Capítulo 31

Cuando Angie despertó a la mañana siguiente, la cama estaba vacía. No había rastros de Bastian más que el aroma de su almohada y de su piel, que aún olía a él. Ella tanteó el espacio vacío en busca de algún mensaje, pero no había nada, se había ido, se había acabado... el libro de su historia se había cerrado.

Angie llevó la almohada y se cubrió el rostro.

«Qué final épico». Pensó.

Pero eso no se sentía como un final, aunque lo fuera.

Angie se levantó con pesar y casi como un robot comenzó a prepararse. Se dio un baño, aunque no tenía ganas de sacarse de la piel los rastros de Bastian, recordó la noche mientras el agua caía por su cuerpo y volvió a sentirse incendiada. Necesitaba más, quería más... quería todo.

Se vistió y terminó de empacar. El tiempo había sido corto para tantos años separados.

Desayunó y luego fue hasta su vehículo para ir camino al aeropuerto donde se encontraría con Maxi, Dulce, Samuel, su madre y su padre.

Era temprano cuando llegó y todos la esperaban en la mesa de una cafetería.

—¿Esa cara? —inquirió Dulce al verla luego de los saludos correspondientes—, parecería que no dormiste nada, al igual que yo, pero por otros motivos... —bromeó.

—No dormí —dijo ella y le regaló una sonrisa.

—Ay, Angie... tenemos que hablar y ya te vas —susurró con desesperación—. ¿Qué pasó ayer? —quiso saber.

Las dos susurraban mientras el resto de la mesa fingía estar absorto en una conversación sobre el clima para darles ese espacio que sabían que necesitaban.

—Todo...

—¿Todo? ¿Todo?

—Todo y más que todo —dijo ella—. Dios, estoy hecha un lío, Dulce...

—¿Por?

—¿Y lo preguntas? —inquirió—. Me siento como cuando éramos adolescentes y pasábamos del amor al odio de un solo día al otro, o como cuando fuimos de viaje de egresados y nos amamos cada noche a escondidas... siento como cuando no era capaz de contener mis impulsos, o las emociones me superaban con facilidad... Estoy desequilibrada y él lo hace todo más difícil.

—¿Por qué? ¿Te pidió para regresar? —quiso saber ella.

—No, ojalá lo hiciera... él se despidió —comentó.

—¿Qué?

—Dijo que ayer cerramos el libro...

—¿Y lo cerraron con sexo? —preguntó ella confundida—. Vaya, ese libro habrá sido una novela erótica —bromeó.

Angie sonrió y negó.

—No, él preparó un día perfecto... siete paradas, digamos, desde el desayuno... por los siete años que estuvimos separados. Los primeros tres fueron para recordarme quién era y quiénes solíamos ser. Luego fuimos a Felicidad y allí él me habló un poco de quién es hoy y quién desea ser... también me preguntó por mí... Y entonces, justo en la terraza donde lo hicimos por primera vez, él habló de despedida.

—¿Qué?

—Sí, dijo que yo sería su última vez y que él quería tener un buen recuerdo, que quería darle el cierre que se merecía a nuestra historia.

—¿Última vez que se enamoraba o que se acostaba con alguien? Porque sinceramente no creo que lo segundo...

—No, última vez que se enamoraba, que se involucraba emocionalmente con alguien...

Dulce se encogió de hombros y suspiró.

—Me dijo que necesitaba liberarme, soltar lo nuestro...

—¿Y qué le dijiste? —preguntó ella.

—Que no quería...

—¿Por qué no quieres si tú te has olvidado de él por siete años? —preguntó Dulce.

—No me he olvidado de él, ¿qué te hace pensar eso? —quiso saber.

—Bueno, no digo que lo hayas olvidado, pero querías superarlo, dejarlo atrás...

—Pensé que las circunstancias... pensé que los años...

Dulce suspiró y negó, luego plantó un besito en la cabeza de su bebé que dormía en el fular pegado a su pecho.

—¿Y entonces? ¿Qué te dijo cuando le dijiste que no querías?

—Nada, dijo que así debía ser... Me enfadé muchísimo, quería tirarlo de allí... Me llevó al hotel y pensé que había acabado todo, pero ahí había una cena...

—¿En la habitación? —preguntó.

—Sí... y discutimos... porque yo ya no me aguantaba ni a mí misma —suspiró.

—Ajá...

—Y se fue... o se estaba por ir... —susurró aún más para asegurarse de que nadie escuchara lo que hablaban.

—¿Entonces?

—Le pedí que no se fuera, me colgué por él y le rogué que me hiciera el amor.

