Capítulo 25

Angie se sentó en su sitio y se cubrió la cabeza con las manos. Andrea hablaba de fondo, pero ella no era capaz de comprender lo que sucedía a su alrededor. La gente se movía de un lado al otro haciendo espacio para el primer baile de los novios.

—Angie... —llamó Dina.

—Má...

—¿Estás bien?

—¿Te parece que lo estoy? No sé en qué estaba pensando...

—Obviamente no lo estabas haciendo —rio la mujer—, y qué lindo es dejarse guiar por el corazón de vez en cuando, ¿no lo crees?

Angie levantó la cabeza y la miró como si estuviera loca.

—¿Lo dices por el papelón que acabo de hacer? —inquirió.

—No fue un papelón —dijo Mateo incorporándose a la conversación. Él era reservado, hablaba poco, y lo hacía solo cuando consideraba de gran importancia decir algo. Angie lo miró—. Fue lindo, hija... muy lindo... y hoy estamos todos sensibles, las bodas nos ponen así —añadió con una sonrisa tierna.

Angie no sabía qué decir, su madre puso una mano sobre su mano y sonrió.

—Las respuestas, todas las que buscas, están en ti... solo basta que las escuches... y para eso, de vez en cuando es bueno apagar la cabeza y dejar que hable el corazón —susurró y luego tomó la mano de su marido y lo llevó hacia la pista de baile, ambos debían bailar con los novios cuando estos dejaran de bailar juntos.

Angie los vio partir. Por un minuto pensó que quizá su padre tendría razón y no a todos les parecería una locura lo que acababa de suceder.

—Que te importe un comino lo que piense la gente —dijo Annette sentándose a su lado.

Angie tardó en reaccionar, las dos quedaron en silencio y observaron a Andrea anunciar el primer baile de los esposos.

—No sé qué me pasó... —susurró y negó con la cabeza.

Annette le regaló una sonrisa.

—Casi, casi se besaron... estuvieron a nada de hacerlo, yo ya estaba por ponerme a gritar... y justo esa tipa —dijo casi escupiendo en dirección a Andrea—. Claro, porque ella quería estar allí siendo tú, porque seguro a ella nadie la mira como Bastian a ti...

—Anne —dijo Angie con una sonrisa y sintió que por primera vez volvía a respirar luego de lo sucedido.

—Ya nadie se acuerda, mira, están metidos en el baile —añadió la muchacha como si pudiera leer su vergüenza—. No te preocupes por lo que pasó... preocúpate en todo caso por lo que te llevó a hacer eso...

Angie suspiró.

—Voy a buscarlo, no sé dónde está y debe bailar con Dulce.

Angie asintió, miró a la pista y vio a su padre bailando con Dulce y a su madre bailando con Maxi. Ella también tenía que ponerse en pie, debía bailar con su hermano.

Sacudió la cabeza como si así pudiera sacarse la vergüenza por el papelón que creía haber hecho y caminó hacia la pista. Esperó paciente a que Andrea diera el pase para el cambio de pareja y buscó a Maxi, mientras tanto vio a Bastian venir hacia Dulce.

—Vaya... —dijo Maxi mirándola con diversión.

—No digas nada —suplicó.

—No hay nada que decir, lo has dicho todo tú —respondió él.

—Es tu día, no pienses en mí... no hablemos de eso... ¿Estás feliz? Ya eres un hombre casado —mencionó ella con ternura.

—Más feliz no puedo estar... Todo está saliendo perfecto, ¿verdad? Tal cual lo quería Dulce.

—Sí, todo está perfecto —susurró, aunque no estaba muy de acuerdo, le hubiese gustado eliminar la parte en que ella salió a cantarle a Bastian, Maxi pareció leerle.

Lo tuyo también fue perfecto —y le regaló una sonrisa que carecía de toda doble intención—, las bodas ablandan los corazones, no te preocupes...

Angie suspiró.

—¿Cómo te sientes? —inquirió Dulce cuando Bastian la tomó de la cintura.

—Aturdido... —respondió él.

Ella sonrió.

