Capítulo 18

Una vez en el departamento, Bastian acompañó a Maxi hasta su cama y se aseguró que todo estuviera en orden.

—Gracias... son los mejores —dijo Dulce al verlos a ambos—. Los había extrañado tanto... —añadió y los abrazó.

Angie sonrió y se dejó abrazar por su amiga.

—No he hecho nada... ha sido él —dijo señalando a Bastian.

—Estás... y eso es lo mejor —comentó Dulce y aquellas palabras calaron en el alma de Angie.

Salieron de allí y subieron al vehículo, ella todavía con la mente puesta en esa frase.

—¿Y ahora? —inquirió Bastian.

—Son casi las cinco de la mañana, está a nada de amanecer... estoy exhausta —respondió.

—Bien... yo...

Angie lo miró.

—Se suponía que iba a dormir aquí esta noche —dijo señalando el departamento de sus amigos—. Esperaré a que amanezca e iré a Felicidad.

—No, estás cansado, no puedes manejar esa distancia así...

—Lo he hecho un millón de veces —rio complacido por la preocupación de la muchacha.

—Pues no será hoy —dijo ella y negó—, vamos al hotel... duerme conmigo.

—Eso suena tentador —sonrió con picardía—, pero no quiero molestar y tu habitación es un caos de penes.

Angie se echó a reír.

—Me ayudarás a recoger ese tiradero y luego dormiremos un rato.

—A sus órdenes —respondió él.

Llegaron al hotel en poco tiempo, una vez bajaron, Angie solicitó una bolsa de basura y subieron. Ingresaron a la habitación y se pusieron a ordenar. En cuestión de minutos, la bolsa estaba llena de vasos plásticos usados, servilletas, imágenes de chicos semidesnudos, condones desinflados y globos metálicos con agujeros.

—Qué triste —dijo Bastian con uno de esos globos a punto de desinflarse por completo—, se lo puso en la entrepierna e hizo un movimiento de caderas.

—Ya quisieras tenerlo así de grande —bromeó Angie mientras seguía recogiendo.

—La última vez que recuerdo no te quejaste del tamaño —dijo él y ella solo negó.

—Listo, ya está, ahora a dormir —añadió.

Dejó la bolsa a un lado y fue hasta el armario de dónde sacó una camiseta larga y se la puso.

—¡Ey! No te desvistas en frente de mí —pidió Bastian.

—Ah, déjate de tonterías y ponte algo cómodo —respondió ella.

—¿Algo como qué? Tu bata de satín la llevó Maxi.

Los dos se echaron a reír.

—Toma esto —dijo ella y le pasó su vieja camiseta, la que había sacado de la caja hacía solo unos días.

—Esto era mío, si mal no lo recuerdo...

—Ahora es mía, solo te la estoy prestando —advirtió y luego se metió a la cama—. Póntela, de todas maneras, necesito que vuelva a oler a ti...

—Oh —dijo él al tiempo que se la ponía—, ¿y qué harás con ella luego? —preguntó yendo hasta el otro lado de la cama—, ¿te tocarás?

—Tonto, solo duermo con ella y sueño contigo —murmuró acomodándose en la almohada como si ya estuviera dormida.

—Y sueñas que te toco —bromeó.

—Eso y mil cosas más —aseguró ella.

Bastian encontró entonces las tarjetas que Dina había dejado en la cama.

—¿Qué es esto? —preguntó mientras las leía—. ¿Mejor posición? ¿Relación más placentera? ¿Anécdota chistosa en el sexo? ¿Anal u oral?

Angie se echó a reír.

—Es el juego que estábamos jugando, ponlas allí en la mesa —comentó—, se supone que Dina las leía y nosotras respondíamos de a una...

—¿Dina? ¿Y ella también respondía? —inquirió Bastian metiéndose bajo la manta.

—Sí, claro...

—Eso es extraño...

—No, no lo es, es mujer... que sea mi madre no le saca que siga siendo una mujer... y al final de cuentas no sería yo tan abierta en el sexo si ella no me hubiese criado como lo hizo, sin tabúes y con mucha comunicación.

—Tienes un buen punto...

