Capítulo 32
Era viernes por la noche y Silvia se encontraba con Angie en el bar del Estrella, ambas habían terminado ya su jornada laboral y habían quedado en reunirse allí para conversar, puesto que Angie ya no trabajaba en esa sucursal.
—Te extrañamos por aquí —comentó Silvia—. ¿Qué tal por tu nueva casa?
—Normal... —Angie se encogió de hombros...
En ese momento se acercaron a ella una mujer con uniforme de enfermera junto con dos ancianos: un hombre y una mujer, esta última en silla de ruedas.
—Perdonen, ¿ustedes son de aquí? —inquirió la mujer.
—Sí —respondió Silvia—. ¿Se le ofrece algo?
—Sí... necesitamos llegar a la playa por algún sitio donde podamos bajar la silla de ruedas —comentó.
—Claro, por allá —señaló Silvia mientras Angie fijó la vista en el hombre que sostenía entre sus manos la de la mujer en silla de ruedas. Ella parecía perdida, no era consciente de nada—. Voy a llamar a unos compañeros para que la acompañen —comentó Silvia y se alejó para ir en busca de algunos empleados.
Angie sonrió y esperó a su amiga, Silvia era responsable y ni en sus horas libres dejaba de trabajar, por eso se llevaban muy bien.
—Le dieron solo un par de semanas a ella —murmuró la enfermera—, y él quiso traerla aquí.
—¿Por qué? —quiso saber Angie.
—Porque viajaban cada año desde que se casaron, aquí fue su luna de miel —comentó y una sonrisa romántica se le alojó en los labios—. Dice que prometieron venir hasta que la muerte se lleve a uno de los dos... y él dice que este es su penúltimo viaje juntos.
—¿Penúltimo? —inquirió Angie de pronto interesada por aquella historia.
—El último lo harán por separado —murmuró la enfermera—, ella irá primero y él la alcanzará después —comentó—. Es lo que le dice siempre para que no tenga miedo de la muerte... aunque ella ni siquiera es consciente ya.
—Oh...
Angie sintió un nudo en la garganta y solo pudo pensar en Bastian.
—Su última vez... —susurró.
—¿Cómo? —preguntó la enfermera.
—Oh, no... no me haga caso... —negó en el instante en que Silvia junto con dos muchachos con uniforme del servicio del hotel llegaron para ayudarlos.
Los vieron partir, el hombre caminaba al lado de la mujer y la tomaba de la mano, iba lento, porque apenas parecía poder mantenerse en pie, y la enfermera les seguía el ritmo, con la emoción en la cara, como si agradeciera ser cómplice y partícipe de aquella historia.
—¿Qué pasó? —preguntó Silvia al ver que Angie se había quedado viéndolos.
Ella negó.
—Tres semanas y tres días... —dijo Silvia y eso la sacó de sus pensamientos.
—¿Eh?
—Tres semanas y tres días que no sé quién eres —zanjó—. Volviste convertida en otra, Ángeles... y no sé cuánto va a durar esto.
—Soy la misma...
—No... estás siempre metida en tus pensamientos, distraída... no lo sé... Y escuché todo lo que me contaste, presté atención a cada escena y no te dije nada... porque pienso que este problema es tuyo y solo tú lo puedes resolver.
—No tengo que resolver nada...
—Ajá, sí... pero hay una cosa que me llamó la atención... de hecho me gustó muchísimo —dijo Silvia como si pensara.
—¿Qué?
—Cuando Bastian fue a hablar con tu amiga Dulce y le dijo lo de las dos puertas... Me dijiste que él le dijo que ella podía escoger entre la puerta del amor y la del miedo... y que le aclaró que la del amor incluye el perdón y la esperanza, mientras que la del miedo estaba vacía...
—Sí... lo recuerdo —dijo Angie y perdió la vista en la noche estrellada con ganas de volver a estar en ese momento.
—Creo que tú has escogido mal. No me corresponde a mí decirlo, pero creo que te has equivocado —comentó.