—Fue mágico... salían chispas de ambos... Ahí todavía hay esperanzas, Bastian.

—No, no lo creo, no quiero entusiasmarme, Dulce, tú mejor que nadie sabes lo que me costó dejarlo atrás.

—No lo has dejado atrás —respondió ella.

—Lo he hecho, he dejado atrás la idea de otra oportunidad con ella...

Dulce negó.

—Despacio, solo ve despacio... las cosas que tienen que ser, serán...

Andrea llamó a los siguientes y Angie se despidió de su hermano. Fue hasta un costado y observó el resto del baile.

Eran como las seis de la tarde y el sol comenzaba a caer. Necesitaba estar sola un rato, pensar, aclarar sus ideas, ¿qué mejor lugar que el mirador para hacerlo?

Nadie iba a buscarla por un buen rato, pues ahora vendría la parte divertida de la fiesta, Annette y Dina ya estaban repartiendo sombreros, lentes brillosos, bonetes y collares de flores para que empiece el baile y la diversión.

Caminó en silencio de manera a que nadie lo notara, solo sería un rato, tenía que volver para el descubrimiento del sexo del bebé, que estaba fijado para las ocho, así que no tardaría demasiado. Puso la alarma de su celular a las 19:30 para que no se le pasara la hora y pudiera regresar a tiempo.

Llegó a la base del cerro y se sacó los zapatos, no iba a subir con tacones, no sea que se le fueran a romper otra vez. Caminó descalza por el césped y las pequeñas piedras le arañaron la piel, pero le agradó la sensación, intentar caminar sin lastimarse le hacía prestar atención en el camino y olvidar sus pensamientos.

Llegó a la base de la cabaña y la vio abierta. Jamás había entrado allí, pero sabía que ahí vivían Bastian y Annette. Se preguntó si entrar estaría muy mal, pero la curiosidad pudo con ella e ingresó.

La cabaña era pequeña y mantenía las formas de antaño, eso era lo que Bastian le dijo que quería cambiar, pensaba modernizarla un poco y agrandarla, esa no iba a ser una de las diez que estarían disponibles para alquiler, esa sería para él, como había venido siendo hasta ese momento, él viviría allí.

Se encontró con una pequeña sala de estar anexada a una cocina, en la sala había juguetes desparramados y sonrió, serían de Benja. A un costado había una habitación, con un poco de culpa abrió la puerta y supo de inmediato que era de Annette, había una cama de dos plazas con una manta de super héroes encima, algunas ropas de niño estaban encima.

Cerró la puerta y fue hasta la pequeña escalera, esa sería la que iba a la segunda planta, la habitación que colindaba con la terraza, pero desde adentro. Subió, escuchó la madera crujir bajo sus pies y se sintió una intrusa.

Abrió la puerta y todo allí olía a él. Ingresó, cerró la puerta y encendió una pequeña lámpara en la mesa de noche. El sitio era sobrio, pero acogedor. Había una cama de dos plazas con una mesa de noche, un armario y un escritorio. Todo era de madera y olía a limpio y ordenado. Caminó hasta la mesa de noche y observó la fotografía que descansaba allí. Eran los dos, en el viaje de egresados, una foto que se habían tomado el último día.

Angie recordó esa etapa, fueron unas cinco o siete noches en las que él se coló en su habitación cada noche obligando a Dulce a ir a dormir con Maxi. Era obvio que ella no se había quejado mucho. Sonrió, era divertido hacer las cosas a escondidas y con sabor a peligro, lo hacía todo más excitante.

Acarició la almohada, la levantó, la llevó a su nariz y la olfateó. Se preguntó qué cosas habría Bastian pensado sobre ella, qué secretos podría contarle si hablara. Miró la cama, se lo imaginó durmiendo allí, se preguntó a cuántas mujeres habría llevado a esa cama y si alguna vez se imaginó estar con ella allí.

Se levantó y caminó hasta el armario, lo abrió, todas las ropas estaban colgadas, organizadas y en orden. Paso su mano por ellas como si cada una pudiera darle alguna información que ella no tenía. Fue hasta el escritorio y allí encontró más fotos, de él con Annette, de él con Benja, de él con Lucila, con Maxi y Dulce, con Dina... con ella. El mundo completo de Bastian estaba allí. También había una miniatura del plano del proyecto de las cabañas.

