Capítulo 23

Dina y Angie se encontraban en la casa de la primera preparándose junto con Dulce para el gran evento. Estaban en el cuarto de Dina, Dulce sentada frente al espejo en lo que la terminaban de preparar y las dos mujeres, ya listas, mirándola desde la cama.

Dulce estaba más bella que nunca, y todos sabían que la belleza de Dulce era de otro planeta, por lo que la miraban absortas.

—Lista —dijo la maquilladora y Dulce se observó al espejo.

—Perfecta es poco —dijo Dina con cariño.

—Impresionante —susurró Angie.

Y Dulce sonrió.

Angie acompañó a las tres muchachas que las habían preparado y las dio su paga luego de agradecerles por el bueno trabajo que hicieron, luego regresó, pero no dijo nada. Se quedó a un lado observando la escena.

Dina estaba frente a Dulce y la tomaba de ambas manos.

—Yo... yo sé que nunca te lo dije, Dina, pero te agradezco mucho... tanto... todo... Yo cuando comencé con Maxi tenía mucho miedo de que no me aceptaras... que pensaras que yo no era buena para él... Hasta yo a veces lo creía, ¿cómo iba a juzgarte si lo hacías?

Dina la escuchó con atención, sabía que era un momento importante en su vida y que ella necesitaba hablar.

—Y me dijiste que era bienvenida en el mismo momento en que te enteraste de que estábamos juntos... sin preguntas, sin problemas... y me abriste la puerta de tu casa y de tu corazón, y me acogiste como si fuera...

—Una hija —respondió Dina con cariño—. Eso eres para mí, Dulce, una hija...

Dulce sonrió con ternura.

—Y yo no tuve una madre... —susurró.

—Pero la vida te regaló una, ¿cierto? —inquirió la mujer y la abrazó—. Haces feliz a mi hijo y mi hijo te hace feliz a ti, eso es maravilloso —musitó—. Y ahora me darás un nieto o una nieta... ¿Hay algo mejor que eso?

—No tengo palabras para agradecerte...

—No necesitas hacerlo, eres nuestra, Dulce... nuestra hija, nuestra hermana, ¿verdad, Angie? —dijo mirándola y Angie asintió—. La madre de mi nieto o nieta —añadió.

—¿Crees que sabré hacerlo? ¿Qué sabré ser una buena madre? —inquirió Dulce tocándose el vientre—. Deseo serlo, Dina, deseo ser una buena madre... quiero ser como tú...

—Y yo estoy aquí, voy a ayudarte cuando lo necesites... no estás sola, estamos contigo, somos tu equipo, recuérdalo —susurró y colocó la mano en el vientre de su nuera—, y vas a ser la mejor madre del mundo para este bebé... No lo creo, lo sé...

Dulce abrazó a la mujer y sonrió.

—Estoy muy feliz... —afirmó.

—Y nosotras también —dijo Dina con ternura—. Iré a ver que Mateo esté listo para salir.

Angie quedó con Dulce y la abrazó.

—Te amo, eres la mujer más hermosa que he visto jamás —susurró—, si mi hermano te deja cásate conmigo —añadió con diversión.

—Romperíamos el corazón de Bastian —dijo Dulce sonriendo radiante.

—O podríamos unirnos los tres, ¿te va el poliamor? —murmuró ella.

—Si es contigo, me va lo que sea —respondió la muchacha y luego observó a los ojos a su mejor amiga—. Te he extrañado tanto que no te das idea.

—Lo sé, lo siento, siento haberme perdido tantas cosas... El otro día cuando Bastian hablaba sentí que... sentí que no te conocía...

—Me conoces, mucho, demasiado... y no tienes que disculparte, Angie, necesitabas tu espacio y tu tiempo... necesitabas...

—Huir... Así me lo dijo Maxi —interrumpió.

Dulce negó.

—Solo necesitabas perderte un rato para volver a encontrarte... me pasó también —susurró.

—¿Estás feliz hoy? —inquirió Angie—. ¿Es todo como lo imaginaste?

—Sí, es perfecto... el día está hermoso, mi vestido es bello... me siento amada, Angie, por él, por ustedes... me siento tan plena —dijo y acarició su estómago—, y estoy lista... al fin, para todo lo que venga —añadió.

—Te admiro por eso —susurró Angie.

Dulce la miró.

—Hace muchos años me dijiste «Eres fantástica, Dulce, solo falta que tú lo veas». Yo no lo creía en ese momento, pero confiaba tanto en ti que decidí que quizá tenías razón, y mírame ahora, ¡soy fantástica! —añadió y Angie asintió—. Y hoy yo te lo digo a ti, porque a veces estamos tan ciegos que necesitamos que alguien que de verdad nos quiere nos abra los ojos: ¡eres fantástica, Angie, y solo falta que tú veas lo que nosotros vemos, que tú te ames como te amamos todos!

—Gracias —dijo Angie abrazándola—. No podemos llorar, se nos va a correr el maquillaje.

—¿Listas? —inquirió Dina apareciendo de nuevo.

—¡Listas! —sonrieron ambas.

Y durante una hora, mientras Mateo manejaba hasta el vehículo que llevaría a Dulce hasta el altar y que los esperaba aparcado a dos cuadras de Felicidad, Dulce planeó su futuro con emoción y Angie se preguntó cómo quería que fuera el suyo.

