Capítulo 2
Maxi y Dulce estaban en el aeropuerto, ansiosos por todo lo que estaban a punto de vivir. Él la abrazó y la besó con ternura.
—Tengo miedo por Angie —susurró Dulce en su abrazo.
—¿Por qué? Viene siendo hora de que se enfrente a sí misma, ¿no? —zanjó Maxi.
—No sé si es un buen momento, con todo eso del hotel que queda ahora a su cargo tiene mucho estrés, mucha responsabilidad...
—Sí, pero ha pasado mucho tiempo, Dulce, si me lo preguntas a mí me parece muy egoísta de su parte. En cada Navidad o en cada fiesta familiar somos nosotros los que tenemos que ir junto a ella, todo bien con que nos alojamos en el Estrella y disfrutamos de las playas más paradisiacas, pero eso no quiere decir que de vez en cuando no sea bueno que ella regrese a casa. Quiero a mi hermana más cerca, sobre todo ahora que nacerá el bebé.
—Sí... aunque no sé si esto se repetirá, Maxi, ella solo viene porque nos vamos a casar.
—Pues si quiere ser la madrina de mi hijo tendrá que venir al menos en sus cumpleaños. No pretenderá que nosotros lo llevaremos al Estrella a festejar cada año, ¿verdad? —bromeó.
Dulce sonrió.
—¿Qué crees que sucederá cuando se vean? —quiso saber ella.
—No lo sé... Se supone que Angie cerró esa historia hace mucho, ¿no? Está con ese tal Arturo ahora y antes estuvo con Sebastián y el otro, ese que tenía voz de clarinete desafinado —musitó con rabia.
—Alan —rio Dulce—. Ese estaba guapísimo —añadió.
—¿Más que yo? —preguntó Maxi mirándola desafiante, Dulce sonrió y lo abrazó.
—Nadie en el mundo es más guapo que tú —respondió.
—Ya me parecía —dijo él con humor.
—Es una pena que las cosas terminaran así, ¿te imaginas lo que habría sido si los cuatro siguiéramos juntos? Si ellos también estuviesen casados... quizá Angie embarazada también, nuestro hijo y el de ellos podrían ser amigos...
—Detén ese tren —suspiró Maxi—, lastimosamente las cosas salieron de otra manera y ellos... pues cada quién está en lo suyo... Además, los dos son lo suficientemente orgullosos como para ni siquiera mirarse demasiado en estos días... Estoy seguro de que volverán a sus antiguas discusiones estúpidas, como si fueran dos niños de ocho años —zanjó.
—Eso sería mejor a que se ignoraran, ¿no? ¿Qué dijo Bastian?
—Nada, qué va a decir, sabe que no puedo no invitarla... Será difícil para él —suspiró Maxi.
—Lo sé, me da mucha tristeza... Bastian ha hecho un gran camino, no creo que se merezca la tristeza que a veces le veo en los ojos. Amo a Angie y también a Bastian y odio estar en el medio, pero creo que ella no ha tomado la mejor decisión al abrirse así de todo...
—Lo sé, yo también lo pienso, pero conozco a Angie, le cuesta mucho aceptar que las cosas no salen como ella las planea, no es muy buena con la frustración, y esta fue la única forma en la que pudo protegerse —suspiró Maxi.
—Lo sé... pero debió acercarse hace mucho, yo no estoy segura de que ella ya no sienta nada por él...
—Yo tampoco, pero son adultos, esperemos que los dos se comporten y no nos hagan pasar un papelón en el día de la boda.
—No creo que lo hagan, Maxi...
—Hmmm a veces, cuando uno no supera una situación, se queda un poco en esa edad... yo creo que Angie y Bastian no acabaron en buenos términos en lo que refiere a cerrar bien las cosas, es decir, no se dijeron todo lo que querían decirse... y eso sí me da miedo... los conozco... y son explosivos, para bien o para mal —zanjó.
La voz metálica de una mujer sonó por los altavoces del aeropuerto y avisó de la llegada del vuelo de Angie, Maxi sonrió y abrazó a su novia por la espalda.
—Ya está aquí, por fin —suspiró con emoción. Después de todo él estaba seguro de que aquel viaje sería bueno para su hermana.
Angie bajó del avión sintiendo que se le congelaron las extremidades, no sabía si era el aire acondicionado de la cabina o los nervios, lo cierto era que tenía los pies y las manos heladas y sentía un ligero e inoportuno temblor en el estómago.