Sobre el escritorio estaba también su perfume, era probable que se lo hubiese puesto hacía un rato porque lo había dejado abierto. Se lo llevó a la nariz y sintió que las piernas se le aflojaban, esa fragancia era él y la tenía colada hasta el alma.

Quiso llegar más lejos, abrió el primer cajón, encontró papeles, lápices y otros artículos de oficina. Abrió el segundo y halló una caja. Allí estaban sus tesoros, las cartas que ella le había escrito, más fotos y retazos de lo que fue su relación.

Angie suspiró, necesitaba con urgencia definir qué era lo que sentía en realidad, necesitaba saber si todo eso que se movía en su interior era solo el contacto con el recuerdo luego de tantos años o era algo más, algo que no había muerto y que florecía con ímpetu en su interior como un volcán a punto de erupcionar.

Salió de la habitación y de la cabaña y buscó las escaleras de caracol, subió allí y se acercó al borde para mirar el atardecer. Por un instante pareció que todo volvía a pasar en su mente, ella de pie frente al sol que se iba escondiendo y gritando «¡Quiero volar!», él abrazándola, los dos bailando a la luz de las estrellas y los rústicos foquitos que había puesto Juan, ambos recostándose en aquella manta sobre las almohadas, hablando del futuro, besándose, descubriéndose por primera vez.

Sonrió.

Qué lejos estaba la Angie que era hoy de aquella niña que fue ayer. Y qué difícil era acortar ese camino que las separaba.

Escuchó un sonido, se dio media vuelta y vio a Lucila acercarse.

—Hola, Luci —dijo con dulzura y la perra se acercó a ella. Le acarició la cabeza y el animal movió la cola—. Es lindo estar acá, ¿verdad? Como me gustaría que pudieras hablar... quisiera que me hablaras de él... ¿Tu lo amas?

La perrita le lamió la mano y ella siguió acariciándola.

—Luci, ¿dónde te metiste?

La voz de Bastian llegó desde las escaleras de caracol.

—Angie —dijo al verla—. ¿Qué haces aquí?

—Pensé que era un buen sitio para pensar —susurró.

—Vine a buscar algo con Luci y de pronto ella subió... será que sabía que había alguien aquí —mencionó.

Bastian se acercó a ella y quedó mirando el atardecer a su lado. De fondo, la música de la fiesta se escuchaba lejana.

—¿Bailamos? —inquirió él.

Ella sonrió y Lucila pareció entender y darle su espacio porque fue a recostarse a una esquina.

La música que provenía de la fiesta era movida, así que comenzaron a bailar. Al principio no demasiado, pero con el correr de los minutos lograron desinhibirse. Una canción, dos, tres, cuatro...

Y después, comenzó una bachata.

Un, dos, tres y

El la'o de tu cama que estaba caliente se está congelando
Miro el teléfono y todas tus fotos me están torturando

Y Bastian cantó un par de estrofas en el oído de Angie mientras se movían pegados de un lado al otro.

No te olvido todavía, ¿quién te dijo esa mentira?
Sabes que yo no te olvido
Yo no quiero alas pa 'volar a otro lugar
Yo solamente quiero estar contigo

Y cuando llegó el estribillo, separó sus cuerpos para poder mirarla y cantarle viéndola a los ojos. Angie sonreía, independientemente del significado de la letra que les venía tan claramente bien, el momento la hacía feliz y se estaba divirtiendo.

Dime ya por qué
Dime por qué te fuiste, dímelo, bebé
Dime ya por qué
¿Por qué no me llamas? ¿Es que no me extrañas?
Dime por qué
Dime por qué te fuiste, dímelo, bebé
Dime ya por qué
¿Por qué no me llamas? ¿Es que no me extrañas, bebé?

Volvió a acercar sus cuerpos para seguir moviéndose de un lado al otro con el paso típico de este ritmo, esta vez en silencio, mientras aspiraba su aroma y disfrutaba de volver a tenerla allí, para él, en su terraza, aunque solo fuera un rato.

