisa oscura, porque esas combinan mejor con tu piel... de las ajustadas...
—¿Dulce? —inquirió Bastian mirándola como si le hablara en chino.
—¿Qué? Ya te dije que te vamos a presentar a una chica, quiero que le des una buena impresión.
—A ver —suspiró él—. Ya hemos probado miles de veces eso de las salidas de a cuatro para que ustedes me presenten a alguien, pero ya hemos quedado claro que no funcionan. ¿Hasta cuándo lo van a intentar? —inquirió hastiado.
—Esta vez es diferente —zanjó Dulce—, es una amiga que no veo hace tiempo, necesito que la pase bien, que se relaje, que se divierta —comentó—, ¿puedes con eso?
—Me suena a que me estás vendiendo como un gigoló —se quejó.
Maxi se echó a reír.
—Sí, Dulce, al menos págale —añadió.
Los dos rieron.
—Mira, esta amiga es sexy... pero de las más sexys... vas a caer rendido tú y me lo vas a agradecer —respondió ella con diversión—. Podrías pasar la mejor noche de tu vida, Bastian, y me lo deberías a mí...
—No lo creo —dijo él con diversión—. Mi mejor noche fue... —dejó la frase en el aire.
—Con Angie, el día antes de que ella viajara —concluyó Dulce, él la miró.
—¿Es en serio? ¿Te lo contó? —pidió saber y puso los ojos en blanco.
Dulce asintió.
—Me lo contó todo, con detalles... —comentó—. Y ¡wow!, Bastian...
—¡Basta, Dulce! —dijo él y Maxi se echó a reír—. Controla a tu bestia —añadió mirando a su amigo.
—Es la cuarentena, compréndela —dijo Maxi divertido.
—El caso es que esa noche será mejor, ya lo verás —prometió Dulce.
—Estás loca... ¿Cuándo acaban la cuarentena? —preguntó a su amigo.
Maxi hizo un gesto de cuatro dedos y puso cara de desesperación.
—Ya estoy como esos carceleros, contando los palitos tras la puerta.
Bastian se echó a reír y Dulce también.
—Por eso no nos puedes fallar el viernes —dijo Dulce—, nos lo merecemos...
—Lo haré por ustedes, pero solo por eso... no tengo ganas de estar con nadie, todavía es muy reciente todo...
—Pero no te cierres, ¿eh? Si hay atracción déjalo fluir. ¿Lo prometes? —pidió Dulce.
—¿Tan necesitada está tu amiga? —inquirió con diversión.
—Más que yo y eso ya es mucho —respondió ella con una enorme sonrisa—. Nos vamos a encontrar a las nueve en el Karaoke de Lolo y después... —dijo ella e hizo un gesto levantando y bajando las cejas.
—Me das miedo —comentó Bastian con diversión.
—Tú, ponte guapo... muy guapo...
Maxi se puso de pie y fue hasta donde Bastian para alzar al bebé que se había dormido y llevarlo a la cuna.
—Dul... —inquirió Bastian—. ¿Crees que Angie me llame por mi cumpleaños?
—¿Por qué no lo haría? —preguntó ella.
—Pues no lo ha hecho en siete años —Se encogió de hombros.
—No es lo mismo y lo sabes, se supone que de ahora en más mantendrán una relación de amigos civilizados, ¿cierto? ¿Acaso no es eso en lo que quedaron?
—Sí...
—Entonces, te llamará —dijo ella.
Maxi regresó y se sentó de nuevo.
—¿Sabían del tatuaje? —inquirió Bastian.
—Me dijo que se hizo uno hace varios años atrás —respondió Maxi—, pero no me lo quiso mostrar.
—Ni lo va a hacer porque está en una zona de difícil acceso —rio Dulce—, bueno, para algunos... —añadió y miró a Bastian guiñándole un ojo, él rio.
—Es una brújula... —comentó él—, igual a la que le regalé yo en aquel viaje de egresados...
—¿La que marcaste con una B? —preguntó Maxi.
—Sí... esa...
—¿Y ella se tatuó la B? —preguntó otra vez.
—Ajá —dijo Bastian con una sonrisa.
—Vaya... —susurró Maxi y miró a su mujer—, deberíamos hacernos eso también nosotros —comentó.
—Lo que quieras y cuando quieras... —respondió Dulce.
—¿Y dónde quiera? —inquirió él besándola.
—Por supuesto —respondió ella.
—¡Basta! —exclamó Bastian—, no coman enfrente a los hambrientos —se rio.
—Ni siquiera podemos comer —se quejó Dulce—, estoy a dieta, recuérdalo —añadió con diversión.
—Sí y eso te pone muy mal...
Dulce se encogió de hombros y sonrió.
Cuando Bastian se despidió para volver a su casa, Dulce comenzó a dar algunos saltitos de emoción.
—Voy a llamar a Angie —informó.
—Ponla en altavoz —pidió Maxi.
La llamada sonó un par de veces y ella atendió.
—¡Está todo listo! —exclamó Dulce casi con un grito—, le dije que se pusiera sexy para mi amiga.
—No puedo creer que te haya aceptado una cita, así como así —se quejó Angie.
—No seas tonta, le dijimos que lo tiene que hacer por nosotros, ya que ese día acaba nuestra cuarentena y queremos salir... Además, me cercioré de parecer muy necesitada para darle pena —rio—, aunque no es del todo mentira —añadió y le guiñó un ojo a su marido—, el caso es que dijo que era muy pronto, pero lo hará.
—Nos vamos a encontrar allá para las nueve... tú sé puntual —dijo Maxi.
—¿Cuándo no lo he sido? —inquirió ella—. Mi avión llega como a las seis, iré a dejar mis cosas en lo de mamá, allí me preparo y voy...
—¿Ya solucionaste todo por allá? —inquirió Dulce—, estoy demasiado ansiosa con todo esto y el tiempo se me hace que no pasa nunca.
—Sí... ya está todo listo...
—¿Y estás feliz? —inquirió Maxi.
—Tengo miedo —respondió Angie—, ustedes dicen que esto saldrá bien, ¿pero y si no? ¿Y si él no me quiere de nuevo en su vida?
Maxi y Dulce se echaron a reír.
—Sí que eres tonta, Angie —dijo su hermano.
—Todos estamos ansiosos y felices por tenerte de nuevo aquí —confirmó Dulce.
—¿No estoy loca entonces? —preguntó—. Al hacer lo que estoy haciendo...
—Los locos son los más felices —respondió Maxi.
—Bueno... los veré el viernes entonces —suspiró.
—¡Ahh! —interrumpió Dulce—. Y no lo llames...
—¿Por? Pensaba mandarle un mensaje o llamarle a la medianoche.
—No, hoy me preguntó si creía que lo llamarías y le dije que sí, hazlo sufrir, el premio será más delicioso...
—¿No ha sufrido demasiado ya? —preguntó Maxi.
—Sí, pero este es un sufrimiento que valdrá la pena —aseguró su mujer.
El bebé comenzó a llorar, por lo que tuvieron que cortar la llamada y despedirse.
Angie se recostó en su cama, observó sus maletas, ya casi había acabado de empacar. Recordó cuando había hecho eso mismo tantos años atrás, tenía miedo y se sentía sola. Esta vez era distinto, tenía miedo, sí, pero no estaba sola ni lo volvería a estar.
Y Angie supo que quería que todo lo que habían planeado saliera bien.
Estamos a tres capítulos del final... qué tristeeee
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