—Vamos a dormir —solicitó en medio de un bostezo.

—Y pensar que mientras ustedes se contaban sus fantasías nosotros solo jugábamos billar —suspiró.

—Las chicas somos siempre más divertidas...

Se quedaron en silencio por unos minutos, Bastian pensó que Angie se había quedado dormida, los dos estaban separados, cada uno en un extremo de la cama, pero de pronto ella se arrimó a él y se colocó de costado de manera a quedar su cabeza sobre su brazo y cruzó su pierna sobre las de él.

—Hmmm —murmuró—, esta es mi mejor posición —afirmó. Bastian sonrió.

«En tus brazos». Pensó Angie.

«En mis brazos». Pensó él.

Bastian le acarició la espalda y le besó en la frente con dulzura.

—Estuviste maravilloso hoy —dijo ella y llevó su mano sobre el pecho del chico para con su dedo índice comenzar a hacer pequeños dibujos sobre la tela de la camiseta—. Las cosas que le dijiste a Dulce... y no es cierto, yo no tenía ni idea... no sabía que ella estaba pensando esas cosas, creí que todo eso era parte del pasado...

—Uno aprende a dominar a sus fantasmas, Angie, pero no precisamente a eliminarlos... y a veces, cuando la tensión es mucha, ellos se escapan y asustan...

—La conoces bien... Y pensar que en principio mi misión en la vida era unirlos —rio.

—La conozco porque ella y yo tenemos heridas similares... somos compañeros de guerra —susurró.

—No sabes lo orgullosa que estoy de ti, no me cabe en el pecho esta emoción —musitó y le dio un beso en la zona que le quedaba cerca, justo a un costado del pecho—. Te has convertido en un hombre magnífico...

Él sonrió, cerró los ojos y sintió paz. Ella estaba orgullosa de él y eso era todo lo que él había querido.

—Háblame de Francesca —pidió—, cómo era, dónde la conociste...

—Era mi compañera en la universidad de veterinaria —comentó—, era bonita, divertida, fresca... nunca estaba de mal humor y siempre le veía el lado positivo a la vida. Me contagiaba de esa alegría... era mi combustible... yo en ese momento me aferraba a cualquier cosa que me diera fuerzas...

—¿Y qué pasó? —preguntó ella.

—Nos hicimos amigos, pasábamos mucho tiempo juntos... y un día nada más sucedió... nos dejamos llevar... avanzamos —continuó—, Dulce y Maxi la aceptaron de inmediato, se llevaba bien con Dulce y eso para mí fue un buen comienzo...

—Hmmm —murmuró Angie apretándose más a él, como si quisiera fundirse con su piel.

—En aquel entonces Maxi le pidió matrimonio a Dulce...

—Sí, eso lo recuerdo —dijo Angie—, me dijo que lo haría...

—Sí, y Dulce lo aceptó... pero no pusieron fecha... ella siempre se evadía y buscaba peros a la hora de hacerlo. Y Maxi la aguardó con paciencia, como siempre...

—Mi Maxi —dijo Angie orgullosa de su hermano.

—Y yo quería lo que ellos tenían, eran mi meta... —susurró—, y pensé que podría alcanzar algo parecido con Fran...

—¿Y le pediste matrimonio?

—No llegué a hacerlo... Le dije a Dulce que lo haría... lo hablamos...

—No me lo dijo nunca —pensó Angie—. Pensé que me decía todo...

Bastian sonrió.

—Tú no querías saber nada de mí, recuérdalo...

—Cierto...

—El caso es que iba a ser un viernes, la iba a llevar a cenar y se lo iba a decir... Por eso, el jueves por la noche fui al muelle, quería tener un momento a solas para...

Hizo silencio.

—¿Para?

—Para despedirme de ti —susurró con un hilo de voz—, de mis esperanzas, de mis fantasías en las que nos volvíamos a juntar y nos abrazábamos como si no hubiese pasado nada y nos volvíamos a prometer amor eterno... de mi futuro contigo... de todo lo que alguna vez soñamos... —respondió.

—Oh...

—Y llamé a Dulce llorando, le dije que no podía hacerlo...