Yah (¡wuh!)
Mami, no te vaya ', tú ere' mi tesoro
Sin ti yo no vivo, mi amor, yo no como
A mis amigo 'en la calle no le' hago coro
Yo llego volando a 'onde ti, no demoro
Dámelo hoy, no me diga 'tomorrow
Esa caderita y tu cuerpo devoro
Tú ere' mi perla, diamante y tesoro
Lo que yo má 'amo en el mundo y no e' coro

Y de pronto la separó de nuevo, la giró dejando su espalda pegada a su pecho, tomó sus dos manos entre las suyas y las llevó en la dirección del ombligo de ella, quizás un poco más abajo, se apretó a su cuerpo y susurró la siguiente estrofa en su oído derecho.

Sí, 'toy loco por volver a tenerte
Sí, mi cama dice que eres mi suerte
Sí, la única que me ama y no e' por lo que tengo
Hay algo tuyo que se viene 'onde mí, pero no me detengo

Y cuando volvió el estribillo volvió a ponerla frente a él para seguir bailando el resto de la música.

Cuando acabó, no se separaron, siguieron pegados y bailando sin seguir el ritmo de la siguiente melodía que el DJ había puesto en la fiesta, apretados uno contra otro, ella con la cara escondida en su pecho, dejándose llevar por el momento y sintiéndose protegida y a salvo en el calor de su abrazo.

Él absorbiendo todo de ella, agradeciendo a la vida por ese instante que pudo robarle al pasado. Y estaban de nuevo allí, ella y él, abrazados bailando una música silenciosa que provenía de sus almas, bajo las estrellas que ya brillaban con más fuerza al tiempo que el sol acababa de ocultarse.

Y ese momento era mágico, eterno, sublime, y los dos sabían que iba a acabar, pero ambos deseaban disfrutarlo, lo que dure el instante.

Entonces se quedaron quietos, de a poco, muy lentamente. Y Angie supo que tenía que mirarle, que tenía que levantar la cabeza y verlo a los ojos, aunque no supiera qué iba a decirle.

Lo miró, él la miró. Esperaba que él le cuestionara, que le preguntara sobre la canción más temprano, que le hiciera preguntas que ella no sabría responder... porque no tenía respuestas, porque tenía miedo.

—Gracias...

Y él murmuró solo un gracias que le surgió de las entrañas, como si alguien le hubiese dado un vaso de agua cuando estaba a punto de desfallecer en medio del desierto.

—¿Gracias? —inquirió ella sin separarse.

—Gracias... —respondió él.

—¿Por qué? —preguntó.

—Por estos momentos —respondió él—. Siempre pensé que nuestra historia no cerró bien, No pudimos hablar, no lo arreglamos... sentía que fue como si una película acabara antes del verdadero final o como si te quedaras sin leer la segunda parte de un libro que acabó mal... No quería quedarme con eso, no podía aceptarlo así... pero no podía pedirte nada... solo quería... solo quería cerrar bien lo nuestro.

A Angie aquello le dolió. ¿Cerrar? ¿Eso era entonces una despedida para él?

—Y-yo...

—Ahora estoy tranquilo, Angie... ahora todo está en calma...

Y cuando Angie buscaba las palabras exactas para decirle que no lo comprendía, la alarma sonó.

—Tenemos que volver... a las ocho es la revelación del sexo —musitó casi enfadada.

—Vamos...

Y caminaron de regreso, en silencio, cada uno sumergido en sus propios pensamientos y emociones. Bastian sentía paz, el amor que tenía se había apaciguado en su interior como las aguas del mar cuando ha pasado la tormenta, pero Angie sentía todo lo contrario y comenzaba a sentir que en ella recién empezaba la turbulencia.

¿Cierre? ¿Qué demonios había querido decir con eso?

Y por ese instante, Angie creyó que ella no quería cerrar absolutamente nada.

Sí, yo lo sé, este cap te deja con una sensación de angustia tremenda... jajaja... en fin... prepárense para el próximo porque se viene un poco de diversión.

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