Una vez que Dulce se subió al vehículo adornado en el que Juan la esperaba, Angie, Dina y Mateo llegaron a Felicidad. Desde allí coordinarían que todo estuviera listo y cuando fuera el momento, la llamarían para que llegara.

Maxi había salido temprano de su casa, antes de que Dulce llegara para prepararse, se había ido a Felicidad desde esas horas, para encontrarse con Bastian y dejar todo listo.

Estaba nervioso, caminaba de un lugar al otro y sus manos le sudaban. Todo estaba en su lugar, solo faltaba que llegara ella.

—No va a desaparecer —bromeó Bastian—, ya viene... Dina, Angie y Mateo ya llegaron...

—No pienso que vaya a desaparecer, solo estoy nervioso...

—¿Por? ¿Acaso no estás feliz? —inquirió Bastian al tiempo que Angie aparecía frente a sus ojos—. Lo que yo daría por ser tú... —musitó.

Maxi miró a su hermana y sonrió.

—Está linda... —dijo con una sonrisa.

—Linda es poco...

Annette y Angie se unieron en la entrada del paseo por el cual caminaría Dulce y aguardaron. Ambas tenían el mismo vestido de color celeste cielo y se veían hermosas.

Bastian caminó hasta ellas llevando a Lucila consigo, ella también vestía una pechera celeste cielo.

—¿Tienes los anillos? —le preguntó Bastian a Annette.

—Sí, aquí —dijo ella mostrándole la canasta blanca que llevaría Lucila.

—¡Qué bella estás! —dijo Angie acariciando a la perra.

—Y ni qué decir ustedes —completó Bastian mirando a Angie.

—Si al menos me miraras creería que me lo dices a mí también —bromeó Annette.

—A ti ya te lo dije —respondió él con diversión—, y lo siento, no puedo dejar de mirarla... eso será un problema porque debo volver con Maxi antes de que se coma los dedos, porque creo que con las uñas ya terminó.

Angie sonrió.

—Cuando vea a Dulce se va a desmayar, está hermosa, no les cuento... —añadió Angie nerviosa ante la mirada insistente de Bastian.

—Es que Dulce es tan linda —suspiró Annette.

—Sí, es preciosa —dijo Angie, Bastian no dejaba de mirarla, incómoda se mordió el labio.

—Les dejo un rato —añadió Annette al sentir la atracción en el ambiente.

—Le di la caja a la señora Julia, me dijo que la llevaría hasta tu cabaña. La decoré, quedó perfecta. ¿Tienes los globos? —inquirió y él solo asintió—. ¿No vas a hablar?

—Me quedé sin habla... —susurró.

Angie puso los ojos en blanco, pero sintió el rubor en sus mejillas.

—Haces juego con el cielo...

—Gracias —musitó abochornada.

—Eres la más bella de este lugar.

—No, esa será Dulce —dijo ella divertida.

—Bueno, eso lo diremos en voz alta, pero tú y yo sabremos que no es así...

—Tonto, basta...

Annette regresó.

—Dice Maxi que vayas con él, que necesita apoyo moral.

—Bien, las veo luego —respondió antes de marcharse y caminó de espaldas un buen rato, para seguir mirándola.

—Está muerto, lo noqueaste —dijo Annette divertida.

Angie solo sonrió.

—Dale aunque sea un beso antes de irte, ¿sí? Para que tenga con qué torturarse los próximos siete años —bromeó Annette y Angie se largó a reír.

—¡Eres malvada! —exclamó—, pero me caes bien.

—Y tú a mí... —dijo ella con una sonrisa divertida.

En ese momento, los músicos que estaban colocados a un lado de la fuente comenzaron a tocar anunciando la llegada de la novia. En cuestión de segundos, Dulce bajó del vehículo con ayuda de Dina, que la esperaba en frente para pasarle la mano y arreglar el vestido.

Maxi la vio, su corazón galopó con desesperación en su pecho, por un instante pensó que se le iba a salir y rompería todos los botones de su camisa. Estaba emocionado, feliz, extasiado. Dulce era bella, pero ese día estaba más hermosa que nunca. Sus cabellos caían en rizos sobre sus hombros, cubiertos por el fino tocado de encaje bordado. Su vestido era blanco, largo y delicado, la tela se amoldaba a su cuerpo dejando más perfecta que nunca su prominente barriguita. No llevaba tacones altos y su maquillaje era tan delicado como natural.

Entró del brazo de Mateo, el padre de Maxi, quien la había adoptado también como una hija más desde que su propio padre había fallecido un par de años atrás.

Dulce miró a Maxi, él la miró a ella, y toda su historia se reflejó en sus ojos en ese instante que tardó ella en llegar hasta él.

Lucila caminó al frente, con la cabeza erguida y la canasta blanca en el hocico como le había entrenado Bastian, y detrás, sus amigas, Annette y Angie, tan radiantes y bellas como el día mismo.

Un rato después, todos estaban en sus sitios, la música cesó y la ceremonia comenzó, y minutos más tarde, Maxi y Dulce eran marido y mujer.

Qué bello y emotivo momento, ¿verdad?

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