—Oh, Bas...

—Y ella vino junto a mí y me dijo todo eso que ya escuchaste...

—¿Y qué hiciste? —preguntó Angie con curiosidad.

—Nada, al día siguiente hablé con Fran... le dije que iba a ser mejor que termináramos... Le rompí el corazón —susurró con pesar.

—Lo siento...

—Ella se merecía alguien mejor que yo... —musitó.

—No hay nadie mejor que tú, Bastian...

—Pero yo no era para ella —añadió y la miró a los ojos.

Angie se sintió embrujada con esa mirada tan penetrante, como si él pudiese leer en el fondo de su alma. Escondió la mirada entre sus brazos y se volvió a acurrucar por él, olfateándolo, sintiéndolo todo.

—¿Te acuerdas cuando tuvimos la charla de la escuela sobre cómo nos veíamos en diez años? —inquirió Bastian, Angie asintió—, al final tú lo lograste... querías ser dueña de un hotel...

—También quería estar contigo, casados, y a los treinta tener nuestro primer hijo —dijo ella con diversión—. Y tú ibas a ser ginecólogo...

—Y tú ibas a ganar más que yo —mencionó él.

—Éramos ilusos... —dijo Angie con melancolía.

—Éramos jóvenes y libres —dijo él—. De todas formas, lo conseguiste, ¿no?

—No soy dueña de ningún hotel...

—Sí, pero lo que haces es parecido...

—Y tú eres ginecólogo de animales —respondió ella con diversión.

—Pero ni estamos juntos ni vamos a tener un hijo... —susurró Bastian con un dejo de tristeza en la voz que a Angie no le pasó desapercibido.

—¿Cómo te ves en diez años? —quiso saber ella.

—No lo sé... con una barba canosa y sexy. Tendré cuarenta... puede ser que me agarre mal la crisis, me compraré un descapotable y levantaré niñas de veinte —bromeó, Angie le dio un golpe en el pecho.

—¿No te ves casado? ¿Con una familia? —quiso saber.

—No... la verdad no... Me veo en Felicidad, con mis cabañas todas hechas y llenas de gente... Tendré los espacios agotados, la gente se peleará por un lugar allí —añadió—, y seguro seré un buen tío para Benja, lo llevaré a la escuela, le compraré cosas... una bicicleta... le enseñaré a montar...

—¿Y por qué no te ves casado? —insistió.

—Porque quiero lo que tienen Maxi y Dulce y no voy a conformarme con menos...

—¿Y por qué asumes que no podrás conseguirlo?

—Porque eso no lo voy a tener con nadie más que...

—Conmigo... —dijo ella con un hilo de voz y volvió a esconder el rostro en el pecho de Bastian.

—Es la verdad... no te sientas presionada... No me siento mal por saber eso, es más, me siento mejor, porque ya no lo busco, ¿comprendes? Cuando uno anhela algo y no lo encuentra es frustrante, al menos yo ya sé que no lo tendré y me enfoco en otras cosas —asumió.

Angie se movió incómoda.

—¿Tú? ¿Qué hay en diez años? ¿Qué hay después de la gerencia del Estrella? —inquirió notándola nerviosa.

—No lo sé... supongo que seguiré igual, trabajando mucho...

—¿Casada? ¿Hijos?

—No... no quiero casarme ni quiero hijos... Antes lo quería, pero ya no...

—Está bien, tienes derecho a no querer eso... no es para todos —dijo encogiéndose de hombros—. ¿Tendrás aventuras entonces?

—Muchas —bromeó ella.

—Si te aburres puedes llamarme, podría ser una de tus aventuras.

—¡Qué ofertón! —exclamó ella con diversión, pero en realidad pensó que él nunca podría ser solo una aventura.

Él la abrazó y acarició su espalda con cariño.

—El futuro me asustaba cuando tenía diecisiete, pero es peor ahora —afirmó ella.

—¿Por qué?

—Porque en esa época parecía que lo controlábamos, éramos tan... inocentes, que creíamos que podríamos lograr todo lo que se nos ocurriera con solo imaginarlo... desde ser millonarios hasta ir a Marte en bicicleta —rio.