—Ahhhh noooo, esto es genial... Me encanta porque mi única diversión ahora es amamantar e intentar dormir y tú vienes con tu historia erótica y a mí se me despierta todo... y estoy en cuarentena —zanjó con frustración.

Angie se echó a reír y le hizo un gesto para que bajara la voz.

—Fue el mejor sexo que he tenido en mi vida, incluso contando mis mejores veces con Bastian... Fuimos salvajes, dulces... todo...

—Awww —exclamó Dulce con ternura—. ¿Y cómo terminó?

—Él me dijo que me amaba...

—¿Y tú? ¿Se lo dijiste?

—No...

—¿Por qué?

—No lo sé...

—Pero ¿sí lo amas? —quiso saber Dulce.

Angie la miró.

—Tengo miedo...

—¿De qué, Angie? Por Dios... —exclamó impaciente.

—¿Y si no es amor?

—¿Qué demonios crees que es? —respondió sin mucha paciencia.

—No lo sé...

—Me recuerdas a mí cuando no aceptaba que estaba muerta por Maxi, pero eso pasó cuando teníamos diecisiete y ahora tenemos treinta. ¡Despierta!

—Es que no es eso, Dulce... es justamente por eso. ¿Cómo sé que no nos dejamos llevar por el momento y los recuerdos? Somos adultos, no nos hemos visto en años... unos días no son suficientes para una historia así... Tengo una vida en Cabo Azul y él tiene su vida en Felicidad. ¿Qué vamos a hacer? ¿Hablarnos por teléfono? No puedo tirar todo lo que he construido por una incerteza que puede ser fruto de una emoción del momento... si no funciona lo perderé todo, Dul...

Dulce suspiró, tenía un punto.

—¿Qué harás?

—Volver al trabajo, intentar...

—No me digas olvidar, porque si no lo has logrado en siete años... —pidió la muchacha.

—No... procesar todo lo sucedido... organizar mis ideas y mis sentimientos...

Dulce asintió.

—Te voy a extrañar...

—Volveré en Navidad —prometió—, cuida bien de mi hermano y mi sobrino —pidió.

Por el altavoz se escuchó la llamada de su vuelo. Se puso de pie y se despidió de todos prometiendo volver y luego lo vio. Había ingresado mientras ella hablaba con los suyos y se había quedado un poco más atrás.

Angie recordó la escena hacía ya muchos años, él tirado en el suelo gritando su nombre, desgarrándole el alma.

Dina notó lo que sucedía y se apartó, empujando a los suyos para que les dieran espacio.

—Viniste... —susurró Angie.

—Necesitaba que borraras ese último recuerdo de tu mente... —dijo como si hubiese podido leerle los pensamientos.

—¿Vas a pedirme que me quede? —quiso saber.

Él negó.

—Solo vengo a desearte un feliz viaje y muchas felicidades por tu próxima promoción laboral.

—Vaya, eso sonó como si fueras la tarjeta de felicitación anual de un Banco.

Bastian sonrió con tristeza, le rompía el corazón tener que dejarla ir, pero no podía retenerla.

—¿Vas a besarme? —preguntó la muchacha.

—No... recuerda, ayer lo cerramos... hoy somos solo un par de amigos que se despiden para encontrarse la próxima vez que la vida así lo desee.

—No sé por qué vuelvo a odiarte como cuando teníamos diez años, de pronto me recuerdas mucho al Bestian que me hacía la vida imposible.

Él sonrió.

—Entonces podemos ser Bestian y Mínima... —dijo con diversión—. Y no quiero hacerte la vida imposible, sino todo lo contrario.

Ella rodó los ojos.

—¿No tienes nada más que decir? —inquirió.

—No, ¿tú tienes algo importante que decir? —preguntó él con los ojos brillosos.

—No —respondió ella.

—Entonces que tengas un buen viaje —susurró y se acercó para abrazarla.

Angie iba a rechazarlo, pero no pudo. Al contacto con su piel se deshizo en melancolía.

—Que tengas una buena vida, Bastian.

—Y tú, que seas muy feliz... recuérdalo, es lo único que necesito.

Y Angie caminó con destino a su futuro sin voltearse a mirar atrás. Eligió el camino que ella había planeado, el que ella había elegido, el que ella creía que quería.

Lo siento, siento la tristeza que embarga al acabar de leer este cap, pero es necesaria esta despedida... porque Angie necesita ordenarse, ya no tienen 17 y no puede tirar su vida así sin estar segura... Y Bastian necesita también dejar el dolor que le une a la culpa por el pasado si van a empezar de nuevo, y ustedes saben que yo soy de finales felices :)

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