—¿Eh?
—Escogiste la del miedo... por eso te sientes tan vacía —sentenció.
Angie la miró.
—Él no me pidió que me quedara, no me preguntó siquiera si quería hacerlo, si me lo había planteado...
—¿Y por qué necesitabas que él te lo pidiera? —inquirió la muchacha.
—Bueno... porque
—Él te dijo claramente que te ama aún... es obvio que si tú le decías algo él te abriría los brazos y te recibiría en ellos... ¿No?
—Sí, pero yo no puedo hacer eso... tengo mi vida aquí.
—¿En serio? —preguntó Silvia—, no parece... a mí más bien me parece que solo llegó una cáscara de ti en ese avión... tu vida... está allá al parecer.
—¿Me estás diciendo que tengo que dejar todo y volver allá a empezar de cero?
—No, te estoy diciendo que tú en realidad no tomaste ninguna decisión, claro, así es más fácil. Ahora lo culpas a él de no haberte pedido que te quedaras cuando que él te dejó en claro que no lo haría. Y si tengo que ser sincera, me parece un hecho loable, un hombre que respeta tus decisiones y tu espacio se me hace una joya casi imposible de conseguir —añadió—, pero tú en vez de decidir, solo lo aceptaste... como se acepta que mañana lloverá...
Angie cerró los ojos.
—Es la puerta del miedo —concluyó Silvia decidida.
—No sé, no sabía qué quería en realidad y pensé que todo podría haber sido solo una confusión.
—Querías que él te pidiera que te quedaras —comentó—, ¿ibas a quedarte si te lo pedía?
—Pues quizá lo pensaba al menos...
—No, Angie, tú lo que quieres es librarte de la responsabilidad de asumir tú la decisión.
—¿Eh?
—Si él te lo pedía y tú decías que sí, si salía mal lo culparías a él... Y tu miedo es ese, que no funcione, que solo haya sido una ilusión del pasado... y no te perdonarías ser tú la que lo destruyera, no te perdonarías que no saliera bien y que haya sido tu decisión...
—Mmmm —pensó la muchacha.
—Sigues siendo la niña que me dijiste que eras, planificadora y organizadora, ¿por qué crees que te dieron el puesto? Lo haces perfecto, Angie... Y cuando eran chicos tú decidiste un futuro con él que no se dio, te culpaste por haber fallado en ese plan al máximo de no perdonarte... Y ahora no quieres arriesgarte a volver a elegirle por miedo a que tu plan falle por segunda vez.
—No puedo tirar todo por la borda y correr a sus brazos.
—¿Por qué no? —inquirió Silvia—. Haz lo que tengas ganas...
—No lo sé, pienso que está mal hacer eso...
—¿Por qué?...
Angie se encogió de hombros.
—Todo esto es tan sencillo solo tienes que ser sincera contigo misma.
Angie bufó.
—Ahora te dejo, tengo una cita —sonrió.
Angie la vio partir y se quedó allí un par de horas más, luego decidió que era hora de ir a casa y salió del bar hacia la salida. Cuando estaba cerca del restaurante del hotel, se cruzó con el hombre, iba solo, caminaba despacio y parecía concentrado.
—Señor, ¿necesita ayuda? —preguntó ella.
—No, hija, estoy bien —dijo y se sentó en una de las sillas para descansar un poco las piernas—. He venido a tomar un té antes de dormir.
—Muy bien, señor... ¿Su señora? ¿Se encuentra bien? —inquirió.
El hombre perdió la vista en la pared que quedaba en frente y asintió.
—Sí... —susurró.
—Bueno... si desea algo me puede decir para ver la forma de ayudarlo...
El hombre pareció pensarlo un poco y luego con una sonrisa preguntó.
—¿Tendrán por si acaso alguna máquina del tiempo?
Angie no respondió por la sorpresa.
—Me gustaría volver el tiempo atrás... —susurró.
—Me imagino que sí... —dijo ella—, lastimosamente con eso no puedo ayudarlo...