—¿Y ahora? ¿Acaso no podemos elegir el destino que queremos?

—Claro, pero ese es justamente el punto —susurró—. Antes creíamos que las cosas simplemente se darían, por arte de magia... ahora sabemos que somos nosotros los que decidimos... y odio decidir, Bastian, odio tener que tomar decisiones que impliquen tantas cosas...

—Es irónico que digas eso cuando eres Gerente de un hotel, se supone que te pasas el día tomando decisiones —añadió.

—Es fácil cuando no hay algo tuyo en juego...

—¿Algo como qué?

—El futuro... —susurró.

Los dos quedaron en silencio, los dos sabían bien de lo que hablaban, pero ninguno se animaba a continuar.

—¿Hasta cuándo te quedas? —preguntó él.

—Hasta el miércoles después de la boda... ese día regreso... El viernes debo asumir mi nuevo puesto —comentó.

—Nos quedan una semana y un par de días —susurró.

—Tan poco...

—Y tan mucho —dijo él besándola en la frente—. Ni en mis mejores sueños pensé que te volvería a tener así, aunque solo sea por unos días. Es suficiente para mí...

—¿Y me dejarás ir? —inquirió ella.

—Sí... tú tienes que ir a dónde seas feliz... yo puedo vivir sin ti...

—Auch...

—¿Qué? Esa es la verdad, Angie. No existe el amor de sin ti me muero, ese no es amor, es egoísmo. El amor de verdad es al revés, yo sin ti puedo vivir, lo he venido haciendo por años, y vivo mejor si sé que eres feliz y que estás haciendo lo que te gusta...

—¿Y no extrañas esto? —preguntó ella.

—Claro que extraño esto, te extraño a ti... pero no puedo retenerte ni cortarte las alas, Angie... Tomo lo que la vida me da, y hoy la vida me permite un tiempo extra contigo, un poco de abrazos robados al tiempo, charlas que solo imaginé en mis mejores sueños, la posibilidad de darte un beso en la frente antes de que duermas... tenerte en mis brazos... ¿Qué más puedo pedir?

—Te conformas... —susurró ella.

—No, soy agradecido —afirmó.

Ella no supo cómo pensar en ese momento, pero se sintió molesta, enfadada. No lo comprendía, ¿por qué el no luchaba por ella? Quizá si se lo pedía, quizá si le pedía que se quedara...

—No puedes dejar tu vida por mí —dijo él como si le leyera los pensamientos.

—¿No lo vales? —quiso saber.

—Lo valgo, sí, pero no sería justo para ti... has construido mucho en todo este tiempo...

Angie suspiró.

—¿Por qué el tiempo parece no haber pasado entre nosotros? —preguntó.

—El tiempo pasó, sí que pasó, tú creciste, yo crecí, hemos vivido cosas completamente separados que nos han llevado a ser lo que somos hoy...

—Pero aquí, ahora... se siente igual que antes, igual que siempre... —susurró ella volviendo a hacer dibujos sobre su pecho con dulzura.

—Porque somos eternos —respondió él—. El tiempo siempre pasa por nosotros, pero nosotros somos eternos...

—¿Y entonces por qué no estamos juntos? —quiso saber ella.

—Lo estamos... tú siempre estás conmigo en todo lo que haga... y al parecer, yo siempre he estado contigo también —murmuró.

Angie lo pensó y supo que tenía razón, él siempre había estado con ella en cada día de esos años, cada vez que entraba a una iglesia a pedir por él, cada vez que se perdía con la vista en el horizonte preguntándose en dónde estaría, qué estaría haciendo y sí sería feliz. Había estado con ella en cada decisión, en cada situación, en cada pensamiento. Él era parte de ella y ella era parte de él.

—Nos pertenecemos —susurró.

—Siempre y para siempre... —acotó él y cerró los ojos.

Y Angie supo que quería pertenecerle a él para siempre.

Espero hayan disfrutado este capítulo, me encanta... Bastian es muy maduro, ama de una manera muy grande, y Angie se debate en su interior sobre qué hacer... y a pesar de todo, siguen siendo solo ellos dos... los mismos de siempre.

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