Vestía una blusa de seda de color azul marino y un pantalón blanco, se había recogido el cabello en una coleta y tenía los lentes de sol puestos, era una costumbre de vivir en la playa, como la piel bronceada que lucía.
—Vaya —dijo Dulce al verla venir hacia ellos—, creo que nunca me acostumbraré a la nueva versión de Angie...
Maxi sonrió.
—¡Hola! —los saludó Angie con la mano fingiendo que pisar el aeropuerto no le traía ningún recuerdo.
—¡Hola! —respondieron Maxi y Dulce.
—¿Cómo estás? ¿Qué tal el vuelo? —preguntó su hermano abrazándola de inmediato, llevaban meses sin verse y estar junto a ella siempre le hacía sentir completo.
—Bien, tranquilo —Angie miró a Dulce—. No lo puedo creer, eres la embarazada más hermosa que he visto en toda mi vida —sonrió y luego la abrazó.
Dulce respondió el abrazo con alegría, Angie había sido y sería por siempre la amiga más importante de su vida y no tenía idea lo mucho que la necesitaba a su lado en ese momento en el que estaba a punto de convertirse en madre.
—No sabes cuánta falta me hacías... —murmuró.
Angie sonrió y la miró con ternura, le dio un beso en la mejilla y puso una de sus manos sobre su prominente barriga.
—Tu a mí, Dulce, tu siempre me haces falta...
—Porque tú lo quieres, porque podrías venir aquí cuando quisieras —zanjó Maxi.
—Si vas a estar en ese plan estos días, aún estoy a tiempo de dar media vuelta y marcharme —respondió ella.
—Basta, vamos a buscar un poco de armonía, por favor —pidió Dulce y luego la miró—. Es importante para nosotros que hayas venido, sabemos que es difícil para ti y te lo agradecemos con el corazón.
—¿Difícil? ¿Por qué? —inquirió ella fingiendo no comprender.
—Cínica —le dijo Maxi entre dientes.
—Basta —zanjó Dulce dando por terminada la discusión.
Maxi llevó las maletas de Angie al auto mientras las chicas lo seguían abrazadas.
—¿Te cuida mi hermano? —preguntó Angie.
—Siempre... ya sabes... es el mejor...
Angie sonrió y luego de que acomodaran sus cosas en el vehículo se sentó en el asiento trasero y observó el sitio.
La última vez que estuvo allí fue desgarrador, ya cuando estaba en el cuarto curso de la universidad, había obtenido una beca para hacer una especialización en hotelería una vez que acabara la carrera. La especialización era fuera del país, con pasantía en el hotel Estrella de Cabo Azul, una de las cadenas internacionales más importantes, tenía todo pagado por su excelente rendimiento académico y su interés por aquel rubro, lo único que tenía que hacer era tomar el avión.
Cuando se enteraron de que había obtenido la beca, ella y Bastian decidieron posponer sus planes de boda, él la apoyo incondicionalmente e iban a mudarse por un tiempo, vivirían juntos esos dos años y luego regresarían a la ciudad para continuar todo lo que habían planeado para ellos. Cuando eso, tenían veintiún años y cuatro años de novios.
Pero ese año fue fatídico, las cosas cambiaron de un día para el otro y la relación cayó en picada. Angie tuvo que elegir, con el dolor de su alma tuvo que tomar las riendas y hacer la elección que nunca hubiese deseado hacer.
Miró por la ventanilla del automóvil que aún no se movía y recordó. Bastian llegó arrastrado al aeropuerto ese día, estaba borracho e impresentable, se puso a gritar a los cuatro vientos cosas que a Angie le rompieron el corazón, más de lo que ya lo tenía.
—¡Me abandonas! ¡Me abandonas igual que todos en la vida! Prometiste nunca dejarme solo y me mentiste, igual que todos. ¡Huye! ¡Huye!
Angie no sabía qué hacer, si correr y abrazarlo, si decirle que no lo estaba abandonando, que lo amaba igual que siempre, pero que él había tomado una decisión que ella no aprobaba, que ya estaba cansada, que ya no podía más, o dejarlo gritar como un loco en medio de la gente.
—No le hagas caso —dijo su madre, Dina, con firmeza—, anda, embarca... estarás bien, eres fuerte...