—Lo sé... ¿Te imaginas qué fácil sería si pudiésemos hacerlo? Volver atrás con lo ya aprendido...
—Sí, sería interesante —dijo Angie pensando en a qué momento de su vida iría ella si pudiera, y quizá fue por eso, pero se animó a hacerle esa pregunta al hombre—. ¿A qué momento regresaría usted?
—A nuestros primeros años de casado, sin dudarlo —dijo él—, nos casamos cuando yo tenía 27 y ella 24 —comentó—, yo cuando eso trabajaba fuera de la ciudad, de lunes a viernes iba a trabajar y los viernes de tarde llegaba a casa —sonrió como si se perdiera en aquellas épocas—, ella me esperaba con ansias y yo lo sabía... también quería verla... hacía un viaje en tren de seis horas para llegar y se me hacía interminable.
Angie sonrió y se sentó al lado del señor, dispuesta a escuchar el resto de la anécdota.
—Y nos encerrábamos en la casa —dijo con tono travieso—, no salíamos de allí hasta el domingo al mediodía, cuando me tocaba regresar.
—Eso es muy romántico —susurró Angie.
—En aquella época me parecía lo mejor, ganaba buen dinero y pensaba que valía la pena... hoy no sé, quizás hubiese podido estar más tiempo con ella si no tenía que viajar... Si pudiera regresar en el tiempo creo que buscaría otro trabajo más cerca de casa y ganar un poco de tiempo a la vida.
Aquella frase le recordó mucho a Bastian.
—También regresaría a todos nuestros momentos, a los nacimientos de los hijos, las bodas, los momentos tristes, las peleas...
—¿También regresaría a las peleas? —preguntó Angie con diversión.
—Sí, claro —respondió él—, le dan sal a la vida... luego viene la reconciliación —mencionó y los dos rieron—. ¿Y tú? ¿Te gustaría ir atrás en el tiempo?
—Sí... me gustaría ir atrás... con lo que sé ahora...
—¿A qué momento?
Angie lo pensó.
«A todos mis momentos con Bastian...».
—Me gustaría revivir momentos con alguien importante para mí...
—¿Tu novio? ¿Esposo? —quiso saber el señor.
—Ahora solo somos amigos...
—Oh... Lo bueno es que tú aún puedes mirar al frente... tienes juventud y futuro... yo ya solo puedo recordar el pasado...
Angie meditó en esas palabras.
—Justamente el futuro es lo que me genera incertidumbre —dijo Angie con sinceridad—. ¿Si usted regresara al pasado, volvería a vivir su misma vida? —inquirió.
—Por supuesto, claro que sí —respondió él—, fui feliz... muy feliz... lo soy aún.
—¿Incluso aunque su señora esté enferma? —preguntó.
—Sí, vivimos una buena vida, nos tuvimos siempre el uno al otro. Y lo mejor de todo es que yo estoy bien aún, podré cumplir mi promesa de cuidarla y quedarme con ella hasta el final. Ella tenía mucho miedo de morir sola y lo hará en mis brazos —comentó con seguridad.
Angie sintió que le picaban los ojos al comprender el inmenso amor de ese hombre, y, sobre todo, al relacionarlo con el de Bastian.
—El futuro no debería darte miedo, hija, no existe aún... mejor disfruta tu presente ahora que eres joven y guapa...
Angie asintió.
—Ayúdame a levantarme para ir a mi habitación —pidió el hombre.
Ella lo hizo y, además, lo acompañó.
—Gracias por acompañarme...
—Gracias a usted por compartir un poco de su vida con una desconocida —añadió.
Se despidió del hombre y salió para ir a su casa, mientras manejaba, sintió como si una ráfaga de sol se colara en medio de una nube espesa en un día nublado. Empezó a sonreír, sin siquiera saber por qué, pero de pronto todo cobraba sentido y Angie al fin sabía lo que quería.
¿Qué será que hará Angie?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top