—¡Te vas a arrepentir! —exclamó él con la intención de amenazar, pero lo único que logró fue un desgarrador grito de dolor.
—Ve, Angie —insistió su padre—, nosotros nos encargaremos de él.
—No lo dejen solo, prométanme que lo ayudarán —pidió ella.
Mateo y Dina asintieron.
—Sabes que lo haremos —afirmaron.
Maxi la abrazó y lloró en silencio, a él más que a nadie le dolía todo esto, Dulce estaba igual de anonadada por todo, confundida y asustada por la reacción de Bastian.
—¿Por qué, Angie? ¿Por qué? ¿Qué haré sin ti? —gritó Bastian antes de dejarse caer en el suelo.
Maxi corrió hacia él, no podía ver a su mejor amigo humillarse de esa manera.
Angie los miró, vio a Maxi levantarlo del suelo y llevarlo hacia afuera, Bastian lloraba y ella también.
—¿Volverá? —le preguntó Bastian a Maxi en un grito desgarrador.
—Volverá —prometió Maxi.
Pero ella no volvió, no hasta ese momento, siete años después.
No supo cuando el auto comenzó a moverse, pero fue en algún punto entre la primera lágrima que se le salió hasta que esta tocó su pantalón y humedeció la tela.
—¿Estás bien? —preguntó Dulce girándose a verla.
—Sí —respondió Angie y su amiga supo que lloraba, pero no dijo nada.
—Te preguntaba si en serio no quieres quedarte en casa... hay espacio.
—No, me quedaré en el Estrella de aquí —dijo Angie—, no quiero molestar y así me sentiré en casa.
—No molestas, tontita —susurró su amiga y la tomó de la mano con cariño.
—Es mejor así, en serio... —pidió Angie y Dulce solo asintió—. Bueno, pónganme al tanto, ¿cuál es el plan?
—La boda se realizará en una granja —dijo Maxi con entusiasmo—, será fuera de la ciudad... ¿Recuerdas el viejo parque? ¿Felicidad?
—Sí, claro que sí —dijo Angie y trató de suprimir la oleada de recuerdos que tenía en ese lugar—. ¿Se vendió al fin?
—Sí, y es mucho más grande ahora. La entrada principal sigue siendo un parque ecológico, pero está hermoso, bien cuidado. En donde era el aviario hay una granja... Y la cabaña del mirador sigue igual, solo que esa zona no es accesible al público.
—¿Lo restaurarán? —quiso saber.
—Quién sabe... —respondió Maxi—. Pero bueno, la granja es hermosa, hay jardines llenos de flores y han puesto un par de fuentes de agua en el centro que le dan un aire mágico.
—Suena hermoso —dijo Angie imaginándoselo.
—Nos casaremos allí —comentó Dulce ansiosa—, en una semana... el domingo a la mañana... ¿No es genial? Mi boda soñada —musitó con emoción.
—Una fiesta en el campo —susurró Angie.
«Como lo habíamos soñado» pensó.
Y es que era el sueño de las dos, casarse juntas, con Bastian y Maxi respectivamente... el equipo completo en una sola boda, un domingo en el campo.
Angie perdió la vista en la ventana, ¿qué había sido de aquella muchacha que soñaba esas cosas? ¡Qué lejos se sentía ahora de esa Angie! La boda ya no era su sueño, tampoco tener una pareja estable o una relación duradera, y mucho menos formar una familia. Alguna vez lo deseó, sí, pero ahora ni siquiera quería mascotas.
—¿Cómo consiguieron hacerlo en ese lugar? ¿Es muy costoso? Puedo ayudarles si lo necesitan... ya saben...
—No necesitamos tu dinero, Angie —dijo Maxi—, ya sabemos que lo tienes.
—No seas estúpido, solo quiero que Dulce tenga todo lo que ha soñado —comentó.
—Lo tendrá, porque yo soy todo lo que ha soñado —bromeó Maxi y Dulce se echó a reír.
—Dulce se merece lo mejor por aguantarte tanto tiempo —replicó ella.
—¡Yo soy el que la aguanta! —exclamó Maxi con diversión.
Y Angie no supo hasta ese momento, cuánto extrañaba aquellas dinámicas.
Hola, chicas, sorpresa. Como ya terminé de escribir esta, decidí que les subiré dos veces por semana. Martes y viernes :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top